El otro día visité a mis padres y, sorprendentemente, descubrí que en su piso y en el almacén de su parking aún guardaban, y guardan, diversas cajas mías, empaquetadas, con varios libros, cómics, y algunos puzzles y juegos. Estaba convencido de que muchos de ellos ya estaban en mi casa, y más concretamente, en mi trastero. ¡Santa paciencia la suya, que, después de tantos años, aún conservan todo eso sin haberme dado demasiado la vara para que me lo llevase!
Demasiados años, ya, llevan esas cajas ahí, robándoles un espacio que les pertenece. O sea que ese día decidí, aprovechando que había dejado el coche cerca, coger siete de esas cajas, repartirlas entre el maletero y los asientos traseros, y aprovechar estos días en que no hago nada, para llevarlas a mi casa, y hacer limpieza y selección de todo lo que tengo por el trastero.
Hoy he estado hurgando y rebuscando en mi trastero.
No es un trastero enorme, pero tampoco pequeño. Ahí, entre armarios, estantes, sillas, baúles, cajas y bolsas, tengo partes de mis disfraces, mi atrezzo, espadas y cuchillos, varios juegos de mesa, herramientas, una bicicleta, dos pares de patines, un enorme acordeón, varias películas VHS y DVD, apuntes olvidados de la carrera de psicología, diversas novelas de fantasía épica y algún que otro libro de animales, anatomía o botánica… pesas, unas escaleras, un par de ventiladores, una estufa, cajas con los complementos de Navidad, un par de mochilas y, sobretodo, tebeos y cómics… ¡miles de ellos! Y no exagero.
Buena parte de las colecciones de tebeos que tengo están clasificadas por estantes o cajas. Aunque tengo clasificadas prácticamente todas las colecciones del Universo Marvel, y más de la mitad del Universo DC, no sucede lo mismo con el resto de cómics, ya sean álbumes europeos, mangas, o colecciones de las editoriales de Image, First, Eclipse o cualquiera que se tercie. Muchas de las colecciones que tengo, actualmente andan perdidas dentro de cajas que guardo sin clasificar, en estantes de algunos armarios, o en alguno de los cofres que tengo. Y a veces, encontrar una colección concreta se convierte en una verdadera odisea, por si sola.
Abro las puertas de los armarios y los cajones, y ahí aparecen prácticamente todas mis cajas de “Dungeons&Dragons, 2ª Edición” (que son muchas) y algún que otro juego de rol. Los escenarios de campaña de Greyhawk, Forgotten Realms, Dark Sun, Spelljammer, Ravenloft, Planescape, Mystara, y muchos otros mundos. Diversas figuritas, de plomo y de plástico, algunas pintadas, otras sin pintar, representando monstruos, héroes y villanos. Revistas de juegos: Dungeon, Dragón, Líder, DosDeDiez… Varios juegos de mesa corren a uno y otro lado, y, entre ellos, más y más tebeos.
Lo mismo sucede con los baúles y las diversas cajas que andan esparcidas aquí y allí...
Creo que mi trastero refleja parte de lo que soy. No por el desorden, que lo hay, más que nada por la falta de espacio, sino por todo lo que contiene: mundos de sueño y fantasía.
Y ahora tengo que hacer limpieza…
No es fácil hacer limpieza en un trastero donde todo lo que guardas lo conservas por algo. No hay basura, hay cosas que, de tener tiempo, disfrutaría. Volvería a leer todos esos libros, volvería a hojear esos cómics… Volvería a jugar a todos esos juegos. Crearía nuevos mundos…
No, no es fácil hacer limpieza. Lo mismo que no es fácil hacer borrón y cuenta nueva en la vida cuando tienes acumuladas encima un montón de cosas de las que no te sabes desligar o desprender. Pero debe hacerse.
Tengo que hacer limpieza y reordenar mi trastero, lo mismo que tengo que hacerlo con mi vida. Y ahora es un buen momento.
Y en este instante me pregunto qué es metáfora de qué. ¿Limpio mi trastero porque quiero limpiar mi vida, o estoy reordenando mi vida y como parte de ello estoy reordenando mi trastero?
Sé que muchas de las cosas de las que me desprenderé, con el tiempo desaparecerán de mi memoria. Que algunas de las cosas que me quitaré de encima desaparecerán para siempre de mi vida.
Lo mismo se hace con los recuerdos… Una vez se logra vaciar algo y se gana más espacio, siempre se pueden reordenar mejor las cosas y las prioridades de aquello que queda.
Así, pues, puede que en esta nota esté hablando de mi trastero. Pero puede que, en realidad, os esté hablando de mí.
Saludos.
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