Hace unas horas sentía que me ahogaba. Las lágrimas inundaban mis ojos y me costaba escribir esto porque apenas veía el teclado entre tanto llanto. Tengo la sensación de que hoy se ha acabado todo. Si en algún momento quedaba alguna remota esperanza, hoy es el día en que murió.
No sé ni como empezar. Nos conocimos un tiempo antes, pero si tuviera que empezar, empezaría por el día en que nos dimos el primer beso. Ese fue, creo, el principio de todo, aunque antes ya hubiese existido algo: unas conversaciones, unos roces, unas caricias… Creo sinceramente que hacíamos una buena pareja. Parecíamos hechos el uno para el otro. Yo lo creía y ella también. Mucha gente nos dijo lo mismo a lo largo del tiempo en que estuvimos juntos. Éramos felices, y aunque al principio yo me resistí porque tenía miedo, finalmente tiramos adelante y decidimos formar una relación.
No sé exactamente cuando las cosas se empezaron a torcer. Teníamos muchas cosas en contra, pero nos queríamos. Ella era perfecta para mí. Me costó tiempo darme cuenta de ello, pero finalmente lo vi. Y sé que me amaba. Yo también la quise, pero no sé si jamás llegué a estar nunca a la altura de las circunstancias. Puede que arrastrara el miedo de anteriores relaciones fallidas, que llevara una armadura, que quisiera protegerme de lo que pudiera pasar… ¡Pero la amaba con locura! La quería; era difícil no hacerlo. Y la quise por quién era, por lo que era. Me encantaban sus ojos, pero por encima de todo me encantaba su sonrisa. Sentía que cuando contemplaba su rostro todos mis males se difuminaban o desvanecían. Cuando respiraba su olor me relajaba…
Tenía dos hermosas hijas que ya desde el principio me aceptaron. Pasamos muy buenos ratos juntos, en familia. Puede que no fueran mis hijas, pero sentía que las niñas formaban parte de mí. Me aceptaron, jugaban, me abrazaban y cuando les apetecía me daban un beso. Me encantaba darles un beso de buenas noches y ver como cerraban los ojos sonriendo una vez lo habían recibido.
Vivíamos cada uno en su casa, la distancia y las circunstancias de la vida nos separaban, pero todos los fines de semanas y las vacaciones, en su mayoría, permanecimos juntos. Reconozco que a veces yo me agobiaba, acostumbrado a vivir durante mucho tiempo en soledad y silencio, pero cuando compartíamos momentos juntos, ¿cuántas veces no nos reímos, abrazamos, besamos y volvimos a reír? A veces era duro para mí, pero me sentía bien con ellas, y con ella, mucho mejor. El tiempo hizo que cada vez la quisiera más y más.
Sin embargo, llegado a un punto, vimos que estábamos atrapados. Era un punto donde la relación parecía no ir a más, no avanzaba ni retrocedía. Queríamos vivir juntos y llevar una vida común, pero no sabíamos ver el momento en que eso sería posible. Nos habíamos quedado atrapados en un punto muerto. Prácticamente cada día me encontraba devanándome los sesos sobre como podíamos hacerlo para continuar juntos, avanzando en nuestra relación, y sé que ella también hacía lo mismo. Dimos con posibles soluciones, pero ninguna nos satisfació. Vivíamos separados, en dos casas distintas y en ciudades distintas, teníamos unos modos de hacer las cosas diferentes uno de otro, y sobretodo, creo que vivíamos en un momento donde la vida, la situación actual, no nos permitía mirar el futuro con demasiada esperanza: temas como el trabajo y la economía no jugaban a nuestro favor. Yo no me sentía capaz de renunciar al piso por el que tanto tiempo atrás había luchado, por el que había pasado tantas penurias para conservarlo. No diré que entonces todo fueron buenos momentos, pero sé que incluso entonces fui feliz muy con ella. Por un tiempo aprendimos a vivir viviendo sólo el presente, sin pensar demasiado en el futuro. El presente nos permitió ser felices, el futuro, no.
El futuro… La situación en que nos hallábamos, frenados, no nos permitía avanzar adelante ni atrás. Éramos felices, pero esta situación empezó a desgastarnos. ¿Cuánto tiempo esto continuaría así? ¿Teníamos la verdadera posibilidad de un futuro juntos? Yo, ante la imposibilidad de hallar una solución que jamás llegaba, me empecé a agobiar; ella, se lo notaba en la mirada, empezó a entristecer. Creo que ninguno de los dos éramos ya nosotros mismos. Lo éramos, pero era como si la chispa de nuestro fuego se apagara, como si una pequeña parte de nuestro interior muriera a medida que pasaban las semanas sin un atisbo de luz o esperanza.
Al final tuvimos que tomar una decisión, ante el sufrimiento que esta situación tan difícil nos producía. Todo empezó con el nuevo principio de año. No creo que ninguno de los dos quisiera llegar a esto, nos queríamos, éramos felices, pero las sonrisas habían desaparecido. Al final lo dejamos. Nos rendimos. Nos queríamos, pero la situación pudo más que nuestro amor. Siempre me preguntaré que hubiese pasado en otras circunstancias. Siento como si yo hubiese fallado.
Ahora mismo no sé si seré capaz de reconstruir mi vida de nuevo. Ahora mismo no me siento capaz de nada. Sé que el tiempo cura todas las heridas, ya he pasado por esto otras veces, pero cuando quieres que el tiempo corra no ocurre nada. Sé que para curarme tendré que escribir de nuevo, desahogarme con las palabras..
Esta vez no quiero cometer el mismo error que cometí dos veces en el pasado. Lloraré, pero evitaré encerrarme en mi trabajo y en mi casa. Sé que quiero estar solo y que, de algún modo, lo necesito, pero también me doy cuenta de que encerrarme en mi solitario mundo, en este momento, no me beneficia para nada. A los amigos que me dijisteis de salir, sabéis que os dije que no, pero aunque me niegue sacadme de casa. ¡Obligadme si es preciso! Esto es mi llamada de ayuda. Sé que si lo intento sólo esta vez no seré capaz de vencer o el precio que pagaré será muy caro. Si la conocisteis a ella, os lo pido por favor, estad también a su lado.
Sé todo lo que la quise, sé todo lo que la quiero y todo lo que la he querido. Por ella me he sentido amado, y sé todo lo que ella me quiso. Ahora nos toca correr, de nuevo, caminos separados.
Nunca te olvidaré.
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