domingo, 17 de abril de 2011

LA DONA D´AIGUA. Una descripción y un relato.

Muchas leyendas, cuentos y relatos circulan por las tierras catalanas haciendo referencia a bellos seres femeninos, espíritus de antiguas supervivencias paganas. Se habla de las aloges, las goges y las encantades, entre otras. Pero de todos los espíritus femeninos catalanes, sin duda el más conocido es el de la dona d´aigua, nombre que podría traducirse como mujer de agua. Pero yo no soy proclive a hacerlo, porque su nombre, precisamente, forma parte de su encanto. La dona d´aigua...


DESCRIPCIÓN

Las dones d´aigua se las suele describir como unos espíritus femeninos de una belleza sin igual, parecidas a las mujeres humanas, pero de una naturaleza menos corpórea y más etérea, considerándose que son hijas de la misma agua donde viven, encima de la cual tienen la capacidad, incluso, de poder bailar o caminar. Son jóvenes y bellas mujeres que poseen unos largos cabellos rubios o de tono cobrizo, totalmente libres y sueltos, que refulgen con luz propia bajo la luz del sol o de la luna, pudiéndo llegar esta cabellera hasta sus pies. Sus ojos son muy hermosos, y siempre poseen un precioso color azulado o verde esmeralda que recuerda el color de las aguas donde habitan. Tal es su hermosura, que aquel mortal que llega verlas cae inevitablemente hechizado por su belleza, de tal modo que a menudo ya no quieren tener trato con otra mujer o pueden quedar, incluso, medio trastocados. Pero lo cierto es que hay hombres capaces de resistirse a sus encantos, especialmente si están guiados por la fe o la codicia.

Suelen ir totalmente desnudas o visten ropajes transparentes y volátiles, que se adaptan a sus sinuosos cuerpos, o bien túnicas de un blanco tan puro que parece brillar, o vestidos tejidos de forma magistral con hilos de oro muy claro.

Permanecen siempre jóvenes, y no hay tiempo ni tara que las haga envejecer. No son mortales, pero tampoco son inmortales, y pueden vivir más de mil años, quizás miles, incluso. Y jóvenes permanecen hasta el mismo instante en que mueren.

Y si bien la descripción que se da usualmente de estos seres es la ya arriba mencionada, hay quién a veces le adjudica otras características más inusuales. Hay quién cuenta que sus cabellos son del mismo color verde que las aguas estancadas donde habitan. Al decir de otros no tienen piernas, sino cola de pez, como las sirenas; o hay quién cuenta que toda su piel está recubierta por una finas capa de escamas. Otros aseguran que son como pequeñas mujeres aladas, al estilo tradicional de las pequeñas hadas de cuentos foráneos. Y en algunas leyendas se dice que poseen en su frente una refulgente estrella de tonos rojizos; característica ésta que se suele atribuir a algunas de sus reinas, o también a la reina de las sirenas.


HÁBITAT

No es casualidad que las dones d´aigua reciban este nombre, puesto que suelen habitar siempre en las cercanías o el interior de los lugares donde abunda el agua fresca y dulce: ríos, fuentes, lagos, pozas o cuevas cercanas a estos lugares húmedos y, a menudo, sombríos. Y según cuentan algunos, ellas nacen de esas mismas aguas, o de las aguas que se encuentran entre su mundo y el nuestro.

Se habla también de sus inmensos palacios subterráneos, escondidos en el interior de esas cuevas que a veces habitan, o que se encuentran en el fondo de algunos lagos o ríos. Allí se esconden sus fabulosos tesoros y sus extraños encantamientos; es el lugar donde celebran sus fastuosas fiestas, donde a veces, incluso, han arrastrado a algunos mortales. Y hay quién cuenta que todos estos bienes los esconden fácilmente de los ojos mortales gracias a un tejido mágico parecido a una malla que recuerda a las telarañas, que no dejan ver sino aquéllo que ellas mismas quieren.


COSTUMBRES

Las acciones de las dones d´aigua siempre suelen ser positivas, al contrario de lo que sucede con sus parientes, las encantades, que son muy parecidas a ellas, pero mucho más maliciosas si se las molesta, y que están más ligadas a las cuevas, bosques y montañas.

Aunque se las puede encontrar solas, lo más frecuente es que a las dones d´aigua se las vea en grupo, en horas especialmente señaladas. Así algunos las han observado justo al amanecer, otros al mediodía, y otros muchos de noche, surgiendo de las aguas como sombras resplandecientes.

