domingo, 28 de abril de 2019

DISERTACIONES SOBRE EL AMOR, EL ODIO Y EL FALSO PATRIOTISMO

Algunos pensamientos que me han venido a la cabeza en un día cualquiera de elecciones generales...

Hoy, cuando he ido a votar, y he ido a buscar mis papeletas, he visto como la mujer que tenía a mi lado -de unos 40 a 50 años- estaba cogiendo su papeleta para votar a Vox. Ese hecho, ya de por sí me ha dejado noqueado, porque no puedo llegar a entender como alguien puede llegar a renunciar así a sus derechos más fundamentales, por mucho "amor" que pueda sentir hacia su patria, pero mucho menos lo entiendo cuando esa persona es una mujer a la que un partido político así le va a pisar más aún sus derechos si cabe.

Pero bueno, incluso así, sé que hay mujeres que en un día como hoy votarán a Vox. ¡Sí, sí, lo sé, es triste, pero así es! Una realidad de esas que uno no entiende pero que sabe que existe.

 La cosa no hubiera pasado de triste anécdota si no fuese porque acto seguido he visto como esa misma mujer cogía otra papeleta de Vox, la metía en un sobre y se lo entregaba a su hija -que apenas parecía una adolescente- para que también votase a ese partido. Si su hija quería votar a ese partido o no, realmente no lo sé ni lo he visto nada claro, pero era evidente que iba a votarlo porque su madre le ha entregado la papeleta y le ha dicho que ese era el partido que tenía que votar... A partir de ahí, en mi cabeza han surgido de nuevo una serie de preguntas que ya hace tiempo que ahí están: ¿Realmente, cuando votan a Vox, esos votantes piensan con visión de futuro? ¿Es posible que existan mujeres dispuestas a condenarse no solamente a sí mismas, sino también  a sus propias hijas , solo por amor a todo lo que ellas consideran "español, y mucho español"? ¿Cuánto de amor hay realmente en sus corazones, y cuánto de odio, intolerancia, xenofobia, homofobia y delirios de superioridad moral? Parte de las respuestas a esas preguntas ya la conozco, el resto, se pierde como un enigma en la oscuridad.

Siempre me he considerado un apátrida. Tengo claro que mi lealtad únicamente se la debo al planeta que me dio la vida, y a un par de causas, la vida y la libertad. Pero a nadie más, y mucho menos a un país, cuya existencia no deja de ser una pura convención humana. Aún así, ello no me ha impedido nunca amar en un momento determinado o por distintos motivos a un país, que ya puede ser ahora Cataluña, ahora España,  marchando incluso más allá, incluyendo lugares y tierras donde nunca he estado. Aclaro este punto, porque quiero dejar claro que a día de hoy me siento mucho más catalán que no español por diferentes razones -porque hay que reconocerlo, el estado español se ha ganado el rechazo de muchos catalanes a pulso-, pero a pesar de ello nunca he dejado de amar a España, entendiendo por amar lo que es amar de verdad.

Amar a “España” no es amar a España. Dejo la “España” entre comillas para la gente de la ultraderecha o de Vox. Al  contrario que otros, tengo claro que cuando se habla de amar a España -y me refiero a verdadero amor-, no se trata de vanagloriarse de una bandera anclada en el pasado y ni de glorifica su historia un tanto oscura. Amar a España no es condenar a los otros por ser diferentes y condenarlos por su religión, su procedencia, su sexo o su orientación sexual . Amar a España tampoco es defender su unidad a costa de la libertad de los demás. Eso no es amar, ni de lejos. Eso es querer poseer, querer mandar o gobernar sobre los demás, pero no es amor.

Amor por un país -más allá de que sea tu propia tierra o región- es amar a su gente, en toda su diversidad, con sus muchas lenguas, sus muchas tradiciones -siempre respetando a los derechos o la cultura de los demás (e incluyo aquí los derechos fundamentales de los animales)-, y saber apreciar la totalidad cultural.

