ARRECHAVALA
Arrechavala es una de las muchas almas condenadas nicaragüenses, situándose ésta, más concretamente, en la ciudad de León.
El Coronel Joaquín Arrechavala fue un militar español que sirvió en Nicaragua durante el período colonial. Nació en Madrid, España, en el año 1728 y murió el año 1823, en la ciudad de León (Nicaragua) a los 95 años de edad. El Rey de España, Carlos II de Borbón, lo envió a Nicaragua, para que formara parte de la oligarquía nicaragüense. Esta burocracia española de la época colonial acumuló capitales improductivos conformados de incalculables tesoros en oro, plata, y bienes raíces con el fin de mejorar su posición social. El 14 de febrero de 1791, Joaquín Arrechavala fue ascendido a Coronel. En el periodo de 1811 a 1812 Nicaragua fue marcada por violentas insurrecciones contra la dominación española en busca de la independencia. En este período de agitación, el coronel Arrechavala fue uno de los principales promotores de la adhesión de León al Imperio Mexicano de Iturbide, para asegurar y garantizar la estabilidad de sus intereses. Durante y después de la abdicación del Imperio Mexicano, el Coronel mostró un implacable odio y aversión por los indígenas. Por esa razón paseaba por las calles de la ciudad de noche, montado en su caballo lujosamente adornado, y latigueaba a todo indígena que encontrara. Solía vestir su uniforme militar adornado de charreteras y hebillas doradas. Su caballo era negro o blanco (según el decir de unos u otros), con su freno de metal precioso, y aterraba a los caminantes nocturnos con todo ese ruido, y los indios se espantaban apenas lo percibían a lo lejos o si escuchaban el galopar de su brioso caballo. Así, Arrechavala era identificado como un espíritu nocturno, porque siempre se le veía por las noches, en guardia para asegurar el orden en ese período de sublevaciones contra el gobierno colonial.
En la ciudad de León, en la Calle Real, ahora Rubén Darío, que comienza en la Iglesia El Calvario y finaliza en la Iglesia Sutiaba, hace su aparición el fantasma de Arrechavala, vestido de militar, cabalgando a todo galope sobre su caballo blanco. Dicen que es rubio, bien parecido, de ojos azules, muy español y que sólo se deja ver por las mujeres; si encuentra hombres a su paso, los persigue para darles latigazos. Cuenta la historia que era un hombre muy rico, que tenía grandes tesoros que enterró en diferentes lugares de la ciudad de León y que mataba a los indios que le ayudaban a esconder sus tesoros; por eso cayó sobre él la maldición de los indios Sutiaba, debido a sus abusos y malos tratos, y se convirtió en un espíritu condenado. Según unos espiritistas que cuentan que hablaron con él, su espíritu dejará de molestar si logra conversar con algún familiar para indicarle donde están enterrados los tesoros que había acumulado hasta su muerte, ya que, de otro modo, debe errar eternamente entre los vivos para vigilar aquellos mismos tesoros que enterró en vida. Según la tradición, Joaquín Arrechavala, así como muchos otros oligarcas de esta época, enterraba sus riquezas. Sin embargo, para los indígenas, la acumulación de éstas era inconcebible, ya que las riquezas debían repartirse entre toda la comunidad.
BARCO NEGRO
El Lago Cocibolca o Gran Lago de Nicaragua Tiene una extensión de 8.624 km cuadrados, siendo el mayor lago de América central, y teniendo en su interior más de 400 isletas, tres islas y dos volcanes.
Hace mucho tiempo, la tripulación de un barco que cruzaba este lago rumbo a San Carlos, divisó en una pequeña isla a unos hombres que pedían auxilio. El barco se acercó y atracó en la orilla de la isla; allí vivían dos familias que estaban muriendo envenenadas porque habían comido la carne de una res que había sido picada por una serpiente. Los habitantes de la isla suplicaron al capitán que los llevase a Granada, pero éste se negó porque no podían pagarle el pasaje y llevaba una carga de chanchos (cerdos) a Los Chiles, y si se entretenía allí, se le morirían en la barcaza. “Pero nosotros somos gente”, dijeron los moribundos. “También nosotros, con esto nos ganamos la vida”, dijeron los lancheros. “¡Por Diosito!, ¿no ven que si nos dejan nos dan la muerte?”, grito el más viejo de la isla. “Tenemos compromiso”, dijo el Capitán. Y en el acto, el barco zarpó y dejó a los isleños a su suerte, retorciéndose del dolor, pero no sin que antes, la abuela de una de una de las familias de la isla, levantándose del tapesco donde estaba postrada, les echara una maldición: “¡Malditos, como se les cerró el corazón, así se les cerrará el lago!”. El barcose fue, y cogió altura buscando San Carlos y desde entonces ya no vieron nunca más tierra. Ni los cerros podían ver, y mucho menos las estrellas en el cielo les podían servir de guía, y ya llevan siglos que navegan perdidos. Y del tiempo transcurrido, el barco se ha vuelto negro y tiene las velas podridas. Muchos lancheros en el Lago de Nicaragua aseguran que los han visto navegando en esa aguas, topándose en las aguas con el barco negro, y sus marineros barbudos y andrajosos les gritan: “¿Dónde queda Granada?” Pero entonces el viento se los lleva y no logran ver tierra, porque están malditos.
CADEJO
La leyenda del cadejo, o más bien los cadejos, pues las leyendas refieren la existencia de dos cadejos, uno blanco y otro negro, está ampliamente extendida en Centroamérica, con distintas variantes. Ambos cadejos son unos animales misteriosos que parecen ser unos perros de gran tamaño (aunque al decir de algunos pueden variar su tamaño a voluntad) que permanecen la mayor parte del tiempo con la lengua fuera, muy fuertes y peludos, y poseen unas grandes uñas en las patas traseras que producen un ruido característico al caminar, parecido al de unas pezuñas. Se contaba que el cadejo olía a cabra, que tenía un olor penetrante y característico.
