Recientemente, a principios de este siglo, aunque ya existían indicios hacia el año 1999 de su existencia, se descubrió una colonia de castores europeos en la cuenca del río Ebro. Sin embargo, lejos de alegrarse por la noticia, en las comunidades autónomas donde este roedor se ha establecido -Navarra, La Rioja y Aragón-, se le ha dado caza, pese que en el resto de Europa se la considera una especie protegida y de incalculable valor biológico. En España, sin embargo, se pretende erradicar totalmente esta especie de sus fronteras con la excusa de que son castores “sin papeles”, puesto que llegaron de forma ilegal, supuestamente introducidos por un grupo ecologista belga llamado Pays des Castors (País de los Castores), hecho que ellos mismos han negado. Mientras que en el resto de la Unión Europea se está haciendo lo posible para establecerlo (exceptuando Portugal e Italia, donde no vive), España ha obtenido una dispensa por parte de la Comunidad Europea que permite que este animal sea cazado de nuevo hasta su extinción por no considerarlo “natural” de la zona, pese a su anterior existencia desde tiempos prehistóricos hasta postimetrías del siglo XVII. Desde aquí, quiero dar todo mi apoyo al regreso del castor europeo de nuestras tierras, digan lo que digan unas leyes humanas que en este caso parecen resultar antojadamente caprichosas y promovidas por oscuros intereses que nada tienen que ver con la ecología.
En este artículo, pues, intentaré explicar el papel actual en que se encuentra el castor dentro del marco de la Península Ibérica, sus características y comportamiento, así como el papel que juegan sus construcciones dentro de los ecosistemas ribereños, y todos los numerosos beneficios que este animal aporta a su medio y los medios naturales que lo rodean, que superan en mucho las ocasionales molestias que pueda causar.
LA REINTRODUCCIÓN DEL CASTOR EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Aunque a día de hoy aún mucha gente ignora la existencia de castores en estado salvaje dentro de la Península Ibérica, lo cierto es que a lo largo de un pequeño trayecto del río Ebro y algunos de sus afluentes, que se extienden entre la conjunción de las comunidades autónomas de Navarra, La Rioja y Aragón, viven algunos castores europeos que supuestamente fueron introducidos ilegalmente.
Ya en el año 1999 se habían encontrado rastros que inducían a pensar que podían existir castores en el río Ebro, aunque éstos no fueron del todo concluyentes. Sin embargo, a partir de 2005 se comenzaron a hallar una serie de indicios que sugerían la presencia inequívoca de una población de castores en el norte de España, más específicamente en Navarra y en La Rioja; tales pruebas incluían árboles talados, huellas, restos de forrajeo, excrementos y marcas de castóreo, entre otras. Un tiempo después de que se comenzaran a hallar esos indicios, se “descubrió” que un grupo ecologista llamado Pays des Castors (País de los Castores) había liberado, en la primavera de 2003, a dieciocho castores europeos provenientes de Baviera en los ríos Ebro, Aragón y Cidacos, aunque esto el algo que el grupo ecologista ha desmentido siempre. Sea como sea, la reintroducción de estos grandes roedores dentro del territorio español desató un intenso debate, promovido por la comunidad autónoma de La Rioja, y lejos de la opinión pública, acerca de las ventajas y desventajas que podía suponer el regreso de estos animales a la Península Ibérica, llegándose a considerar, con la intención de erradicarlo, que era una especie invasora, cosa que, como quedó demostrado, no es cierto.
¿ES EL CASTOR EUROPEO UNA ESPECIE INVASORA?
Dado que el castor se extinguió hace apenas unos siglos de la Península Ibérica, pero fue un animal oriundo y autóctono de ésta, no puede considerarse un animal invasor.
La existencia de los castores europeos en la Península Ibérica están documentados desde la prehistoria hasta la Edad Media, y posiblemente los últimos castores ibéricos no desaparecieron hasta el siglo XVII o XVIII, coincidiendo con la llegada y propagación de las armas de fuego. La caza abusiva que sufrió por su carne, su pelaje y, sobretodo, el castóreo, condujeron a la total extinción de este animal en la Península Ibérica, y casi su total extinción en el resto de Europa. La sobreexplotación a la que el castor se vio sometido fue, principalmente por la producción del castóreo, una secreción glandular del castor, olorosa y oleosa, que el animal usa para acicalar su pelaje y marcar su territorio, que en el pasado fue muy utilizada en perfumería, debido a su capacidad de fijar y dotar de matices a las fragancias.
Sin embargo, cuando hablamos de castores en la Península Ibérica, los datos son claros. Los castores estaban instalados en estas tierras desde tiempos prehistóricos, como los demuestra el registro fósil de diversas regiones peninsulares. Del mismo modo, existen diversos registros históricos que hacen referencia al castor desde la época romana hasta la Edad Media, siendo especialmente abundantes, al parecer, en las cuencas de los ríos Ebro, Duero, Guadalquivir y todos sus afluentes. El historiador romano Apiano ya hablaba de su abundancia en el río Betis (Guadalquivir); existió en todos los ríos importantes del norte de Iberia, e incluso existen restos óseos en Atapuerca y yacimientos arqueológicos del siglo VI. Se sabe que hasta la Edad Media fue cazado para aprovechar su carne, su piel y el castóreo, y el naturalista suizo Konrad von Gesner citó la especie en España incluso en el año 1583, dato difícil de refutar, ante lo inconfundible que es este animal.
Es difícil determinar cuando se extinguió exactamente el castor europeo de la Península. Aunque se dice que pudo haber ejemplares hasta entrado el siglo XVII, hasta ahora no hay pruebas que avalen dicha afirmación. Varios expertos coinciden en que la extinción en España debió producirse en la década de 1850 en la cuenca del Duero, aunque tampoco existen pruebas fehacientes de que aún hubieran castores hacia esa época. A pesar de ello, no hay duda que el castor europeo fue una especie autóctona de la Península Ibérica hasta hace pocos siglos, y que desapareció a causa de la caza indiscriminada y abusiva a la que se vio sometido.
A pesar de su desaparición, la vuelta del castor a las tierras ibéricas –aún hablando de especímenes introducidos ilegalmente-, no puede considerarse como la introducción de una especie invasora, puesto que anteriormente ya había habitado aquí y formaba parte del ecosistema ibérico.
A nivel ecológico, puede decirse que el impacto del castor en la Península Ibérica sería menor, y posiblemente beneficioso a largo plazo, aunque evidentemente en sus inicios se daría una explosión demográfica de estos animales, al no hallar competencia alguna, que podría ocasionar algún problema que se iría solventando a medida que la población se estabilizase.
