jueves, 31 de julio de 2014

MUNDOS PROPIOS: CRECIENDO DÍA A DÍA.

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Creciendo día a día. Sin vosotros, no hubiese sido posible. Desde mi blog, "Mundos propios", quiero daros las gracias a todos los que habéis hecho esto posible. He aquí los datos en el preciso momento en que se cerraba el mes pasando de julio a agosto:
* Visitas desde su creación (febrero de 2008): 676.511
* Visitas durante el mes de julio de 2014: 42.165


¡Tengo que decirlo! ¡Gracias a todos los que habéis permitido que esto sea posible! Ya sea por casualidad, o porque hayáis llegado a este blog mediante alguna búsqueda a través de Google o cualquier otro buscador, a través de algún foro o algún link perdido en cualquier otro lugar, ¡gracias!

Reconozco que ver estas cifras me empujan a continuar escribiendo -aunque creo que lo haría de todos modos-, y hacerlo cada vez más y mejor, aunque lo cierto es que cada vez dispongo de menos tiempo que me lo permita tanto como me gustaría. Sin embargo intentaré continuar ofreciendo tanto artículos que puedan interesar a algunos -como son los extensos artículos de cine, mitología, steampunk, cómics, urbex, cocina, huerto urbano u otras de mis aficiones que a veces público (a los que dedico horas y horas o días enteros para terminarlos-, como esas cosas personales que no espero que interesen a nadie, pero que escribo aquí porque al fin y al cabo este blog es una especie escape, también, para mis delirios personales.

Al crear este blog, una vez me planteé si sería posible llegar a alcanzar las 10.000 visitas mensuales. Desde hace casi tres años, esa cifra se ha ido superando con creces mes a mes, creciendo poco a poco, subiendo y bajando, pero siempre creciendo hacia arriba poco a poco. Ahora me pregunto si será posible superar las 50.000 visitas mensuales. Ahora lo creo posible.

Creo que si el número de visitas crece mes a mes -con sus pequeñas bajadas, por supuesto- será porque poco a poco mis artículos y escritos han ido creciendo en cantidad, pero también quiero creer que es porque estaré haciendo algo bien. Los mensajes y mails que algunas personas me han enviado, así como algunos diálogos con gente de carne y hueso que me han hablado sobre el tema, me han empujado a querer mejorar en algunos aspectos, escribiendo también sobre temas que creo que puedan interesar, aunque sea tan sólo a una minoría. Es bueno poder charlar con la gente sobre ello.

Tengo muchos artículos empezados -muchos más de los que terminaré-, y muchos otros en mente. Generalmente, cuando una idea me ronda demasiado tiempo en la mente, escribo alguna nota sobre ella, y la dejo en mi lista de tareas pendientes. Quizás olvide esa idea, pero un día me la encontraré escrita, y decidiré retomarla y escribir sobre ella. Así comienzan muchos de mis artículos, con ideas desechadas.

"Mundos propios" empezó año atrás como un pequeño almacén para algunos de los escritos que había publicado en mi cuenta de Facebook; una transmigración de las ideas que allí tenía publicadas, para que no se perdieran en ese lugar y quedasen olvidadas. Pero sin saber como, "Mundos propios" se convirtió también en parte de mi sueño.

Por eso, gracias a todos, y gracias por permitir que parte de mis sueños sigan creciendo día a día.

REBELIÓN

Y así fue, tiempo atrás...

Me rebelo contra todos y contra mí mismo. Ya no puedo con el peso del mundo. No soy Atlas. Estoy cansado y el universo cae sobre mí, aplastándome. Ya oigo el crujir de mis huesos. El rechinar de mis dientes... La presión de mi garganta, cogiendo aire para expulsar un rotundo "¡NO!".

Me rebelo contra el dolor que causan las palabras y contra el tormento del amor.

Me rebelo contra las ideas preconcebidas y el patrón por el que los amigos me dicen que me debo regir.

Me rebelo contra mí y mis tristes ideales que no van a hacer de este mundo un lugar mejor.

Pero sobre todo y por encima de todo me rebelo contra mi deseo de cambiar y convertirme en uno más de la manada.

Me rebelo contra la humanidad que no hace nada: la humanidad inhumana.

Sé quién soy... ¿Lo sabéis vosotros? ¿Sabéis quién sóis?

Así es como lo he decidido. Me rebelo. Aquí, mi camino se aparta del vuestro, inhumanos. Aquí, mi alma huye para crear nuevos mundos donde no me podréis encontrar. Dejaré, aquí, mi cuerpo olvidado, para que se seque y marchite, puesto que, para vosotros, mi alma o mis sentimientos no tienen ningún valor.

Podéis quedaros mis órganos. Ya no los necesitaré. Ya soy libre.


MI PEOR ENEMIGO

Sangrando y herido por sentimientos aún no olvidados, arrojando mi espada en la mullida hierba a mi espalda, me agaché en el barro junto al río, hundiendo mis manos en las aguas frías, con mis rodillas empapándose en el suelo húmedo.

Remojé mi rostro y alzándolo, por unos minutos sentí el fresco viento y el vital calor de aquellos rayos de sol primaverales que me recordaban el retorno del buen tiempo, y con él -¡iluso de mí!-, la llegada de una paz imaginada.


Y así pasó el tiempo y sentí unos breves instantes de paz, más agachando la cabeza de nuevo, contemplé sorprendido el rostro de mi peor enemigo que me observaba y me devolvía la mirada en aquel reflejo formado por las aguas, ahora ya  quietas y lisas, transparentes, donde unos instantes antes había remojado mis manos.

Busqué en el reflejo en las aguas y vi allí su rostro ceñudo, sus ojos endurecidos por el transcurrir de los años y los reveses de la vida y en su sonrisa se intuía el cínismo que sigue siempre al idealista desengañado.

No me atreví a levantarme ni apartar la mirada de aquel espejo acuoso al borde de aquella orilla solitaria. No tenía miedo, pero sabía que tampoco podría vencer. eran ya muchas las luchas perdidas. Mi espada descansaba tras de mí, arrojada, como ya he dicho, en la verde hierba acolchada que estaba a mi espalda.

Era su rostro quién con su pensamiento y voluntad atraía a los fantasmas del pasado. Era él quién me atormentaba con la visión de un futuro sin esperanza. El que me subyugaba con la desidia del abandono y la apatía. El que me impedía avanzar y paralizaba mis sueños. El que se reía y me retaba a levantarme de nuevo cada vez que me rendía.

En ese reflejo, en la superficie del agua, yo observaba de nuevo al espíritu que me atormentaba... y supe una vez más que yo era mi peor enemigo.

Yo era mi peor enemigo, porque nuestro peor enemigo siempre somos nosotros mismos...

... y era mi reflejo el que me devolvía la mirada.

sábado, 26 de julio de 2014

EL VIAJE QUE DECIDIERON EMPRENDER JUNTOS

Éste es un cuento fantástico, pero no es un cuento fantástico corriente... Lo dediqué dedicado a Andreu Blanco y a Pilar Agell, dos de mis amigos más preciados, porque llegó un día, tiempo atrás, en que decidieron emprender juntos un viaje, del cual su boda -el 10 de julio de 2010- fue tan sólo un paso más de este largo camino que es la vida. Creo yo que el paso más importante ya lo dieron hace tiempo. Pero quise conmemorar aquella unión de dos almas de este modo.