El cadejo blanco es un guía y guardián protector del hombre; es bueno y camina a la par o detrás de la persona para guardarlo de los malos espíritus, y especialmente del cadejo negro, defendiéndolo de cualquier peligro y acompañándolo en todos sus viajes nocturnos hasta el lugar donde el solitario caminante se dirige. No se cansa de caminar y al amanecer desaparece. Algunas tradiciones refieren que el cadejo blanco aparece bajo la forma de un pequeño perrito blanco al trasnochador, y en dependencia de como trate a este pequeño animal, el cadejito lo protegerá o se transformará en el gran animal que es para herirlo. Se dice que cuando el hombre rechaza la compañía del cadejo blanco y trata de hacerle daño, éste se lanza sobre su agresor, lo revuelca, lo muerde y lo deja mortalmente herido.
El cadejo negro es en cambio un espíritu maligno, enemigo declarado del hombre al que trata de dañar o matar en sus andanzas nocturnas; simboliza el mal, por eso es negro, fiero y tiene ojos de fuego. Cuando el cadejo negro aparece o ataca al hombre, el cadejo blanco se interpone y lo distrae para que el hombre pueda huir. Hay ocasiones en que se establece una encarnizada pelea a muerte entre ambos animales; en este caso el caminante defendido por el cadejo blanco debe permanecer en el lugar de la contienda hasta el final de la pelea, de lo contrario su protector morirá al no contar con la ventaja de su presencia. En enfrentamientos en los que se cuenta con la permanencia del defendido, los cadejos nunca llegan a matarse; sólo salen lastimados y el negro vencido.
Estas leyendas pueden que estén relacionadas con una creencia antigua que dice que toda persona tiene un animal de compañía; este animal es su doble. Toda enfermedad, daño o muerte de uno repercute en el otro. Se dice que al mismo tiempo que nace un niño, un animal nace en la montaña y que desde entonces sus destinos están compartidos.
CARRETA NAGUA
La carreta era un medio de transporte traído y usado por los españoles para movilizar a los indígenas encadenados para su venta como esclavos. Esta práctica, que frecuentemente realizaban durante la noche y era muy cruel, posiblemente sea la causa que dio origen a la fabulosa leyenda de la carreta nagua, la cual siempre ha estado relacionada con la muerte.
La carreta nagua (también llamada carreta nahua) se escucha en el silencio de la noche por las calles de las ciudades y poblaciones y los caminos solitarios. Sólo es visible a los recién nacidos, los mudos de nacimiento, y los que están en trance de muerte. Cuentan que cuando otras personas logran verla caen enfermos, presos de fiebres, y a veces enloquecen. Los que han logrado verla dicen que la carreta es vieja, ocupada por esqueletos y almas en pena del purgatorio que llevan en la cabeza capuchas blancas y que portan en sus huesudas manos candelas encendidas. Algunos afirman que en ocasiones los esqueletos entregan a las personas que encuentran en sus caminos las candelas, y cuando la carreta se aleja, se dan cuenta y se llenan de terror al escuchar sus tenebrosos traqueteos y el estruendo de sus ruedas al rodar por el empedrado. Dicen que la carreta pasa por las casas esperando apresar las almas de aquellas personas que llenas de curiosidad salen a verla para después venderlas al Diablo. Los que han logrado verla aseguran que la carreta nagua es fea, floja, destartalada, y sus ruedas con chataduras son conducidas por la muerte pelada envuelta en un sudario blanco. La carreta nagua no puede avanzar por las esquinas que forman una cruz y cuando llegan a un punto así, se queda parada y regresa, o bien desaparece y reaparece más adelante en la próxima calle. Esta historia la contaban las abuelas cuando los niños estaban sentados en la mesa de sus casas. En noches muy oscuras se escucha pasar la carreta por la calle, conducida por un esqueleto humano y tirada por los esqueletos de unos bueyes. Aquello era tan espantoso, que quienes lograban mirarla contaban que toda la carreta truena con el ruido de los huesos que chocan unos contra otros. Algunos creen que pasa recogiendo las almas en pena.
CEGUA
Aseguran los indios del barrio de Monimbó, en la ciudad de Masaya, que hay mujeres que son brujas que tienen la capacidad de transformarse en chanchas (ver: chancha bruja), micas brujas (ver: mica bruja) y ceguas. Todas estas mujeres poseen un guacal (una especie de vasija) grande y blanco; a las once de la noche, hora en que los tunantes salen de una choza a otra, estas mujeres se dan tres volantines (volteretas) para atrás y tres para adelante, y echan el alma por la boca en el guacal grande y blanco al final del tercer salto hacia adelante.
Como ceguas, después de vomitar el alma quedan transformadas en mujeres jóvenes. Sus vestidos son de hojas de guarumo; sus cabelleras, que le llegan hasta la cintura, de cabuya y sus dientes están recubiertos de cáscara de plátano verde, de manera que cuando hablan se les oye la voz cavernosa y hueca. Se las ha visto introducirse en los patios sembrados de jazmines y lirios; debajo de limoneros y naranjos en flor; bajo de los aromos; y colocarse en la cabeza flores de penetrante perfume. Ellas sólo tienen un decidido afán: perseguir a los hombres tunantes y castigarlos. Todas las ceguas son amigas y trabajan en compañía. Se entienden unas a otras por medios de silbidos agudos prolongados, y tienen una agilidad asombrosa en las piernas; las acaban de ver en una esquina y de pronto se les divisa a dos cuadras de distancia. Por eso se asegura que carecen de pies y que vuelan.
