lunes, 28 de febrero de 2011

VOLVERÉ

Volveré a ti, alma condenada. Mis pensamientos siempre contigo, una vez ya desaparecida de mi vida, físicamente alejada.

Todo sacrificio fue inútil, y en vida me convertiste en un fantasma. El veneno hechicero de tu mirada, tu voz de lamia que me encantaba con el poder magnético de tus palabras.

Surgida de los Cielos, por los Infiernos me arrastrabas.

¡Oh, mi amada! Te alejé de mi lado para lograr volver a vivir mi propia vida, y alejado de ti, mi vida se me escapa.

Jamás volveré a ti...

Pero, en mi pensamiento, mi espíritu recuerda aquellas palabras que te dedicaba:

"¡Volveré! Por siempre volveré a ti...

porque sin ti mi vida no es nada."

Volveré...

ésa es la mentira más amarga.

martes, 22 de febrero de 2011

DESESPERACIÓN

Quise batir la roca con mis puños. Quise acabar con todo lo que atrapaba mi mirada. Quise gritar hasta que mi vida escapara... Era la desesperación, que de nuevo me devoraba las entrañas.

Me revolví en mí mismo, atrapado por este cuerpo demasiado limitado como para permitir que pudiera expandir toda mi rabia.

Desesperación.

¿Como te sentistes tú al perderlo todo? ¿Al perder todo aquello que amabas? ¿Aquello que para ti algo significaba? Los campos de mis sueños arrasados, el paisaje que conformaba mi alma, exterminado.

¿Recuerdas como era aquel instante en que creístes haberlo perdido todo? Muerta en vida, viendo como la vida misma, sintiéndote muerta, se te escapaba...

Desesperación.

Trazos rápidos y agresivos de un lápiz garabateados en un folio en blanco, que representa lo vacía que quedó nuestra existencia y nuestra alma. Quizás sólo quede una forma oscura en el papel, o quizás concentre la voluntad en mi mano, y logre dibujar alguno de los monstruos y demonios que de mi imaginación escapan.

Alguien me habla, un susurro... es el diablo de la desesperanza.

Somos los hiijos descastados. Los desengañados. Sin dueño, ni señor, ni seguidores, ni vasallos... Apoyados tan solo en arenas movedizas y en un barro al que no le podemos dar forma, y arena en nuestras manos que se nos escapa. Sueños e ilusiones de cristal hechos cenizas.

Solos, encerrados en nosotros mismos, enfrentándonos con los fantasmas del pasado, y enfrentados a un futuro incierto con el que no nos atrevemos ni tan sólo a pensar.

Desesperación.

Desesperación, puede que así sea. Pero aquí continuamos... y luchamos. Jamás se nos dio muy bien eso de rendirnos. Porque somos los desesperados. Y una vez se ha perdido la esperanza, ¿qué nos queda? ¡Nada! No nos queda nada... Llegados a este punto, incluso el miedo se esfuma y podemos soportarlo todo.

Somos los desesperados.

Ya no nos queda nada que perder. Ya no nos queda esperanza. Sólo tenemos un puñado de nada. Y es ahora, cuando ya no nos queda nada, que sabemos que tenemos el valor para luchar contra todo y todos, pues sólo nos queda la desesperanza.

Nada más que perder, todo un universo que ganar...

Camino de nuevo hacia la roca, donde aguarda mi arma.

Volveré a alzar mi puño y con él sujetaré mi espada.

Dispuesto a empezar batalla.

Ya no importa la derrota. Pero tu victoria, Desesperación, te saldrá cara.

DE VERDADES Y MENTIRAS

No hace mucho vi la siguiente frase en el perfil de una persona que tengo agregada en el "féisbuc": "No hay ninguna mentira en este mundo que prefiera a la verdad.”. La cita está sacada de parte de un diálogo de Winona Ryder, en la película “Otoño en Nueva York”.

Bien, la frase en cuestión me ha hecho pensar...

No sabría que decir. “No hay ninguna mentira que prefiera a la verdad...” La vida misma que vivimos es una gran mentira, atrapados por las mismas cadenas que ha forjado la sociedad donde nos movemos. Un sociedad que nos engaña y nos dice como tenemos de comportarnos, que debemos hacer, comprar, vender, vestir, producir o consumir, y que nos indican cual en “nuestro lugar” o hasta donde podemos aspirar. Porque, no nos engañemos, vivimos en una sociedad hipócrita donde se nos dice que podemos aspirar a conseguirlo todo, pero nos marca claramente unos límites y unas reglas que benefician a unos, pero perjudican a otros. Ésa es la mayor de las mentiras. Leyes humanas que sólo se sustentan por la simple creencia de una sociedad que las obedece y acata ciegamente porque “las cosas son así”, por mansedumbre, miedo o, simplemente, por costumbre o conformismo.


Mentiras y verdades... ¿como discernirlas? Cadenas de conocimientos e ideas que pueden ser verdaderos o falsos, formados y grabados en nuestra mente por nuestros padres, profesores y amigos. Verdades y mentiras que nos llegan a través de la publicidad –poco importa que sea subliminal o no- y nos envuelven como un bombardeo. Falsas creencias, y eso ya es mucho más preocupante, como son el mundo de la moda y el consumismo, donde se nos enseña que aparentando estamos más cerca de lograr la satisfacción personal. ¡Ah, la satisfacción personal! ¡Claro! La verdad no es siempre placentera. Pero tampoco lo es la libertad. Porque la libertad no se basa en el placer, sino en afrontar el miedo a ser verdaderamente libre. Pero ése es otro tema del que ya hablaré en otra ocasión si me apetece.

Yo no soy lo que la sociedad me dice. Yo soy lo que yo mismo construyo de mí con lo que la sociedad me ofrece, la naturaleza me enseña y mi alma aprende. Creo que cada uno tiene su verdad, y que a menudo ésta es subjetiva, pero ciertamente también existen verdades indiscutibles, pero nunca debemos confundir la verdad con un dogma. La verdad no es sólo cosa de fe.

No voy a ponerme ahora a criticar a la sociedad, porque en realidad el hombre es un ser social, y, lo queramos o no, si hay suficiente gente, siempre existirá un tipo de sociedad u otro, con sus leyes, estén escritas o no. Ahí empiezan las cadenas que, a menudo, nos aprisionan. No en el hecho de que estas cadenas existan, sino en el hecho de aceptarlas, de no luchar contra ellas.

Un individuo puede ser libre si sabe discernir todas las mentiras en base a las cuales una sociedad se construye. La verdad no nos hará felices, pero nos enseñará a comprender el mundo y ver a través de los velos que nos tienden o los pañuelos con los que tapan nuestros ojos.

Puede que rompamos muchas de estas cadenas y apartemos muchos de estos velos, pero es difícil poder hacer lo mismo con todo, y mientras más libres creemos ser, a menudo somos más propensos a caer en el engaño de la autocomplacencia. Libres sin serlo en realidad. Estamos condenados a vivir una mentira porque la misma sociedad en que vivimos se basa en ellas o en falsas ideas, y nosotros, como seres individuales a menudo hacemos lo mismo. En fin, ya conoces el lema: "Conocerás la verdad y la verdad te hará libre". Pero, ¿como reconocer una verdad? La verdad no siempre brilla ni destaca entre tanta mentira de neón luminoso.

Algo de esto le comenté a la persona en cuestión al leer la frase que he comentado al principio... "No hay ninguna mentira en este mundo que prefiera a la verdad.” No dejó de sorprenderme su contestación, que aquí pongo en cursiva:

Estoy contigo en tu visión de la misma, y creo que de ahí esa frase de la película "Otoño en Nueva York". Es acertada justamente. ¿Como es tan complicado discernir entre lo que siempre es tan relativo, o confuso? Como bien dices tú "¿Como reconocer dicha verdad?" Sobre todo si en el país de los ciegos el tuerto es el rey... Y habitualmente te cosen parches en los ojos de una forma "políticamente correcta" y suave... La mentira se disfraza de sinceridad en muchas ocasiones, porque estoy cansada de escuchar la cantinela típica de: “Me gusta la gente sincera...”, pero luego no son capaces de encajar una verdad. Entonces, ¿si pides sinceridad y luego no la encajas, eso no es hipocresía? Hace poco una amiga escribió: "La sinceridad es síntoma de mala educación..." En ese caso, soy una tremenda mal educada. ;) El problema no es la VERDAD, sino usar dichas verdades o dichas mentiras para forjarse un auto-engaño en muchas ocasiones colectivo. ;)

Bueno, como veis, la conversación, generada en un muro, me resultó interesante y pensé en ella, y aún ando dándole vueltas a la cabeza al asunto. Mi respuesta fue la siguiente (también la pongo en cursiva, para no perder la costumbre):

¡Jajajajaja! Me encanta esa frase de "la sinceridad es síntoma de mala educación", porque no lo había pensado nunca así, pero me parece que es cierta. Yo, con los años, he aprendido a ser menos sincero, lo que no significa que mienta, sino más bien que he aprendido a callar y guardar silencio cuando no me preguntan y sé que lo que puedo decir no va a gustar. Y si me preguntan y sé que lo que diga no va a caer muy bien, empiezo mi frase con un "Si me preguntas, la respuesta no te va a gustar. ¿Estás seguro que quieres que te responda?". Con ello me ahorro mayores males, aunque habitualmente la gente quiere conocer la respuesta (aunque hay algunas personas, pocas, pero las hay, que sabiendo que no le va a gustar prefiere no conocerla). Aún así, como dices, hay gente que aunque les adviertas sobre ello, se enfadan cuando no oyen lo que quieren oír. Así, a menudo me meto en líos por decir la verdad o dar mi opinión, porque siempre lo hago directamente, sin darle vueltas y sin la diplomacia. ¡Diplomacia! Otra palabra que detesto. Para mí la diplomacia es otra manera de mentir, porque para decir algo diplomáticamente a menudo se le da demasiadas vueltas al asunto antes decir lo que se quiere decir, y aún así, a veces, la persona no se entera o puede decir que no se ha enterado de lo que se le ha dicho, precisamente porque no se le ha dicho directamente. Yo prefiero la vía directa aunque duela. Sobre tu pregunta, si la persona que pide sinceridad pero luego no encaja lo que se le dice no es hipócrita, te diré que creo que no, sino susceptible, que es distinto. Hipócrita es el que habla de ser sincero o que quiere que sean sincero con él, pero él no lo es con los demás. ¡Un placer!

