Volví a Baldric... Nunca he sabido si su nombre hace referencia a la casa o al lugar donde esta se halla.
Baldric... Un lugar apartado, solitario, bello, misterioso... con su propia leyenda... con su propio fantasma... con sus propios recuerdos...
¿Qué puedo decir o explicar del lugar que ha dejado tantos recuerdos grabados en mi memoria?
Ese día había llovido bastante en Girona, y al principio dudé si ir hasta esas tierras altas del Ripollès, pues allí el tiempo suele ser inclemente. Pero llegaba el final de mis vacaciones y si no subía en ese momento, dudaba que lo hiciera pronto. Así que decidí hacer mi mochila e ir a la aventura.
Emprendí el camino con mi coche. Girona, Castellfollit de la Roca (donde hice una breve parada), Sant Joan de les Abadesses, Ripoll, Ribes de Freser y, finalmente, Planoles. Cruce muchos otros pueblos, pero no recuerdo sus nombres. Una vez en Planoles, dejé la carretera general y empecé a internarme en las inhóspitas montañas, hasta llegar a Nevà, un pueblecito del municipio de Toses, que se encuentra a 1250 m de altura, en el lado sombrío del monte, que no deja de ser una localización extraña para un pueblecito de montaña. Un pueblecito tan pequeño que ni siquiera tiene una tienda donde comprar algo. Pero un lugar bello y agradable. Allí dejé mi coche, pues allí acaba el asfalto con el que el hombre cubre los caminos transitados.
¿Porqué quería volver a este sitio? ¿Era sólo mi deseo de volver a contemplar las estrellas? ¿Mi necesidad de sumergirme de nuevo en una naturaleza salvaje que parece ser la única capaz de traerme paz y serenidad de espíritu que tanto necesito sentir últimamente? ¿O era simple añoranza, tal vez?
Fuera como fuese, ahí estaba.
Era un día algo gris, con un cielo cubierto de nubes, pero al contrario que en mi ciudad, no parecía que hubiera descargado del cielo ninguna terrible tormenta, y el calor era sustituido por un aire fresco.
Emprendí el camino.
Baldric es un sitio apartado, en pleno corazón de la naturaleza. Un lugar prácticamente inaccesible, donde se puede llegar a través de un camino de tierra y piedras. Un camino apto sólo para ir a pie, a caballo, tractor o todoterreno. Puede intentarse circular por él con un turismo, pero eso es arriesgarse a quedar atrapado en mitad del camino, o a acabar teniendo algún tipo de accidente o avería. Lo sé por experiencia... en realidad, tres amargas experiencias. Pero eso forma parte del encanto de Baldric. Siempre que he ido, he vuelto con una serie de anécdotas que explicar. Aunque en el caso de las del coche, fueron historias que me pasaron su factura.
Desde este lugar uno tiene una buena visión panorámica del valle, y puede contemplar perfectamente toda la montaña que aún le queda por subir. Es un sitio despejado, donde unas cercas de alambre delimitan los campos donde pacen las reses durante ciertos momentos del año. Un punto donde el camino se divide en dos: una curva que sube hacia la última granja de la zona, y un camino largo, recto y descendente que lleva hacia el interior del bosque, donde se halla el camino de subida hacia Baldric.
Hacia tiempo que quería volver a este lugar. Sentía añoranza, tal vez. Quería saber que era de la casa y en que estado se encontraba. Si aún se podía alquilar. Quería subir allí para pasar una noche al raso y poder contemplar desde allí aquel magnifico cielo nocturno. Oír el ulular del búho en la noche. Los misteriosos ruidos del bosque que a veces me tranquilizan, y otras me atemorizan.
Hacía poco que había hablado con mis amigos de Vilanova i la Geltrú de este sitio del que tan gratos recuerdos guardamos. Mi intención hubiera sido venir con alguno de ellos. Pero yo quería subir para ver las estrellas y no podía esperar. Había nubes en el cielo y supe que no podría ver el cielo, pero visité los alrededores de la casa de nuevo.
Aquel lugar donde pasé tan buenos momentos con mis amigos de Vilanova i la Geltrú i de Girona... Un sitio donde las horas pasan lentas, plácidamente. Donde incluso el aburrimiento es algo bienvenido, pues los ojos entonces se deslizan observando el cielo, las nubes, las montañas, los bosques y la hierba, que adoptan extrañas formas a medida que la luz solar se desplaza y va cayendo en el ocaso.
Un sitio donde los oídos se regalan escuchando el constante cantar de las cigarras, los saltamontes y los grillos, el zumbido de las abejas, el graznido de los arrendajos y el canto de diversos pájaros. Donde la visión del vuelo de un águila, un ratonero, un buitre o un cuervo es algo cotidiano. Un lugar apartado en medio de la naturaleza.