Así sucedió que, después de muchas vicisitudes, penas y luchas en su vida, un día, de repente, Andreu abandonó aquella ciudad para dirigirse a las tierras del norte, y en otra ciudad muy parecida, Pilar hizo lo mismo. Eran ciudades apartadas, y allí ellos eran extraños, cada uno en su ciudad, donde se encontraban solos; no exactamente perdidos, pero sin encontrar su lugar, como tan a menudo sucede entre la raza de los hombres. El sur ya no les ofrecía nada. Atrás sólo quedaban las Tierras Solitarias, que pertenecían al pasado, donde ya sólo quedan ruinas y recuerdos estériles. El resto, todos los recuerdos de todas sus experiencias vividas en aquellas tierras olvidadas, la familia, los amigos y la gente importante que había formado parte de sus vidas, continuaba en sus corazones, parte de su sabiduría y bagaje.

Sin embargo, amando la vida, y estando cada uno en una ciudad apartada, decidieron continuar su camino, y, desde sus ciudades distintas emprendieron de nuevo su viaje a un desconocido destino incierto en el lejano norte. Porque así es como la gente humana encuentra lo que busca, siempre siguiendo adelante, sin desfallecer, esperando encontrar las respuestas a las preguntas que le inquietan, o que las respuestas que buscan los encuentren a ellos.

Caminaron por sendos caminos separados a través de los Llanos de la Afinidad. Porque para ser afín a alguien o a algo, primero se ha de ser afín a uno mismo, y el camino para conocerse a menudo pasa por la soledad, y la soledad comporta conocimiento. Y así fue que encontrándose a ellos mismos, un día, en el Cruce de la Conexión, ellos se encontraron y coincidieron.

-¡Hola, peregrina, soy Andreu, un viajero! –Dijo él.

-¡Buenas, peregrino, soy Pilar, una viajera! – Contestó ella.

A veces no hace falta hablar más entre viajeros. Eran transeúntes solitarios en aquel solitario camino, y toda compañía sería bien recibida. Bastó una mirada entre ellos para saber que podían confiar el uno en el otro y que podían continuar juntos el viaje en el silencio de aquellos Llanos de la Afinidad, donde apenas moraban algunos insectos o los pájaros otanca, de colorido plumaje cambiante, que volaban a ras de la alta hierba que se extendía hasta el horizonte.


Los días pasaron, y caminando y descansando compartieron el pan y el agua, y al caer la noche durmieron juntos bajo la fría luz de la luna, compartiendo su calor, mientras escuchaban el extraño canto de las liebres plañideras de rayado pelaje y el aullar de los oscuros tigrauros carnívoros que viajaban en manadas en busca de caza.

Hablaron en el camino, y especialmente hablaron cuando, congregados ambos alrededor de una hoguera elemental de llamas azules, cocinaban la cena exigua y seca de la que se alimentaban, quizás acompañadas de algunas raíces o de algún extraño animal que hubieran podido cazar en su avance. Pero diré que más que sus palabras fueron sus actos los que empezaron a crear un lazo en su corazón. Y así, dos corazones empezaron a formar un solo latido, tal es el equilibrio.

Y fue que por fin, una tarde, cuando el sol ya se ponía, que encontraron el páramo solitario la Posada del Beso, poco concurrida en estos tiempos donde el verdadero amor ya es escaso. Era un lugar donde guarecerse después de tantos días de dormir en el duro raso.

Y creo yo que esa noche se besaron por primera vez. Pero si durmieron juntos en ese lugar o no, yo no sé nada, puesto que el posadero del lugar es persona cauta y precavida, a la par que silenciosa y prudente, y cuando pregunté por ellos no quiso decirme nada.

Sólo sé que al día siguiente emprendieron de nuevo el camino juntos, dirigiéndose nuevamente al norte, hacia la enorme y oscura Cordillera de la Unión, que recibe este nombre porque une la Tierra del Espíritu con la Tierra de los Sueños. Y el único paso accesible para los hombres en este punto de empinadas montañas que se extienden cual enorme muro es la Puerta del Compromiso, único lugar donde se pueden dirigir los viajeros humanos para continuar su viaje.

Durante días, ambos peregrinos vislumbraron, mientras avanzaban, las imponentes montañas oscuras de la Cordillera de la Unión, que poco a poco, día a día, iban creciendo ante sus ojos, extendiéndose hacia oriente y occidente. Hasta que una noche de luna nueva, apenas iluminada por la luz de las estrellas, llegaron ante la Puerta del Compromiso, cerrada de manera hermética, guardada por sus invisibles celadores.

Pocos son los que se atreven a atravesar estas puertas, y de éstos pocos que lo intentan, muchos deben hacerlo una y otra vez hasta que sus guardianes consideran que son dignos, puesto que, para hacerlo, es de menester que la persona acceda a un compromiso personal y con corazón sincero.

Amaneció y, con el amanecer, Andreu y Pilar contemplaron la vasta extensión de la broncínea puerta doble, que medía más de 90 pies de ancho y unos 360 pies de altura. Grabados en su superficie se veían multitud de rostros no humanos, de miradas y ceños escrutadores, y cuerpos de extrañas formas, que según dicen algunos sabios y místicos representan las tentaciones que todo ser humano halla en su camino cuando debe mantenerse firme ante un compromiso. Y de repente, unas voces profundas, metálicas, estentóreas, parecieron surgir del interior de las puertas, y de la misma montaña, como si fueran clamadas por aquellos metálicos rostros, dirigiéndose a ambos caminantes:

“¿Porqué deberíamos abrir la puerta que conduce hacia el norte? ¿Cual es el compromiso por el cual atravesarías el límite que yo marco, Pilar? ¿Cual es el compromiso por el cual atravesarías el límite que yo marco, Andreu?”

-¡Él! – Dijo Pilar señalando a la figura de Andreu.

-¡Ella! – Dijo Andreu señalando a Pilar.

Se sintieron escrutados por miradas invisibles, y una extraña fuerza pareció examinar sus mentes y corazones para ver si decían la verdad como si de manos invisibles se tratasen, examinando cada recodo de su alma.

La puerta rugió entonces con su extraña voz y el eco de los montes cercanos repitieron hasta a saciedad su grito, y cuando éste cesó, esto fue lo que dijo la puerta:

“¡Sus corazones han hablado y no mienten, hemos leído su mente y dicen la verdad! ¡Podéis continuar vuestro camino! Así lo dicta el pacto y así lo dicta vuestra determinación.”

Y lentamente, cayendo repentinamente el silencio, las puertas se abrieron solas retumbando, mostrándoles el paso abierto que a su destino los había de llevar. Y cogiéndose de la mano, compartiendo su mirada, sobrecogidos pero sonriéndose mutuamente, Pilar y Andreu avanzaron.