Si bien es cierto que la introducción de este animal ha ido seguida de una moderada explosión demográfica de esta especie, que se ha visto frenada debido a la caza a la que los castores ibéricos están siendo sometidos, esta expansión demográfica se debe a varios factores. El primero de ellos es que en la actualidad el nicho ecológico que antaño ocupara el castor está totalmente vacío y desocupado, por lo que esta especie, si el hombre se lo permitiese, no tardaría en recuperarlo a una velocidad que en un principio bien pudiera parecer alarmante a ojos inexpertos, al no hallar competencia dentro de un nicho ecológico que actualmente está vacío. Sin embargo, esta expansión poco a poco se iría reduciendo, a medida que se fueran estableciendo distintas colonias a lo largo del río, y se recuperase el equilibrio natural de esta especie. Otro factor favorecería su rápida expansión es que, actualmente, los principales depredadores naturales del castor (sacando de la ecuación a los humanos), como son los osos, lobos o linces, son más bien escasos en nuestras tierras o han desaparecido (nuevamente a causa del hombre), y únicamente el zorro común, quizás, pudiera depredar sobre ellos. Sin embargo, la introducción de esta especie, podría, a su vez, siempre que el hombre lo permitiese, recuperar en parte a estas especies amenazadas hoy en día.
LA POLÉMICA SE DESATA... CASTORES "SIN PAPELES"
Demostrado que los castores europeos no se podían considerar una especie invasora, los ataques para erradicar esta especie del suelo peninsular tomaron otro camino, convirtiéndose en algo paradójico.
Mientras que en el resto de países de la Unión Europea se están haciendo notables esfuerzos por reintroducir a este animal, y se lo se considera una especie protegida, muy útil a nivel ecológico y de fomento de la biodiversidad, en España se lo ha querido considerar una especie invasora, y ante la imposibilidad de que ésta haya podido ser catalogada como tal, puesto que el castor europeo se hallaba extinto en España y, luego, es una especie autóctona, ha pasado a convertirse en una especie “ilegal” y “sin papeles”. Este hecho da permiso, por lo tanto, para que la especie pueda ser erradicada, entendiendo por erradicación, en este caso, el total exterminio de todos sus especímenes, ya que se considera que su liberación no ha valorado previamente los potenciales impactos que la introducción de este animal puede suponer, y ante ello, la mejor respuesta que se ha sabido dar a sido su extinción, mostrando una vez más, de este modo, la ignorancia en la que este país aún vive.
Por un lado, las administración de la comunidad autónoma de La Rioja argumentaba que la reintroducción de estos especímenes no se había realizado naturalmente, y según dictaminó el Ministerio de Medio Ambiente de España, esta reintroducción se había llevado a cabo de forma clandestina e ilegal. También se alegó, entre otros puntos, que aquellos castores “ilegales” podían ser portadores de una serie de enfermedades que perjudicase a algunas especies protegidas en la zona, ya que no habían sido examinados previamente, y que dañar el ecosistema natural del visón europeo y la nutria. El primero de estos puntos, a día de hoy, en todo caso, y pasados ya varios años desde su supuesta introducción allá en el año 2003, está más que demostrado que era un supuesto falso, ya que los castores capturados gozan de un formidable estado de salud y no portadores de nuevas enfermedades que pudieran ocasionar mal alguno a la fauna autóctona.
Por otro lado, es cierto que algunos de estos roedores han dañado algunos bosques ribereños, principalmente de sauces y chopos, los cuales son precisamente el hábitat del visón europeo, pero hay que tener en cuenta que los beneficios de la presencia del castor se muestran a largo plazo, y no a corto plazo, y en los bosques de Europa del Norte favorecen a la propagación de especies como el visón europeo y la nutria. No obstante, hay que tener en cuenta que su forma de interactuar posiblemente sería diferente en la Península Ibérica, pues los ecosistemas de tipo mediterráneo presentes en España son muy diferentes a los ecosistemas de tipo taiga que hay en el norte del continente, que son mucho más boscosos. A pesar de ello, al hablar de los bosques autóctonos españoles, hay que tener en cuenta que hoy en día se encuentran alteradísimos por la mano del hombre, por lo que la interacción del castor con ellos es inapreciable en comparación con los millones de euros que se destinan en toda la cuenca del Ebro a canalizaciones, encauzamientos y repoblaciones de chopos híbridos o clones.
También se ha acusado a los castores de atacar plantaciones de árboles frutales, aunque lo cierto es que el castor nunca se aleja más que unas decenas de metros de las orillas de los ríos en que habita, por lo que difícilmente penetraría dentro de plantaciones de árboles frutales, a no ser que éstas estuvieran rozando prácticamente las orillas de los ríos en los que pudieran haber castores, y en todo caso únicamente roerían o talarían los árboles más cercanos a éstas.
Al hablar en defensa de los castores, sin embargo, hay que mencionar todos los beneficios que numerosos estudios científicos han demostrado que aportan a su medio, sobre los que hablaremos más abajo (ver más abajo: Los beneficios del castor sobre el ecosistema).
Puesto que en la actualidad la ley dictamina que cada comunidad autónoma establezca sus propias leyes sobre que especie puede ser considerada invasora o no dentro de su territorio, el Estado Español dejó que esta decisión recayera sobre éstas, lavándose las manos sobre el asunto, y la comunidad autónoma de La Rioja presionó al resto de las comunidades autónomas para que este animal fuese considerado invasor y fuese erradicado, incidiendo sobretodo en las comunidades de Navarra y Aragón, donde este animal ya se ha establecido. Llegado el caso al Parlamento Europeo, donde se considera que el castor es una especie protegida, éste también se limitó a lavarse las manos sobre el asunto, dejándolo al juicio de España, aunque dando por sentado que si la especie no es erradicada en unos años, se considerará naturalizada, y por lo tanto protegida por la ley.
Como las administraciones navarras y riojanas consideraron que la especie llegó de forma clandestina al país, los gobiernos de estas entidades presentaron el caso en junio de 2007 ante el Comité de Flora y Fauna de España, que fue el mismo que consultó a la Comisión Europea, que finalmente se consideró que la especie se encontraba fuera de su distribución natural, ya que había sido introducida ilegalmente, y ya que la especie no había llegado por sus propios medios al territorio español, podía ser erradicada de las zonas mencionadas, aunque considerando que si esta especie no era erradicada en unos pocos años, se consideraría naturalizada, y por lo tanto protegida por las leyes de la Unión Europea.