Cuentan los ancianos que la cegua es uno de los espantos de mayor tradición. Aparece por las noches en los caminos como una bella mujer, irresistible y sensual. Cuando los hombres la miran quedan hechizados por su belleza y su encanto. Su pelo largo hasta la cintura y sus ojos atraen a hombres y mujeres sin distinción, su cadera y sus piernas enloquecen a todo aquel que las mira. Se dice que el olor que emana la cegua es especial y es lo que atrae a los hombres que vagan en la noche.
Otras historias dicen que la cegua es una mujer que enamora a los hombres, y cuando los va a besar se levanta un hermoso velo blanco que lleva y tras él hay una horrible calavera, se le miran hundidos los ojos y en el pelo anda una corona de chagüite, que al verla los hombres salen espantados y todos “dundos”; por eso el dicho “Jugado de cegua”. Muchos que han sido asustados por estas mujer han sufrido desmayos y fiebres y otros han padecido de una eterna locura.
CHANCHA BRUJA
Aseguran los indios del barrio de Monimbó, en la ciudad de Masaya, que hay mujeres que son brujas que tienen la capacidad de transformarse en chanchas, micas brujas (ver: mica bruja) y ceguas (ver: cegua). Todas estas mujeres poseen un guacal (una especie de vasija) grande y blanco; a las once de la noche, hora en que los tunantes salen de una choza a otra, estas mujeres se dan tres volantines (volteretas) para atrás y tres para adelante, y echan el alma por la boca en el guacal grande y blanco al final del tercer salto hacia adelante.
Como chanchas brujas se transforman en chanchas (cerdas) que andan en las calles y caminos siempre al trote. Son chanchas de tamaño grande, negras y embadurnadas de lodo podrido. Apenas divisan a la persona “señalada”, aligeran el trote y comienzan gruñir fuertemente, con el gruñido con que se caracterizan cuando andan en ciclo o brama. Ya cerca de la persona, la envisten fuertemente y le dan trompadas y mordiscos en las piernas. Ésta trata de correr y si no lo hace a tiempo, la chancha bruja la derriba al suelo y la golpea hasta hacerle perder el conocimiento. Al día siguiente la víctima aparece molida y mordida, y con los bolsillos vacíos.
CHICO LARGO
La leyenda de Chico Largo, de la que existen numerosas variantes, es una de las historias más recurrentes y populares de la isla de Ometepe, en el interior del Gran Lago de Nicaragua. Ometepe, en lengua nahuátl significa “dos montañas” y la isla recibió esta denominación debido a los dos imponentes volcanes que alberga en su interior: El Madera, con 1394 metros de altura y un diámetro máximo de 24 km, y El Concepción, de 1610 metros de altura y un diámetro de 36 km. Ambos tienen también su historia y leyendas, y fueron considerados sagrados por los antiguos pobladores. De hecho, los volcanes de Ometepe eran considerados dioses hechos piedra, por lo que antaño les ofrecían sacrificios a manera de culto y realizaban ritos en su honor. El Madera era llamado Coatlán (“lugar donde vive el sol) y el Concepción era denominado Choncociguatepe (“hermano de la luna”).
Según cuentan algunas historias, Chico Largo era un hombre que vivió cerca de la laguna de Charco Verde, en San José del Sur, otra zona de la isla. Algunos dicen que hizo un pacto con el Diablo vendiéndole su alma a cambio de poder gozar de las riquezas durante un tiempo de su vida, otras versiones cuentan que lo hizo para poder echar a los militares somocistas que se habían instalado allí durante la revolución. Una noche, Chico Largo apareció transformado bajo el aspecto de un fiero toro y así logró espantarlos y recuperó la paz del lugar. Al parecer su nombre real era Francisco Rodríguez y mientras que para algunos fue un hombre común y corriente, para otros fue un poderoso chamán descendiente de brujos indígenas. Muchos creían que tenía poderes sobrenaturales y por eso acudían a él para pedirle salud, poder y prosperidad; pero si no cumplían con su parte del pacto, Chico Largo los llevaba a El Encanto, una ciudad subterránea erigida debajo de la laguna de Charco Verde, y los convertía para siempre en vacas, toros, cerdos, peces o lagartijas. Muchos creían también, que Chico Largo era el intermediador entre el Diablo y los hombres, y por eso le temían y lo respetaban más que a nadie en la isla. La leyenda dice que cuando murió fue puesto en un ataúd en medio de la laguna con piedras encima para que pudiera sumergirse y llegar a El Encanto más rápidamente. La antigua finca de Chico Largo está poseída por el Diablo y a veces, de noche, se ve allí una carreta fantasmal tirada por toros.
Chico Largo, desde entonces parece ser una especie de recadero del Diablo, el enlace entre las personas que venden su alma al Demonio y el Demonio mismo. Según la leyenda de los ancianos, muchos hombre sencillos pactaron con Chico Largo y por eso se volvieron ricos de un día para otro, mientras él se complacía esperando el día en que tocase cobrar el alma comprometida, ya que el contrato procura riquezas a aquel que lo hace, pero sólo por un tiempo, tras el cual tiene que pagar con el precio de su alma, y aún hay quién dice que de su cuerpo y alma. Según se cuenta, llegado ese tiempo, Chico Largo se presenta para cobrar lo pactado, ¡y pobre de aquel que no cumpla!