Y no avanzaron mucho, cuando allí, a unos 100 codos de distancia, a la entrada de una oscura cueva, vieron una pequeña criatura peluda que los esperaba, sujetando las riendas de dos bípedas monturas de aspecto reptilesco que recordaban vagamente a un avestruz, un gran animal emplumado que existe en el mundo de los hombres. Y todo esto que cuento lo sé porque me lo contó esa misma criatura que les entregó aquellas monturas.

-¡Son vuestras! –Les dijo la chillona bestia peluda que apenas les llegaba a la cintura, entregándoles las riendas de aquellas extrañas criaturas de piel lisa y escamosa, semejantes a pequeños saurios con su forma de avestruz de pequeños brazos. – Son el regalo que la Puerta del Compromiso os ofrece, viajeros, para acelerar vuestro paso. Y una montura se llama Constancia y la otra Perseverancia y os acompañarán en vuestro viaje y largo camino.

Y así, cabalgando sobre Perseverancia y Constancia, aceleraron el paso de su viaje penetrando en el Reino de la Convivencia, y allí, en la Ciudad de la Verdad se dijeron por primera vez que se amaban. “¡Te amo!”, dijo él, “¡Te amo!”, contestó ella, y así era, pues en la Ciudad de la Verdad nadie puede mentir, y es por ello que allí no se acercan nunca los políticos, mercaderes, ni ladrones.

Pasaron los días y bajo el paso rápido de sus saurios corredores, pronto llegaron a la Posada del Abrazo, donde se contaron sus secretos, y penetraron en el País de la Confianza, donde en la Ciudad de la Justicia se dijeron “Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío. Yo te doy completa libertad”. Y es justo que así sea.

Y allí pasaron tres días y tres noches, y al cuarto amanecer emprendieron de nuevo el camino, atravesando el Puente de la Fidelidad, que se encuentra justo encima del punto donde confluyen el Río del Cariño y el Río del Afecto para formar el caudaloso río de las Dos Almas, habitado por enormes bancos de peces espejismo. Y pasado este puente uno entra al Reino de la Intimidad.

Y allí, en el Reino de la Intimidad, morando por caminos sembrados de una eterna primavera, finalmente entraron los amantes al Bosque de los Deseos, donde las pérfidas ninfas y bestiales sátiros pretenden tentar a los amantes con aspectos y promesas engañosos, y sólo aquéllos cuyo amor resiste con su luz a la oscuridad de sus hechizos son dignos de continuar el sendero que atraviesa aquella extraña arboleda milenaria formada por los extraños árboles rosales de anchos y espinosos cuerpos. Y de los que sucumben a la magia de los antropófagos espíritus, sólo se sabe lo que se cuenta: que desaparecen encantados en el interior del bosque, donde son devorados en un macabro banquete. Extraño es que en la tierra de los hombres estos espíritus sean tomados por benéficas criaturas. Sea como sea, de los amantes desaparecidos nunca se ha hallado otro rastro que no sean sus huesos o rasgadas vestiduras colgando de las enormes espinas de los árboles rosales.

Así, sin salir del Camino de los Compañeros, Andreu y Pilar se aventuraron por el interior de estos bosques y sobrevivieron hasta poder llegar a la Posada de las Caricias, donde pudieron curar las heridas inflingidas por las espinas de los árboles rosales que invaden este camino ya tan poco transitado, pues son muchos los que se pierden entre las manos, garras y dientes de los espíritus antes mencionados, ávidos siempre de la carne humana de los más incautos y débiles viajeros.

Y si me preguntáis como logre yo sobrevivir, sólo contestaré que dando un rodeo por extrañas sendas subterráneas, de las cuales debo guardar el secreto.

Sin embargo el camino continúa en el Bosque de los Amantes, donde en la Refugio del Sexo pueden dar amplio margen a sus deseos explorando sus cuerpos y todos sus sentidos ya lejos de las tentaciones que les extienden otras fantásticas criaturas. Y aquí, por lo que me contaron, pasaron ambos amantes mucho tiempo, dando solaz a sus cuerpos. Pocos minutos fueron los que pasé yo, no teniendo compañera, pero el tiempo suficiente para escuchar lo que me contaron.

Abandonaron ese bosque los amantes para penetrar en los Llanos de los Sentimientos, donde, en su centro se encuentra el Volcán de la Pasión, que con sus eternos fuegos amenazan con consumir la tierra que de puro placer, mientras enormes bandadas de pájaros éxtasis sobrevuelan entre sus llamas, día y noche, cazando los elementales de fuego que de la tierra escapan.

Y dicho volcán es la entrada a la Tierra de Nosotros. Y en la Tierra de Nosotros los amantes se contemplaron y bajando de sus reptilescas monturas subieron hacia la cima de Monte Amor, grabando en una piedra sus nombres: “PILAR + ANDREU”

Pero de eso no sé nada, salvo lo que la los habitantes de esa tierra me explicaron, porque de momento la entrada a este monte me está vetada aún, y sólo sé lo que aquellos espíritus del aire que moran en tan gran montaña me contaron entre silbidos y zumbidos inquietos.

Yo sólo soy un ser solitario, que os cuenta lo que de aquellos dos amantes averiguó en el camino. Los Amantes de Monte Amor los llaman, y se dice que desde su cima se perdieron en el cielo, convirtiéndose en dos brillantes estrellas que, siendo dos, iluminan por mil. Y bajo su luz vuelvo ahora a mi camino de vuelta a casa, hacia el sur.

jueves, 24 de julio de 2014

INGRÁVIDO

Llevo días agobiado por el calor y el cansancio, me siento aplastado y, pese a que mis rodillas no ceden ni mi cuerpo se dobla, siento un enorme peso que me machaca sabiendo que sólo es cuestión de tiempo que sucumba al desgaste. Acosado por un trabajo que me gustaba y que repentinamente se ha convertido en una carga, nunca he estado hecho para despertarme de madrugada, ni he sido un hombre de acción excepto cuando me tocan las pelotas o, simplemente, creo que hay algo por lo que vale la pena luchar. Pero en estos tiempos que vivimos me pregunto que puede ser eso que tenga algún valor para mí, tan alejado me siento de la mente de los hombres comunes que creen que el dinero, el poder o la propiedad lo es todo. Soy un hijo de la noche, un vástago perdido que llora la libertad no alcanzada. Por desgracia lo llevo en la sangre –nocturno, rebelde, inadaptado inconformista-; en ese sentido, la sociedad en la que vivo no está hecha para mí.

Agobiado por el calor, caigo por la tarde prácticamente catatónico en el sofá de mi casa o en mi cama vacía, donde ya no existe el amor ni la compañía. Imperturbable me hundo en una oscuridad pesada que me traga como barro, y una vez exhausto en un olvido intranquilo, sin oír las llamadas telefónicas ni el timbre de la puerta, quedo sumido en sueño pesado y profundo, pero sin encontrar verdadero descanso. Un largo desmayo de dos horas del que despertaré sin sueño, pero aún sintiéndome cansado

Ayer, sin embargo, tras despertar de este profundo letargo, el peso del bochorno estival me continuaba aplastando. Quería tomarme una nueva ducha rápida de agua fría, de éstas que tan habitualmente me tomo en verano y me vivifican. Dos o tres al día, según la ocasión o el calor. Pero ayer decidí hacer un inesperado cambio.