Es difícil saber quién desató la polémica en referencia a los castores europeos introducidos en España e influyó sobre las administraciones de las comunidades autónomas para que presionaran al gobierno español, pero está claro que hay diversos intereses humanos que chocan directamente con las actividades de los castores, especialmente las explotaciones forestales madereras ribereñas, aunque también se lo querido considerar como un animal dañino para los árboles frutales, y con otros intereses relacionados con el uso del agua.
EL ESTADO ACTUAL DEL CASTOR EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Se estima que actualmente, pese a todos los esfuerzos que se han hecho por exterminarlo, de los 18 ejemplares iniciales que se soltaron ilegalmente cerca de la localidad navarra de Milagro, se ha pasado a alrededor un medio centenar de ejemplares de castor libres que se han ido extendiendo por la cuenca del río Ebro, entre las comunidades de Navarra, la Rioja y Aragón. Y todo ello pese a la caza indiscriminada a la que se ha visto sometido, ya que desde el 2003 hasta el año 2013 se sacrificaron más de 200 ejemplares, y su caza continúa con la intención de erradicarlos totalmente.
Aunque inicialmente se dijo que se capturarían a los ejemplares vivo para darles traslado a otros países europeos, donde este roedor es bienvenido, lo cierto es que ninguno de los ejemplares capturados ha sido trasladado fuera de nuestras fornteras, y todos los animales han acabado siendo sacrificados. Aún así, los castores han ido aumentando poco a poco su número, y el paso de los años los acerca más al dictamen que emitiera Unión Europea podría acabar considerando a los castores europeos como definitivamente naturalizados en la Península Ibérica, y, por lo tanto, protegidos por las leyes de la Comunidad Europea.
Ante ello, las comunidades autónomas españolas afectadas, siempre tan progresistas (esto dicho con toda la ironía), han decidido redoblar sus esfuerzos para exterminar a todos los castores europeos instalados en sus territorios antes de que el plazo en que los castores puedan considerarse protegidos por las leyes europeas se cumpla. Aunque por caprichos del destino, precisamente en este año, 2014, no han tenido presupuesto para poder hacer intervención alguna en ese sentido, lo que, de algún modo, juego a favor del roedor.
CARACTERÍSTICAS Y COMPORTAMIENTO
El castor es un mamífero semiacuático que tiene el privilegio de ser el mayor roedor del hemisferio norte (Europa, Asia y Norteamérica), y segundo más grande del mundo, tras el capibara (hydrochoerus hydrochaeris), que habita en América del Sur. Aunque el castor europeo (castor fiber) es algo menor que el castor americano (castor canadensis), a primera vista las diferencias entre ambas especies parecen ser mínimas, aunque a nivel genético son dos especies muy diferenciadas.
Los ejemplares adultos de castor tienen un peso aproximado de 16-20 kg, aunque excepcionalmente pueden alcanzar los 25 kg, llegando a reportarse incluso casos de ejemplares que han alcanzado los 40 kg. La longitud de su cabeza con el cuerpo es de entre 70–100 cm, a lo que hay que añadir la cola de 30–40 cm de largo por unos 15 cm de ancho. Las hembras son tan grandes o mayores que los machos, lo cual es poco frecuente en los mamíferos. El castor es de hábitos principalmente nocturnos y está muy bien adaptado a la vida semiacuática, con un lustroso y espeso pelaje impermeable -éste se divide en dos tipos: uno sedoso y de color grisáceo, y otro mucho más áspero y largo, y de un tono marrón-, una característica cola de forma ovalada y aplanada que se encuentra conformada por pequeñas escamas yuxtapuestas de forma hexagonal y de color negro, y las patas traseras palmeadas, que utiliza para propulsarse en el agua. También utiliza su cola para golpear la superficie del agua cuando está asustado y, gracias a su sistema respiratorio, puede permanecer bajo el agua hasta quince minutos sin tener que salir a tomar aire. Los castores no tienen buena vista, aunque pueden ver bajo el agua gracias a una membrana nictitante, un tercer párpado, lateral y transparente, que cubre sus pequeños ojos. Además cuentan con buenos sentidos del oído, olfato y tacto. Las patas delanteras están cubiertas de un pelo más negro, y son semejantes a manos, cada una con cinco dedos bien desarrollados. Mientras están sumergidos, sus orificios nasales y sus pabellones auditivos se cierran para impedir la entrada de agua. Las largas garras en las patas delanteras están adaptadas para cavar, aunque también es muy hábil sujetando objetos pequeños entre sus dedos mientras se alimenta.
Los castores suelen vivir entre 7-12 años, llegando en ocasiones a vivir hasta 15 años, aunque se conocen casos de ejemplares en cautividad que han alcanzado más de 25 años. Son monógamos y suelen vivir en pequeños grupos de 3 a 8 miembros compuestos por una pareja de castores, las crías que permanecen con los padres el primer año, y uno o más castores jóvenes.
Los castores son capaces de aparearse en casi cualquier etapa de su vida, y son monógamos —aunque si su pareja muere, pueden buscarse otra—. Su monogamia se debe principalmente a que, para el correcto cuidado de las crías, es necesario que ambos padres colaboren, ya que uno solo no sería capaz de cuidarlas. Por lo tanto, deben permanecer unidos todo el tiempo para que la reproducción tenga éxito.
La época de apareamiento comienza cuando se derrite el hielo invernal, lo que sucede aproximadamente por febrero. Cada pareja tiene solamente una camada por año. El apareamiento suele realizarse bajo el agua, aunque también puede llevarse a cabo en la orilla del río o estanque donde viva la pareja. Después del periodo de gestación, que dura aproximadamente unos tres meses y medio (100 días), la hembra da a luz de 2 a 4 crías (aunque en casos extremos pueden ser hasta 9), las cuales nacen ya con los ojos abiertos y cubiertas de pelo. Éstas son amamantadas durante las primeras semanas de vida, en las cuales permanecen dentro de la madriguera junto con la madre y las crías de la temporada anterior, que tienen alrededor de un año de edad. Los castores de dos años, si siguen viviendo con la familia, ayudan a la madre a alimentar y proteger a los recién nacidos. El padre mientras tanto sale y permanece en las cercanías, cuidando el territorio.