Chico Largo convertía en ganado a toda la gente que pretendía no cumplir el contrato establecido. Cuentan algunos que todas las vacas que viven en la isla de Ometepe eran hombres que, por no cumplir un trato con Chico Largo, fueron transformados en animales. Se dice que incluso, a veces, aparecen algunas vacas que tienen dientes de oro, antiguos vestigios de cuando aún eran humanos. Chico Largo convierte a la gente en ganado y que ese ganado encantado se vende en algunas ocasiones al matadero público de Moyogalpa o Altagracia. Chico Largo convirtió a mucho hombres en vacas y en peces: los obligaba a sumergirse en la laguna de Charco Verde y cuando salían ya no eran humanos sino animales.
Del mismo modo, se decía que aquel que había pactado con Chico Largo tenía un plazo contado de vida (suele hablarse de un plazo de siete años), y llegado el momento moría. A medianoche, el mismo día de la muerte de dichos individuos, aparecían unos misteriosos jinetes montados en briosos caballos negros, haciendo ladrar a todos los perros de puro espanto, cacarear a las gallinas, relinchar a los caballos y mugir, balar o gruñir a todo el ganado. Después, se apagaban y se encendían unas luces brillantes que alumbraban el cadáver y los jinetes, en medio de un estrépito infernal, recogían el cadáver. Cuando alguien se atrevía a encender la luz porque ya había cesado el ruido, se encontraban que el cadáver había desaparecido. Se decía que se lo había llevado Chico Largo, porque ya se había cumplido su plazo, el plazo del pacto con el Demonio. Sin embargo, a decir de algunos iban al Infierno, y a decir de otros, a la misteriosa ciudad sumergida conocida como El Encanto, donde Chico Largo se lleva sus almas.
También se dice que el individuo que ha pactado con Chico Largo recibe siete negritos (ver: Negrito) que le sirven y están para ayudarle en sus momentos difíciles y sacarle de cualquier apuro. Pero siete años, sólo siete años puede tenerlos, luego debe pasárselos a otra persona, so pena de ser llevado al mundo encantado –se supone que la ya mencionada ciudad de El Encanto- en cuerpo y alma.
CIGUACOATL
Cuenta la leyenda que en un antiguo pueblo aborigen asentado a orillas del Río Viejo, existía una hermosa mujer esposa del cacique principal. Se decía que esta mujer, de proceder extraño y misterioso, acostumbraba ir todos los viernes a un determinado lugar del río, llevando abundantes alimentos, aves ricamente preparadas y sabrosas bebidas.
Uno de los servidores del cacique, extrañado por el comportamiento de la mujer, determinó seguirla a prudente distancia. Lo que vio ese día lo aterró tanto que echando a correr fue a contárselo a su señor. El cacique no dijo nada a su mujer de lo descubierto por su servidor, fingiendo ignorancia. Sin embargo, al siguiente viernes la siguió, confirmando aquello que le dijera su servidor. Vio que su esposa, sentada en una piedra junto al río, golpeaba con su mano el agua y a la señal emergía impetuosamente una inmensa serpiente que tenía su cueva en el mismo río. El terrible reptil, posó su inmensa cabeza en las bellas piernas de la mujer, y una vez alimentada, serpiente y mujer se entregaron al placer sexual. El indignado esposo mató a la infiel mujer. Entonces la enfurecida serpiente agitó las aguas del río y su corriente destruyó el milenario pueblo. Según la leyenda, los sobrevivientes reconstruyeron su pueblo, al cual dieron por llamar Ciguacoatl, que en lengua nahuátl significa “mujer serpiente”, en recuerdo de esta historia, la esposa del cacique y la gigantesca serpiente.
DUENDE
Mucho se oye hablar de los duendes por todas partes, ellos se llevan a los niños sin bautizar en un abrir y cerrar de ojos. Según dice la gente en los pueblos y comarcas, que los duendes son malos espíritus, son unos enanos que tiene la planta del pie al revés, andan vestidos de rojo y caminan en fila india, siempre en grupos de cinco. Viven en los montes. La hora de salida es entre las ocho y nueve de la mañana cualquier día. Se dice que los duendes son invisibles para los ojos de los adultos, sólo los niños pequeños y los mudos los ven y del miedo se ponen a llorar. Por eso dicen que nunca hay que dejar a un niño solo porque los duendes se lo roban y se lo llevan a la montaña y lo convierten en duende si no ha sido bautizado, aunque también se dice que los duendes se llevan a los niños ya bautizados para perderlos en las montañas. Los duendes son como niños de cinco años pero con cara de viejos. Son morenos, aindiados, de pelo corto, liso. A ellos también les gustan las muchachas jóvenes sin casarse. Las invitan a que se queden a vivir con ellos.
En el municipio de Santa Lucía, perteneciente al departamento de Boaco, se habla de unos duendes pequeñitos, como niños con cara de viejecillos de aspecto hambriento, de cotoncita y gorrita roja, que viven en las cuevas del lugar. Son muy traviesos, entran dentro de las casas vecinas a molestar, arrojan agua a la cara de sus habitantes, tiran piedras a la gente o contra los tejados de las casas en los que vive alguna chica joven, de las que son enamorados. A veces son mañosos y algo ladronzuelos, pero sólo roban cosas pequeñas. Si encuentran algo de comida en las cocinas, se la comen o se la llevan. Sin embargo, por ejemplo, no robarán un chancho (un cerdo) ya que es un animal demasiado pesado para ellos, pero sí robarán gallinas, huevos y otros alimentos. Cuando penetran en las cocinas, dejan las huellas de sus pequeños pies pintados en la ceniza. Se decía que eran enamorados de las chicas jóvenes, pero eran muy celosos; cuando ellas se ponían a jalar con alguien -en el sentido de mantener relaciones sexuales-, se iban y no volvían. Para echarlos de las casas, se toca música con violín; al parecer su sonido los molesta. Se dice que en la actualidad han desaparecido, que simplemente se han ido a otro lugar.
