Me entristece vivir en este país. Independientemente de que siempre me haya sentido bastante apolítico y ácrata, me entristece mucho vivir en este país gobernado por miserables, ladrones y estafadores. Y me entristece vivir en este país, sobretodo, porque sé que si esto es así es porque la mayoría de nosotros lo permitimos.
Quisiera poder apartarme de todo esto. Vivir en una pequeña casa en el campo, en una isla desierta o en cualquier otro lugar solitario y apartado, y no dejar que los problemas del mundo me afectaran. Ser autosuficiente para conseguir mi propio alimento, fabricar mi propia ropa y mis utensilios más básicos. Depender poco de nadie y, especialmente, no depender para nada de esos mismos que dicen “gobernarnos”.
Sé que no puedo prescindir de la gente, pero lo cierto es que sí podemos prescindir de aquellos que nos gobiernan, y especialmente cuando éstos nos gobiernan y lo hacen mal.
Vivo en un país de miserables, ladrones y estafadores. No son sólo los que nos gobiernan desde altos cargos del estado, sino que hablo también de todos aquellos que gobiernan y controlan nuestros sueldos, nuestras vidas y, lo peor de todo, nuestro propio modo de pensar. ¿Cuantos de nosotros somos realmente libres? Estamos llenos de prejuicios que nos han inculcado. Somos mansos porque, en cierto modo, tenemos miedo. Miedo a perderlo todo, miedo a no tener y poder comprar cosas que realmente no necesitamos, miedo a no ser aceptados si no nos ponemos al mismo nivel de vida que la gente que nos rodea, cuando en realidad detestamos a ese tipo de personas y ese mismo modo de vida que adoptamos. A veces, por intentar imitar a otros, nos perdemos a nosotros mismos. Dejamos de ser un original para pasar a ser una copia más.
Parte de mí vive en un mundo paralelo. Me he creado mi propia realidad. No dejo que muchas convenciones sociales me dominen y gobiernen. Evito la publicidad que me vende cosas, las propuestas de bancos que me engañan, y las promesas que se lanzan en el aire vacío. Juego a su juego porque, cuando hay mucha gente, no hay otro remedio, pero, no nos engañemos, la sociedad puede funcionar de otro modo. El mundo social no es una realidad en el mismo modo en que puede serlo una piedra o un árbol: el mundo social es sólo una convención. Sólo funciona en la medida en que un grupo de gente lo ha querido así, pero en realidad no tiene una base real en la que sustentarse. Podemos cambiar todo eso, crearnos nuestras propias leyes, nuestro propio mundo alternativo. Crear pequeñas microsociedades que cambien las cosas, y digan que las leyes que nos dictan no siempre deben ser obedecidas, que las cosas que nos dicen que necesitamos no siempre deben ser compradas ni adquiridas, que el dinero y la vida que nos quitan no siempre debe ser entregado. La vida de uno mismo es algo demasiado valioso para ser entregado a ciegas.
La vida... ¡Mi vida me pertenece! Puedo compartirla, pero sólo se la entregaré a aquellos que amo, y la prestaré a desconocidos, únicamente, en la medida que eso me haga feliz y sentir lleno de algún modo. Por lo tanto no se la entregaré ciegamente ni a políticos, ni banqueros ni empresarios. No me entregaré a los caprichos de las modas, ni de los centros comerciales. No soy lo que compro, no soy lo que gano, no soy lo que visto.
Vivo a mi modo y, si soy algo, soy mi propio yo, la suma de mis sueños, ilusiones y aficiones. Soy la confluencia de los sentimientos de las personas que me aman y mis propios sentimientos.
Solitario como soy, puede que no salga a la calle, pero a mí modo, lucharé.
Vivo en un país de miserables, ladrones y estafadores. Y ante eso, ante esa gente, sólo puedo decir no. No jugaré a vuestro juego.
Hola!
ResponderEliminarHe leído algunas entradas de tu blog, me parece interesante y diverso.
Saludos de México ;D