En cuanto dejan de ser amamantadas, la madre empieza a alimentar a sus crías con hojas tiernas. Cuando son muy pequeñas, las crías se comunican constantemente y hacen mucho ruido, y mientras van creciendo se vuelven menos ruidosas, al comenzar a comunicarse con olores o ciertas actitudes específicas. Un tiempo después, por lo general al mes de edad, los jóvenes empiezan a moverse por el exterior de la madriguera, aunque siguen siendo bastante dependientes de sus padres, ya que son ellos quienes les siguen administrando alimento y protección por cerca de un año. Durante este periodo, aprenden algunas valiosas habilidades al copiar el comportamiento de los castores adultos, aunque aún no toman parte en las labores de construcción y otras actividades. Cuando los jóvenes alcanzan la madurez sexual, lo que suele acontecer a partir de los dos años de edad, pueden separarse de la colonia y formar la suya propia. No obstante, si es una época de escasez de alimentos, sequía o hay una alta densidad de población, pueden posponer su partida, ya que estos factores reducen sus posibilidades de establecer exitosamente una colonia. Cuando finalmente deciden separarse, no suelen establecerse en un punto muy lejano a su lugar de nacimiento.
El grupo tiene un territorio de unos 3,6 km de ribera, aunque éste puede llegar a ser de entre medio kilómetro hasta 13 kilómetros, dependiendo de la comida de la que dispongan. Marcan el territorio segregando castóreo por su glándula anal. Este marcado del territorio, así como la defensa del mismo y la reparación de diques y madrigueras, lo llevan a cabo machos y hembras por igual.
Ya que el territorio en el que habitan es sumamente importante para los castores, en especial por todo el tiempo que invierten construyendo en él, suelen defenderlo ante las amenazas externas. Si un desconocido entra en el territorio de una colonia de castores, lo más seguro es que terminen luchando contra él, en ocasiones hasta la muerte. La forma en que detectan la presencia de extraños es a través del olfato; si perciben un olor que no les es familiar, buscar la fuente del mismo se vuelve prioritario, incluso más importante que reunir alimentos, y no descansan hasta haberla hallado. No obstante, se sabe que los castores pueden reconocer los olores específicos de otras familias con las que están emparentados, en cuyo caso los toleran dentro de su territorio y no les hacen daño; lo mismo sucede con otras especies que no los perjudican y cuyos olores, con el paso del tiempo, se vuelven familiares para ellos.
Para advertir a los posibles invasores, principalmente a otros castores, marcan su territorio con unas señales de olor —hechas con una mezcla de lodo y castóreo— para así delimitar sus tierras y tratar de prevenir enfrentamientos. Colocan las marcas de olor en los límites de su territorio, y mientras más de ellas coloquen, menos probable será que éste sea invadido, ya que más marcas equivalen a una colonia más poderosa. La cantidad de marcas que colocan depende en parte de la época y de la densidad de población del lugar. Durante los meses de cría, que son enero y febrero, y durante la época en que los castores jóvenes abandonan sus grupos y se dispersan, que es por agosto, el marcado de territorio se incrementa. De la misma forma, en una zona donde hay varias colonias de castores, es común que el número de marcas sea elevado. El marcado de territorio, así como la defensa del mismo y la reparación de diques y madrigueras, es realizada por machos y hembras por igual.
El castor es estrictamente herbívoro. Aunque pueden ingerir casi cualquier vegetal comestible que encuentren en la orilla de un río o lago, prefieren ciertos alimentos sobre otros, aunque pese a sus preferencias, la dieta de un castor suele basarse en la disponibilidad de alimentos, por lo que no rechazan un alimento aunque no sea de sus favoritos. En primavera y verano come principalmente plantas acuáticas, gramíneas, helechos y arbustos. En otros momentos del año, especies leñosas como el sauce, el álamo temblón, el abedul, el roble, el avellano y el serbal constituyen la mayor parte de su dieta, aunque también se alimenta de sauces, alisos y fresno, alimentándose de su corteza, sus ramas o sus hojas, y de las raíces de plantas acuáticas. Rara vez toca las coníferas. En las zonas con inviernos rigurosos, el castor transporta madera a su madriguera, y la guarda allí para alimentarse cuando se congela el agua.
Para subsistir en el invierno reúnen una reserva de comida, la cual mantienen sumergida en el fondo del estanque donde viven, muy cerca de una de las entradas a la madriguera. Allí la comida se conserva fresca, y a la vez corre menos peligro de quedar atrapada en el hielo en caso de heladas. Acostumbran colocar las ramas más grandes en la parte superior y las más pequeñas en la parte inferior de la pila para impedir que éstas últimas sean arrastradas por la corriente. Mientras más frío sea el clima en el que vivan, más importante se vuelve la recolección de esta reserva de comida, pues suelen pasar prácticamente todo el invierno dentro de sus madrigueras. Además de servirles como fuente de alimento, esta reserva de madera tiene otra función. Ya que la superficie del estanque se congela durante el invierno, los castores permiten que algunas ramas floten en el agua, impidiendo que ésta se solidifique en esa zona. De esta forma pueden salir al exterior en caso de alguna emergencia por ejemplo, si se agota la reserva de comida.
A lo largo del año un castor puede cortar hasta unos 216 árboles (4 por semana) y puede derribar un árbol de 30 cm de diámetro en una sola noche. La alimentación en general, se lleva a cabo dentro de un radio de 10 metros de la orilla del agua, y los castores rara vez se alejan más de 100 metros de ésta. Prefieren los árboles con un diámetro de menos de 10 cm, aunque es capaz de talar árboles de hasta 1 m de diámetro. Como todos los roedores, los incisivos del castor crecen constantemente durante toda su vida, y es necesario utilizarlos con regularidad para evitar que crezcan demasiado. Por esta razón, el castor a veces roe los árboles sin llegar a talarlos y usarlos.
Los castores pasan la mayor parte del tiempo en el agua. Los castores son esencialmente acuáticos en sus actividades, y nunca viajan por tierra a menos que sea necesario. Son animales sociables, llegando a formar grupos o colonias de hasta doce individuos, compuestas por una pareja y sus crías. Las familias pequeñas pueden vivir en una sola madriguera, pero las más grandes pueden necesitar refugios adicionales. Cuanto mayor sea el aislamiento del lugar donde viven y la abundancia de alimentos, más grande será la población de castores.
Dado que pasan la mayor parte del tiempo en el agua o en la seguridad de sus madrigueras, los castores tienen pocos depredadores. Sus principales enemigos son los lobos y los seres humanos, seguidos por los osos y linces. Para protegerse de ellos, los castores dependen de sus sofisticados sentidos del oído y olfato, así como del aviso de sus compañeros. De esta forma, cuando un castor que se encuentra en el agua se asusta, éste se sumerge rápidamente al impulsarse enérgicamente con su cola. Esto produce una sonora palmada, audible sobre y debajo del agua, la cual es tan fuerte que puede ser percibida por un humano en un radio de 100 metros. Esta señal sirve como advertencia para los demás castores en el área. Una vez que un castor ha efectuado esta señal de alerta, todos los castores en las cercanías se sumergen y no vuelven a salir por un rato. También pueden efectuar esta señal ante la presencia de ruidos u olores desconocidos. Es más probable que un castor responda ante las señales efectuadas por castores mayores que a las efectuadas por castores jóvenes, debido a que estos últimos aún no han aprendido cuándo deben efectuar la señal y cuándo no, además de que producen un sonido algo diferente al tener colas más pequeñas.