Si a nivel individual me preguntaran que es la verdad, diría que es el aire que respiro, todas las sensaciones que siento cuando estoy alejado del mundo del hombre ruidoso y destructivo, ya sea un sonido llevado por el viento, el calor de los rayos del sol, el olor de las flores arrastrado por la brisa, el sabor de una comida disolviéndose lentamente en la boca, alejado de otras sensaciones más mundanas o el tacto de la piel cuando haces el amor con alguien a quién quieres. La verdad son los sentimientos que siento hacia los míos, sean familia, amigos o, cuando las tuve, mis amantes (en mi caso entiéndase por amantes mis parejas estables, que para mí aglutinaban todo ese tópico de amiga, compañera y amante). A veces, la verdad para mí también engloba a la humanidad, pero sólo cuando percibo alguna luz en ella, ya sea a través de su arte, su música, sus ideas, su riqueza y cultura, o simplemente por disfrutar de la compañía y el dialogo breve con un desconocido. Yo aún escucho la “verdad” en la experiencia de los ancianos...

Para mí la verdad subyace no sólo en el conocimiento de la verdad misma, sino también de la mentira y el engaño creados, a veces, alrededor de ella. Así, sucede que a menudo nos es más fácil descubrir la verdad cuando antes descubrimos la mentira que otros nos habían puesto ante nuestros ojos, y descubrir ese engaño nos hace plantear las cosas de nuevo, buscando por nosotros mismos nuevos caminos. Y no siempre es fácil, pues estos caminos a menudos son dolorosos.

Pero claro, ésa es mi verdad. Porque al final la verdad es algo muy subjetivo...

Y sobre la sinceridad... ¡Bueno, eso ya requiere otra historia!

Sólo quiero acabar con un cuento que me envió otra amiga, por otro asunto que ahora no viene al caso, pero que implica las cadenas y el peso del pasado, pero del que también viene a pelo al hablar de todo este asunto de ahora:

EL ELEFANTE ENCADENADO, de Jorge Bucay


Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante, que, como mas tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando tenia cinco o seis años, yo todavía confiaba el la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.

Imagine que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.

Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…


Y aquí termina el relato. Sólo que yo creo que, quién es rebelde o inquieto por naturaleza, nunca deja de tirar de la estaca ni de mover la cadena de un lado para otro desgastando los eslabones. Quizás escape, quizás no, pero sea como sea sabrá que lo habrá hecho intentando encontrar su mundo, no el mundo que otros han construido para él, o para ellos. Porque no olvidemos que la mentira pocas veces se construye para dar un beneficio a los demás, sino para dar un beneficio al que la dice y la genera sabiendo conscientemente que lo hace. Otra cosa es la mentira por simple ignorancia, que a veces es la más peligrosa, todo sea dicho. Porque cuando uno se cree sus propias mentiras o las de los demás, lucha por ellas de forma tan salvaje como uno puede luchar para la verdad.

Porque la peor mentira es la que se fabrica uno mismo.

"Conocerás la verdad, y la verdad te hará libre." Me encanta esta frase. ¡Pero recordad!, la verdadera libertad no es agradable, porque significa dejar la seguridad que todos queremos, atrás. Correr riesgos, abandonar aquello en lo que confiamos, para encontrarnos con que debemos enfrentarnos a lo desconocido. Esto es lo que más a menudo nos retiene. Libertad significa arriesgarlo todo para ser uno mismo. Y no hay mayor riesgo que ése.

Como yo siempre digo: ¡Hay que luchar contra el dragón! Porque por grande que sea éste, si luchamos nos quedará la dignidad de saber que, caigamos o venzamos, fue el hecho de dar un paso para luchar lo que significó un verdadero cambio. Sin ese paso, no hubiera sucedido nada. Puede que haya muchos que se conformen con que las cosas continúen como están, pero yo nunca he sido de ésos.

lunes, 21 de febrero de 2011

ATREVERSE A RENACER


Sé que somos muchos los que hemos caído y creímos morir en vida... a todos nos ha sucedido, sucede o sucederá en algún momento, ya sea por trabajo, amor, muerte o fin de nuestras propias creencias. Es la pérdida de las cosas que nos sustentaban. A menudo, todo ello llega junto y de golpe... De repente o poco a poco la felicidad se nos escapa. Como dice la canción, es arena en el viento*... (Abajo os he dejado el link.)

Levantarse del suelo es duro cuando has caído y, pegado al suelo, sólo quieres descansar o deseas que todo acabe, añorando un olvido o reposo eterno que nunca llegará. El peso de la realidad te aplasta como un gigante pisando tu espalda, sólo no luchando parece que uno pueda ahogar sus penas. Dejándose llevar por el vacío. Hablo de una realidad que nos roba la cordura cuando todo lo que te ataba a su belleza desaparece, a veces poco a poco, escurriéndose como arena entre los dedos, a veces repentinamente, como el hacha de un verdugo.

Yo morí y quise volver a nacer.

Una oportunidad desaparece, pero una nueva puerta se abre en algún lugar. Pero en nuestro dolor no sabemos y somos criaturas ciegas.

¿Tenemos capacidad para abrir nuestros corazones y sentir de nuevo?

¿Tienen ojos nuestras almas?

¿Donde reside el secreto?

La fuerza de voluntad no siempre es fuerte.

Pero más allá de la voluntad está el deseo de volver a sentir y vivir de nuevo.

No hay lugar para los cobardes; sólo para los luchadores dispuestos a enfrentarse a la vida de nuevo.

Renacer... que terrible es el dolor del parto en que nos vemos obligados a parirnos a nosotros mismos; dolor espiritual que consiste en reconstruir de nuevo nuestros corazones y volver a creer en que existe algo tanto o más hermoso que lo que ya hemos contemplado.

Atreverse a renacer supone afrontar que podemos volver a sufrir, pero que estamos dispuestos a vivir.

Dispuestos a enfrentarnos a nuestro peor enemigo: nosotros mismos. Haciendo surgir el fénix o el dragón que todos llevamos dentro, que con su fuego aleje las tinieblas que nos rodean.

Poder morir gritando “¡YO HE VIVIDO!”.

* http://www.youtube.com/watch?v=lRrCkG-0bSQ (¡Vale la pena escucharla, y si es el caso, leer la letra!)


jueves, 17 de febrero de 2011

CONTEMPLACIÓN

Ayer fuí a ver las estrellas.

Necesitaba un momento de contemplación. De estar conmigo mismo y perderme en mis pensamientos observando el firmamento.


Partí y fuí a buscar a un amigo que me llamó por la tarde para saber si haría alguna cosa. Cuando le conté que esa noche quería ir a la montaña para contemplar el cielo, no dudó en apuntarse. No sé si se extrañó de que decidiera rondar por los bosques cuando ya ha caído la noche. No me lo pregunté entonces; me lo pregunto ahora.

Había preparado las linternas, pues buena parte del camino se haría en la oscuridad. Quería dirigirme a la Torre de Sant Miquel, en la cima de una montaña cercana a Girona. Desde allí se puede observar una gran extensión de tierra y cielo.

Lo recogí y emprendimos el camino. Dejamos el coche en Montjuich, al borde de la última casa del camino, e iniciamos la marcha a pie, haciendo sonar la grava bajo nuestras pisadas. Eran las nueve y media de la noche, pero aún se podía ver claramente el camino de tierra clara, aunque el bosque ya estaba oscuro y sombrío. Fue una caminata algo durilla, pues casi todo el trayecto es en pendiente, y aunque soplaba un leve viento, era cálido y hacía calor. Aunque había anochecido ya, no encendimos las luces. Caminamos cerca de una hora hasta llegar a nuestro objetivo.

Al llegar a la torre en lo alto de la montaña, casi una hora después, contemplamos el cielo desde su cúspide. Era noche de luna nueva, por lo tanto se suponía que la oscuridad debía ser total, pero no fue el caso. Me sorprendió ver que el cielo estaba muy claro e iluminado. No lo había pensado, pero las luces de Girona, Sarrià, Amer y otras poblaciones cercanas al monte restaban su luz a las estrellas. Aún así, poco a poco, éstas fueron apareciendo. Soplaba un viento fuerte y racheado que aunque era caliente, me hacía sentir frío debido al sudor que empapaba mi espalda por la subida.

Mi amigo no tenía prisa y sabía que había venido a meditar. Yo me tumbé en el suelo de la cima de la torre y me puse a mirar el cielo. Mi amigo bajo a los pies del edificio y allí, sentado en las escaleras, no sé que haría. Quizás también se dedicó a pensar, quizás simplemente dejó pasar el tiempo lentamente. Estuve así cerca de una hora. Medité sobre las personas, la gente que conozco realmente y cuya piel alguna vez he tocado, y sobre las personas que he conocido por internet pero que nunca he sentido físicamente cerca de mí. Algunas personas ocuparon mi mente y mi corazón más que otras, pero intenté pasar a todo el mundo a través del filtro de mi pensamiento. Recordé a mis amigos del pasado y mis amigos del presente, y pensé en Baldrich, la casa desde cuyo lugar contemplar el cielo nocturno es un auténtico espectáculo. Un cielo que no está contaminado por la luz de ninguna población. Si acaso algún faro lejano de algún coche. Pensé un poco en la vida y el pasado, pero muy poco en el futuro. Y una persona concreta ocupó bastante mi mente, pues en parte si estaba allí era por esa razón.