Siento un inmenso amor por España cuando pienso en sus tierras, sus montañas y sus ríos, en toda aquella gente que me ha abierto sus brazos por ser simplemente quién soy, y amo el sol y las nubes que recorren sus cielos, como lo han hecho y harán en el resto de mundo igual.

Amo y respeto la naturaleza que está en sus tierras por lo que es -si la hipocresía barata de algunos que vanagloriándose de ser “españoles” queman sus bosques para especular, o cazan a sus animales -aún estando protegidos por la ley- por puro capricho, deporte o diversión, sin otra finalidad que la de demostrar lo “bueno” que es uno empuñando una escopeta o un fusil-. Eso no es amar a España, es amar al propio egoísmo, la propia vanidad, es ser un cobarde que bajo un una falsa fachada  de respeto pretende tener mayor razón o calidad moral. Amar a España es mirar por el progreso de un mundo más justo y libre, con más derechos para todos, más acorde con el bienestar de las personas y el respeto a la naturaleza que no con los grandes poderes económicos. No es mirar por el bien de unos pocos, sino de todos. Amar a España debería ser dar libertad una oportunidad a aquellos que no tienen nada o devolver la libertad a todos aquellos a los que se les ha arrebatado. Amar a España es dar la bienvenida no solamente a los propios, sino también a los extraños.  Es tender puentes, y no destrozarlos.

Amaba a España cuando todo eso era posible, no la he dejado de amar porque todo eso aún se puede lograr. Pero tengo claro que para lograr cosas así, a veces es mejor que uno se separe y busque su propio camino. Eso no es únicamente darte una oportunidad a ti mismo, sino dársela también a los demás. Seguir un camino aparte no te hace olvidar el pasado -tuvimos un pasado juntos, que valoro por lo que fue y que nunca voy a menospreciar-, pero quiero buscar un nuevo modo de hacer las cosas, y el lastre de cargar con una España que te frena -esa España tan de derechas- no nos ayudará a avanzar.

Amar a España no se trata de la alegría de celebrar una fiesta nacional donde se tortura a los toros, ni de la vanagloriarse de la figura de su proverbial "macho" ibérico (que ya cansa desde hace años), ni de defender a puño y espada una Constitución que desde hace tiempo está enquistada y enferma. Amar a España no se trata de ejercer la represión contra la gente de tu propio pueblo, sino de abrir las puertas y dialogar.

Amo a España, y ni siquiera necesito sentirme español para amarla. Puedo separarme de ella y aún así la podré amar igual. No soy como ese “patriota” que considera que su país es “su” propiedad. Ni nunca daré mi vida por una causa tan triste como un himno, una bandera o el concepto de “Unidad”.

No, es evidente que la política del miedo y el odio no va conmigo. Y durante estos últimos tiempos ese es el juego al que han jugado muchos políticos, y muchas “ovejitas” les han seguido ciegamente sin más. Me alegra decir que en todo ese tiempo también he descubierto la existencia de muchos españoles que son españoles y demócratas de verdad.

No soy independentista, pero hoy más que nunca me siento catalán. No me considero español, pero amo España como el que más. Y creo y estoy convencido que podemos separarnos, seguir caminos distintos, pero juntos compartir nuestros logros y progresar.

¿Lo podéis entender? No es algo contradictorio, si lo entendéis posiblemente es que tenéis la mente abierta de verdad. Si no lo entendéis, probablemente estáis anquilosados con la falsa idea patriótica de “Unidad”, demasiado influidos por la propaganda barata del odio, del miedo y la uniformidad. Sé que no siempre es así, sé que no todo lo que digo es verdad, ya que cada persona es distinta y hace lo que hace o piensa lo que piensa por distintos motivos, pero lo que tengo claro es que amar España, no es lo que vosotros decís amar.

1 comentario:

  1. Pienso igual en lo que dices. Diferentes maneras de querer. Desgraciadamente una mayoría de gente que demuestra su amor destruyendo sus propios tejados no pueden entender un tipo de pensamiento como el nuestro

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