LAS MADRIGUERAS DE LOS CASTORES: INGENIERÍA NATURAL
Sin duda, una de las características más destacables del castor es la construcción de su madriguera y toda la obra de ingeniería que la acompaña, incluyendo la construcción de diques y canales. Todas estas estructuras suelen tener un mantenimiento constante, y son reparadas diligentemente cuando sufren algún desperfecto, por lo que no es extraño que poco a poco vayan creciendo también en tamaño. En ese sentido, el castor americano aventaja en mucho al castor europeo, ya que sus construcciones son mucho más elaboradas y prodigiosas.
El castor europeo, al contrario que su pariente americano, prefiere construir su madriguera en la orilla del río, pero se construirá una madriguera de troncos apilados cerca del río si no puede hacerlo en el borde del agua. La madriguera del castor, conocida también como cabaña, es una estructura de forma cónica donde vive la familia de castores. Ésta está construida con ramas y barro, además de musgo y hierba entretejida. Su interior consiste en una cámara principal, de hasta un metro de altura, cuyo suelo está al nivel del agua, hasta donde llegan las entradas desde el exterior, que por lo general son dos: la primera, recta e inclinada, es usada para llevar madera al interior, y la segunda, que desciende al agua de forma más directa, es utilizada sólo para entrar y salir. Las entradas de la madriguera se encuentran bajo el agua para evitar que queden bloqueadas cuando la superficie del estanque se congele y para hacer casi imposible el ingreso de otros animales, aunque en ocasiones se han encontrado ratas almizcleras (ondatra zibethicus) viviendo dentro de madrigueras, junto con los castores que las construyeron. Justo afuera de la primera entrada, los castores mantienen almacenada su reserva de comida para el invierno. En realidad la madriguera suele tener el piso a dos niveles diferentes como medida de protección en caso de que se eleve el nivel del agua durante el deshielo de primavera. A pesar de que el aire se filtra a través de las paredes, también es común que haya una sección más delgada en el techo que sirve para ventilar el interior y facilitar la entrada del aire.
Para mantener el nivel del agua por encima de la entrada de su madriguera, de modo que ésta quede sumergida bajo el agua, a modo de protección contra sus depredadores naturales -tales como lobos, linces y osos-, y también para poder acceder más fácilmente y con mayor seguridad a la comida durante el invierno, los castores construyen diques o presas, generalmente en corrientes poco profundas. Estas barreras, que están construidas a base de troncos, ramas y barro, miden alrededor de un metro de altura, superando rara vez superan los quince metros de longitud, y sirven para detener el flujo de la corriente del río, creando de este modo un estanque con aguas tranquilas. A su vez, para disminuir la fuerza de la corriente y reducir la presión del agua sobre la presa principal y la madriguera, en ocasiones también construyen un dique más pequeño río arriba. Si sufren algún desperfecto, bajando el nivel del agua, los castores pueden reconstruir y reparar sus diques principales en el transcurso de una noche, aunque pueden no defender los diques secundarios tan vigorosamente. La forma del dique difiere de acuerdo a la naturaleza de la corriente en la que se encuentra. Donde el agua tiene poca fuerza, es prácticamente recto; donde la corriente es considerable, es curvo, con su convexidad de cara a la corriente. No se ha observado un proceso particular para la edificación, excepto que el trabajo es realizado constantemente y que todas las partes están construidas con la misma solidez, pudiendo soportar el peso de una persona perfectamente. Estas presas normalmente no representan ningún obstáculo para los movimientos de los peces como la trucha y el salmón, y sirven como refugio de muchos pequeños animales, incluyendo los alevines de peces.
Los diques por lo general no miden más de 1,5 m de altura y unos 3 m de ancho en la base, haciéndose más estrechos hacia la parte superior. Su longitud generalmente dependerá del la anchura del río mismo. Como curiosidad mencionar que el dique más largo que se conoce, construido por castores americanos, que no europeos, fue descubierto cerca de Three Forks, Montana, y medía unos 652 m de largo, por 4 m de altura y 7 m de grosor en la base.
A fin de conseguir agua con suficiente profundidad, construyen diques con fango y con los troncos y ramas de los árboles que derriban con sus poderosos incisivos. Generalmente eligen corrientes cuya profundidad sea de más de un metro para iniciar sus labores. En el estanque creado construyen sus madrigueras. Durante la construcción, el lodo o fango es colocado con las patas delanteras y no, como se suele creer, con la cola, la cual es empleada únicamente como timón cuando nadan y para mantenerse en pie cuando se apoyan en sus patas traseras. Para la construcción de los diques, que casi siempre hacen por la noche, los castores transportan el lodo y las piedras con sus extremidades delanteras y la madera entre sus dientes. Al nadar, se impulsan con sus extremidades posteriores, que siempre permanecen sumergidas, asomando fuera del agua únicamente su cabeza, para poder respirar y ver el entorno. A pesar de que son mucho más hábiles nadando que desplazándose por tierra, no suelen alcanzar grandes velocidades; por lo general no superan los 10 km/h.
Durante la primavera y el verano se encargan de reunir las reservas de madera que les servirán para alimentarse durante su reposo invernal. Continúan recolectando alimentos hasta el final del otoño. Durante este lapso también se encargan de reparar los daños que puedan tener la madriguera o los diques, aunque por lo general no comienzan a hacer esto hasta que inician las heladas. Es también durante esta época cuando se reproducen; se aparean en los meses primaverales, o un poco antes, y las crías nacen durante el verano. Además, al final de cada otoño cubren sus cabañas con lodo fresco, el cual se congela cuando disminuye la temperatura en el invierno y se vuelve tan duro como la piedra, de tal forma que los depredadores no pueden perturbar su reposo. Con la llegada del invierno, se refugian en su madriguera y subsisten de la reserva que se encargaron de reunir durante todo el año. Cuando el hielo se rompe en primavera, dejan sus guaridas y comienzan el ciclo de nuevo.
Es común que los castores construyan canales que conectan la laguna formada por su dique con la fuente de recursos que utilizan, por ejemplo, un grupo de árboles. Esto les facilita la tarea de llevar los materiales que utilizan para la construcción de sus diques y madrigueras, especialmente troncos y ramas, hasta el estanque donde viven. Gracias a los canales, pueden llegar nadando hasta el punto deseado, y regresar al estanque con los materiales del mismo modo. De esta forma, reducen significativamente las distancias que deben recorrer por tierra, y por lo tanto agilizan su labor. Estos canales miden aproximadamente 1 m de ancho por 1 m de altura, y pueden llegar a medir hasta 100 m de longitud.