Por el cielo se veía la ocasional luz de algún avión cruzando la atmósfera, pero no logré ver ninguna estrella fugaz a la cual pedirle un deseo. Quizás es mejor así, y dejar que las cosas sucedan solas, sin alimentarlas con ilusiones y esperanzas.

Pensé en el cielo de Argentina, que a esas horas aún estaría claro, y en su tierra, donde ahora están mi hermana, mi cuñado y los niños, para quedarse un largo tiempo. Dicen que el cielo del hemisferio sur es mucho más bonito y tiene otro color. Y allí no hay tantas ciudades que embrutezcan los cielos con su luz. Hubiera querido contemplar un cielo iluminado solo por las estrellas para poderme sumergirme completamente en él.

Durante estos días he hablado con una persona que me ha dicho que logra un sentido de comunión y trance contemplando el mar. A mí me sucede esto, a menudo, contemplando el cielo y los árboles. Sólo puedo meditar frente al mar en invierno, cuando no hay nadie en su orilla, o en la oscuras noches de verano, cuando nadie reposa en sus arenas (recuerdo ahora las playas de Vilanova, totalmente vacías en invierno, salvo por la ocasional figura de alguna otra persona que busca la paz y serenidad en la soledad, paseando al borde de las olas que dibujan sus finas lineas en la arena). Sea como sea, es observando la naturaleza donde puedo meditar tranquilamente, o en viejos edificios, ermitas o iglesias vacías. Fuere como fuere, hablar con esta persona me ha llenado de nuevo el espíritu y me ha aportado parte de la calma que creía que había perdido. No es exacto decir que me la ha aportado ella, pues yo ya la buscaba hacía un tiempo, pero me ha servido de guía.

Porque mis pensamientos siempre están ahí, pero hay cosas sobre las que últimamente no he hablado. Ahora busco la calma, la paz y la serenidad que en estos últimos tiempos me han faltado. Necesito sentir que estoy bien con el mundo. No con la gente, sino con el mundo. Con todo lo que me rodea. Ayer tuve esta sensación de nuevo.

Me hace pensar en el sentimiento de los antiguos frente la contemplación de la naturaleza. La serenidad que aporta la mera contemplación de la lluvia, la tormenta, sentir el calor del sol en una mañana de invierno, o la simple observación del mar y las estrellas. La contemplación de las palomas picoteando el pan o el paseo de un perro solitario. El vuelo de las aves. Por eso, a esa persona debo darle las gracias, no por mostrarme algo que siempre he sabido que está ahí, y que muchas veces ya he sentido y observado, sino por despertar de nuevo el ansía de que eso sea algo inmediato, sin dejar que pasen los días.

Pensé en viejos amigos, en los amigos presentes, en la familia que se ha ido y en la que permanece, en la gente que poco a poco he ido conociendo en este mundo virtual, y en otras muchas personas. Pensé en vosotros, que os he etiquetado en este escrito, por lo que habéis sido o podéis llegar a ser y en otras muchas personas o hechos que me me han ocurrido o me están ocurriendo.

Cerca de una hora contemplando las estrellas y todo esto pensé. Cerca de una hora y tuve tiempo, también, para no pensar, abstrayéndome contemplando las estrellas, vaciando, brevemente, mi mente de todo excepto de la mera contemplación.

Volvimos de nuevo por la montaña, esta vez de regreso bajo la luz de las linternas, haciendo el trayecto de bajada. Mis sentidos sentían el aire, el susurro de las hojas y el canto de los grillos. No oí el grito de la lechuza ni del autillo, ni nos sorprendió el vuelo de ningún pajaro por el camino. No hubo sorpresas en la noche. Regresamos a la ciudad.

Ayer fuí a ver las estrellas.

miércoles, 16 de febrero de 2011

MIS HÉROES

“Héroe es aquél que tras caer se levanta de nuevo y, cuando lo hace, es para ser mejor persona de lo que fue cuando cayó”

Como todo el mundo que me conoce un poco ya sabe, yo admiro a los superhéroes. Siempre han sido mi modelo en muchos aspectos, al igual que lo han sido los caballeros de tantas y tantas novelas, cuentos o leyendas que he leído u oído.

Admiro a los personajes de ficción que buscan la verdad y a justicia, y la defienden cuando es necesario, prescindiendo de lo que diga la ley cuando es el caso, pues la verdadera justicia no está escrita en los libros, ni la verdadera verdad, la que nos hace sentir en paz con nosotros mismos, se halla impresa en ningún lugar. Existe una verdad y una justicia para cada persona, y para cada uno este concepto es distinto.

Hoy necesito de mis héroes, pues pensando en ellos sé que yo puedo mantenerme en pie cuando me parece que el dragón de la vida me derrota, y que si me caigo puedo alzarme de nuevo, no para quedarme en el mismo punto en que caí, sino para avanzar y luchar de nuevo.

No soy perfecto.


A menudo me recreo de mis propias imperfecciones y estoy orgulloso de ellas. Son las imperfecciones lo que me hacen humano, y, a menudo, cuando conozco a una persona, son sus imperfecciones en lo primero que me fijo y por lo primero que me admiro cuando descubro como estando éstas ahí, le han convertido en una mejor persona de lo que otro sería en las mismas circunstancias. Porque la mayoría de gente tiende a superarse a sí misma sin saberlo. Y esas cosas las veo al descubrir esas imperfecciones que le hacen tan humano como yo.

No soy perfecto, ni nadie lo es, aunque a veces bromeemos sobre ello.

Sin embargo todos aspiramos a mejorar y a ser mejores de lo que ya somos, y en el fondo eso marca cierta búsqueda de la perfección. En realidad somos contradictorios, con nuestros defectos, que a veces potenciamos, y nuestras virtudes, que muchas veces desmerecemos, pero siempre buscando mejorar y ser mejor personas, ya sea a un nivel personal y egoísta, material, o a un nivel espiritual, que abarca al individuo y a lo social.

Mis héroes, así, no son sólo los personajes de mis cómics, mis libros o mis películas. Son también la gente a la que miro y me da fuerza y aliento: mis amigos del mundo real, mi familia, aquellas personas que casualmente me he encontrado y me han explicado su historia (y de los que, por lo tanto, he aprendido algo), y toda aquella otra gente de la que tengo conocimiento vía Facebook, Messenger o correo. Sé de su historia y, cuando los contemplo, me digo “están ahí, permanecen, y sólo la muerte podrá vencerlos”.

En todos subyace el espíritu de un héroe.

Nunca me he rendido, pero a veces siento que desfallezco, y entonces pienso en mis héroes de cuento, con sus vistosos colores y sus propias tragedias personales, que no son sino otra cosa que una metáfora de la vida de cualquier ser humano.

Y entonces me recuerdo que la propia salvación no llega de la mano de los otros, sino de uno mismo.

martes, 15 de febrero de 2011

VOLVERÉ CUANDO TÚ NO ESTÉS


Este mundo es demasiado pequeño para los dos.

Volveré cuando tú no estés. Te lo dejo todo para ti, y marcharé a lamerme mis heridas.

Me lo distes todo y al final me quedé sin nada. Vacío, convertido en un ser hueco...

Ya no sé que hacer con los sentimientos que te di, que hiciste nacer en mí. ¿Conservarlos? ¿Abandonarlos?

Ya no sé quién soy...

Contigo al lado me sentí fuerte, y sin ti, mi fuerza se fue.

Yo abandoné este mundo, porque sin tu calor yo ya no tenía sentido en él. Perdida la esencia de la esperanza, todo era un espejismo. Escapé, pero no pude huir de tu recuerdo. Nadie puede escapar de uno mismo.

Odio cuando pienso en ti y contemplo mi cara transfigurada, llena de tristeza, delante del reflejo de un espejo donde voy a limpiarme las lágrimas. Mis lágrimas derramándose. Ya no me veo; tan sólo observo lo que dejaste y me pregunto donde está el resto de lo que fui.

Huir ya no me sirve de nada. Conservo tu rostro en esa parte del cerebro que algunos llaman memoria y te llevo grabada en mi corazón. Allí donde mueren los sueños de algunos hombres, los míos permanecen con vida, y lo que una vez fue todo el amor que te entregué, ahora es el dolor que alimenta mis pesadillas.

Con cada palabra escrita por mi mano minimizo el dolor. Éste desaparece con cada letra. Pero aún no he logrado limpiar la herida del todo. Vivo en la oscuridad en la que me sumergí, sin saber como escapar de las sombras. Pero hace ya un tiempo que entre las sombras diviso una luz. Huidiza se esconde y reaparece, pero poco a poco encuentro mi camino.

Sé ahora que jamás perdí la fuerza. Que tú no te la llevaste. Que aún estaba dentro de mí.

El dolor que alimenta mis pesadillas poco a poco se consume, sin ser renovado, y las pesadillas se extinguen.

Al final es cierto que el tiempo todo lo cura.

Volveré a este mundo. Te he olvidado. Estoy curado de ti.

Volveré...

... cuando tú no estés.

¡ÁTAME!


Átame, y hazme sentir tu tacto.

Con los ojos vendados, soy tu presa y tu víctima.

Sentir. Sentir el roce de tus largos dedos por mi cuerpo. Sentir su recorrer.

Átame, espósame, y con el mordisco de tus dientes y el roce de tus labios, recuérdame que soy sólo tuyo.

Gírame. Apoya tu cuerpo en el mío. Ponte y descansa encima de mí.

Rodéame ahora con tu calidez y que tus besos inesperados quemen y marquen mi piel.

Utilízame. Enséñame quién manda en este juego del placer. Hazme gemir.

¡Sorpréndeme! Muéstrame tu poder.

Y cuando me liberes y te vayas, lloraré muriendo en tu recuerdo, sin saber quién eres realmente... ni si te volveré  ver.

lunes, 14 de febrero de 2011

PORQUE NADA SABEMOS EL UNO DEL OTRO...


Nada sabemos el uno del otro.

Cada ser humano, un distinto ser. Cada especie viva siguiendo su propio camino. Cada uno sin llegar a comprender.