Llevo años pagando anualmente la cuota de la piscina municipal, pero hace prácticamente dos años que la tengo abandonada. En todo lo que va de año, estando ya en julio, no he ido ni una sola vez, ni siquiera para disfrutar de la sauna, uno de mis lugares predilectos para relajarme. Así pues, antes de salir regué mis tomates, pimientos y guindillas; mi mata de romero, el jazmín, la menta y la albahaca; pues ellas también necesitan refrescarse, y tras la aplastante canícula de la tarde, excepto la mata del romero imperturbable, las hojas del resto de las plantas se presentan mustias por el calor. Yo, como mis plantas, con el agua me vivifico.

Cojo, pues, el coche y me dirijo a la piscina municipal. Es una buena hora, son las ocho y media pasadas y llego allí a las nueve menos cuarto. Para cuando me he cambiado y decido arrojarme al agua ya son las nueve, una hora en la que la mayoría de gente ya ha regresado a casa y la piscina ya no presenta aglomeraciones ni se oye excesivo ruido, sólo la música de fondo.

Respiro hondo, me lanzo al agua y me sumerjo.

Una plácida sensación me envuelve, el agua fría me rodea, el calor que siento que desprende mi cuerpo, que a veces siento como si de una aura en de llamas abrasadoras se tratase, retrocede ante el agua, apagado al menos en el exterior de mi cuerpo. Puede que en el interior aún ruja el volcán, pero en el interior nunca me ha molestado. Sólo es en la piel que me molesta.

Buceo a lo largo de la piscina, bajo el agua, los sonidos apagados. De repente siento paz y me siento ingrávido.

¿Qué sensación es ésta que por unos breves momentos me permite sentir el desahogo, la paz y el reposo?

Por breves instantes mis pensamientos se apagan. O puede que únicamente se muestren tenuemente. Rostros e ideas en el agua.

Sólo la paz, la breve paz me rodea, ajenos mis sentidos a todo, excepto a la luz que se filtra bajo las aguas.

Atrás queda la pena y la alegría, atrás queda la esperanza y la desilusión. Muertos el amor y la ira, la risa y la lágrima.

Siento la misma paz que sentí aquel día en que, jugando en un mar embravecido, ignorando la bandera roja que nos indicaba el peligro, fui pillado por sorpresa por la enorme ola de una tempestad. Atrapado, agotado ya todo el oxígeno de mis pulmones, me ahogaba. Me ardían los pulmones desesperados por encontrar un poco de aire respirable en aquel sin sentido de espuma y corrientes que me desorientaban, perdida totalmente la orientación del arriba y del abajo, confundido en un torbellino de aguas que giraban y giraban sin parar arrastrándome en medio de gran cantidad de burbujas que parecían ir en direcciones totalmente opuestas. ¡Oh, sí, yo he estado a punto de morir ahogado en dos ocasiones y no es tan horrible como lo pintan! Al final uno siente que la misma desesperación se desvanece, que el dolor de los pulmones ardiendo se apaga, y siente la paz serena de las aguas mientras el alma flota ya, por siempre, ingrávida. En mi caso no hubo túnel, ni luz, ni llamas. Ni premio ni condena, sólo la paz que se siente cuando todo se acaba. Recuerdo que, mientras sentía que me desvanecía ya, pensé “¡Por fin, podré descansar!”. Y fue entonces, al aceptar lo inevitable y dejar que mi cuerpo se relajara, que me dejé arrastrar por el mar embravecido, y mi cuerpo se hundió, permitiendo entonces que mi pie encontrará el suelo arenoso. Fue en ese momento cuando, recuperado mi sentido de la orientación, me arrojé hacia arriba en un último acto desesperado de supervivencia, en busca de aire ansiado, sólo para descubrir que el mar prácticamente me había arrastrado a la costa, abandonando la esperanza a tan solo unos metros de la orilla.

No es así en las aguas de la piscina, donde todo es más controlado. Y así, ayer, tras inspirar el aire varias veces, me hundí en la fresca agua y, poco a poco, fui sacando el aire de mis pulmones, permitiendo que mi cuerpo, a medida que se vaciaba del aire respirado, se hundiera en ese espejismo e ilusión de sosiego, calma y reposo. Tan sólo con la sensación de ser un espíritu, un ángel que bate las alas.

Paz serena, sin penas ni ilusiones, sin problemas ni preocupaciones, toda la humanidad abandonada; escuchando únicamente el rumor del agua al golpear la paredes y el latir de mi corazón. Hundiéndome en posición fetal, protegido del mundo por las aguas, sin nada que daño me haga. Bajo el agua las lágrimas no se ven y una vez lloradas, desaparecen. No peso, mi mundo en calma.

Ingrávido.


TE CONOCERÉ EN AGOSTO...

Lo escribí entonces, cuatro años atrás.
Corría la fecha del 25 de julio del 2010.

Te conoceré en agosto… y bajo el sol poniente contemplaré por fin tu rostro.

Te conoceré en agosto… y me sé incapaz de controlar el deseo de sentir tu mano acariciando mi mejilla y las yemas de mis dedos recorriendo tu piel. Caricias que me recordarán que a ti debo el nacer de nuevo.

Necesito verte, saberte real, oír la voz y la risa que te acompañan. Saberte humana, de carne, con virtudes y defectos. Rendirme, en agosto, a lo que me dicte el corazón.

Hay un tiempo para todo. Incluso para olvidar y ahogar los recuerdos que aún a veces me atormentan… Tu amor contagioso por la vida, en agosto, llenas las plazas de gentío, sólo te contemplaré a ti, salvación de mi alma rescatada en un instante por tus palabras.

Hace tiempo que no lloro. Las lágrimas ya se secaron. Mi felicidad se fue, desvanecida, pero no extinguida. Llamas arden en mi fragua capaz de forjar y tejer otro hilo. Sólo sé que mi felicidad anda tan perdida como yo, buscándome de nuevo. Y, al recordarte, al recordar tus pensamientos, vuelve fugaz por un instante, rondándome el corazón. Susurrándome que aún existe la esperanza, que esto no es un juego. Que no hay reglas que valgan en el amor.

Siento inquietud al oír que, en otro lugar, la vida me está esperando. Espera que la coja, que la atrape, que la viva y sienta de nuevo. Que no sólo de pensamientos se vive, sino de sensaciones que se sienten con el cuerpo. Temo mis sentimientos. Temo enamorarme de nuevo. No por miedo a volver a querer, sino por miedo a volver a fracasar de nuevo.

Pero sé que el miedo nunca me detuvo. No te equivoques. En mí yace un corazón guerrero. Te conoceré en agosto… y entonces, bajo el sol poniente contemplaré por fin tu rostro.

Y sumergiéndome en esos ojos, que el resto llegue solo…


miércoles, 23 de julio de 2014

LA HIJA DEL DRAGÓN


Dedicado a Cristina Estrada y a Sabrina Tenas,
que me inspiraron este breve relato.