LOS BENEFICIOS DEL CASTOR SOBRE EL ECOSISTEMA
Después de los seres humanos, ningún otro animal modifica tanto el entorno que lo rodea como el castor. Su capacidad para modificar el lugar donde se establece para convertirlo en su hábitat idóneo mediante la creación de presas y canales, determina muchas de las relaciones que los castores tienen con la flora y la fauna que les rodea, así como su relación con el ser humano, ya que su labor incide directamente tanto en el ecosistema natural como en las actividades humanas.
Sin embargo, después de una larga ausencia dentro de una gran parte de su área de distribución natural, debido a la caza indiscriminada a la que fue sometido en otros tiempos, el castor europeo, ahora, poco a poco, reclama su papel como ingeniero ecológico y especie clave en las aguas dulces de Europa y todos sus ecosistemas colindantes.
Según numerosas investigaciones y estudios, la presencia de castores en los ambientes naturales donde son propios -esto es, en las zonas en que es o ha sido históricamente un animal autóctono (como es el caso de la Península Ibérica)- resulta muy beneficiosa a largo plazo, compensando en mucho los posibles estragos causados sobre algunos árboles ribereños. Aunque a menudo se ha acusado a los castores de talar gran cantidad de árboles para construir sus diques, al contrario de lo que pudiera parecer, son la piedra angular que ayuda a mantener en un estado saludable los ecosistemas donde viven, gracias a la creación de grandes humedales que son útiles a muchas otras especies, demostrándose que en las zonas donde habitan los castores la biodiversidad es mucho más rica tanto a nivel de biodiversidad como de biomasa, tanto animales como vegetales. Éste es el motivo principal por el cual ha sido reintroducido en muchos países europeos donde ya se había extinguido a causa de la caza indiscriminada a la que fue sometido en el pasado. Dichos estudios han demostrado que la presencia del castor incide directamente en el ciclo de la purificación del agua (liberándola de nitratos, pesticidas y otras toxinas), en el aumento directo de la biodiversidad y biomasa de las zonas donde vive, en el control de las corrientes e inundaciones, y en la retención de cieno, así como en la restauración de humedales, la creación de vegas, y aparición de bosques ribereños, creando así un ciclo biológico de gran valor.
Repasemos todos estos puntos por separado:
Incidencia positiva en el ciclo de la purificación del agua. Las construcciones de los castores inciden directamente en el proceso del ciclo de purificación del agua mediante la desnitrificación, eliminación de nutrientes, pesticidas y herbicidas, evitando la eutrofización del agua, y fomentando así el crecimiento controlado de algas y plantas acuáticas, aumentando de este modo la población vegetal y animal, tanto en cantidad de especímenes (fomentando así la biomasa), como de especies (fomentando la biodiversidad).
Para entender mejor este proceso, podría decirse que las construcciones de los castores actúan de un modo muy similar al de un filtro de un acuario, cuya base son las bacterias que eliminan el exceso de nutrientes. El enramado de sus construcciones contribuye a que haya una mayor superficie de distribución donde las bacterias aeróbicas y anaeróbicas se fijan y reposan, mejorando la eliminación de nutrientes en la corriente de agua que circula en los estanques creados por los castores. La presencia de fosfatos y nitratos en el agua es algo normal, pues forman parte del proceso de eutrofización mismo que ayuda al crecimiento de algas y plantas acuáticas; sin embargo, cuando las actividades agrícolas y ganaderas realizadas cerca de los ríos incrementan las cargas de nutrientes en la corriente, este equilibrio se descompensa, permitiendo que algunas especies –especialmente algas- se multipliquen de tal modo que acaben destruyendo todo el ecosistema acuático previo y, con ello, su biodiversidad (esto es lo que se llama eutrofización). Además del cieno, los diques de castores recolectan hojas, ramas y varillas producto de las actividades de los castores. El principal componente de este material es la celulosa. Muchas bacterias producen celulosa, la cual puede separarse de la glucosa y utilizarse como fuente energética. Así como las algas obtienen su energía de la luz del sol, estas bacterias la obtienen de la celulosa. No obstante, esta fuente de energía -la celulosa- no les basta para su crecimiento. Estas poblaciones bacterianas enfrentan una seria escasez de compuestos nitrosos y fosforosos, por lo que absorben estos nutrientes cuando se topan con ellos en la corriente de agua. De esta forma, éstos y otros nutrientes son fijados en el estanque por las bacterias y eliminados de la corriente.
Algunos científicos creen que la cascada de nitratos, es decir, la producción de una cantidad mucho mayor de nitrógeno fijado, el cual en los ciclos naturales puede convertirse en nitrógeno gaseoso, puede ser tan problemática para la ecología como la producción de dióxido de carbono. Es probable, que los diques de castores en una corriente puedan contribuir a la desnitrificación, que es la conversión de nitratos (NO3) en nitrógeno gaseoso (N2) y que sólo se consigue en condiciones anóxicas (sin oxígeno).
En las plantas de tratamiento de aguas residuales, la desnitrificación se logra pasando el agua a través de capas sucesivas de organismos aeróbicos y anaeróbicos. Debajo del dique de un castor ocurre un proceso similar. Al estar en el estanque creado por el dique, el agua se filtra a la tierra, y ahí el oxígeno disuelto en ella es consumido por la fauna que vive en la rica capa orgánica. En cierto punto todo el oxígeno ha sido consumido y la tierra se vuelve anaeróbica. Este paso es fundamental pues la presencia de oxígeno suprime el sistema enzimático que se requiere para el desarrollo de la desnitrificación. Este ciclo aeróbico-anaeróbico puede presentarse varias veces a lo largo de la corriente, y en ocasiones la desnitrificación resulta de él. Durante la desnitrificación, primeramente el nitrato se convierte en nitrito (NO3 → NO2), más tarde en óxido nítrico (NO), luego en óxido nitroso (N2O) y finalmente en nitrógeno gaseoso (N2). Después de todo el proceso, el agua regresa a la superficie. Algunos géneros de bacterias que participan en este proceso son: Achromobacter, Alcaligenes, Bacillus, Flavobacterium, Lactobacillus, Micrococcus, Proteus y Pseudomonas, por mencionar algunas. El grupo de las bacterias es extremadamente variable, y algunas de estas sustancias son metabolizadas y descompuestas por los microorganismos que viven en el fondo rico en celulosa localizado detrás del dique de los castores.