Te observo, te miro detenidamente, me devuelves la mirada, siento tu mejilla en mi mano, la suavidad de tu piel...

Nada sé de ti. Nada sabemos el uno del otro... pero podemos intentar conocernos.

Vi en aquella mirada tuya, entre ruido, humo y maquillaje, el brillo de la expectación, la duda y el coraje. No sabría decirte... no sabría explicar lo que pude interpretar. Porque nada te conozco aún, aunque sé que te quisiera descubrir. Vi, en aquel momento, por unos instantes, la persona que eras y a la persona que quisiera llegar a conocer.

Intento desnudar mi alma, pero como en un libro con sus palabras, a lo que digo, hago o muestro se le pueden dar mil interpretaciones, y lo mismo puede suceder contigo. Nada sabemos uno del otro. Sin conocernos, las cosas se pueden malinterpretar.

Y sin embargo, algo sé, y es que con el silencio, aunque a veces lo dice todo, generalmente no se suele decir nada. El silencio sólo se entiende cuando ya se conoce a las personas.

Llegados a este punto, ¿qué es lo que escribo, sino tan sólo pensamientos o razonamientos que en sí mismos no conforman todo mi ser? Soy humano, y por tanto dual y contradictorio. Luces y sombras como las que se proyectan en el suelo a través del ramaje y las hojas de un árbol en un día soleado de verano.

Nada sabemos unos del otro. Eres una sombra en mis pensamientos que de una manera fugaz va de un lado a otro. Y así es, porque nada sabemos el uno del otro...

Yo te quisiera conocer y entregarte mi alma para que tú leyeras en ella y decidieras que hacer. Acompañarte para que pudieras saber como interpretar mis actos y los signos que sin querer te muestro. Las señales y los símbolos que proyecta mi cuerpo involutariamente, incapaz de retener lo que siente mi alma y guardan mis palabras.

Conocerse mutuamente y redescubrir el mundo. Frente a frente. Porque nada sabemos el uno del otro.

Desnudando nuestros cuerpos y nuestras almas.

Soy ese ser vivo que está implorando a la memoria de los tiempos, mientras recuerda aquella caricia y se atreve a esperar de nuevo un primer beso, que nos permita conocernos...

Saber quién eres.

RECUERDOS QUE DUELEN AÚN...

"Ámame cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite"...

Hoy me han etiquetado en una foto (cuya imagen adjunto aquí ), donde salía este mensaje. Y este mensaje a despertado en mí un montón de recuerdos.



Parece mentira que después de tanto tiempo, más de dos años, aún sienta esa punzada de dolor en mi pecho y esa tristeza en el interior de mi mente y mi corazón, cuando pienso en ella. Y desearía deciros su nombre, porque lo significó todo para mí, pero me obligaré a callarlo. Aunque como digo, decir su nombre significa hablar de mí mismo y de parte de la esencia que perdí al perderla a ella.

Continúo creyendo que hice lo que debía, que fue lo mejor, sino para los dos, al menos para mí.

No me considero egoísta. Un poco perro, puede, pero no egoísta.

Y sin embargo, considero que en esa ocasión tuve que serlo...

... para mantener mi cordura.

Sé que debí amarla en aquel momento, y de hecho la amaba, pero la tuve que sacar de casa, de mi vida; alejarla, apartarla de mí... y a veces aún me pregunto si podré amar a otra persona tanto como la amé a ella, y tengo miedo de que no pueda. Aunque sé que llegado el momento puede que ame más y mejor.

"Ámame cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite"... Ella no me dijo, exactamente, esta frase nunca, pero me la dió a entender varias veces. Recuerdo cuando a veces, estando los dos tranquilos y charlando alegremente, o tendidos en el sofá abrazados, o en la cama, después de hacer el amor, ella me miraba directamente a los ojos y me preguntaba si la quería. Y yo le respondía que sí, y entonces ella me decía que no entendía como podía aguantarla... Y yo le decía el porqué, y ella me abrazaba. No hablaré ahora de su problema. Sólo quiero dejar constancia de que ella, a veces, cuando estaba bien, era consciente de ello.

Y cuando más me necesitaba... ¿le fallé? "Ámame cuando más lo necesite..." No la dejé de amar, pero la alejé de mí, la aparté... Porque con ella yo lo era todo, pero también me estaba convirtiendo en nada. Y espero que alguna de las personas que lea esto, si es que alguien lo lee, al menos una persona sepa de lo que hablo. Aunque a nadie le deseo vivir ese infierno, aunque soy consciente que casi todo el mundo tiene que pasar por algún tipo de infierno en un momento u otro de su vida. A nadie le deseo saber lo que es vivir con alguien que te hace alcanzar el Cielo, pero que te arrastra también por el Infierno. Vivir con una persona para la que no existen los grises, sino solo los extremos: el blanco o el negro. Una relación que poco a poco te destruye y te esclaviza, pero a la que te sientes irremediablemente ligado, enganchado. El más dulce sueño que se torna en pesadilla, y dulce sueño, y pesadilla, y dulce sueño, y pesadilla... hasta que un día descubres, estando en el dulce sueño que tú consideras que es como estar en el Paraíso, que ya estás esperando con temor a que reaparezca la pesadilla, aún no habiendo llegado...

Con ella fuí lo más feliz que he podido ser nunca, pero también lo más infeliz que he sido jamás...

No sé si alguien lo puede entender o no. ¿Como puede desprenderse alguien de lo que más ama o ha amado jamás? Creo que fue una cuestión de supervivencia... Así de simple.

Y sin embargo, "Ámame cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite"...

Sé que ella me necesitaba. Sé que, por entonces, ella aún me quería. Sé que de algún modo me lo imploraba. Y me lo dijo... me lo dijo varias veces: "Si tú quisieras...", "Si tú me lo pidieras..." Y yo la miraba, y sólo callaba. Sabía que me estaba diciendo que, si yo se lo pidiese, se quedaría. Pero yo callaba, y aunque por dentro sentía como mi corazón se rompía, callaba y me mostraba inflexible. Ya me desmoronaría cuando ella se fuese...

Y cuando llegó el día en que se fue, me sentí aliviado, pero no paré de llorar durante una semana, y después, por las noches, durante mucho tiempo. Perdí la cuenta de los días, aunque no de los meses...

"... porque será cuando más lo necesite". Y cuando me necesitó, yo le fallé. Nos continuamos viendo, y la cosa siempre iba bien de nuevo, por un breve tiempo, pero irremediablemente, en un momento u otro acababa mal. La puerta para volver siempre estaba abierta, pero con el tiempo se iba entornando cada vez más.

Yo sólo ponía una condición para resolver el problema, pero ella nunca la aceptó, aún reconociendo que tenía un problema. Creía que ni los psicólogos ni los psiquiatras iba a resolver nada. Ya lo habían intentado y nunca habían logrado nada.

Ante esto, y por otros motivos que no explicaré, al final nos distanciamos y separamos totalmente.

Pero después de tanto tiempo aún pienso en ella y, a veces, aún creo que le falle.

Y sí, puede ser que le fallara.

Pero también sé que, por una vez, no me fallé a mí mismo.

Como he dicho, todo se reducía a la supervivencia.

domingo, 13 de febrero de 2011

YO Y MI SOMBRA ARCO IRIS


Iba caminando bajo un cielo encapotado, con un torrente de lluvia diluviando encima mío, cuando un rayo de sol entre la tormenta iluminó mi cuerpo y proyectó mi sombra sobre el claro suelo calizo en el mismo momento en que un relámpago destellaba. ¡Extraño fenómeno fue aquél, que transformó mi sombra, coloreándola de los siete colores del arco iris!

Desde entonces, mi sombra ha sido así, ¡diferente! Se encuentra muy lejos de lo que son las sombras oscuras y grises de los demás hombres. No obedece siempre a la naturaleza de la refracción de la luz, ni se inclina donde ella dicte, a no ser que le apetezca. A veces se despega de la misma tierra, para, cuando paseando ve algo que le llama la atención, detenerse y cogerlo con sus dedos. Y así lo coge, mi sombra se me acerca, y extendiendo su brazo me entrega, hoy, una pequeña flor, mañana, un extraño insecto, y pasado, un céntimo sobre el que mi pie se habrá posado inadvertidamente. Y con un gesto, me invitará a examinar aquello que me ha entregado, y descubrir sus pequeños secretos.

Mi sombra es inquieta e inquisitiva, me abriga cuando descanso en soledad, y seca mis lágrimas cuando, estando solo, lloró por algún sueño o amor perdido que quedó atrás. A veces se separa de mi cuerpo por unos breves momentos, y con extrañas piruetas y cambios de forma me arranca una sonrisa, mientras revuelve mi pelo y me acaricia la mejilla, señalando hacia la distancia, para recordarme que más allá siempre hay un mundo más amplio que nos espera, y que por el que debo avanzar.

Y así pasamos los días, yo y mi sombra arco iris. Vamos caminando, ella saltando a menudo a mi alrededor, hacía ningún lugar que podamos concretar. Simplemente siguiendo los pasos de la vida, hasta que averigüemos a dondes nos conducen éstos. Las ilusiones rotas son más frágil que una pompa de jabón en la mano de un patán y ya no queda un lugar donde, libre, navegar. Todo lo que me queda es el fragmento de un refrán, la nota de una canción, la mirada de un lagarto, las palabras del viento y la nota de un ruiseñor... Sueños de color arco iris para mi sombra y para mí.

Y hoy te he encontrado en mi camino, y me he contemplado en ti: un reflejo en tu mirada, en la mirada de tus ojos... tus ojos arco iris... que al verme han visto la verdad, del mismo modo que yo he visto la verdad al verme en tu reflejo de espejo. La verdad sobre mí y mi sombra arco iris. La verdad de que yo, junto mi sombra, soy un único ser.

viernes, 11 de febrero de 2011

UNOS PENSAMIENTOS Y CITAS SOBRE EL AMOR

amor: (Del lat. amor, -ōris). 1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. // 2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. // 3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo. // 4. m. Tendencia a la unión sexual. // ... etc.