"Cuenta una vieja leyenda que antaño el mundo estuvo plagado de magia y lleno de criaturas de ensueño; algunas de estas criaturas eran inocentes e inofensivas, pero otras eran claramente inteligentes, malignas y buscaban de forma activa la destrucción del hombre. La magia, así como sus criaturas, se movían a través de un extraño velo, entre dimensiones, que no era percibido por todo el mundo como tal, sino como si formase parte de este mundo, aunque siguiendo caminos distintos a los habituales. Lugares dentro de lugares, así eran percibidos. El velo a veces se rompía en fechas y lugares señalados, y entonces ambos mundos, el del hombre y la magia, se cruzaban. Y en esos tiempos también había magia en el mundo de los hombres, pues muchos de los portales no estaban sellados. Pero el mundo de la magia no está formado por un único mundo, sino por varios, que están superpuestos como capas. Sin embargo el velo lo cubre todo, incluyendo el mundo del hombre. Así, muchas de estas criaturas mágicas estaban aquí, en nuestro mundo, pero no estaban del todo, sólo allí donde el velo era más fino o estaba más gastado. Bordeaban la realidad, pero únicamente podían entrar en ella en circunstancias especiales.

Unos pocos hombres, desde la antigüedad, se cruzaron con estas criaturas y tuvieron descendencia con algunas de ellas. De ahí nacieron héroes, semidioses y magos, pero también fueron engendrados muchos monstruos. Otros pocos hombres, por circunstancias más azarosas, relacionadas con fechas y lugares especiales, adquirieron la capacidad o el don de manipular la energía del velo y se convirtieron en videntes, sanadores o hechiceros. Otros pactaron con espíritus y demonios del otro lado y se convirtieron en brujos y brujas, que fueron fácilmente corrompidos por la oscuridad, la sombra y la ponzoña. Otros fueron capaces de conectar con el velo donde mora la conciencia de Gaya, la Madre Tierra, y se convirtieron en druidas o magos naturales. Y otros, simplemente, tuvieron el infortunio de ser contaminados por el toque oscuro de algunos de estos mundos que supieron romper el velo y penetrar en el corazón y el mundo de los hombres, dejando su mácula y su maldición sobre ellos. Fue un tiempo oscuro donde, junto a la peste negra, avanzaron otras plagas más preocupantes, aunque ahora consideradas una fantasía, como son el vampirismo y la licantropía.

Así, la rotura del velo es como una gran herida, y hay que saber que cuando el velo se rasga, sangra. Y cuando sangra de un mundo a otro, hay cosas que entran y penetran de un mundo a otro, y a menudo estas cosas son peligrosas, reptan y se arrastran, y la herida debe sanar o el universo mismo se debilitaría como lo hace un cuerpo cuando pierde mucha sangre. Cuando se produce una rotura puede que no llegue a suceder nada, pero a veces sucede que la herida se infecta trayendo un gran mal en la zona afectada, que poco a poco se expande como si fuera una gangrena. Una gangrena para la tierra, la naturaleza y el orden natural de las cosas.

No todo el mundo percibía esto, pero en la antigüedad, malignas criaturas amenazaban la existencia del hombre sobre la tierra: demonios, dragones, espíritus incorpóreos y necrófagos, sombras que habitaban en la noche, y algunas de ellas incluso en pleno día. Vampiros, licántropos, perros negros de brillantes ojos, arpías y sirenas...el bien y el mal se confundía, y con el poder de la Sombra, cualquier cosa imaginada por el hombre podía tomar forma.

Con la aparición de la fe del cristianismo, en Europa el velo se modificó. Unas puertas se cerraron, pero otras se abrieron con más fuerza. Los antiguos dioses fueron desapareciendo, y muchos de los magos de la antigüedad, pero las puertas infernales cobraron fuerza a medida que con el cristianismo también crecía el miedo y la ignorancia y el miedo al infierno. Y entonces, antiguas profecías paganas se mezclaron con otras profecías de aquel momento, y se vaticinó que con la llegada del año 1000 el mundo llegaría a su fin. Y, a medida que se acercaba la fecha señalada, el miedo crecía y el velo que conducía a las puertas infernales se iba debilitando más y más hasta que se abrió una fisura por donde escapó una enorme bestia formada de sombras.

Cuando llegó el año 1000, tal y como se había vaticinado, las puertas del Infierno finalmente se abrieron y de ellas surgió una gran sombra, un terrible dragón que amenazó con devastar Europa y cuyas alas oscurecían a la misma noche. Permanecía invisible a muchos ojos, pues sólo se desplazaba tras la caída del sol, y su sombra se confundía en la oscuridad nocturna, aunque era presentida por todos. Los animales se volvieron más salvajes, irascibles y peligrosos por allí donde pasaba y dejaba su rastro de miedo. La gente sentía más peso en su interior cuando caía la oscuridad y muchos enloquecían sintiendo el fin. El dragón volaba y allí donde se posaba su sombra se alzaban los muertos y surgían terribles criaturas que buscaban el mal del hombre, y la enfermedad, la peste y la muerte crecían.

Pero sabiendo de ello, un grupo de hombres, los últimos descendientes de los antaño poderosos magos que habían ido retrocediendo ante el avance poderoso del cristianismo, se habían preparado. Y con el tiempo habían unido a sus filas a caballeros y nobles desposeídos de su tierras por defender las antiguas creencias, y juntos crearon la Orden del Dragón, cuyo único fin era acabar con esta gran bestia que estaba trayendo la oscuridad y la desolación al mundo, y todos los espíritus y criaturas malignas que había despertado. Y durante años combatieron a todo tipo de criaturas de origen sobrenatural, pero la sombra del dragón siempre escapaba.


Entonces corrió el rumor de que existía una profecía que auguraba el fin de la Bestia y la llegada del ser que la habría de vencer, aún por nacer. La Bestia, temerosa de que dicha profecía pudiera terminar con su reinado de oscuridad, que crecía poco a poco, y su misma existencia, decidió acudir con todo su poder al conciliábulo que se organizó para reunir a todos los miembros de la Orden de Dragón, a fin de proteger a la criatura que estaba por venir, pues incluso entre las filas de sus enemigos tenía espías. Y valiéndose de su cohorte infernal, el gran dragón sombrío penetró en la antigua fortaleza, quebrando su magia protectora, y fue acabando con sus oponentes uno a uno, hasta que solo quedó uno en pie que se el enfrentase, hiriéndolo este caballero con una gran herida mortal provocada con la punta de una espada que reunía toda la energía de los magos que habían muerto. Tal había sido la trampa que le habían dispuesto, sacrificando todos ellos su vida para lograr este fin. Y el caballero asestó su mejor golpe en el corazón de la Bestia, y ésta, chillando, murió, borboteando un salvaje chorro de sangre negra de su mortal herida.

Y como digo, sólo este caballero sobrevivió a tan atroz noche, bebiendo la sangre que el dragón había perdido, esperando ser, así, tal y como decían las leyendas, inmortal.

Pero lo cierto es que el hombre no está hecho para ser inmortal, y finalmente, este hombre, aunque vivió durante muchos años, murió, pagando un grande precio.

Pero no lo hizo así la sangre del dragón."



Sumida en sus pensamientos, relajándose, dejándose llevar por el influjo hipnótico de aquel movimiento traqueteante, Chris Drakken viajaba sola en aquel vagón vacío del último tren que salía de Barcelona.

