Que te pille la peor tormenta del año caminando bajo los árboles totalmente desprotegido… ¡te hace sentir vivo! ¡Correr a través de una lluvia que te impide ver más allá de unos pocos metros delante de ti, mientras tu ropa se empapa de la fría lluvia y se agarra a tu cuerpo, perfilándolo, y tus cabellos mojados se pegan en tu frente y te ciegan, hacen que sientas la naturaleza salvaje de tu propio interior! Los truenos impresionantes te dicen que no eres nada, tan sólo un hombre en medio de la naturaleza y que existieron tiempos más salvajes y genuinos en que la vida era esto, sentir la naturaleza en plena cara… ¡Correr, escapar de la tormenta y refugiarse, totalmente empapado, alrededor de la lumbre de una hoguera, contando historias sobre la vida y la muerte mientras esperas que tus ropas se sequen! ¡SON MOMENTOS ASÍ LOS QUE ME HACEN SENTIR REALMENTE VIVO, COMO LA PASIÓN MÁS SALVAJE!
Sí, así es, a veces, cuando nos sentimos a merced de los elementos, de situaciones que escapan de nuestro control, es cuando realmente vivimos. Nos enfrentamos a ello aceptando lo que nos viene, como personas, o luchamos contra ello. Pero tanto una cosa como otra es, en estos casos, un modo de acción, uno más pasivo, el otro más activo. Pero el hecho de actuar o no hacerlo nos hace sentir vivos en cada una de las fibras de nuestro ser, porque esa es, verdaderamente, nuestra decisión.
Hoy, bajo la tormenta, me he sentido vivo como hacía tiempo que no me sentía. Saber que estás solo, que el agua arrastra tus penas igual que se lleva las impurezas del suelo, que la vida recorre tu cuerpo del mismo modo que da vida a los árboles y los ríos… Primero he corrido, he corrido bajo la tormenta, pero cuando ya estaba completamente empapado, me he preguntado ¿para qué escapar de lo inevitable? Y entonces he frenado mi paso y, caminando, he dejado que durante varios minutos la lluvia se apoderase de mi cuerpo, lo tomase, y con su frío tacto me recordase que incluso bajo las inclemencias soy alguien que puede sentir a través de cada uno de los poros de su piel, de sentir con su alma y sentirse uno con todo.
He continuado mi camino a casa…
En otras circunstancias, me hubiese gustado llegar a una cabaña o cueva abandonada donde poder hacer una hoguera, desnudarme y allí, bajo el calor de las llamas, desprenderme de mis ropas, oliendo el olor de la leña quemada y escucho el crepitar del fuego, y tal vez, de gozar de la compañía de alguien, explicándonos bellas o extrañas historias bajo el calor de la lumbre, como ya hiciera en el pasado.
Nada me impide soñar.
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