UNOS PENSAMIENTOS SOBRE EL AMOR

Las palabras definen el amor. Pero no lo explican.
 
El amor. No sé exactamente porque escribo sobre este tema. Será porque últimamente he vuelto a pensar mucho en él.

A día de hoy, pienso que quizás no vuelva a aflorar en mi corazón con la fuerza y el sentimiento con que lo hizo una vez. Demasiado dolor. Demasiados recuerdos. No me siento incapaz de amar, pero tampoco deseoso de hacerlo. Son las dudas, los miedos, quizás. Pero amar es hermoso... ¡En fin! Aunque lo parezca, no es un tema cursi. También podría haber escrito cualquier otra cosa: algo sobre zombis o psycho-killers, juegos de rol, cocina, la amistad, mitología, espárragos trigueros o mi huerto balconero. Hace tiempo que tengo pendiente hacer un escrito sobre mi familia. Pero me ha dado por escribir sobre el amor...

Yo ya no pretendo entender nada sobre el amor. Sólo me queda descubrirlo, encontrarlo y vivirlo, trabajarlo y cuidarlo. El amor no es algo que se alimente por si solo. A veces aparece de repente, pero hay que sembrarlo, regarlo, abonarlo, mimarlo y permitir que crezca y florezca. Y no una vez, sino siempre, constantemente. En la vida las cosas pocas veces son fáciles, y en el amor suele pasar lo mismo. Y también es díficil amar si uno antes no se ama a si mismo. Aunque es cierto que uno también se ama cuando se siente amado.

Es complicado, esto del amor.

Pienso en el amor, e inmediatamente me vienen una serie de palabras e ideas a la cabeza. Probadlo vosotros mismos. Coged un papel y un lápiz y escribid las palabras que creéis que van ligadas al amor. Las mías son palabras que he aprendido a asociar al amor: Abrazo, Alma, Amistad, Belleza, Beso, Compartir, Comprensión, Conocimiento, Corazón, Desengaño, Deseo, Diálogo, Dolor, Dos, Deseo, Duda, Esperanza, Felicidad, Fracaso, Futuro, Ilusión, Llanto, Lucha, Miedo, Mirada, Mujer, Pasión, Pérdida, Perseverancia, Placer, Reflexión, Respeto, Risa, Ternura, Sexo, Sexualidad, Soledad, Soñar, Vida... Seguro que hay más, pero éstas son las primeras que me vienen a bocajarro. Cojo un papel y un lápiz, aquí frente al ordenador, y las vomito. En su aspecto positivo y negativo. Aún así, sólo explican una parte de él, pero no el todo. Son simples ingredientes, pero no el proceso.

El amor necesita de una serie de ingredientes y hay que cocinarlo a fuego lento.

Y ahora estoy aquí... escribiendo sobre ello y, pese a todo, no diré nada que sea nuevo. Sólo dejaré fluir lo que siento. Necesito compartirlo, porque me desborda. ¿Se busca al amor o es él quién te encuentra? ¿Por qué aparece de forma inesperada y no cuando lo necesitas? ¿Por qué cuando lo hace, a menudo te ataca desde varios frentes, haciéndote dudar a cual elegir? El amor es despiadado. A veces no da tregua, no te deja descansar y te pone a prueba... Sin embargo, en este mundo nada es seguro. A veces para amar hay que luchar. Para sentirse amado hay que arriesgarse. Desnudar el corazón... La cosa que más teme el hombre, desnudar el corazón y mostrarse tal cual es, un alma imperfecta, humana.

Yo no sé del futuro. Puede que el amor funcione, puede que no, pero ese es un riesgo que debe asumirse. No yo. Cualquiera. Puede ganarse todo, o perderlo antes de haber ganado nada. Puede que sea lo que uno busca, o puede que uno se equivoque. Puede que aparezca un amor nuevo, o que algo que ya está ahí cobre un nuevo significado, porque el amor a veces es inesperado, variable, impredecible y traicionero. A veces aparece repentinamente, y a veces requiere de mucho tiempo antes de que siquiera germine. Algunas veces un simple gesto, una mirada, una palabra de afecto bastan para desencadenarlo.

No dudo que si pudiéramos elegir, casi todos hubiéramos querido encontrar al amor de nuestra vida al principio de nuestra juventud, y al primer intento. Algunos tuvieron esa suerte. Yo no la tuve. Muchos de nosotros aún buscamos ese camino que esperamos que algún día nos lleve a alguna parte. Simplemente compartir...


Sin embargo, es cierto que de cada relación se aprende. Un amor no puede ser comparado con otro. Algunas cosas son comunes. Otras, diferentes. Algunas cicatrices se curan, y otras permanecen largo tiempo. Quizás siempre. Yo eso no lo sé. Cada uno de nosotros es distinto. Yo, del amor, he aprendido mucho, pero no he llegado a comprenderlo.

Lo único que puedo hacer, en este caso, es vivirlo.


UNAS CITAS SOBRE EL AMOR

A continuación os dejo unas cuantas citas. Algunas de ellas hablan del amor. Otras no. Pero en mi caso personal, esas otras que he puesto aquí son aplicables, fácilmente, a algunos de los sentimientos que me despierta el amor. Simplemente son frases que me han hecho reflexionar en algún momento. ¡Ahí queda eso!

• “Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer.”
Antonio Machado (1875-1939), poeta español.

• “Aprender es como remar contra corriente: en cuanto se deja, se retrocede.”
Benjamin Britten (1913-1976), compositor británico.
Nota personal: En el amor nunca se debe dejar de aprender: sobre uno mismo, sobre el otro, y sobre la relación en si misma. Olvidar eso es perderlo, retroceder o quedar estancados.

• “Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender.”
Charles Dickens (1812-1870), novelista británico.

• “El amor es una realidad en la esfera de lo irreal.”
Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord (1754-1838), diplomático y estadista francés.

• “A una pequeña chispa sigue una gran llama.”
Dante Alighieri (1265-1321), poeta italiano.

• “Estamos siempre inclinados a creer aquello que anhelamos.”
Demóstenes (385-322 adC.), orador griego.
Nota personal: ¿Cuantas veces no nos habremos querido engañar a nosotros mismos no queriendo ver lo evidente, con tal de salvar nuestro amor? Muchas historias han durado más de lo que debieran a causa de nuestro propio autoengaño, por querer evitar que suceda lo que a veces es inevitable.

• “En la pareja, como en todo, hay que trabajar para seguir adelante.”
Elton John (1947-¿?), cantante y compositor británico.

• “Amor es ese afecto desengañado que sobrevive tras un instante de baba.”
Emile M. Cioran (1911-1995), ensayista rumano.

• “Parece que las dificultades están ahí sólo para ser vencidas.”
Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822), escritor alemán.
Nota personal: Así es en el amor. Si uno no está dispuesto a vencer las dificultades, lo demás está perdido.

• “A veces hay que estropear un poquito el cuadro para poder terminarlo.”
Eugène Delacroix (1798-1863), pintor y grabador francés.

• “Todo lo que no se comprende, envenena.”
Eugenio d´Ors (1882-1954), ensayista, crítico de arte y filósofo español.

• “La razón habla, y el sentido muerde.”
Francesco Petrarca (1304-1374), poeta y humanista italiano.

• “La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persisitir, sino en la de volver a empezar.”
Francis Scott Fitzgerald (1896-1940), escritor y novelista estadounidense.
Nota personal: Lo mismo sucede con el amor.

• “Una amistad reanudada requiere más cuidados que la que nunca se ha roto.”
François Alexander, Duque de la Rochefoucauld-Liancourt (1747-1827), político y escritor francés.

• “La belleza es un acuerdo entre el contenido y la forma.”
Henrik Ibsen (1828-1906), dramaturgo noruego.

• “Cuando se quiere dar amor, hay un riesgo: el de recibirlo”.
Jean-Baptiste Poquelin, Molière (1622-1673), dramaturgo francés.
Nota personal: A veces la parte más difícil del amor no está en darlo, sino en recibirlo.

• “La poesía se escribe cuando ella quiere.”
José Hierro (1922-2002), poeta español.
Nota personal: Creo que lo mismo sucede con el amor.

• “El amor, más que un poder elemental, parece un género literario.”
José Ortega y Gasset (1883-1955), filósofo y ensayista español.
Nota personal: Se ha escrito tanto sobre el amor. Acaba perdiendo parte de su realidad, mitificado, ya no sólo por la poesía, la literatura o el cine, sino por nosotros mismos.

• “No hay cosmética para la belleza como la felicidad.”
Lady Marguerithe Blessington (1789-1849), novelista y escritora británica.

• “En el amor es en lo mismo que en la guerra; plaza que parlamenta, está medio conquistada.”
Marguerite de Valois (1552-1615), reina de Francia.

• “El corazón es centro, porque es lo único que de nuestro ser da sonido.”
María Zambrano (1904-1991), filósofa y escritora española.

• “El amor es como la fiebre: brota y aumenta contra nuestra voluntad.”
Marie Henri Beyle, Stendhal (1783-1842), escritor francés.

• “La pérdida de nuestras ilusiones es la única pérdida de la que nunca nos recobramos.”
Marie Lousie de la Ramée, Ouida (1839-1908), novelista británica.

• “La vida es como el café o las castañas en otoño. Siempre huele mejor de lo que sabe.”
Maruja Torres (1943-¿?), periodista española.

• “La declaración lisonjera que más agrada al amor no está en lo que se dice, sino en lo que se escapa.”
Ninón de Lenclos (1620-1705), cortesana francesa.

• “En amor, las disputas valen más que el elogio.”
Pierre-Carlet Chamblain (1688-1763), novelista y escritor francés.

• “No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad.”
Platón (428-347 adC.), filósofo griego.

• “Un poco de belleza es mejor que el dinero y la propiedad.”
Proverbio persa.