Iba acariciando con la yema de sus dedos el pequeño colgante con forma de dragón que reposaba sobre su pecho. Era marca de su legado, un símbolo de la herencia y maldición que arrastraba. Nunca creyó que la aparición de aquel viejo oriental en la puerta de su casa fuera a trastocar de aquel modo su vida…

Ya había visto otras veces al anciano en aquel barrio de mala muerte donde ella vivía. Sabía que trabajaba en el viejo restaurante chino que tenía frente a su casa, como cocinero, pero también había oído decir que tenía una destartalada escuela de artes marciales en un pequeño callejón sin nombre, donde a altas horas de la mañana o a altas horas de la noche entrenaba a sus pocos alumnos, por un exiguo precio. Era aquél, un callejón sucio donde los mendigos no querían dormir ni refugiarse, ni los gatos se atrevían a rondar.

Y aquella noche, dos meses después de haber regresado del hospital donde había estado ingresada después de ser atacada, apaleada brutalmente y apuñalada, el anciano llamó a su puerta.

Ella miró por la mirilla y observó. Tenía miedo. Tenía miedo a que alguien la atacase de nuevo, a que alguien le hiciera daño. Miedo a salir de casa.

Era viejo, aunque era difícil precisar su edad. Bien podía haber tenido cincuenta años, o bien más de cien. Fuera como fuera tenía su cara surcada de arrugas, pero a la vez conservaba un rostro jovial, una mirada viva, pero serena, y todo su ser parecía transmitir calma y estar equilibrado en sus gestos y movimientos.

-¿Qué deseas anciano? –dijo Chris desde detrás de la puerta.

-Hablar… -contestó el anciano.

-Te conozco de vista, pero nunca antes te habías dirigido a mí… ¿De qué quieres hablar? –contestó la muchacha con un tono más elevado y agresivo de lo que pretendía.

-Hablar de lo que te sucedió. Hablar de algo que podías haber evitado. Hablar de aquel atraco y aquella paliza que sufriste, que bien podía haber acabado con tu vida… -contestó el viejo oriental.- Es cierto, joven muchacha, nunca lo había hecho. Nunca había hablado contigo, y esperaba que no hubiera tenido que dirigirme a ti jamás, puesto que confiaba en que nada te sucediese. Pero te he estado vigilando durante años. Ya lo hacía cuando vivías en aquel pueblecito junto a la costa. ¡Siempre he estado cerca de ti, desde que naciste! Lo hice porque tu padre me lo pidió antes de morir…

-¿Qué?- Chris se sacudió la cabeza sorprendida- ¿Qué? ¿Qué me estás diciendo?

La muchacha abrió la puerta y se puso delante del anciano, impidiéndole el paso

-¿Qué me has dicho? ¿Conociste a mi padre? ¿Me has estado vigilando?

-Digo que te he estado vigilando desde que naciste… porque me lo pidió tu padre. Tenía la esperanza que no te encontrasen, y tenía la esperanza de que si lo hacían, ya hubieras despertado… que supieras defenderte. Pero no fuiste capaz de acabar con el maleante que te dio una paliza…

-¿Qué no fui capaz de…? ¡Ese tipo medía casi dos metros y era una bestia! ¿Cómo iba a poder con él, loco de los cojones? ¡Acaso crees que una chica como yo podía haber acabado con ese… ese… ese hijo de puta! -espetó con furia Chris- Y tú…

-Yo he venido a enseñarte…

-¿Enseñarme qué, viejo chiflado? ¿Artes marciales? Aquel tipo estaba loco… no podría haber hecho nada contra él. ¡Me hubiese matado! Me pego la paliza y me apuñaló sólo porque me negué a entregarle mi bolso…

-Artes marciales, sí. Enseñarte artes marciales. Pero sobretodo enseñarte quién eres. No has despertado, joven Cristina. Y ellos van a encontrarte. Ayer la policía detuvo al tipo que te atracó y lesionó tan gravemente, y su foto ha aparecido en los periódicos. Y junto a su foto ha aparecido la tuya. Es cuestión de tiempo que la Sombra lo sepa… cuestión de tiempo… y entonces van a ir por ti. ¡Quieren encontrarte, chica! Y quieren tu sangre… ¡Tienes que despertar, despertar ya!

-¿Despertado? ¿Encontrarme? ¿De que me hablas viejo? –Chris parpadeó brevemente y el anciano había desaparecido.

-¡Te hablo de tu legado! –dijo el anciano, que repentinamente se hallaba tras su espalda, a pesar que ella estaba aún entre el marco de la puerta que separaba el pasillo exterior de la entrada a su piso- Te hablo de tu legado: la sangre del dragón.

Chris se giró asustada. ¿Cómo había llegado aquel hombrecillo a su espalda? Había cerrado los ojos un momento, un segundo y…

-Van a empezar a venir por ti, Chris… me creas o no, y no estás preparada. Que un maleante te pegará aquella tremenda paliza hace tres semanas y tú fueras incapaz de defenderte lo demuestra. Ahora mismo estás muerta y tú aún no lo sabes… Si no despiertas, estás muerta. Si no entrenas tu don, estás muerta. Si te escondes, estás muerta. Van a venir a por ti, tu foto apareció en el periódico local y es cosa de poco tiempo que la Sombra sepa donde estás…

-¿De que sombra me hablas? ¿Quién va a venir por mí? Ya te he dicho que el hombre que casi me mata era un tipo enorme. Una bestia…

-¿Una bestia? –preguntó el anciano- No, no era una bestia, sólo era un hombre. Grande, enorme y fuerte, pero sólo un hombre. Podías haber acabado con él fácilmente. Aún no sabes lo que es una verdadera bestia, pero lo sabrás. ¡Oh, sí, Cristina, lo sabrás! Pronto vendrán a cazarte… y debes elegir si quieres estar preparada o morir.

De repente Cris salió de los recuerdos en los que estaba ensimismada. De repente sintió un hormigueo recorriendo su cuerpo, su sangre alerta. La sentía, la notaba, la Sombra estaba aquí. O al menos un aspecto de ella. Se percató que en los vagones anteriores las luces se iban apagando, avanzando la oscuridad lentamente hacia ella. Y a través de la oscuridad unas figuras avanzaban. Era cuestión de tiempo que la encontrasen. Su sensei ya le había advertido.

De repente, en su propio vagón la luz de los fluorescentes empezó a temblar, apagándose intermitentemente, su vida eléctrica tocando a su fin.

Su mente volvió hacia atrás…

El anciano la había llevado a su escuela, donde entrenaba a otros jóvenes en el uso de artes marciales. Ella fue reticente, aunque intrigada porque el anciano le había dicho que había conocido a su padre. Su piso ya no era un sitio seguro, le dijo el viejo, así que ella cogería sus cosas y se trasladaría a la buhardilla del edificio donde el viejo vivía y tenía su escuela. La entrenaría después de acabar su trabajo en el restaurante chino y de dar las clases a sus alumnos. Le cobraría, como cualquier otro alumno, para que no se creyese que era nadie especial, pero ella debería aprender todas sus lecciones y hacerlo rápido. Pero ante todo debía despertar… despertar a la sangre del dragón.

