miércoles, 2 de marzo de 2011

PORQUE ODIO MIS PALABRAS

Al final uno acaba odiando sus propias palabras porque le atrapan y condenan.

¿Cuanta gente ha visto en mí lo que escribo y no quién soy en verdad? En base a lo que uno escribe, la gente te tiende a idealizar. Soy real, lo siento, no soy aquello que escribo, y ni siquiera aquello que sueño.

No, no soy mis palabras, ni aquello que escribo. Todo eso es, únicamente, una parte de mí, un reflejo, una sombra que proyecto. Quizás muestra algo de mi espíritu, pero poco más. El alma, el cuerpo, las palabras, nada valen por si solas, son distintos reflejos y sombras de algo que va más allá.

Creo que es dificil conocer totalmente a una persona. Hay gente que es fácil de descubrir como son, que piensan o como actuarán, probablemente, frente a ciertas situaciones. Pero nunca se conoce a la gente del todo, aunque no guarden secretos. La gente cambia, evoluciona, involuciona, se disfraza o se muestra tal como quieren que la vean, y algunas veces tal como verdaderamente es. Sin embargo lo que somos o como pensamos también viene determinado por las circusntancias que nos rodean. Es un error ver y creer conocer como es una alguien únicamente por lo que escribe o dice. Las palabras son sólo ideas.

Yo no soy poeta, ni trobador, ni filósofo.

Interpreto la realidad a mi antojo, dado a las fantasías, los sueños y las metáforas. Busco respuestas, pero mi interpretación de la realidad no es una verdad, sino, simplemente, un modo más de interpretar ésta. Y por decir palabras bellas no cambiaré aquello que ya es, ni aquello que soy.

No se me descubre por palabras, sino por el trato. Soy humano, doy más a unos y menos a otros. Conozco a gente nueva y la olvido. No pretendo fallar a nadie, pero puede que lo haya hecho más veces de las que sé. Cada uno atiende a sus razones, fuera de toda lógica o verdad.

No veáis sólo mis palabras. Ya me he cansado de eso. Quién me quiera conocer que me conozca, pero no espere de mí nadie que sea lo que escribo, ni lo que muestran mis palabras. Son sólo palabras; sentimientos o pensamientos a los que doy forma, pero que son sólo una pequeña parte de mi vida interior, llena de otros pensamientos que nunca tomarán forma.

A veces lamento que nadie pueda comprender lo que realmente siento cuando mi mirada observa en el parque a un pequeño herrerillo en las ramas de un árbol, una lavandera cruzando correteando presurosa el suelo húmedo o un gorrión cruzando la acera dando pequeños saltos observándome con su mirada del mismo modo que yo lo observo a él. Nadie puede comprender lo que siento en ese instante, ni las ideas que recorren mi mente. Puede que pudiera escribirlas, pero las palabras serían sólo un reflejo de una realidad que ya ha pasado y ha perdido el instante del ahora. ¿Es acaso un reflejo de un espejo el mismo cuerpo que la proyecta?

Escribo, pero nadie puede saber exactamente lo que estoy diciendo cuando digo un "Te quiero", cual es la profundidad del sentimiento, de sus matices o significados. Todo es más complejo en la realidad, y aunque parece más sencillo, lo cierto es que las palabras suelen hacer parecer las cosas más sencillas de lo que son.

Escribo lo que escribo porque lo pienso y lo siento. Pero el pensar y sentir no es lo mismo que la misma vivencia en sí.

Odio mis palabras porque me atrapan en la trampa de la interpretación que otros les dan, e interpretando las palabras pretenden descubrir quién soy. La gente me interpreta en base a lo que digo. Ese es un error de apreciación con el que me he encontrado a menudo.

Creo que a veces las palabras mienten incluso cuando dicen la verdad, porque, como digo, son un mero reflejo de lo que siente el alma. Y el hombre y su alma son a menudo contradictorios.

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