Es un lugar apartado, misterioso, en la cima de una montaña. Antaño Baldric fue un refugio al que se podía acceder alquilando una plaza en el centro excursionista "L´Atalaia", de Vilanova i la Geltrú, que a su vez tenía alquilada la casa al dueño del lugar. Pero hace tiempo que eso dejó de ser así. Subí con la esperanza de encontrar a alguien, para ver si la casa estaba en buen estado, y para preguntar si aún podía alquilarse.
El acceso a este sitio, si es en vehículo, no es fácil. Un estrecho sendero pedregoso surcado de canales dejados por las aguas desbordadas de la lluvia son la pauta. Sin acceder a demasiada velocidad, subiendo una empinada cuesta, la opción más fácil es subir a pie o en todoterreno. También un tractor o mediante caballo Puede intentarse llegar con un vehículo normal, pero se corre el riesgo de que el coche no llegue, llegue en mal estado o quede atrapado en el camino. ¡Y lo digo por experiencia! (¡Tres malas experiencias tuve, de hecho!; ya veis, soy de aquellos tipos que insisten... XD)
Recuerdo el interior de la casa, hecha de madera. Donde la única luz que se obtenía era mediante un generador eléctrico de gasolina, o mediante la luz de las linternas y las velas. El ambiente ideal para aquellas veladas en las que al caer la noche nos reuníamos alrededor de una mesa para jugar, o junto a la enorme chimenea de leña de la cocina, para explicar historias de miedo, cuando por el frío no podíamos hacerlo en el exterior.
Visité el búnker y al penetrar con mi linterna vi un extraño escrito en catalán en una de sus paredes. No recuerdo si aquello lo escribí yo o alguno de mis amigos en alguna de nuestras partidas de rol en vivo. No lo recuerdo en absoluto. Pero desde luego, el trazo y el tipo de letras parece mío: "Si heu arribat fins aquí és que esteu molt aprop de resoldre el misteriòs assassinat. Però el culpable no és cap dels vostres sospitosos. És un boig amb una destral. Aquest boig us està vigilant." (Traducido: "Si habéis llegado hasta aquí es que estáis muy cerca de resolver el misterioso asesinato. Pero el culpable no es ninguno de vuestros sospechosos. Es un loco con un hacha. Este loco os está vigilando.)"
¡Qué recuerdos, aquéllos!
Realmente es un sitio casi mágico, esta parte del bosque. Aquí, al contrario que en el resto de la montaña, los árboles están retorcidos, el suelo cubierto de ramas y troncos cubiertos de liquen y musgo. Las zarzas y arbustos apoderándose del bosque... Las telarañas casi siempre llenas de rocío. Las amanitas muscarias, el hongo alucinógeno por excelencia, creciendo en abundancia en otoño, como muchas de tantas y tantas setas de aspecto grandioso.
Y parece ser una de las partes más silenciosas de estos bosques, lo que siempre produce una sensación inquietante.
Así anduve por la zona, embelesado en aquella extraña paz que acaba produciendo intranquilidad. Aquella paz que alerta todos los sentidos.
Finalmente me volví a dirigir a la casa, atravesando aquel camino que se halla en la pendiente de la montaña, donde crecen enormes y delgados pinos que apuntan hacia el cielo y muchos árboles de hoja caduca, bajo su sombra, con retorcidas raíces que intentan agarrarse en ese rocoso suelo apenas cubierto por una fina capa de tierra y hojarasca.
Permanecí, finalmente, alrededor de la casa, y me acosté en duro suelo de cemento que hay en la parte trasera de la casa; y allí, acostado, me dormí escuchando el susurro del viento, el canto de los insectos y contemplando el movimiento de las nubes...
Me despertó el frío. El sol ya caía, aunque aún no había caído el crepúsculo. Los gorriones chillaban alrededor de la casa. Cogí mi mochila y volví a coger el camino hacia Nevà, con la sensación de dejar atrás parte de mi pasado.
Estuve allí dos veces la semana pasada desde Planoles, la primera sólo con mi mujer, y la otra también con mis hijos y nietos (de 4 y 1 año), las visitas fueron breves y con la intención de conocer los tramos para dar en alguna otra ocasión una vuelta completa incluyendo Can Gasparo, pero había leído los comentarios de tu Blog y aunque soy de otra generación me influyeron tus comentarios.
ResponderEliminarPor cierto espero volver la próxima primavera y me gustaría saber si me puedes pasar la localización del bunker. Tengo GPS.
Gracias.
pepehc@gmail.com