Otra historia hace referencia a los duendes. En el valle de Cuapa hay una gran piedra que dicen cayó del cielo y a una legua de ella se encontraba la hacienda La Flor. Allí vivía un matrimonio que tenia una hija muy hermosa, de la cual se habían enamorado los duendes que habitaban en la casa. Todas las noches llegaban y le ponían flores en la cama y cuando iba a traer agua, le enfloraban el camino. Los duendes no querían a la madre de la muchacha y en lugar de flores le ponían espinas; si iba a lavar, le escondían el jabón; si iba a zurcir, le escondían el hilo y en fin, que ya nadie los aguantaba. La muchacha estaba asustada y tenía miedo de salir sola porque los duendes las seguían a todas partes. El padre de la joven tenía un burro que jalaba agua y cargaba zacate y un día de tantos no lo encontró, se puso furioso y comenzó a buscar el burro acompañado por los vecinos. Después de varios días, lo encontró arriba de la piedra rebuznando afligido porque no podía bajarse. Comprendiendo que era una zanganada de los duendes, el señor le ordenó a su hija que les fingiera cariño, correspondiendo con palabras amorosas a los regalos que le hacían. Lo que el señor quería era que los duendes dejaran al burro. La joven hizo caso y temblando de miedo les pidió que le bajaran el burro a su papa. Por quedar bien con ella, los duendes bajaron el burro y lo llevaron a la caballeriza. Durante algunos días no aparecieron y el señor creyó que ya no iban a seguir molestando pero se equivocó. Su esposa tenía dos tazas y ellos le quebraron una porque sabían lo mucho que le dolería aquella maldad. A mediodía, cuando ella estaba tomado sopa, exclamo “Qué lastima que se quebró mi taza, tan bonita la pareja”; diciendo esto le dejaron caer real y medio en la sopa, entonces ella dijo: “Con esto se paga la taza”. Cuando se levantó para contar el dinero que tenía guardado en un cofre, vio que le hacían falta real y medio, murmuró: “De mis mismos reales me están pagando; que malos que son esos duendes, y le jalaron el cabello”. Como ya no los soportaban, decidieron hacerles la guerra. Después de inventar miles de cosas, los dueños de la hacienda y los vecinos, se pusieron a tocar música de cuerda. Esto desagrada a los duendes porque les producía dolor de cabeza. Día y noche pasaron los señores tocando hasta que los traviesos no tuvieron más remedio que abandonar la casa. Dicen que los chontaleños cuando ven una persona sobre la piedra gritan: “Allá está el burro de Cuapa” y el que está arriba, en venganza contesta: “Allá están los duendes”.
DUHINDU
Entre los misquito se habla de los duhindu. Hace muchos años, cuando en Kambla todavía no vivía mucha gente y todavía no sabían nada de plantas medicinales y no existían curanderos y sukias, vivían allí, en los montes, apartados de las casas, muchos duhindu (una especie de duendes). Sólo salían de noche, haciendo entonces mucha bulla y silbando para llamar a la gente. Cuando brillaba la luna, se les podía ver entre los árboles, y eran como hombrecitos pequeños. De vez en cuando agarraban un caballo para montarlo, y no lo dejaban descansar ni un minuto, de modo que al día siguiente el animal era hallado muerto.
Un día desapareció un joven de la comunidad. Su madre lo buscó por todos lados pero no pudo encontrarlo. Lloró, preguntó a todos si no lo habían visto, pero nadie sabía algo del joven. Después de 15 días apareció milagrosamente de nuevo pero había cambiado bastante: estaba delgado y pálido, no quería ni hablar ni comer, estaba como enfermo. No existían todavía los curanderos, así que no sabían qué remedio darle para curarlo. Con el tiempo se dieron cuenta que los duhindu tenían algo que ver en ese asunto. Uno de ellos llegó una noche y silbando llamó al joven. Sólo empleando la fuerza lograron retener al joven para que no saliera de la casa para que el duhindu no se lo pudiera llevar de nuevo.
Pasaron los años y la gente de las comunidades aprendió a utilizar el poder de las plantas, a curar enfermos y hacer remedios. Así lograron liberar al joven del poder del duhindu. Con el apoyo de los curanderos y con rituales limpiaron toda la comunidad de Kambla y finalmente todos los duhindu se fueron del lugar. Hoy en día casi ya no hay duhindu en Kambla. Solamente se escuchan a veces los silbidos de un duhindu que todavía queda por allí.
LAGARTO DE ORO
En el cerro Hato Grande, en el departamento nicaragüense de Chontales, existía una laguna habitada un lagarto de oro que muchos querían atrapar por el valor del oro, pero nadie podía capturarlo. Un día de tantos, un avispado campesino que quería cazarlo pensó que ofreciéndole algo a la Virgen de la Asunción tal vez podría conseguirlo, y así lo hizo. Una mañana salió al cerro y se dirigió a la laguna. Cuando estaba a en la orilla del agua, miró al lagarto de oro y fue entonces cuando ofreció a la Virgen de la Asunción una corona de oro y un altar si le hacía el milagro de capturar al arisco lagarto. El milagro no se hizo esperar y al poco rato ya tenía cogido de la cola al animal, listo para sacarlo del agua. En ese momento la codicia le nubló la mente y se le ocurrió decir “ahora que se friegue la virgencita” y, como por arte de magia, el lagarto se le zafó de las manos, yéndose a las profundidades de la laguna para nunca más volver.