Aumento de la biodiversidad. La presencia del castor en los ríos fomenta la biodiversidad a varios niveles. Los estanques creados por los diques de los castores favorecen el crecimiento de vegetación acuática y ribereña, dando lugar al aumento de la población de especies de animales invertebrados acuáticos y terrestres. Muchas pequeñas especies animales, especialmente pequeños invertebrados acuáticos, alevines de peces y renacuajos encuentran refugio y alimentación entre esta vegetación y el ramaje mismo que conforman las madrigueras y los diques de los castores. Estos, a su vez, son una fuente mayor de alimento para peces, anfibios y aves, lo que también atrae a otros predadores superiores en la cadena alimentaria, como son las garzas y las nutrias.
Tal como indica la obra “Wildlife comeback in Europe: The recovery of selected mammal and bird species”, esta especie supone una gran oportunidad para promover los efectos positivos de la ingeniería ecológica, incluyendo el aumento de la biodiversidad de especies como resultado de cambios inducidos por el castor en su hábitat. A través de la creación de estanques, el castor aumenta la cantidad de nutrientes disponibles, que conduce al crecimiento de las algas y las plantas. Como resultado, se incrementa la riqueza de especies de invertebrados, que a su vez son alimento de otras especies superiores. Así, en Baviera, de las 27 especies de libélulas que había en las zonas sin castores, se pasó a 38 especies de libélula en las zonas con castores, saliendo con 11 beneficiarios directos por la presencia de la especie del castor. En las zonas de influencia del castor, asimismo, el número de especies de peces ve aumentado su número al doble, con densidades de hasta ochenta veces mayores que en las zonas sin castor. También crece el número de especies de anfibios, donde la mitad de las 12 especies se beneficiaría directamente de actividad de los castores. Todo ello, a su vez, aporta una mayor variedad de aves, con más de 50 especies raras registradas en Baviera, o el incremento de algunas de estas especies. A su vez, esto atrae a otros mamíferos, especialmente acuáticos, como es el caso de la nutria, y en las zonas más salvajes, a algunos depredadores naturales del castor, como pueden ser los linces, los lobos y los osos.
No es extraño que las construcciones de los castores sean aprovechadas como lugar de reposo por varios animales. Los troncos cortados por el castor pueden ser buenas áreas de reposo para galápagos, aves o nutrias, y sus madrigueras a veces pueden estar compartidas por sus constructores originales, los castores, y ratas de agua, ratas almizcladas o nutrias. Varias especies de aves, a su vez, como el ánade real o la cerceta, anidan en los estanques creados por los castores. Aún más recientemente, también se ha demostrado el efecto positivo de los claros creados por el castor, ya que proporcionan nuevos sitios de caza y alimentación a los diversos pájaros y murciélagos insectívoros.
La introducción del castor, asimismo, puede ayudar a frenar la expansión del coipú o rata-nutria (myocastor coypus), un roedor de origen sudamericano que en Europa puede ser considerado como una especie invasora, ya que curiosamente ocupa un nicho ecológico que se halla a medio camino del ocupado por castor y el ocupado por la rata de agua (arvicola sapidus).
Aclarado del bosque ribereño y aumento de la producción de vástagos. La tala de árboles por parte del castor, obviamente, tiene un efecto sobre el bosque ribereño, pero esto rara vez da lugar a la deforestación. Su efecto sobre muchos de los árboles de hoja caduca que talan es similar a un proceso de creación de vástagos -especies como el roble, el sauce y el serbal tendrán vástagos, mientras que el álamo temblón incluso volverá a crecer-. La presencia de los castores por lo tanto tiende a fomentar la producción de vástagos o de árboles en muchos casos.
El principio de la producción de vástagos funciona así: un árbol es talado por completo cerca de la base; esto no mata al árbol, sino que favorece el rebrote vigoroso del pie o planta madre del vástago durante la siguiente temporada de crecimiento. Los brotes consisten, por lo general, en nuevos tallos que crecen rápidamente y rectos. Éstos son cosechados cuando han crecido lo suficiente, logrando así un constante abastecimiento de madera de pequeño diámetro. La longitud de este ciclo depende del corte de la especie, de las costumbres locales, y del uso al que se destina el producto. El abedul puede ser cosechado al cabo de 3 ó 4 años para hacer utensilios de madera, mientras que el roble puede ser cosechado en un ciclo de 50 años para postes o leña. Los principales beneficios para la vida silvestre proceden de la gestión adecuada de un monte bajo de rotación. Esto se traduce en un mosaico de árboles de diferentes edades, que van desde los claros abiertos (árboles talados recientemente) a zonas muy sombreadas (árboles talados años antes). Esto permite la supervivencia de las plantas que necesitan un buen suministro de luz, así como de las que pueden sobrevivir en la sombra. A menudo, estas plantas se encuentran latentes en el suelo como un banco de semillas hasta que la tala se lleva a cabo. Durante los años siguientes, crecen las plantas, las flores y las semillas se esparcen. Esta diversidad de plantas alimenta a muchos insectos, especialmente mariposas y sus larvas. Estos a su vez sirven de alimento a las aves y a los mamíferos que también prosperan en el sotobosque.
A su vez, el hecho de que algunos árboles sean talados aclara el bosque ribereño, de modo que la luz solar penetra más profundamente, permitiendo que otras plantas florezcan en ese espacio.
Control de inundaciones. Un dique de castor tiene una cierta elevación sobre el nivel del agua. Cuando se presentan fuertes lluvias, el nivel del arroyo se eleva y el dique gradualmente libera el agua extra almacenada. Por lo general esto es todo lo que se necesita para reducir la altura de la ola de inundación moviéndose río abajo, e impide parcial o totalmente el daño potencial a las construcciones humanas que se encuentran más adelante. De esta forma, el dique ayuda a ejercer un cierto control sobre las inundaciones. Los ríos con diques de castores en sus corrientes principales tienen menores niveles máximos de agua y mayores niveles mínimos, es decir, niveles de agua más constantes.
Retención del cieno o limo. El dique de los castores dificulta el arrastre de limo por parte del río, lo que enriquece los terrenos cercanos a éste e impide la fertilización de los de más abajo. Por supuesto, a medida que el limo queda retenido el curso del río se ralentiza y, si hay varias familias de castores instaladas, las crecidas se ven muy amortiguadas y el agua fluye con regularidad. Ello permite en el trayecto subsiguiente el crecimiento de plantas que necesitan riegos continuos durante el buen tiempo. Pero la influencia del castor se prolonga en el tiempo, ya que en los diques se acumula tierra de aluvión, que con los años termina por colmarlo e impedir la actividad de los castores por falta de profundidad. Entonces éstos buscan otro punto para instalarse, pero el estanque abandonado sigue su evolución, y se transforma progresivamente en prados y ricos pastos, como mencionaremos más abajo. Esta retención de cieno produce un fértil suelo, tan buscado por los agricultores.