• “El cultivo de los amantes hace renacer el amor.”
Publio Ovidio Nasón (43 adC.-18), poeta latino.

• “Los mayores momentos de la vida vienen por sí solos. No tiene sentido esperarlos.”
Thorton Wilder (1897-1975), escritor estadounidense.
Nota personal: Pero sí tiene sentido buscarlos. Aunque realmente la experiencia me ha enseñado que aparecen cuando menos te lo esperas.

• “Las ilusiones sostienen el alma como las alas a un pájaro.”
Victor Hugo (1802-1885), escritor francés.

• “El romper de una ola no puede explicar todo el mar.”
Vladimir Nabokov (1889-1977), escritor estadounidense.
Nota personal: No se puede desistir por un fracaso. Una mala experiencia no puede explicar una nueva relación, ni esta nueva relación basarse en aquella mala experiencia.

En fin, lo que ya he dicho antes... ¡es complicado esto del amor!

jueves, 10 de febrero de 2011

PROMESAS DE FELICIDAD SIN SACRIFICIO

PROMESAS DE FELICIDAD SIN SACRIFICIO
Disquisiciones personales y un punto de locura...


No escuches las promesas de libertad y felicidad que te lanza el viento. No existe la felicidad ni la libertad sin sacrificio.

Me dijo el agua que para ser libres, uno debe empezar a renunciar a sí mismo para encontrarse de nuevo libre de ataduras. Uno debe de ser capaz de abandonar lo que tiene para verse desnudo, desprotegido y no avergonzarse de ello. La fuerza no está en las armaduras, escudos y barreras que nos ponemos, sino en la propia desnudez.

Así, el agua, sigue su curso. Puede que le pongan barreras, que la tierra se seque, pero el agua seguirá su curso. Se filtrará en la tierra, en la grieta, o irá llenando la presa que retiene su camino hasta pasar por encima de ella o se le permita de nuevo seguir su camino.

Me dijo esto el fuego: ¿Eres capaz de contemplar tu propia alma sin avergonzarte? ¿Eres capaz de enfrentarte a tus dudas y a tus miedos? ¿Puedes decir yo he hecho todo lo posible por ser verdaderamente yo mismo, libre de mis propios perjuicios? ¿Quién soy en realidad? Pon todo tu empeño por hacer arden las llamas de tu alma. Sé la luz de ti mismo.

Me miré, me contemplé y quise nacer de nuevo.

Nacer de nuevo sabiendo lo que ahora sé.

Miré al hombre, y lo que vi fue esto. Mucha gente decía amar, pero en realidad no amaban a nadie más que a sí mismos. Y aún así éste era un amor falso y estéril, porque nada bueno les traía. Un amor muerto que les impedía evolucionar más allá de lo que eran, impidiéndoles llegar a ser todo aquello que podían ser.

¡Cuantos de ellos decían amar a alguien y, sin embargo, mientras lo decían buscaban un nuevo amor más allá que los llenase de verdad, sin ser capaces de renunciar a lo que ya tenían! Sólo vi a cobardes... ¡Cobardes de corazón impuro que esperan encontrar una mejor oportunidad sin ser capaces de abandonar lo que ya tienen para encontrar algo mejor! Vi su miedo al fracaso... Algunos de ellos eran capaces de verlo y reconocerlo en si mismos, pero otros andaban cegados por la sombra de su egoísmo o egocentrismo. ¡No quieren perder lo que verdaderamente no les satisface del todo porque creen que es mejor tener eso que nada! Y al hacer ello forjan una dura cadena que los retiene. Nadie es libre del todo hasta que no se enfrenta a sus miedos. Somos esclavos de nuestros deseos, engañándonos a nosotros mismos y a los otros.

Pero los veía a ellos y me veía a mí mismo.

El viento susurraba a mi oído contándome y mostrándome falsas promesas hechas simplemente de materia. Pero sin libertad y sacrificio sabía que no eran nada, sólo aire vacío. El reflejo de sueños rotos.

Hablé con la tierra y escuché a los árboles que con sus raíces buscaban la sabiduría perdida. Hay un mundo más allá de lo material. Materia y espíritu son uno, pero la felicidad difícilmente se consigue si no hay paz. La libertad es otra cosa...

¿Si crees que existe algo mejor, porqué te sientes incapaz de abandonar lo que ya tienes y te aferras a ello, aún sabiendo que en realidad te quieres deshacer de todo ello para lograr alcanzar ese algo? Es el miedo... El miedo de perder lo que ya se tiene y quedarse sin nada. Aunque ese algo no sea suficiente. Pero si no se busca lo que uno verdaderamente quiere, ¿no serás como ese árbol, matojo o hierba que se alimentan de una tierra infértil, y que de ese modo se debilita, marchita y finalmente muere? Miedo a perder, sentir y saber que al menos se tiene algo, aunque ese algo no te satisfaga lo suficiente. Se mantiene así un engaño perpetuo hacia ti mismo, pero a menudo también un engaño hacia los demás. A poca gente le gustan las apuestas a ciegas si ello les conlleva perderlo todo. Y sin embargo, de este modo tampoco se gana nada.

Pero no es solo el amor, ni hablamos únicamente de parejas infelices.

Me quedo sólo y pienso...

Muchos son los que dicen tener sueños, ¿pero cuántos de nosotros se sacrifican verdaderamente por ellos? Los mayores logros no llegan solos, sino que deben buscarse y luchar por ellos. ¡Locos! ¡Estúpidos! Así os llamarán aquellos que ya renunciaron a los suyos hace tiempo. Os dirán que muchas otras cosas son mejores que vuestros deseos e ilusiones, que hay cosas mejores que vuestras esperanzas. Es el viento vacío que os habla. Os ofrecen promesas de aire, espejismos... La droga de falsas ideas y palabras. Y muchos de vosotros lo acabaréis creyendo y renunciaréis a quienes verdaderamente sois. Renunciaréis a vuestra esencia, abandonando así vuestros sueños, y os convertiréis en las ideas imperfectas de otros. Un muerto más en vida en este rebaño de desilusionados autocomplacientes que creen ser felices porque han satisfecho sus necesidades mas superfluas. Seres huecos.

¿Cuáles son vuestras auténticas necesidades? ¿Os habéis detenido a pensar en ello? Comer, beber, dormir, tener sexo... Pero más allá de ello, ¿cuál es la verdadera necesidad de vuestro espíritu? ¿Quiénes sois y quienes queréis ser? ¿Fluís vosotros por la vida, o ella fluye por encima vuestro? ¿Dónde está vuestro espíritu guerrero? Se extinguió... Pero quizás, y digo sólo quizás, aún queda en vosotros una pequeña llama, un rescoldo que lucha por no ser apagado. Lo malo de las pequeñas llamas y rescoldos que anidan inquietos en vuestro corazón es que si soplas demasiado fuerte pueden avivarse o apagarse para siempre. ¿Qué haremos? ¿Nos encerráremos en nosotros mismos o abriremos nuestras alas? Un soplido lo pude significar todo, pero sin ese aliento, la llama se extinguirá seguro. Puede que más lentamente, pero lo hará... ¿Hay algo que amas más que lo que ya tienes? Pues no te aferres a lo que tienes y no te satisface, y lucha por conseguir lo que verdaderamente quieres. Independencia e individuo no significa estar fuera del grupo. Simplemente significa no dejarse arrastrar por él, ni diluirse en la multitud. Ten ideas propias y ayuda que los demás se formen las suyas. Aconseja, pero no intentes cambiar e imponer tus ideas a los demás.

Ni siquiera yo soy libre. Yo también estoy atrapado en esta trampa. Pero aún me queda consciencia y conciencia. En su momento renuncié a lo que era mío y lo sacrifiqué todo por una apuesta que no era segura. ¿Perdí? No lo sé, porque aunque no soy más feliz ahora que entonces, me sé más libre que nunca.

Sacrificio. Ese es el precio que se debe pagar. Perder una parte de ti para ser tú mismo más ahora que antes.

Buscar la libertad es amargo, y encontrar la verdadera felicidad, aquella que nace del espíritu y nutre nuestra alma de individuo no nada es fácil. No hablo de una felicidad basada en el letargo de los sentidos, sino de aquella felicidad que te los despierta más allá de lo que creíste. No te hablo de la felicidad de poseer lo material, sino de algo que le dé sentido a nuestra existencia.

Sé que un día moriremos y, si no es repentinamente, ni hemos perdido la razón siendo solo sombras delirantes, mientras nuestra vida se apaga nos preguntaremos si realmente hemos sido felices. Si realmente vivimos. Si llegamos a vivir de verdad o simplemente nos limitamos a estar. ¿Qué se sentirá al morir postrado sabiendo que te has equivocado? ¿Qué se sentirá al saber que no hicimos todo lo que debiéramos haber hecho? ¿Qué se sentirá al saber que ni siquiera lo intentamos? Lo peor de todo será saber que ni siquiera lo intentamos...

Hablo en plural, y sin embargo me hablo a mí mismo... Yo tampoco soy libre del todo. He roto ya muchas cadenas, pero aún siento cadenas que me retienen y atan. Y buena parte de lo que busco aún no lo he encontrado. Pero cuando una de las cadenas que me ata por fin se quiebra, cobro más fuerza para emplear contra las demás. Quizás es una lucha que nunca acabe. Pero mientras, siento que las cadenas se van rompiendo, y lentamente los eslabones que las forman se van quebrando.

Soy un espíritu que quiere volar. Y al final, no habiendo escuchado las promesas de libertad y felicidad que me hizo el viento, seré capaz de volar por encima de él. Una semilla de diente de león al viento...

¿Quién es más loco, aquél que lucha por sus sueños, o aquél que renuncia a ellos?


SIN DESTINO


¿Donde empiezan los sentimientos? Allí donde acaban las mentiras. Engañarse a sí mismo es el peor de los delitos.