Así se las puede observar danzando, persiguiéndose mutuamente, jugando, hilando, o haciendo la colada, pudiéndose escuchar, especialmente de noche, como golpean la ropa entre las montañas. Extienden las blancas prendas que lavan sobre las rocas y prados donde se encuentran, y si algún mortal tiene la fortuna de coger una de estas prendas, tiene la riqueza asegurada; porque de algún extraño modo, estas prendas, que suelen ser manteles o sábanas, están ligadas íntimamente a las dones d´aigua. De algún extraño e inexplicable modo, cada dona d´aigua está ligada a su mantel, y si un mortal se apodera de uno de éstos, obtiene el dominio sobre su propietaria, pudiéndole reclamar una recompensa a cambio o su mano, aunque a veces la mayor fortuna es quedarse simplemente con esta pieza de ropa para la casa, ya que a quién tiene uno de éstos manteles o sábanas, nunca les faltará nada. No serán ricos, pero tampoco sufrirán jamás la escasez. Aunque no es tan fácil apoderarse de una de estas piezas, como pueda parecer, e intentarlo puede resultar incluso peligroso.

Como su nombre indica, sus costumbres suelen ir relacionadas siempre con el agua, o se realizan en su cercanía. Así, a menudo se las puede contemplar bañándose en las frías aguas de las pozas formadas por cascadas, en estanques y en los lagos, donde suelen peinarse sus largas cabelleras con peines de oro. Que es, junto las mencionadas piezas de ropa blanca, otro de los objetos que parece ir ligado frecuentemente a ellas. de todos modos, del mismo modo que se peinan, a veces se las puede observar nredando sus cabellos con ramitas de los árboles, hojas de hiedra o juncos.

Así, las dones d´aigua suelen pasar sus horas cerca de las árboledas cercanas a ríos y estanques, donde bailan danzas redondas al son de sus armoniosos intrumentos y sus cantos suaves y cautivadores, o acompañadas de una etérea música que a veces las acompaña; la misma música que se suele escuchar en sus palacios acuáticos o subterráneos, en los que celebran espléndidas fiestas en noches de fechas señaladas, oyéndose entonces el ruido que producen las copas y vajilla de oro puro o finísimo cristal, en un gran festín y plácida orgía.


No desean tratos con los mortales, aunque tampoco los perjudican. Ante la presencia de un ser humano que se aproxima suelen desaparecer, aunque a veces no huyen si son sorprendidas, especialmente, si algún hombre se hace con alguno de sus manteles o sábanas, que de una manera tan inexplicable están ligadas a ellas.

Sin embargo, y a pesar de todo, existen historias donde las dones d´aigua aceptan de buen grado acoger a alguien en sus palacios, especialmente si son hombres jóvenes y bien formados, pero éstos tienen que hacerse cargo que probablemente no volverán jamás a su tierra, del mismo modo que si la acogida es una chica, posiblemente acabe convertida ella misma en una dona d´aigua.

Según se cuenta, las dones d´aigua desean ser madres, pero siendo seres etéreos como son, su naturaleza no las dispone para ello, aunque si pueden tener hijos cuando unen su destino al de un mortal. Y también se menciona en alguna leyenda el parto de una dona de aigua, que es ayudada por una humana y recompensada por ello.

Sobre como una dona d´aigua puede ligar su destino al de un hombre, va la siguiente historia... una historia sobre el matrimonio de un hombre y una dona d´aigua que se repite en diversos lugares de la geografía catalana, aunque con pequeñas variantes, alguna de las cuales mencionaremos.

Las más conocidas son la leyenda de la dona d´aigua de Can Prat, cerca de Gualba, o la dona d´aigua de Can Blanch, cerca de Arbúcies, ambos en las regiones del Montseny.

LA DONA D´AIGUA Y EL SEÑOR DE CAN PRAT

Can Prat.
Una vez, tiempo atrás, en una enorme masía y heredad conocida como Can Prat, en un lugar cercano Gualba, cerca de la montaña del Montseny, había un poderoso propietario que controlaba con inteligencia y sabiduría sus tierras, bosques, cultivos y rebaños.

A dicho señor, a veces le apetecía caminar entre los espesos robledales del lugar, pues se sentía muy ligado a su tierra. Y como era un hombre al que le gustaba caminar por lugares salvajes, agrestes y abruptos, a menudo se le hacía de noche más allá de las los términos de su propiedad y, subiendo aún más arriba, hacia el Montseny, con paso seguro, entre senderos y caminos, llegaba a un valle donde había una gran penumbra.