Reducción de la erosión y la turbidez del agua. Los diques de los castores reducen la erosión, al frenar y disminuir la velocidad de las aguas, a la vez que disminuyen su turbidez, aclarándola, de modo que la luz pueda penetrar más profundamente en sus aguas, lo cual es un factor determinante para la vida acuática.
Creación de humedales. Si un estanque creado por un castor se vuelve muy poco profundo debido a la sedimentación que ocurre en él, o si la fuente de árboles se agota, los castores abandonan el sitio. Al no recibir mantenimiento, tarde o temprano el dique se rompe y el agua se escurre. La rica y gruesa capa de cieno, ramas y hojas secas que se halla detrás del antiguo dique es el hábitat ideal para las especies de humedales. Algunas de las que se benefician con la creación de estas zonas pantanosas son las nutrias, ciertas aves acuáticas y muchos tipos de peces. Gran parte de ellas ya habrán habitado anteriormente en el borde del estanque. Los humedales tienen importantes beneficios ambientales, ya que además de servir como refugio a un gran número de especies, muchas también los usan para alimentarse y reproducirse. Para los salmones, por ejemplo, los humedales y los estanques creados por los castores son muy útiles, pues en ellos los ejemplares más jóvenes pueden ocultarse de sus depredadores y alimentarse tranquilamente. Los humanos igualmente se ven beneficiados, pues los humedales proveen una valiosa fuente de agua para cualquier uso, desde doméstico a industrial y agrícola. En los humedales más grandes, se puede utilizar el agua para la producción de energía en centrales hidroeléctricas. Además, debido a la gran cantidad de peces que habitan en sus aguas, son muy valiosos para las actividades pesqueras. Los humedales profundos pueden ser de utilidad para el transporte fluvial, y algunos son atractivos turísticos debido a la diversidad de paisajes y especies que pueden avistarse en ellos.
Creación de vegas. Al inundarse y secarse un humedal, las especies de pastura, como las gramíneas, lo colonizan y éste se convierte en una fértil pradera adecuada para pastar. En áreas donde no hay nada más que bosque, esto provee un valioso sitio para muchos animales —por ejemplo, los alces— que de otra forma no podrían alimentarse. Estos pastizales son conocidos como vegas, y son zonas de tierras llanas, húmedas y bastante fértiles, por sus suelos que almacenan agua durante todo el año. También reciben el nombre de ciénagas, esto debido al alto contenido de cieno que presentan.
Creación de bosque ribereño. Finalmente, el prado es colonizado por árboles ribereños, como pueden ser los álamos temblones, sauces y todas aquellas especies que son las favoritas de los castores. Habiendo sucedido esto, es posible que los castores recolonicen el área, y el ciclo comience de nuevo.
Sin duda, por todos estos beneficios mencionados, la especie se incrementará más en número y distribución en las próxima décadas en toda Europa Occidental, donde está siendo reintroducido, sobre todo en aquellas cuencas donde no existen confinamientos de tramos fluviales debido a fuertes barreras artificiales que impiden dispersarse a la especie, apoyando la necesaria restauración de los cursos de agua llevadas a cabo en respuesta al cambio climático y mitigando sus efectos, como el aumento de las inundaciones, con un coste extremadamente bajo. Los beneficios asociados a la restauración fluvial y el potencial para el turismo, son obviamente mayores que el costo de los daños relacionados con el castor. Existe un estudio de la Universidad de Oxford donde se destaca el beneficio económico de restablecer la especie en los lugares en que esta especie fue natural. Por lo tanto, debería permitirse la coexistencia pacífica y el mutuo beneficio del castor y el hombre en la Península Ibérica.
Magnífico artículo. Muchas gracias por compartir tus conocimientos.
ResponderEliminarAfirmas al principio que los castores fueron exterminados en la península ibérica debido a la caza del hombre...infromate macho. Los castores son de climas fríos, su extinción en la PI se debió a los ciclos climáticos del Pleistoceno.
ResponderEliminarCon esto no quiero decir que se los tenga que matar ni mucho menos.
Si los castores son animales de clima frío, ¿como explicas que estén medrando actualmente en la Península Ibérica? Hubo castores en la Península Ibérica hasta la Edad Media, y posiblemente no desaparecieron de la misma hasta el siglo XVII o XVIII. Ya hablo de ello en el artículo.
EliminarEnhorabuna por el artículo, me parece muy completo y bien documentado. Sólo un pequeño pero, de acuerdo con que tiene un potencial beneficioso sobre los ecosistemas en general, sin embargo echo en falta alguna mención sobre los devastadores efectos que el castor americano ha causado en el sur de Chile y Argentina tras su introducción. Allí la falta de depredores ha permitido su multiplicación masiva hasta alcanzar poblaciones altísimas a pesar de ser cazado para peletería. Allí, como sabrás, ha causado muchos problemas, incluso se habla de que ciertas especies de árboles autóctonos están en peligro. ¿No podría suceder lo mismo en algunas zonas de España? Gracias por tu respuesta. Saludos, Juan (aragonés)
ResponderEliminarHola Juan
EliminarEstas confundiendo especies nativas con especies exóticas e invasoras. El castor en América del Sur es una especie no nativa. En España el castor es una especie nativa.
No ha habido co-evolución entre hábitats y castores en Sudamérica. En la Península Ibérica, en cambio, los hábitats y las especies, han co-evolucionado de forma simultánea. De hecho, el castor es una especie nativa de la P. Ibérica, exterminado por el ser humano. En cambio, en América del Sur nunca ha habido castores, no es especie nativa. De ahí el problema. Pero los castores llegaron a América del Sur por una cuestión banal: los humanos lo llevaron con motivos económicos. Cuando se acabaron esas motivaciones económicas -humanas-, los castores fueron liberados, hubo escapes y prosperaron sin control. http://www.aragondigital.es/movil/noticia.asp?notid=142548&secid=9
Hola,
ResponderEliminarGracias por tu respuesta. De acuerdo con lo que dices, sin embargo en nuestra zona, al igual que en Argentina ya no tenemos a sus depradores naturales, osos y lobos. ¿Cómo se puede evitar la superpoblación?
Saludos, J.
Donde has conseguido los datos de los castores cazados por yo no lo consigo. Un saludo y gracias de entemano
ResponderEliminarBenjamín Sanz muskarirastros@gmail.com