LIWA
Entre los misquito, los liwa son una especie espíritus acuáticos, los dueños del agua, de los que existen muchos tipos. Se dice que vuelcan los barcos y son la causa de que la gente se ahogue. Algunas descripciones dicen que son unos gusanos gigantes de color blanco que habitan en el fondo de los lagos. También se dice que poseen naves propias para moverse bajo el agua.
LIWA MAIRIN
Entre los misquito, Liwa Mairin es la señora de las aguas, una mujer que sale del mar, a veces buena, a veces mala, equiparable a la sirena. Cuando un buzo enferma después de bucear o una mujer se baña en un río durante su período menstrual y sufre después un desequilibrio o mal, puede que la Liwa Mairin, tenga algo que ver.
LLORONA
La Llorona es una figura popular común en todos los países latinoamericanos, llegando a ser conocida también en varias zonas de Estados Unidos. Sin embargo, aunque común en todos esos territorios, cada país adorna la leyenda a su modo particular.
En Nicaragua se dice que se oyen los lamentos de la Llorona transportados vertiginosamente por los caprichosos vientos que provienen de las cuatro esquinas del mundo. Hasta donde cuenta la gente, la Llorona se manifiesta a través de un quejido largo y lastimero, seguido del llanto desgarrador de una mujer cuyo rostro nadie ha visto. En el barrio del Calvario de León, se sabía que cerca del río, allá detrás del Zanjón, pasaba el llanto de la Llorona. Las lavanderas del río contaban que apenas sentían caer el sereno de la noche, debían recoger la ropa aún húmeda y en un solo montón se la llevaban, de lo contrario, la Llorona se las echaba al río. Según el comentario de las lavanderas, la Llorona es el espíritu en pena de una mujer que había botado a su hijo en el río. Sobre esta leyenda se oyen muchas versiones, pero algunas explican que ese llanto misterioso es el profundo dolor de una madre que perdió a un hijo ahogado en el pozo mientras lavaba la ropa en el río. Otra, dice que era una joven india que tuvo un hijo con un blanco, y lo abandonó porque según su familia, sus sangres no debían mezclarse con la de sus verdugos (los colonizadores españoles). Tras abandonarlo, se arrepintió y quiso recobrarlo, pero la corriente se lo llevó y ella lloró y lloró desconsolada, hasta morir enloquecida, y luego su espíritu continúo haciéndolo. La Llorona es uno de esos personajes espectrales que aterran a las comunidades campesinas. Se dice que sus lamentos se escuchan en medio del coro nocturno de voces de animales y del ritmo monótono de aguas de quebradas y ríos. Ese concierto lúgubre es el mismo que ha interrumpido el sueño de generaciones enteras en los pueblos diseminados en los misteriosos espacios vírgenes de Latinoamérica.
MICA BRUJA
Aseguran los indios del barrio de Monimbó, en la ciudad de Masaya, que hay mujeres que son brujas que tienen la capacidad de transformarse en chanchas (ver: chancha bruja), micas brujas y ceguas (ver: cegua). Todas estas mujeres poseen un guacal (una especie de vasija) grande y blanco; a las once de la noche, hora en que los tunantes salen de una choza a otra, estas mujeres se dan tres volantines (volteretas) para atrás y tres para adelante, y echan el alma por la boca en el guacal grande y blanco al final del tercer salto hacia adelante.
Como micas brujas, también llamadas monas brujas, estas mujeres se transforman en una especie de micas (monas) y se dedican a efectuar robos y raterías. Trepan a los árboles, cortan las frutas y las lanzan contra la familia víctima de sus tropelías, suben a los techos de las casas, saltan de un lugar a otro, bajan al patio o a la calle y arrojan piedras contra las puertas. Se introducen en la cocina y quiebran lo que encuentran; se agazapan tras el tinajón o tras la leña, y después corren rápidamente a colgarse de las ramas de algún árbol cercano, a balancearse burlonamente. Mientras el mico se halla en plena acción, la familia víctima –auxiliada de los vecinos- lo persigue con palos y garrotes, tratando de agarrarlo y matarlo, pero el esfuerzo siempre será en vano. Cuando ya están cerca y creen tenerlo acorralado, el mico se les esfuma y aparece al otro extremo de donde creían estaba agazapado.
MOCUANA
Hace muchos años, en los primeros días de la colonización, muchos españoles llegaron hasta el centro de Matagalpa porque se decía que en ella había oro. El cacique indio que mandaba en esas tierras, en el valle de Sébaco, los recibió muy bien y les regaló tamarindos de oro para que los enviasen al Rey de España. Después del regalo, el cacique les pidió que se alejaran y no volvieran. Los españoles aparentaron irse, pero al poco tiempo regresaron con la intención de dominar al jefe indio. Cuando éste lo supo, escondió sus tesoros y sólo su hija supo del escondite. Los españoles derrotados se marcharon del lugar. Al tiempo llegó el hijo de uno de los españoles que había sido vencido, y éste se enamoró perdidamente de la hija del cacique, que era una mujer muy bella. Ella también se enamoró del español, pero como sabía que su padre se iba a oponer al matrimonio, huyó con él. Generosamente ella le dio todas las riquezas que poseía y el español, que con eso se sentía satisfecho, no quiso más de la pobre india, encerrándola en la cueva de un cerro, a la que le tapó la salida. Pero ella conocía bien el lugar y se escapó por un boquete. Después de esta decepción, la india se volvió loca y se convirtió en la Mocuana, buscando venganza. Dicen que desde entonces se aparece en los caminos e invita a los transeúntes a seguirla hasta la cueva, atacando a los hombres, sobre todo a los jóvenes y de aspecto extranjero. A la Mocuana nadie ha podido verle la cara, que al decir de unos es una horrible calavera. Solamente se ha logrado apreciar su larga, cimbreante y bella figura y su preciosa cabellera de pelo negro, liso y largo, que le tapa toda la cara.
