“Héroe es aquél que tras caer se levanta de nuevo y, cuando lo hace, es para ser mejor persona de lo que fue cuando cayó”
Como todo el mundo que me conoce un poco ya sabe, yo admiro a los superhéroes. Siempre han sido mi modelo en muchos aspectos, al igual que lo han sido los caballeros de tantas y tantas novelas, cuentos o leyendas que he leído u oído.
Admiro a los personajes de ficción que buscan la verdad y a justicia, y la defienden cuando es necesario, prescindiendo de lo que diga la ley cuando es el caso, pues la verdadera justicia no está escrita en los libros, ni la verdadera verdad, la que nos hace sentir en paz con nosotros mismos, se halla impresa en ningún lugar. Existe una verdad y una justicia para cada persona, y para cada uno este concepto es distinto.
Hoy necesito de mis héroes, pues pensando en ellos sé que yo puedo mantenerme en pie cuando me parece que el dragón de la vida me derrota, y que si me caigo puedo alzarme de nuevo, no para quedarme en el mismo punto en que caí, sino para avanzar y luchar de nuevo.
No soy perfecto.
Como todo el mundo que me conoce un poco ya sabe, yo admiro a los superhéroes. Siempre han sido mi modelo en muchos aspectos, al igual que lo han sido los caballeros de tantas y tantas novelas, cuentos o leyendas que he leído u oído.
Admiro a los personajes de ficción que buscan la verdad y a justicia, y la defienden cuando es necesario, prescindiendo de lo que diga la ley cuando es el caso, pues la verdadera justicia no está escrita en los libros, ni la verdadera verdad, la que nos hace sentir en paz con nosotros mismos, se halla impresa en ningún lugar. Existe una verdad y una justicia para cada persona, y para cada uno este concepto es distinto.
Hoy necesito de mis héroes, pues pensando en ellos sé que yo puedo mantenerme en pie cuando me parece que el dragón de la vida me derrota, y que si me caigo puedo alzarme de nuevo, no para quedarme en el mismo punto en que caí, sino para avanzar y luchar de nuevo.
No soy perfecto.
A menudo me recreo de mis propias imperfecciones y estoy orgulloso de ellas. Son las imperfecciones lo que me hacen humano, y, a menudo, cuando conozco a una persona, son sus imperfecciones en lo primero que me fijo y por lo primero que me admiro cuando descubro como estando éstas ahí, le han convertido en una mejor persona de lo que otro sería en las mismas circunstancias. Porque la mayoría de gente tiende a superarse a sí misma sin saberlo. Y esas cosas las veo al descubrir esas imperfecciones que le hacen tan humano como yo.
No soy perfecto, ni nadie lo es, aunque a veces bromeemos sobre ello.
Sin embargo todos aspiramos a mejorar y a ser mejores de lo que ya somos, y en el fondo eso marca cierta búsqueda de la perfección. En realidad somos contradictorios, con nuestros defectos, que a veces potenciamos, y nuestras virtudes, que muchas veces desmerecemos, pero siempre buscando mejorar y ser mejor personas, ya sea a un nivel personal y egoísta, material, o a un nivel espiritual, que abarca al individuo y a lo social.
Mis héroes, así, no son sólo los personajes de mis cómics, mis libros o mis películas. Son también la gente a la que miro y me da fuerza y aliento: mis amigos del mundo real, mi familia, aquellas personas que casualmente me he encontrado y me han explicado su historia (y de los que, por lo tanto, he aprendido algo), y toda aquella otra gente de la que tengo conocimiento vía Facebook, Messenger o correo. Sé de su historia y, cuando los contemplo, me digo “están ahí, permanecen, y sólo la muerte podrá vencerlos”.
En todos subyace el espíritu de un héroe.
Nunca me he rendido, pero a veces siento que desfallezco, y entonces pienso en mis héroes de cuento, con sus vistosos colores y sus propias tragedias personales, que no son sino otra cosa que una metáfora de la vida de cualquier ser humano.
Y entonces me recuerdo que la propia salvación no llega de la mano de los otros, sino de uno mismo.
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