Escondidos tras disfraces de autocomplacencia la mayoría de los hombres se dedican a contemplar su ombligo creyéndose en su vago narcisismo el centro de su propio mundo. No sienten, murmuran, creyendo que son lo que no son, que desean lo que en realidad no necesitan, y que aquello que en realidad necesitan es superfluo frente a sus vanas necesidades, creadas, únicamente para alimentar su ego a través de sus sentidos físicos que los adormecen.

Hedonistas que se han olvidado que es verdaderamente amar, encerrados en su amor propio. Egocéntricos que babean al contemplar su propio reflejo distorsionado.

Amarse a sí mismo es necesario para amar al resto de los hombres, y aún os diré que al resto del mundo. Pero cuan fácil caen algunos en la trampa, y acaban amándose únicamente a sí mismos, perdiendo entonces de vista la hermosura del resto del mundo. ¿Quién deshace la madeja? ¿Quién sigue el hilo?

A veces una gran tristeza me embarga, perdido aquel sueño en que confié y que viví por un tiempo. Yo amé, sentí y amando me sentí vivo. ¿Qué soy ahora? Sólo un hombre perdido, una sombra de lo que fui, buscando su camino. Un rumbo fijo, pero con el norte perdido, siguiendo adelante sin saber a donde me van a llevar mis próximos pasos.

Voy persiguiendo aquel hilo que perdí, buscando formar un nuevo ovillo. No hay refugio en la luz, donde todos quedamos expuestos. No hay refugio en la oscuridad, donde nada vemos. Pero prefiero mostrar mis heridas, dejar que éstas se curen bajo la luz del sol, que esconderme en las tinieblas reparadoras. Nadie es del todo libre si no sabe por donde navega.

Se equivocan los que dicen que al final sólo nos tenemos a nosotros mismos. Recuerdo una vida en la que no existí jamás y un mundo en el que no estuve. Hay un lugar para el todo y un sitio para la nada.

Lo siento, pero a pesar de todo, te amo, mundo. Sé que te quiero, y que aquí, en este tiempo y este espacio está mi sitio. Mi lugar es éste, aunque ande perdido y desorientado. Éste es el sitio y el lugar en que nazco día tras día, perdido en mis pensamientos, intentando encajar las piezas de un puzzle cuyo dibujo no sé ver.

Y en el sin sentido de todas mis palabras que ahora te escribo, está el sentido de lo que soy y de lo que siento. Porque al final lo que importa no son las palabras, sino los sentimientos.

Contemplaré tu naturaleza y me dejaré cegar por tu belleza, perdido, caminando, avanzando... sin destino.

miércoles, 9 de febrero de 2011

VACÍO


Vacuo y vacío me siento, perdido en mi soledad... Vacío de contenido, pero no de sentimientos, conservando aún mi serenidad.

Los sueños no están perdidos, pero sin embargo cada vez es más difícil soñar. El pasado es el pasado, y eso ya lo dejé atrás. Y sin embargo es ahora, el presente, lo que me provoca esta vaciedad.

Hay un vacío en mi cuerpo. Un hueco allí donde antes estaba mi corazón. No duele porque está vacío, y se soporta mejor que el dolor. Pero, aún así, algo le falta a mi alma y es que no la supe llenar de ti ni de yo.

No es un vacío que absorbe. Sólo es un vacío que no está. Una pieza que no encuentro, aunque supongo que alguna encajará.

Meto mis puños en ese hueco, y mis manos buscan y solo sacan sombras y oscuridad. Rezuma cual légamo negro, y una lágrima negra sale de una ocular oquedad.

Que insustancial se vuelve todo. El mundo sólido sólo es materia gris. Un mar de cenizas con extrañas formas, cuyos colores hace ya tiempo que perdí.

Sólo tu luz me aguanta y sustenta, pero frágil y lejana la veo. Tu luz que no sé si se aleja, o es que se apaga por momentos.


FORJADO CON EL METAL DE UN CORAZÓN MARCHITADO

Forjado con un metal olvidado, mi corazón muerto todavía palpita con la chispa de la vida, una pequeña llama que arranca el fuego de aquel calor interior extirpado de la luz de miles de estrellas extinguidas.

Forjado a base de los golpes de martillo de aquel dios nórdico del trueno, el metal tomó forma para albergar, en ese corazón de caparazón blindado, a mi alma rebelde, que osó soñar contigo y con aquellos sueños que están vedados a los hombres.

Forjado con fuegos que queman y extingen la misma existencia, relegándola a un olvido tal que incluso su nombre y recuerdo desaparece del pensamiento, de los recuerdos y la memoria de los árboles y las piedras, o de la misma palabra escrita o impresa por el hombre, mi espíritu desaparece.

Pero aunque mi aniquilación sea absoluta, ten por cierto que el deseo de vida que me impulsa siempre me traerá de regreso a ti, ¡oh, mi amada!, pues tu nombre es el ancla que me arrastra de nuevo a la existencia, permitiéndome regresar de la nada a tu lado.

Y aquellos mismos dioses que me han desterrado, con el mismo metal que ellos forjaron, temerán el filo de la espada a la que di forma con el cascarón de mi corazón marchitado.

S Y EL ÉXTASIS

No te olvido.

Tú eres mi espina y mi tortura.

Te quise por lo que eras. La chica de las cortezas de los árboles. La princesa de blanca piel. La que me miraba con sus profundos ojos verdes y me preguntaba como te podía querer, como te podía aguantar, con tus siempre repentinos y constantes cambios de humor, tus gritos o insultos. La que me despertaba casi cada noche cuando gritabas, desesperada, a causa de tus pesadillas. La que me abrazaba cuando menos me lo esperaba. La que yo acariciaba en el sofá del comedor, cuando estaba leyendo y tú, con tu cabeza apoyada en mi regazo, estabas mirando algún programa en la televisión. Mi cielo y mi locura.

Compartimos tantos momentos juntos. Nuestros paseos por el campo. Nuestras visitas a Barcelona o a pequeños pueblos recónditos, y aquellos largos paseos a orillas de la playa. Nuestras cenas o comidas románticas acompañadas de un buen vino. Llenastes la casa con tus cantos y tus risas. Impregnaste mi cama con tu aroma. Dejaste las paredes de este hogar grabadas con tus gritos de placer.

Pienso en eso y no te olvido... y entonces recuerdo nuestros juegos privados en el hogar.

Me dominabas y yo era tu esclavo. Yo era tu dueño y tú me obedecías, sumisa. Cada uno interpretó su papel en esta exploración incesante que hicimos del placer.

¿Cuantos juegos de éstos cometimos en nuestra cama, en la cocina o el comedor? Contigo descubrí nuevas sensaciones que ahora no se borran de mi memoria. Te amé hasta la cúspide del deseo, el amor y la adoración. Me tenías a tu merced.

Te amé entre velas, incienso y consoladores de cristal.
Yo vestido y tú desnuda.

Recuerdo cuando te dejaba esposada, vestida únicamente con tu piel, en la cama, los ojos vendados por una cinta de seda negra y tu collar de frío acero que te señalaba como mía. Una sesión en la que yo exploraba el sentido de tu tacto a través de toda tu piel, recorriendo tu cuerpo con mis dedos, mis manos, mi lengua y mis dientes, probando cada centímetro de esa dermis nívea y suave, ya fuera de tu rostro, tus hombros, tus brazos, tus manos, tu pechos, tu vientre, tu espalda, tu culo, tus piernas o tus pies. Me entretenía en tu cuello, en tus párpados, en tus orejas y en aquella cicatriz en tu pelvis de la que tanto te avergonzabas, pero que yo adoraba, debido a un accidente de tráfico en tu infancia. Bebiendo del licor de tu saliva y de tu sexo, probando los sabores y aspirando los aromas de todo tu cuerpo.

A veces, en estos lances, yo me iba desnudando y quitando la ropa excitado. Te iba rozando con mi miembro erecto pero no te penetraba, mientras tú, cegada por aquel pañuelo negro, me buscabas con tu cuerpo y tu sexo hambriento. Yo jugaba, no me dejaba llevar fácilmente; disfrutaba más de tu contemplación, viendo como me buscabas desesperada, y observando como yo era capaz de dominar mi deseo y manejar el tuyo a mi antojo. Hacía que cada instante ocupara su momento y lo alargaba, para que tu placer fuera tornándose en algo intenso y que pareciera que no iba a acabar jamás.


Buscaba diversos objetos que hallaba por la casa y con ellos te exploraba. Desde una pluma, un trozo de tela, un rodillo de masajes o el calor de aceites y ceras. Desde una espátula de cocina a alguna fruta dulce y fresca que traía de la nevera. Unas llaves, una cadena, un cuchillo... El golpe repentino de una palmada, el mordisco tierno en un pezón, el frío de un cubito de hielo en tu espalda. Aquellos objetos de cristal, consoladores vítreos que recordaban a caramelos. Las sensaciones te invadían con cada uno de esos objetos y las cosas que te hacía. Nunca sabías cuando ni por donde llegaría y tu oído estaba atento y tu piel expectante esperando mi próximo movimiento; sin saber que sería, si una caricia o el leve dolor que te conduciría al éxtasis y que te haría gemir o bramar extasiada. A veces se nos escapaban las risas con estos juegos y nos costaba parar o tomárnoslos en serio... Otras, nos dejábamos transportar y un “¡No!” o un “¡Para!” era un “¡Sigue!” o un “¡Te quiero!”. Y así jugábamos y pasaban las horas. Me encantaba ponerte en ese punto en que tú deseabas más y yo te daba lo justo, aumentando así tu deseo y desesperación, viendo como me implorabas para que te lamiera, te besara, te tocase, te penetrase o metiera alguno de aquellos largos ojetos en tu cuerpo. Haciéndome promesas de que si te satisfacía en ese momento me darías lo que te pidiera...