Otra leyenda nos habla de la Mocuana de Estelí, que fue una bella mujer que se enamoró de un joven muy rico de otro pueblo. El hombre la quería a ella, pero ella tenía un hijo, y el hombre le dijo que lo dejara o lo regalara, y que si se oponía los mataría a ambos. Ella entonces, muy triste, fue a esconderse a un cerro con su hijo, en la cueva conocida como la Mocuana, en La Trinidad, camino a la ciudad de Esteli. La joven caminó y caminó dentro de la cueva hasta que se perdió y murió, convirtiéndose en un alma en pena. Desde entonces aparece y se lleva a los niños que encuentra pensando que son su hijo. La leyenda cuenta que la Mocuana sale todas las noches después de las doce de la noche, vestida de seda blanca y si algún niño está despierto o llorando ella llega y se lo lleva, como ya se ha dicho, pensando que es su hijo. La gente de La Trinidad dice que algunos la han visto por la carretera panamericana; otros dicen que ya han intentado introducirse en lo profundo de la cueva pero se han visto imposibilitados de seguir ante la presencia de miles de murciélagos que viven allí.
NEGRITO
Los negritos, que al parecer siempre vienen en el número de siete, son unos pequeños hombrecillos negros –una especie de espíritus familiares- que aparecen en algunas historias relacionadas con el Diablo o Chico Largo (ver: Chico Largo), para servir a aquellos que han pactado con ellos.
PADRE SIN CABEZA
Cuenta la leyenda que en el año 1549, en la ciudad que hoy se llama León Viejo, alentados por su madre doña María de Peñalosa, los hermanos Hernando y Pedro, hijos del segundo gobernador de Nicaragua don Rodrigo de Contreras, planearon la muerte del primer Obispo en tierra firme, fray Antonio de Valdivieso, defensor de los indios y mediador de las ambiciones de los funcionarios y el clero. Fue asesinado a puñaladas a mano del fiero capitán Juan Bermejo. Con la muerte de este religioso, el primero cometido en América, los asesinos se repartieron la provincia, su población, los objetos de valor y las joyas episcopales del Obispo.
Después de este crimen, que llenó de indignación y de malos presagios a todos los creyentes, apareció una leyenda que refería que durante los primeros años de la existencia de la ciudad de León Viejo (actual León), el padre de su iglesia fue decapitado de un solo machetazo en el atrio de su mismo templo, por dos poderosos hermanos, y que su cabeza había rodado hasta la orilla del lago Xolotlán, donde se sumergió dando origen a una inmensa ola que se levantó sobre la superficie y avanzó hacia la ciudad, cada vez más grande y fuerte, llegando a romper donde había sido asesinado el religioso y sepultando a la ciudad. Pasado este hecho devastador, los indígenas empezaron a ver en los atrios de las iglesias y en las calles solitarias de los pueblos, un bulto negro que se protegía bajo el peso de la lúgubre oscuridad. Con el paso del tiempo algunos moradores se dieron cuenta que la aterradora y sombría aparición era nada menos que un padre religioso sin cabeza. Los que lo han logrado ver cuentan que el padre sin cabeza lleva sotana y zapatos negros, en la cintura prende un cordón del que cuelga una pequeña campana, la que hace sonar mientras avanza y lleva un rosario en lo que le queda de cuello. Refiere la leyenda que el padre sin cabeza camina penando por el mundo, visitando los templos de las diferentes ciudades, rezando las letanías o el rosario, buscando su iglesia y su cabeza. Algunos refieren que el padre aparece solo el Jueves y el Viernes Santo, para visitar las iglesias y que cuando se encuentra frente a cualquiera de ellas hace reverencia en la puerta del perdón.
PUNCHE DE ORO
El punche de oro es un cangrejo gigante que brilla como el oro y posee unos ojos que son como diamantes de fuego. Parece ser que este punche es el espíritu de un inmenso tesoro enterrado propiedad de la comunidad indígena, que deambula como alma en pena en las oscuras noches, emergiendo del oleaje del Océano Pacífico envuelto en una aureola cegadora, e iniciando su recorrido desde las playas de Poneloya hasta la Iglesia de Sutiaba donde se detiene para hacerle una reverencia al sol. A decir de otros, este punche sólo sale del mar dos veces al año, a mitad de la Semana Santa o antes y en la mitad del invierno (aunque se dice que en agosto sale también). Los antepasados dicen que en León, en el barrio Sutiaba, hay un inmenso tesoro enterrado. Según se cuenta, el punche de oro cuida del tesoro de la comunidad indígena y sale por las noches desde el día en que murió su último cacique, Adiac. El día que alguien atrape al punche de oro, se desencantará al difunto cacique Adiac, que fue ahorcado en el Tamarindón de Sutiaba. Este punche es el espíritu precioso de los Sutiaba que los guía en sus desesperadas luchas por no sucumbir bajo la pesada cruz que les impusieron los colonizadores.
SERPIENTE DE LOS TRES PELOS
Se dice que hace muchos años, cuando se estaba formando la ciudad de Matagalpa y aún se estaban ubicando sus primeros habitantes, hubo una discusión de la que no se sabe el motivo, y de resultas de ésta apalearon a un sacerdote. El sacerdote agarró su mula y se fue, pero antes de irse lanzó una maldición contra los pobladores de la ciudad. Con el tiempo, los habitantes de Matagalpa buscaron al sacerdote para saber cuál era esa maldición, y él les comunicó que existía una culebra gigante que cubría toda la ciudad y que estaba amarrada por tres pelos: la cabeza de esta culebra reposa en la Catedral de Matagalpa y la cola en el cerro de Apante, y los tres pelos están amarrados en la quebrada del Yaguare, ubicada en el barrio de Palo Alto. Según la historia, ya se han roto dos pelos, y sólo queda uno. Cuando estos tres pelos hayan roto, se derrumbará el cerro de Apante y reventarán unas fuentes grandísimas de agua que atraviesan esa zona, y entonces Matagalpa se inundará.