Sucedío así un día que, haciendo uno de sus paseos vespertinos, el poderoso hacendado llegó al borde de una poza conocida como el Gorg Negre, un lugar del cual se dice que sus aguas son insondables, cuando ya había llegado la medianoche de un plenilunio clarísimo. Y contemplando las aguas del gorg, quieto, tranquilo y exánime, el propietario de Can Prat se percató que ni un soplo de aire movía las hojas de los juncos o los árboles; que no se oía ni un ruido animal; que no se vislumbraba uno sólo brillo que no fuera únicamente el del gran astro nocturno que llenaba el cielo con su presencia. Había algo extraño melancólico y extraño en el aire. Y con un poco de fatiga en sus piernas, el hombre se sentó al borde del agua, sobre una piedra inclinada...

Bajo la luz del plenilunio.
Y fue entonces cuando, primero de un modo confuso, y después de forma nítida y precisa, apareció, medio sumergida en las aguas del gorg, la figura de una maravillosa mujer desnuda, que se peinaba su cabellera, rubia como el oro, con un peine fulgurante, de forma lenta y abstraída. El joven señor no había visto jamás una perfección como aquella, ni tampoco existen palabras para que nosotros la podamos explicar. Ningún hombre hubiera sido jamás capaz de resistir tan perturbadora belleza surgiendo de las aguas de aquel lugar bajo la luz de la luna llena.

Así, sin darse cuenta de que era observada, aquella mágica criatura, con sus brazos alzados, se iba pasando el dorado peine por sus largos cabellos, mientras cantaba de forma suave una esquiva melodía. Y él contempló sus ojos verde esmeralda, que parecían ser tiernos y cariñosos, pero a la vez lejanos... como si éstos observasen aún , en el perdido horizonte, un mundo que no era el nuestro.

Y estando así, él observándola, y ella paseando la mirada a su alrededor, de repente ojos se encontraron, y en ese preciso instante él comprendió que su destino quedaba, en ese preciso instante, unido al de ella para siempre, y estaba obligado a amarla sin fuerza natural que pudiera ya separarlos. Y fue ver aquel rostro adorable mirando hacia él y contemplar aquel cuerpo provocador de sinuosas formas, que supo que deseo, contemplación, voluntad, amor, orgullo, audacia, valor, admiración y cariño se encontraban en su corazón.

El señor de can Prat le preguntó como se llamaba, pero ella, sin dejar de mirarlo ni apartar la vista, no contestó. Y cuentan que aquella noche, durante mucho tiempo, él le estuvo haciendo preguntas y ella no contestó ninguna, tan observándolo sólo con sus jóvenes ojos verdes como el agua de aquel encantado lugar, sin decir una sola palabra. Pero finalmente, tímida y calmada, quizás seducida por el fervor y el amor que el amo de can Prat le mostraba, le explico que era una dona d´aigua, una criatura que no era mortal, pero tampoco inmortal, y que obedecía unas leyes de vida y unas costumbres muy diferentes a la de los hombres. Que su abrazo, en aquel lugar apartado era peligrosísimo, porque tenía por costumbre ahogar a los hombres que durante el plenilunio la habían intentado conseguir por la furza o conquistar por la astucia. Y todo esto se lo dijo con una voz sonora y cantarina como la de la corriente de un río o las aguas de una pequela fuente o cascada, y sus voz tenía la modulación de otro mundo, de otra existencia.

Y hablaron de muchas cosas aquella noche, durante horas, pero de un modo u otro, hablaran de lo que hablasen, se estaban diciendo que se amaban. El hombre, prisionero del lugar y de la hora, pidió a aquella mujer, una dona d´aigua, que aceptara convertirse en su esposa y le ofreció compartir con ella su casa, su tierra y toda la riqueza que el tenía repartida por el lugar, como prenda de su buena voluntad, siendo iguales en el matrimonio (que no era poca cosa en aquella época). Ella, sin embargo, se sentía insegura de abandonar la soñolienta protección de aquel sitio donde había sido engendrada en este mundo, y de penetrar en una tierra y un nuevo tipo de vida desconocida del todo por ella. Y de este mundo lo que más temía era de la incnstancia de los humanos, puesto que había oído hablar de sus desequilibrios y rudeza, y de su codicia desbocada.

Aún así, había en aquella dona d´aigua la certeza de que aquel joven bien formado que tenía delante le gustaba mucho, de modo que acordó unirse con él en matrimonio, con una única condición, que fue aceptada y confirmada bajo juramento por el dueño de Can Prat, y era ésta: que jamás, jamás, bajo ninguna circunstancia ni por ninguna razón, él debía recordarle, ni en público ni en privado, su mágico origen, ni que tampoco la insultaría o reñiría con palabras rudas o expresiones que hicieran referencia a esa condición.