-¿Qué es la sangre del dragón? –le preguntó un día Chris al anciano maestro que la entrenaba.

Y el Anciano le contó la leyenda…

Su vagón era ya el único que permanecía iluminado, con la luz intermitente bailando, formando grotescas sombras, y en la puerta del vagón aparecieron tres figuras. Parecían ser hombres normales, pero se intuía que algo anormal les sucedía. Sus sonrisas se antojaban malignas, y al alzar sus rostros solo se podía ver en ellos oscuridad, como si estuvieran recorridos por una sombra viva. Sonrieron, mostrando unos enormes colmillos, y alzando sus manos, estás parecieron secarse mientras de sus dedos surgían enormes uñas negras.

-¡Buenas noches, señorita Cristina, y las últimas, me temo! –Dijo la primera de las figuras en un tono gutural, primitivo, casi animal, como si el sonido proviniera de dentro de su pecho. La miró directamente a los ojos y, después, alzando la vista, miró fijamente los fluorescentes del tren, que repentinamente se apagaron, sumiéndolo todo en la oscuridad.

Chris se concentró en las enseñanzas del viejo sensei. Se concentró, tal como le había enseñado su maestro, y sintió su sangre fluyendo en su interior. Permitió ésta recorriera su cuerpo, y con un pensamiento concentró la energía de la sangre en sus ojos, sintiendo un leve hormigueo y picor cuando la golpeó. De repente la realidad cobró otro color, y era capaz de percibir las figuras en la oscuridad acercándose lentamente con ágiles movimientos, sonrientes. Hizo un gesto obsceno a su atacante.

-Tienes en ti la sangre del dragón. –Le había contado el anciano, mientras la entrenaba.- Es parte del legado que te dejó tu padre. Tu padre fue la persona que mató al dragón y vivió, muchos, muchos años… casi mil años de edad cumplió. Nunca tuvo hijos, pero cuando su tiempo llegaba a su fin, supo verlo, y conoció a tu madre, a la que amó y con la que engendró la semilla que te daría vida. Tuya es su sangre, y en t sangre hay poder, el poder que te dio el día en que murió. Si sabes usar tu sangre y la energía que recorre en ella, la sangre del dragón te servirá. Tus sentidos y tu percepción podrán ser aumentados a voluntad si te concentras, tu fuerza y tu agilidad serán superiores y podrás realizar proezas increíbles que un ser humano no podría realizar. Tu misma habilidad para recuperarte de las heridas fue lo que te delató, cuando te recuperaste de la paliza mortal que te dio aquel tipo que te atracó. Tendrás el don de percibir cosas que otros hombres no sienten, y hacer cosas que otros hombre son pueden. Ver a través de velo, e incluso moverte a través de él.

La primera de las figuras saltó repentinamente hacia ella como si fuera una rana, abriendo una descomunal boca, y Chris concentró su energía en el puño, sintiendo fluir la energía de su sangre rápidamente hacia aquella dirección. Para cuando el cazador de las sombras llego a la altura de su cuello, el puño ya le había destrozado la mandíbula inferior y cercenado parte del cuello.

La segunda figura saltó, y concentrando la energía en su otro brazo, de un golpe arrancó parte de uno de los asientos del tren y lo envió hacia su dirección, golpeándola y haciéndola caer.

-¡Tú…! –bramó la figura. Pero cuando se iba a alzar ella ya golpeaba en con su pierna la columna partiéndosela en dos, y dirigiéndose de un salto contra la tercera figura.

Ésta esquivó su golpe y con una de sus garras de afiladas uñas negras logró desgarrar su abrigo y llegar a su piel.

Ella cayó por detrás suyo, y entonces percibió que del vagón anterior surgían muchas otras figuras que se dirigían hacia ella.

-¡Oh, sí, chica! –dijo el cazador de las sombras superviviente mientras lamía la sangre de Chris de sus largas uñas.- Puedes matarme, pero como ves, nosotros tres sólo éramos los primeros. Me temo que podemos surgir de las sombras… y que los vagones están llenos de ellas…

Era ahora o nunca… Chris aceleró el paso contra el cazador y concentrando la fuerza del dragón alrededor de su cuerpo, embistió contra la ventana mas cercana, haciendo que estallara en mil pedazos. Concentró el pensamiento de su sangre fluyendo en sus piernas y saltó desafiando la velocidad del tren, arrastrando consigo al cazador de las sombras, todos sus sentidos despiertos. La inercia la arrastraba, pero supo caer al suelo de la forma precisa, y mientras lo hacía arrojó al desafortunado cazador contra la tierra, de forma que los huesos de sus brazos y piernas se quebraron. Ella dejó que su cuerpo rodara, absorbiendo el golpe y la velocidad, volteándose, en el último momento para caer de pie.

El tren continuó su recorrido, y mientras se alejaba pareció que las luces volvían a todos sus vagones. La Sombra se había retirado.

Lentamente y con pasos seguros, herida en un costado y su ropa destrozada por el rodamiento por el suelo, se acercó hacia el moribundo cazador de sombras, que pese a sus fracturas, se arrastraba intentando huir.

Chris lo observó, y cuando éste se giró para contemplarla, concentró la energía de su sangre en su mano, que había adoptado forma de garra y golpeo con toda su furia a la bestia, destripándola.

Sintió un cosquilleo ardiendo en su interior.

Saco el móvil de su bolso e hizo una llamada.

-¿Sí? – Contestaron desde el otro lado.

-¡Buenas, Sabrina! Soy Chris…

-¡Cristina!

-Sí, Cristina… ¿Sabes aquello de lo que hablamos? Pues prepara las armas. ¡Me las llevo todas! Ya ha empezado… Llegaré tarde, estoy en algún lugar entre Barcelona y ninguna parte, y me temo que me va a llevar algo de tiempo. Prepárame también algo de ropa.

Con ella no se jugaba.

Era la hija del dragón.

E iba a terminar la guerra que había empezado su padre…

lunes, 14 de julio de 2014

LA ISLA IMAGINARIA

Dedicado a la única persona
con la que he compartido
la mayor parte de mis sueños.

A veces me imagino una isla, una isla desierta donde me retiro y puedo vivir en paz, donde vivo en soledad y completamente tranquilo, alejado de la sociedad claustrofóbica que los hombres han creado. Es una isla construida en mi mente, un pequeño santuario protegido en mi imaginación.


Sólo recientemente me he decido a compartir esta isla, este pequeño sueño, con la persona a la que quiero, sin duda porque ella, como yo, también ama la naturaleza y los beneficios de la soledad. Lo que antaño era una pequeña isla en la que me refugiaba –una pequeña fantasía rodeada de sueños de mar-, ahora se ha convertido en una isla, un pequeño archipiélago, incluso, que crece con nuestras mismas ilusiones.

Antaño, me imaginaba esta isla como una gran isla rocosa, surgida de los mares debido a la actividad volcánica, o simplemente debido al movimiento de las placas tectónicas, surgiendo como un titán de entre las aguas. Era una isla totalmente vacía, desprovista de vida, una isla joven que una vez había nacido, sin estar sometida aún a las fronteras que los hombres fabrican, quedaba totalmente desligada de ellos y sus sueños de territorialidad.