SISIMICÓN
Enorme animal con cara de hombre, ojos rojos como las llamas y una cola muy larga, que siempre aparece junto al Sisimique, compartiendo sus mismas costumbres (ver: Sisimique).
SISIMIQUE
En laz regiones de Matagalpa y Jinotega se contaba que siempre que comenzaba a oscurecer aparecían dos enormes animales con cara de hombre, el Sisimique y el Sisimicón (ver: Sisimicón). Estas criaturas tenían los ojos rojos como llamas y una cola muy larga con la que podían enrollaban a las muchachas solteras a las que se aparecían si éstas les gustaban. Aparecían en el río, y seguían el camino hacia la casa de cada una de las chicas solteras en las que estaban interesados; en el camino iban llamando a las muchachas a las que les gustaba hacer ojitos a los hombres, y se oían unos gritos y gruñidos que nadie podía imitar. Decían que para que el Sisimique y el Sisimicón no entraran a las casas había que evitar hacer ruido, y muchos menos reírse, ya que las risas de las mujeres era lo que más les gustaba a estos seres. Habían, de este modo, raptado a varias muchachas que coqueteaban con los hombres. De lo que hacían con ellas, no hay demasiados detalles.
TACONUDA
La Taconuda es el espectro alto y delgado de una joven mujer que mide unos 7 pies de altura (unos 2,10 m). Lleva un pelo tan largo que le llega hasta la pantorrilla y calza unos zapatos de tacón altos y curvos, del cual le proviene el nombre. Su cara es seca, sus ojos hondos, los labios pronunciados, pintados y risueños. Viste una chalina negra, de busto respingado, y lleva un vestido blanco con un fajín de plata con una gran hebilla cuadrada y un cintillo dorado en el pelo. Esta hermosa joven era hija de un cacique que era el dueño de todas las haciendas que habían desde la línea de mar hasta llegar a Masaya; su padre le heredó todas sus riquezas por ser la única hija que tenía, de apellido Sánchez. Dicen que la Taconuda sale en los cafetales, cerca de las haciendas que llevan por nombre Corinto y Las Mercedes. Agarra a los hombres y los vuelve locos, apareciéndose a los capataces y llevándoselos a las curvas de los caminos, donde los deja adormecidos y desnudos hasta que sus familiares los encuentran. Cuando la Taconuda pasa, deja un gran aroma de perfume y por se identifica su paso, aunque no se lleva con ella a todos los hombres que se cruzan en su camino. Los que la han visto, dicen que le gusta que la llamen Taconuda.
TOMA-TU-TETA
La Toma-Tu-Teta o Tomatuteta es como una parodia de La Llorona que a veces se utilizaba para espantar a los niños. Cuentan había una mujer en Los Cedros (en la Carretera Vieja a León) a la que le robaron a su hijo recién nacido. La mujer se volvió loca a causa de la desesperación de no poder encontrar y recuperar a su hijo, y a causa del insoportable dolor de sus pechos, que se le agrandaron al producir la leche materna que no podía dar a su desaparecido hijo. A partir de ese punto, enloquecida, la mujer, cada vez que miraba un niño, pensaba que era el suyo y andaba por la carretera llamando a las chavales y diciéndoles: “¡Toma tu teta...! ¡Toma tu teta...! ¡Toma tu teta...!”, con los grandes pechos colgándoles fuera y obligándoles a tomar la leche de sus senos. De ahí que fuese conocida como la Toma-Tu-Teta, y fuese temida por los niños.
VIEJA DEL MOMBACHO
La leyenda de la vieja del volcán es uno de los mitos del Mombacho, un volcán de Nicaragua cerca de la ciudad de Granada que tiene 1345 m. de altura, que contiene una de las últimas zonas de selva tropical del país. Se dice que allí habita una anciana, protectora del bosque, que aparece en medio de la bruma con un largo vestido blanco y se desvanece tan pronto como uno se acerca. Muchos han visto a la viejecita perderse en la neblina; otros dicen que por las noches se convierte en una perra, vagando en busca de un río del cual beber.
ZIPE
Los zipes son unas extrañas criaturas nicaragüenses descritas como pequeños hombrecillos colorados que visten pantaloncillos verdes y que caminan hacia atrás o tienen los pies vueltos al revés. Extravían a los niños traviesos regalándoles frutas que no son propias de la región. Son una especie de duendes (ver: Duende).
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Excelente recopilación, muy completa. me gustaría que mencionaras la leyenda de la serpiente que vive en la laguna de masaya.la cual cuentan dió origen a la laguna.
ResponderEliminarMuchas gracias! excelente recopilación ^^ podrías mencionar la de Quetzalcoalt?
ResponderEliminarHola! deberias citar al pie de las obras el nombre de sus autores, ya que muchas de ellas son de importantes pintores nicaraguenses.
ResponderEliminarMe uno a la solicitud de cony en el comentario anterior ya que aquí pusieron un dibujo mío (la cegua) el cual pertenece a un libro, también de mi autoría, que tiene derecho de autor. https://cuentosnicaragua.blogspot.com/2015/03/cuentos-y-mitos-de-nicaragua.html
ResponderEliminarMe gusto mucho me gustaria leer mas leyendas de nicaragua
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