"Mundos propios" es mi blog personal, donde escribo artículos varios, leyendas, cuentos y cualquier paranoia que se me ocurra, creándome mis propios mundos y universos paralelos en el proceso...
viernes, 23 de noviembre de 2012
EL DÍA EN QUE RENUNCIÉ A SER UN CABALLERO O UN SUPERHÉROE
"La honradez es ensalzada, pero se muere de hambre." (Proverbio latino)
Hoy ha llegado el día. Hoy abandono mis armas y mis ideales. Hoy dejo atrás mi voluntad de luchar. He muerto. Me convertiré en uno de ellos.
Antaño... Antaño admiré a los héroes que aparecían en las novelas de caballería o fantasía épica que leía, y veneré a los héroes de aquellos cómics que devoraba. Caballeros, bárbaros, superhéroes o aventureros que estaban aquí para luchar contra las injusticias del mundo. No eran seres perfectos, pero eran un símbolo de aquello a lo que puede aspirar un ser humano. Un símbolo que nos muestra que el bien, el honor, la verdad y la justicia pueden triunfar; no siempre, eso también se nos muestra a veces, pero pueden hacerlo. Los actos de un solo individuo pueden determinar el cambio del mundo en menor o mayor medida, para bien. Ésos son los sueños que voy a abandonar.
Porque ahora, tras largos años siguiendo su camino, intentando emularlos, llegados a este punto, estoy solo. No percibo cambio alguno, excepto por el hecho de que, al creer en en ello, me he transformado en un espíritu obsoleto. Para la mayoría de gente ya no importa la lucha por un mundo justo, ni la integridad que intente tener una persona, sino sólo lo que el mundo les puede dar, o que puedan obtener de él. Creo que a eso le llaman egoísmo.... Egoísmo... Un acto muy humano, que pocos tratan de modificar o borrar para el bien de los demás. Hoy me volveré egoísta como el mismo mundo, a menos que alguien lo logre evitar...
Hoy muere el sueño de aquel caballero y de aquel superhéroe que quise ser...
Porque para ser un caballero o un superhéroe no hace falta desear mucho. Sólo falta desear querer luchar por un mundo mejor. No hace falta desear mucho, pero eso exige demasiado. Exige que la persona cambie; que el egoísmo desaparezca. Exige integridad, valor, paciencia, honor, compasión, pero sobretodo, mucho sacrificio.
Quizás me equivoco. Quiero abandonar, pero puede que no lo haga. Quizás mi renuncia no sea muy distinta a la que hizo Amadís cuando se convirtió en Beltenebrós o el Capitán América cuando pasó a convertirse en el Nómada... Una renuncia a sus ideales, pero que sólo marcaron una época de cambio y transformación, para regresar luego con unas convicciones más fuertes y unas ideas más claras de la razón de su lucha.
Spider-Man también abandonó su máscara en una ocasión, y Lancelot desapareció largo tiempo de Camelot... Así sucede con los héroes de ficción, que siempre regresan mejorados, más firmes en sus convicciones. Pero no suele pasar así con las personas... y lamento decirlo, pero yo sólo soy eso una persona. Aunque, ¿qué es un héroe sino una persona atrapada en una serie de circunstancias extraordinarias? Y la vida y las situaciones que nos plantea no dejan de ser eso: circunstancias extraordinarias.
En el fondo de todo esto sólo está la desilusión.
La pérdida de un sueño...
Recuerdo los primeros cómics de superhéroes que me regaló mi padre. Había enfermado de gripe y él me trajo unos tebeos de Ka-Zar, Iron Man y el Motorista Fantasma... Ya había leído antes tebeos de superhéroes, pero eran de mi primo. Por aquella época me iban los tebeos de Mortadelo y Filemón o Superlópez... Pero los héroes... Me maravillaron sus aventuras, y me marcaron profundamente sus luchas contra el “mal”, cuando todas las circunstancias parecían adversas... A lo largo de los años fui leyendo y descubriendo más héroes, olvidándolos y reencontrándolos...
Leía muchos libros en esa época. Básicamente cuentos y novela juvenil, pero más tarde empecé a leer libros clásicos, poseído por esa sed de aventuras y mundos maravillosos. Y fue en esa vorágine lectora, cuando descubrí los mundos de la fantasía y el terror. Mi primera novela de extensión verdaderamente importante fue el Frankenstein de Mary Shelley. A partir de ahí ya me atreví con todo. Y dentro de esos mundos que empezaba a descubrir, me fascinaron las novelas de fantasía épica o los antiguos libros de caballería: Camelot y sus caballeros, Amadís de Gaula, Conan, Elric de Melniboné y el resto de encarnaciones del Campeón Eterno, Fafhrd y el Ratonero Gris... Héroes ellos, que aunque a veces carecían de cierta moral, tenían unos principios y valores, porque luchaban por lo que creían justo... y no dejaban de tener cierto honor.
Y todo ello, como le ocurrió a Alonso Quijano, me debió afectar y secar el seso, porque decidí moverme y regirme por esos ideales nobles por los que se rigen los héroes. Y al final, ahora, tengo la sensación de que he estado luchando contra molinos de viento que solo yo veo, y que los demás han decidido ignorar. Tanto tiempo luchando... para nada. Sólo para convertirme en lo que soy. Ahora lo veo. No interesan las ideas de un mundo mejor. Sólo el yo.
Y ahora pienso en el Capitán América original, Steve Rogers, un héroe arrancado de su tiempo que se ve obligado a vivir en una sociedad, la norteamericana, que ha pervertido aquel dulce sueño que era el “sueño americano”. Un héroe desengañado al ver como, en el transcurso de los años una sociedad o unos políticos han podido corromper esa idea. Un héroe incomprendido, ya que muchos lo consideran el símbolo fascista de un país o un imperio como son los Estados Unidos. Y si embargo, quién haya leído sus cómics, sabrá que de las páginas del Capitán América surgieron algunas de las más duras críticas sobre la base de Guantanamo, el racismo o la corrupción política... entre muchas otras. Siempre sin olvidar que el objetivo de un cómic es entretener. Pero considerando que a veces un cómic también puede ser crítico con la sociedad en la que vive. En fin, yo no soy un patriota (más bien todo lo contrario, me considero un apátrida), pero si un idealista, como el Capi... Al final no se trata de convertirse en un caballero o héroe, sino sólo de regirse por sus códigos morales o unas ideas que podamos considerar nobles, no para nosotros mismos, sino para el resto de las personas que nos rodean.
¿Pero de qué sirve la moralidad en un mundo amoral, que ha perdido la conexión con los principios más básicos de lo que está bien o está mal? Un héroe, ha menudo se diferencia del resto de los humanos no por sus poderes o su aspecto, sino porque sin renunciar a su yo, renuncia a su egoísmo para defender unas ideas que van más allá de si mismo.
Mis ideas no han muerto. Pero yo he muerto por mis ideas. Y algunos me dirán que evolución es convertirme en uno más de esa enorme mayoría ciega, que bajo el aspecto de una persona de bien más, en el fondo sólo se preocupa de ella misma o, en el mejor de los casos, de la gente más cercana que le rodea. El resto no importa.
Hoy me convierto en uno de ellos.
O puede que no, puede que intente continuar siendo y regirme por el código no escrito del caballero, el bárbaro o el superhéroe...
Pero una decisión así no se puede hacer a la ligera.
Pensaré.
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