Y así fue que aquella dona d´aigua se convirtió y llegó a ser la señora y dueña de Can Prat, legítima y amante esposa, consejera sabia, dispuesta y respetada propietaria, junto con su marido, de una próspera tierra; prosperidad que con su llegada aumentó, creciendo el poder de la familia hasta el punto que el Prat de Gualba se convirtió en referencia de todas las tierras del reino de Cataluña.

Y le dio un niño y una niña...
Pero de todas las riquezas que esta mujer le dió al señor de Can Prat, la más grande y valiosa para él fueron los dos hijos que ella dió a luz, un niño y una niña, los cuales guardaban un gran parecido con la herencia de su madre, con sus rubios cabellos y sus ojos verdes, y éstos fueron creciendo fuertes y altos en medio de todo aquel bienestar y riqueza que iba prosperando junto a ellos Y así pasaron los años, mientras la pareja de Can Prat, amo y señora, iban a menudo cogidos de la mano mientras contemplaban la belleza y prosperidad de aquellas tierras.
Pero no todas las dichas duran eternamente, y a menudo la desdicha llega de mano del mismo hombre que la busca la elude constantemente.

Y aquí ya difiere la historia...

Al decir de unos, nos cuenta la leyenda que un mal día el poderoso hacendado y su mujer estaban midiendo una buena porción de tierra que tenían que preparar para el cultivo, y empezaron a discutir sobre que tipo de planta sería el más adecuado para aquel lugar. Le parecía al señor de las tierras que sería bueno plantar trigo de xeixa, fácil de recoger y muy valioso en el mercado. La dona d´aigua, en cambio, argumentaba en contra, asegurando que el terreno no era propicio y que según ella el maíz convenía más. Razones daba uno y razones daba la otra, que poco a poco fueron subiendo el tono, hasta que el marido, enfadado, y olvidando el juramento que años atrás le había hecho, le dijo, entre grandes gritos, que poco podía entender ella de cultivos y simientes porque no era otra cosa que una pobre dona d´aigua, una mujer nacida en un río que poco podía saber de la tierra. Lo acabó de decir que ya se arrepintió, pero ¿quién puede echarse atrás cuando ya ha dicho una palabra funesta? El mal ya estaba hecho, y la mujer huyó a toda prisa, sin que él la pudiese detener, y desapareció en el interior de la profunda poza del Gorg Negre.

Pero existe aún una versión aún más elaborada, de esta leyenda que nos dice que la desdicha del señor de can Prat llegó de otro modo. Nos cuenta así, que sucedió que un año que había habido una cosecha muy rica y abundante de trigo, como no se había visto jamás en esas tierras, el marido se fue a mercadear por unos días, durante el mes de mayo, cuando el trigo aún está verde y noha madurado. Y así tal como el marido se fue y desapareció del camino, la mujer llamó a todos los mozos y sirvientes de la casa con capacidad de segar, y les pidió que a toda prisa segaran todos los campos y trigales. Los sirvientes se quedaron sorprendidos e incluso escandalizados, puesto que el trigo aún estaba verde, por lo que si lo recogían no se podría aprovechar ni un solo grano. Pero la dueña hizo entonces valer el uso de su poder y autoridad, amenazándolos que si no hacían lo que ella les pedía, serían despedidos o castigados, por los que los campesinos cumplieron lo que les pedía, colaborando ella también en la labor de la siega.

Cuando el marido volvió, días después y vió que todos los campos estaban segados y desnudos, enloqueció. Aquello significaba, la perdida de toda la prometedora cosecha, la más abundante que había visto en su vida. Y rápidamente se dirigió a la casa buscando el culpable de tan tamaña atrocidad. Cuando los sirvintes le informaron que aquello había sido ordenado por su esposa, el hombre furioso se dirigió a verla y, olvidando su promesa, le dijo: “Dona d´aigua havies de ser!” (¡Dona d´aigua tenías que ser!).

La dona d´aigua, al oír aquellas palabras que hacían referencia a su origen, huyó rápidamente hasta las honduras del Gorg Negre, sin que el dueño de Can Prat pudiese retenerla ni capturarla. Ella corrió y corrió como si fuese conducida por una rapidez sobrenatural, hasta que desapareció en las aguas de aquel lugar. Y él, decaído y sin aire, tuvo que volver a la masía dond vivían, mientras en el cielo se empezó a formar una gran tormenta. Y en un momento pareció que hubiera caído la más profunda noche sobre la tierra. Y así, tan pronto como se encontró encima de la heredad, descargó una lamayor tormenta de granizo que había habido en muchos años, de tal modo que no dejó ni una sola espiga en pie en todo el territorio, y arrasó todas las cosechas de las casas vecinas, haciendo desaparecer toda aquella prometedora siega que muchos esperaban.