La vida, en ella, tenía que evolucionar desde cero. Poco a poco la isla se iría poblando de líquenes y musgos, con las lluvias se formarían pequeños riachuelos y charcas, y de los cielos irían llegando pequeños insectos y otros invertebrados, mientras sus costas irían poblándose de vida marina.

No sería, por tanto, ésta, una isla vieja, sino una isla nueva, abierta al gran número de posibilidades que ofrece la vida. Más que una isla, sería un refugio de la vida salvaje y un laboratorio natural para la evolución. Algunas especies se adaptarían y otras desaparecerían, pero irremediablemente la vida crecería en ella.


Como en todo sueño, en esta isla me permito una cierta fantasía, y en ella nunca tengo edad. Mientras permanezca en mi isla, nunca envejezco y puedo contemplar la evolución y el paso de los años, puedo introducir en ella nuevas especies, tomando nota de que muchas de ellas sean especies animales y vegetales en peligro de extinción. Sé muy bien que algunas especies se adaptarían a su nuevo entorno, mientras que otras no se adaptarían o simplemente serían sustituidas por otras pues así es como actúa la naturaleza. Me imagino que el mismo poder que creó la isla me concede la posibilidad de ver como esa misma vida que la va poblando va evolucionando. No hablo de la evolución de días, meses o años, sino de la misma evolución de siglos, de la aparición de nuevas especies únicas que formarían nuevos endemismos únicos de este lugar.

La isla estaría libre de toda presencia humana, exceptuando la mía (por algo forma parte de mi imaginación), y actualmente en ella también habría un lugar para la que hoy es mi pareja, pues no en vano ella misma ha colaborado en parte en este sueño que alimentamos juntos cada vez que vamos a pasear entre la naturaleza o exploramos montes, bosques o riachuelos.


Puede que ocasionalmente se permitiese la entrada a algunos otros humanos a este lugar donde se respetaría a la naturaleza. No sería un lugar abierto únicamente a científicos deseosos de explorar la naturaleza, sino que en ella podría entrar cualquier persona capaz de respetar la naturaleza por lo que es, en todos sus sentidos. No sería un lugar de visita exclusivo para eruditos o sabios, sino un lugar donde el hombre más simple y sencillo podría acudir buscando un pequeño remanso de paz, siempre que lo respetase. Pero como digo, serían visitas ocasionales, pues esta sería un lugar de paz, solitario, donde los únicos habitantes humanos fijos seríamos nosotros dos.

Una única edificación existiría en la isla, o un conjunto de edificaciones, todas ellas juntas en un mismo lugar. Allí es donde viviríamos. El lugar sería un faro, una pequeña mansión o un castillo con todo lo necesario para tener una vida cómoda, aunque no exenta de trabajo. Allí habría una pequeña planta de procesado de aguas o de tratamiento para la materia orgánica y material de reciclaje, y un pequeño terreno para plantar nuestros propios alimentos y criar nuestros propios animales. Deberíamos aprender muchas cosas, pero lo haríamos, como ya lo hicieron nuestros antepasados. Aprender a cultivar, a tejer, a cuidar a los animales, ordeñar, fabricar alimentos y conservas... Pero aprenderíamos a hacer las cosas y entenderíamos mucho mejor el respeto que le debemos a la vida, y que siempre que la naturaleza nos ofrece algo, nosotros, en compensación, deberíamos ofrecerle algo a cambio a ella.


Me imagino que nuestro hogar, eso sí, dispondría de ciertas comodidades y habría espacio para algunos de nuestros pequeños vicios: una pequeña biblioteca, agua caliente, electricidad -aunque a menudo nos iluminaríamos con la simple luz de las velas o las llamas de una hoguera en una chimenea caliente, para recordar los viejos tiempos en que estas comodidades no existían-, y por paradójico y contradictorio que suene en este sueño de soledad y naturaleza, también tendríamos conexión a internet suponiendo que la humanidad no se hubiera extinguido aún.

En esta isla los animales circularían libres, no habrían carreteras, únicamente senderos o pequeños caminos de tierra comprimida, y puede que, fuera de estos caminos, las únicas estructuras humanas que habrían serían aquellas de lo que nosotros llamaríamos nuestro “hogar” y sus edificios auxiliares -corrales, talleres, almacenes...-, algunos muros de piedra construidos para retener la tierra al modo antiguo, algún que otro puente de piedra estrecho para atravesar riachuelos o precipicios y alguna pequeña presa o canal para las aguas.


Sería ésta una isla de contrastes debido a su geografía, marcada principalmente por la altitud del terreno. Dotada de pequeños riachuelos o lagos, bosques, pequeños prados, y zonas rocosas casi desérticas ya fuera por la falta de sustrato, el calor o el frío, estaría marcada por una gran variedad de ecosistemas en un pequeño espacio de terreno... Lo cierto es que he imaginado esta isla miles de veces y de mil maneras distintas, situada en distintos climas y en distintas localizaciones, y variando de este modo su fisonomía, su fauna y su vegetación, pero alejada, ¡eso sí!, de todas las rutas marítimas habituales.

En esta isla, los horarios no serían importantes, sólo la vida. Simplemente seguir al ritmo que marca el corazón de cada uno, o según las pautas que marcase la naturaleza. Nada de despertadores, ni molestos teléfonos que interrumpieran la paz, ni trabajos que nos esclavizasen para provecho de otros. Sembrar nuestra propia comida, fabricar lo que necesitásemos, trabajar para nosotros mismos.


Hasta ahora he imaginado esta isla de muchos modos y de muchas formas, pero siempre solo... Ahora, en ella, estás tú, y ya formas parte de este mundo que hasta ahora había guardado en secreto y nunca había compartido. Juntos, seguiremos construyendo esta isla imaginaria, mientras un pequeño archipiélago nace alrededor suyo. Juntos, al lado de los linces, los castores, las marmotas y muchos otros animales a los que, en nuestro sueño conjunto, ya hemos dado cobijo.

TE QUIERO.



Nota final: Aunque la isla de la que hablo -pero sobretodo imagino- puede ser imaginaria, la creación de la misma me ha llevado a investigar una amplia cantidad de islas a lo largo de Google Maps y Wikipedia, ampliando mi modo de ver la vida y el mundo. Esta isla imaginaria, que ya existía desde muchos años atrás, cuando me dedicaba a dibujar mapas de mundos fantásticos, se ha ido transformando a través de esos retazos de visitas virtuales a islas existentes -como pueden ser la Isla de Gough, Tristan da Cunha, Socrota, Ascensión, Corvo y las Cíes, entre muchas otras-, así como, mayormente, mis excursiones reales a través de los campos, bosques y montañas que he ido visitando a lo largo y ancho de las comarcas de la tierra donde habito, en compañía de mi pareja. Esta isla es un homenaje a todos aquellos que aún se atreven a soñar en lugares vírgenes, y, sobretodo, en otra vida más natural y sostenible, alejada de nuestra superpoblada y consumista sociedad, pero sobretodo a aquellas especies animales que necesitan un santuario donde resguardarse, aunque en este caso sólo sea una fantasía o un sueño.