Fecha: 19 de abril de 2015. Lugar: En algún lugar de la comarca de l'Alt Empordà, provincia de Girona, Cataluña, España.
Total fotografías tomadas: 74. Total fotografías publicadas: 61.
Si quieres saber qué es el urbex: Urbex: exploración urbana.
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Descubrí la iglesia del Diablo durante el atardecer de un día gris y lluvioso. Estaba allí, apartada en la cima de un pequeño promontorio, escondida entre los árboles, al lado de una carretera.
Decidimos abandonar la vía principal para dirigirnos a ella, y aparcamos el coche en un sendero de tierra en medio del bosque, donde un viejo remolque abandonado ya era el más prometedor de los comienzos para esta nueva exploración urbana improvisada.
Tras atravesar de nuevo a pie aquella carretera secundaria, pasamos a través de una valla electrificada y nos dirigimos hacia la vieja iglesia en ruinas. Aquí y allí las enormes bostas sobre el suelo mojado nos indicaban que aquella era una zona de pasto para ganado bovino aunque no vimos ni una sola res.
Llegamos a la iglesia por su parte trasera, y vimos que el lugar estaba conformado por el viejo edificio de la parroquia, una masía ruinosa con un patio de establos –probablemente la vieja casa parroquial- y, en un rincón de la plazoleta natural que separaba ambos edificios, cinco nichos familiares en bastante buen estado de conservación que dan claras muestras de que el lugar aún recibe las visitas frecuentes de algún pariente que vela por ellas.
Lejos de parecer un lugar diabólico, la zona tiene su bello encanto, no os engañaré, y aunque a aquellas horas en que se iba poniendo el sol, bajo el cielo gris, tenía ciertamente un aspecto misterioso, el sitio resultaba tranquilo y apacible.
El caso es que, a pesar de ello, también hubo algún punto de inquietud: desde el misterioso graffiti desdibujado que hallamos en la capilla de la iglesia que decía “Pinxat”, que ya vimos una vez en la capilla de la famosa casa abandonada de Can Busquets (¿Coincidencia?), pasando por los viejos colchones abandonados en una parte semiderruida del la vieja edificación adyacente, hasta la vieja e inquietante cabeza decapitada de un viejo muñeco en el patio de establos abandonados.
Pero el caso es que si me dio por llamar a esta hermosa iglesia la iglesia del Diablo, no fue por nada de eso, sino por lo que vino después. Abandonamos el lugar cuando anochecía ya y emprendimos de nuevo el camino hacia nuestro vehículo aparcado en aquel sendero al lado de la carretera. Cual no sería nuestra sorpresa cuando vimos que allí, en aquel mismo sendero había un grupo de vacas alineadas una al lado de la otra, observándonos.
Fue entonces cuando decidimos fotografiarlas, y para nuestra sorpresa, en buena parte de las fotos aparecieron con los ojos brillando, como si de bestias diabólicas, posesas o sobrenaturales se tratase; allí, en medio del camino, en el bosque, en la oscuridad...
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