Y entonces el señor de la casa se dió cuenta del gran error que había cometido y que su mujer había obrado bien, pues, como dona d´aigua que era, había sido capaz de ver la tempestad que se avecinaba muchos días antes y, como medida de sabia prudencia, había considerado que era preferible salvar las espigas para poder aprovechar la paja del trigo, aunque tuviese que destruir el grano, de modo que a los animales de la casa no les faltase el alimento.

Y efectivamente, aunque aquel año toda la región cayó en la más absoluta miseria, y muchos de los pequeños propietarios tuvieron que abandonar sus casas, aquella fue la única casa que pudo salvar a sus animales, puesto que el resto de heredades se encontraron con que todo su ganado y todos sus animales murían de hambre, y por ello muchos animales tuvieron que ser sacrificados.

Y aquí se retoma de nuevo el hilo de la leyenda...

El Gorg Negre.
Desde aquel día nefasto en que el dueño de Can Prat, vió desparecer a su mujer en las aguas del Gorg Negre, ya no la volvió a ver jamás. Y tan alto y valiente como era, ya no quiso tomar a otra mujer y muchas veces, durante el día, se dirigía a aquella siniestra poza que parecía se la había tragado para siempre, y la llamaba desconsolado, invocando a su amor, a su nombre y toda su riqueza, implorando que volviese con él, sin resultado alguno. Y así iba y venía él todos los días, de la masía al gorg y del gorg a la masía, llorando como un niño desconsolado, sin que nadie pudiese hacer nada por devolverle un mínimo de su felicidad. Y hay quién dice aún, que en más de una ocasión pretendió el amo de Can Prat dirigirse al Gorg Negre en las noches que había luna llena, pero que entonces, misteriosamente caía en un gran sueño del que nadie lo podía despertar y así permanecía hasta que aparecía el primer rayo del alba.

Y de nuevo existen dos versiones distintas para el final de esta leyenda:

En la primera cuentan que, un día, el señor reparó en que sus hijos iban siempre muy bien peinados, limpios, vestidos y cuidados, y cuando él les preguntó que sirvienta era la que se hacía tan bien a cargo de ellos, éstos le contestaron que no era ninguna sirvienta, sino su madre, que por la noche los visitava, los limpiaba y los peinaba con su peine dorado. Y el padre les pidió que le dijeran a su madre que volviese a casa y que se quedase con ellos. Y ellos así lo hicieron, pero ella no cambió su actitud, y cuando el intentaba sorprenderla, al oír su voz detrás lapuerta, ella siempre desaparecía antes de que pudiera siquiera ver. Así que finalmente, el padre preparó una estratagema, y le pidió a sus hijos que mientras su madre los peinase, ellos cosieran sus vestidos a la falda de su madre y lo avisasen, de modo que cuando él entrase éstos la retuvieran con su peso, a modo de lastre. Y ellos así lo hicieron, mientras él aguardaba detrás de la puerta. Cuando cosieron sus vestidos a la falda de su madre, los niños llamaron a su padre. Pero al entrar en la habitación, él sólo tuvo un fugaz atisbo, y vió como ella huía llevándose a sus hijos consigo. Y ya nunca nadie los volvió a ver jamás.

Una segunda versión, nos explica, sin embargo, que cuando el dueño de la masía de Can Prat caía invadido de aquel sueño y aquella prostración tan profundas, la dona d´aigua acudía a la casa, invisible a los ojos de los demás, e iba a la habitación de sus hijos y allí los acariciaba y los besaba muy dulcemente, peinándolos, y se quedaba un buen rato con ellos, solícita y atenta, cantando una canción con aquella extraña voz suya, y que antes de salir y volverlos a dejar, los abrazaba y dejaba caer unas lágrimas brillantes encima de sus cabellos, lágrimas que, al día siguiente, cuando aparecía el sol, se transmutaban en rarísimas perlas de gran valor, que al ser recogidas, enriquecieron aun más aquella heredad, durante mucho tiempo.

Pero pese que en esta versión los niños permaneciron con el padre, este jamás se libroó ya de su eterna tristeza por haber perdido a la mujer que amaba...


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1 comentario:

  1. Por si te interesa. En Banyoles existe una zona de bosque llamada Les Estunes, donde se dice que se haya el palacio de les gogues. Es un lugar mágico donde el suelo de roca se ha quebrado formando dos grandes grietas por las que se puede cruzar la pequeña zona de bosque de un lado a otro. Alucinante!

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