Estos días ando inquieto. No intranquilo exactamente, pero inquieto. Se avecinan tiempos de cambios, aunque bueno, eso de los cambios también es relativo. ¿Qué puede suceder a partir de ahora? No lo sé, pero mi mente se ha abierto, y eso significa que estoy mucho más receptivo en muchos sentidos.
En estas últimas semanas he cogido cierta rutina, hago deporte y me muevo, vuelvo a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Ya he perdido cerca de diez kilos de peso y eso se ha dejado notar a muchos niveles, tanto físico y mental, como también, en cierto modo, a nivel espiritual. Uno diría, pues, que también me he quitado un peso del alma. No es que yo haya cambiado, continúo siendo el mismo, pero estoy empezando a dar una nueva interpretación al mundo y en consecuencia empiezo a actuar de otro modo, que a la vez hace que el mundo mismo responda de otro modo a mis actos o mis propios pensamientos. Me siento bien.
El horizonte está gris y repleto de nubes, pero no es ya uno de aquellos cielos grises que presagian tormenta –la tormenta, de hecho, ya pasó-, sino que se trata de uno aquellos cielos donde las nubes simplemente se están deshaciendo para dejar pasar los primeros rayos de sol o, en todo caso, mostrarnos un cielo claro y sereno. Y aunque puede que después de que las nubes se hayan esfumando el sol no aparezca, si que sé que al menos, tras esa tormenta que ya pasó habrá un cielo más despejado.
La vida no deja de ser una pequeña combinación de momentos felices y disgustos, de tristezas y alegrías que se combinan para formar de cada uno de nosotros un propio yo. A veces es difícil controlar aquello que nos da forma y conforma, pero nosotros mismos también podemos ser artífices de parte de lo que somos. Podemos ser los artífices de nuestra alma.
Con todo ello, no digo que mi tristeza se haya retirado del todo –aún quedan algunas nubes-, pero, simplemente, mi tristeza ha quedado rendida y se deshilacha. Tengo un nuevo espacio para la alegría y la ilusión, se me abren nuevas puertas y oportunidades, y aunque puede que estás oportunidades no se adecuen a mis pensamientos o ideales, ¿no es cierto que siempre podemos escoger y probar nuevos caminos? Sólo podemos vivir una vida y yo siempre he escogido vivir la mía dentro de mis recursos limitados. Pero para el alma no hay más límites que aquellos que nosotros mismos nos ponemos.
Todo esto pensé ayer mientras contemplaba un horizonte gris en la playa, aunque no fuera con estas palabras...
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