Y cuando estavas a punto de alcanzar tu clímax, yo desaparecía. A veces un par de minutos, alguna vez más de media hora. Te dejaba allí atada, abandonada. Puede que a veces antes de irme cogiera alguno de aquellos juguetes de látex o cristal y te dejara con ellos, llenando tu cuerpo, tus manos esposadas tras tu espalda. Cerraba las puertas y con toda la calma del mundo me iba al comedor y leía alguna cosa tranquilamente o ponía el televisor; o quizás me iba a la cocina y te preparaba alguna cosa, un zumo o algún cóctel de frutas que luego te daría con mis propias manos, cuando regresara, sin liberarte aún. Dejaba que pasase el tiempo mientras tú me esperabas expectante durante minutos, no sabiendo si cuando volviera te llegaría una caricia, una palmada en tus nalgas, o el frío o el calor de algún nuevo objeto, o la caricia de alguna nueva y suave textura encontrada por algún rincón de la casa.

Pasado un tiempo, a veces yo regresaba sin hacer ruido y allí estabas tú, en silencio, expectante aún. En la misma posición en que te había dejado, que no siempre era cómoda. Yo te contemplaba y seguía las formas de tu cuerpo con mi mirada. Tu piel blanca, casi tan clara como la leche. Tu cabello corto. Tu cintura de avispa afilada. Tus piernas dobladas mientras tu rostro se apoyaba contra la almohada. Y te observaba sigiloso y callado, en la misma posición en que te había dejado, recorriéndote lentamente con mi mirada, sin que tú supieras que eras observada. Lentamente me acercaba a ti y, estirando mi brazo, solo posaba mi dedo en medio de tu profundidad más sagrada, tocando el botón de tu placer. Un simple toque, y te veía enloquecer, gimiendo. Un orgasmo crecía intenso en menos de un segundo. Hasta ese punto te dominaba.

Cuando te quitaba la venda, después de que caías sobre el colchón casi desmayada y sin fuerza, tú me implorabas. Tu cuerpo desnudo, tú, atada. Yo vestido. Era tu dueño. Me pedías que te llenara, que te tomara y yo simplemente te observaba y te decía, cogiéndote del rostro con mi mano, que no. Que no eras tú quién pedía, que solo me obedecías y eras mi esclava. Y tú seguías, prometiendo que harías todo lo que yo quisiese. Pero yo no me movía, contemplándote desnuda, yo vestido, de pie, y tú tumbada. Y cuando por fin te sosegabas, y ya parecías más calmada, te quitaba las esposas y te liberaba, y con un susurro te decía en el oído que si querías mi cuerpo, que te diera placer, te lo ganaras.

Y siempre, a tu modo y manera te lo supistes ganar... Supistes como buscarme y entonces eras tú la que me dominabas y yo tu esclavo. De lo que hacías o de lo que acontecía después, para hacer perderme ya no cuento nada, porque eso por sí mismo ya es otra historia, cuando, olvidados los juegos, era la pasión y el amor lo que nos unía.

No sé, puede que quizás otro día vuelva a escribir sobre como eran las cosas cuando eras tú la que me dominabas, y era yo el de los ojos vendados y las manos esposadas.

Veo así que soy sadomasoquista. Sádico porque me torturo con tu recuerdo y masoquista porque aún disfruto de todos esos momentos que ya se perdieron.

Y ahora, mientras pienso, me miro sólo frente a este espejo del alma que es este monitor en el que veo lo que escribo, y pienso, no ya en ti, sino en aquella chica que espero que venga y llegue en algún momento indeterminado de mi vida borrando tu recuerdo. Cada relación un sueño distinto. Cada relación, un nuevo comienzo. Y me pregunto, con esta otra persona, que nuevos juegos descubriremos.

martes, 8 de febrero de 2011

VUELO EN EL VACÍO

Esperé que alguien me rescatara de esta solitaria isla, hasta que entendí que el único modo de escapar era escapando yo solo...

No bastaba con estar vivo y existir, si lo hacía de ese modo...

Me lancé al vacío y escapé de mi isla; lanzándome al vacío, dejándola atrás.




Di mi primera brazada en el aire... flotando, nadando en él.

Nadé.

Y el tiempo pasó...

...

He nadado, he nadado mucho, he nadado hasta que creí morir...

Encontré otras islas. Otra gente. Cada una con su propia isla...

Algunos habían muerto allí, y otros eran muertos en vida, que no querían huir ni escapar...

Otras islas, con otros naúfragos como yo.

Hablé con algunos de ellos. Otros no quisieron hablar. Para unos más yo era poca cosa menos que un fantasma, un sueño o una alucinación... Pero así fue: hablé con algunos de ellos. Cada uno es libre de escapar de su isla, les dije. A unos los pude ayudar con mis palabras, pero otros no quisieron ser ayudados. De todos ellos aprendí algo, una pequeña enseñanza, algo que me permitía llegar cada vez más lejos con cada brazada que daba en el vacío.

He nadado lejos... muy lejos y largo ha sido el camino en el vacío hasta llegar aquí...

Seguí el camino que me marcaron las estrellas. Aquellas estrellas que tantas veces había contemplado, pero cuyo significado había olvidado, hasta que, en otra isla, una bruja, una mujer sabia, que contemplaba un mar embravecido en el aire que rodeaba a su roca, me animó a volver contemplar su luz.

Así abandoné aquella isla rodeada por un mar aéreo y seguí aquellos hilos de luz que me mostraron las estrellas. Unos hilos que no veía pero que me conducían hacia ti...

Y nadé y nadé de nuevo en el aire durante las horas, los días y los meses que transcurrían inexorablemente en el tiempo...

...

Y ahora te he encontrado en tu isla y sólo sé que quiero quedarme junto a ti, haciéndote compañía o decirte que corramos el riesgo y los dos escapemos juntos, lanzándonos al vacío cogidos de la mano, para caer o ir más lejos de lo que nadie ha llegado jamás...

Dos espíritus en el cielo...

He nadado hasta llegar a ti...

lunes, 7 de febrero de 2011

EL ÚLTIMO BESO

Escribí a una amiga algo sobre el amor...

Creo que a veces muchos de nosotros nos hemos lamentado alguna vez, o puede que varias, por alguno de esos amores perdidos que hemos tenido en la vida.

Pocos son los afortunados que han tenido un único amor y han podido convivir con él siempre, mientras la vida los ha mantenido a ambos de pie.

Hablamos, mi amiga y yo, de los amores perdidos:quizás de la persona que nos dio nuestro primer beso, o aquélla con la que por primera vez compartimos una vida en común; la persona que logró llenarnos de una alegría jamás superada y que decidimos que era nuestra alma gemela, no dando a nadie más una nueva oportunidad de conquistarnos, porque se la acabamos otorgando únicamente a alguien que en realidad ya no existe sino en nuestros corazones; una exclusividad que quizás no merecía, cuando un día, inesperadamente, las cosas se empezaron a torcer, y sin saber exactamente como, se creó un abismo y distancia entre los dos, cuyo resultado fue el abandono... o puede que fuéramos nosotros los que las abandonamos a ellas, no dispuestos ya a sufrir más dolor.

El primer beso. Fue al oír estas palabras, saliendo de la letra de una canción que me enviaron, cuando pensé sobre ello.

¿Importa acaso, me pregunto yo, quién nos dio el primer beso, cuando de hecho esa persona ya no está a nuestro lado? ¿Importa tanto, esa persona, cuando ya se apartó de nuestra vida? No pretendo menospreciar de ningún modo aquellos amores que han sido, o son, pero es absurdo desperdiciar nuestro presente con recuerdos que sólo nos hacen daño y ya no nos aportan nada. Tenemos un presente y un futuro por vivir. El resto son las cenizas que nos quedan.

Así, creo y pienso ahora, que el beso más importante, quizás con en el que más deberíamos pensar y reflexionar, no es el primer beso que dimos o recibimos, ni aquéllos que vinieron después, sino el último beso.

El último beso que recibimos o que dimos... el último beso que compartimos.

¿Qué nos hizo sentir ese último beso, el beso más inmediato y cercano que tenemos en el tiempo?

¡Un beso debe hacernos sentir!

Un beso no debe ser una mera rutina. La importancia de un beso no está sólo en el placer, sino en lo que significa. Un beso es como la gran S en el pecho de Superman, un beso es un símbolo. El símbolo de nuestro amor. El símbolo de nuestro afecto. Puede no serlo, claro, como una S no es necesariamente el símbolo de nada, tan sólo una letra más. Pero nuestros besos debieran ser como la gran S en el pecho o la capa de Superman. Un símbolo no sólo de lo que somos, sino de lo que queremos ser. Pero me pierdo, yo ahora hablo de besos y significados, de amor y metáforas. Puede, incluso, que el último no fuera un beso por amor, pero que nos aportara algo, algo importante. Importante, bueno y positivo.

No me hagáis caso, al final todo son palabras.

Pero pensad en el último beso de vuestro pasado más inmediato, y en lo que ha significado en realidad. No comparéis con aquel amor perdido tiempo ha. El ahora. El ahora es lo que importa... Yo aún recuerdo esos labios húmedos y esa mirada, y sé que lo que he recibido no es un beso vacío, del mismo modo que no lo eran sus dientes cuando mordían mis labios.

No me importan tanto los besos anteriores, cuando pienso en ese último beso.

Y miro a un pasado que se junta con este presente, y contemplo el valor de ese beso en su desnudez.

Porque cuando pienso en besos, y hablo del último beso, prefiero no mirar al futuro, porque espero que habrán muchos más besos y mejores aún.

Pero al final de todo, el último beso. El último beso que recibimos es el mismo para todos: el beso de la muerte, que nos roba el último aliento.

Y puede que en esos últimos instantes de nuestra vida, cuando ésta nos abandona lentamente, hagamos un repaso rápido de  todo lo que hemos vivido, como a veces sucede, y estando en ello pensemos en eso, precisamente, en el último beso que dimos y en cual fue su significado. Si estuvo teñido de amor o amargura, de cariño, afecto o resignación, de perdón o engaño, o fue tan sólo un gesto vacío.

Y puede ser que ese significado que le demos a ese beso sea el que marque ese instante final que es el cielo o el infierno, antes de que desaparezcamos en la nada más absoluta.