En mi mundo, amor y fantasía se entrecruzan. No son lo mismo, pero se parecen. Quizás porque ambos se alimentan de sueños y realidades, de deseos y esperanzas, pero a la vez se afirman firmemente en el mundo real.
Soy un soñador, es cierto. Pero no os equivoquéis, que sueñe no significa que esté apartado del mundo de los vivos ni que pretenda distanciarme de él. Siempre he tenido una parte de mí atada a la realidad, y otra al mundo de la imaginación y las ideas que creo “verdaderas”.
Quizás por eso mismo sueño, porque de algún modo percibo la realidad en sus múltiples formas y facetas, y así, incluso el mundo del hombre me parece que no deja de estar basado en meras “fantasías” que él llama realidad sólo porque, como sociedad, lo ha convenido así. Y sin embargo muchas de las ideas humanas, no dejan de ser un sueño que sólo es real en la medida que se lo permitimos.
A veces sufro de sobredosis de hiperrealidad; es por eso que a veces escapo a los mundos fantásticos y etéreos que se esconden en mi interior. Algunos los he compartido, los he descrito o los he dibujado. Otros muchos los he soñado. Algunos permanecen en el recuerdo y otros caen en el olvido.
Soñar me viene de familia, creo. Quizás hay algo genético en ello, no lo sé. Pero recuerdo los cuentos que me contaba mi abuela en su casa de Cal Marçal, en Puig-Reig, y a la vez los cuentos que me contaba mi padre tal como se los había contado a él su madre. Cuentos nacidos de una larga tradición oral. También recuerdo las extrañas historias y relatos sin fin que nos contaba mi madre a mi hermana y a mí cuando nos acostaba. Historias que eran producto de su propia imaginación y que no tenían otro propósito que entretenernos, hacernos reír, hablar o dormir. A menudo soñaba con ellos una vez me sumía en el mundo de los sueños oníricos, cuando aún siquiera sabía lo que significaba la palabra “onírico”.
Criarme en plena naturaleza, pasar mi infancia allí, en el campo, en Cardona, también debió influir lo suyo. Nuestros paseos por el río y por las islas que allí se formaban, por el bosque, los huertos y el campo, entre cañizares y una gran fábrica textil llena de misteriosos pasillos y salas vacías... ¡todo ello alimentaba nuestra imaginación y sed de aventuras! Nosotros no jugábamos en casa, porque disponíamos de grandes espacios abiertos. Pequeños niños salvajes que recorríamos aquel gran terreno a pie o con nuestras bicicletas.
Incluso cuando estudiábamos, el largo camino que había desde casa hasta el punto de la carretera en que el autobús nos venía a recoger para llevarnos a la escuela... ¿Cuantas aventuras no vivimos allí para amenizar lo que podía haber sido un camino monótono, largo, aburrido y tedioso?
¡Nosotros fuimos piratas, soldados, vaqueros, indios, policías y ladrones! ¡Fuimos los protagonistas de las series que veíamos en el televisor, pero protagonizamos nuestras propias aventuras! ¡Fuimos personajes de los tebeos y los libros de historia! Nada nos detenía...
Las largas historias que, en las noches de verano, nos explicaban la gente mayor sentados en aquel enorme banco de piedra, desde donde se contemplaba el cielo estrellado y donde aprendí el nombre de innumerables constelaciones que ahora he olvidado.
Crecí y me fui a una ciudad desconocida, Vilanova i la Geltrú. Y allí empecé a coger el gusto por los libros y novelas que me sumergían a mundos de aventuras y relatos fantásticos, donde los personajes podían enfrentarse a horrores cósmicos y atávicos o recorrer territorios poblados de magia y geografías imposibles.
Mi imaginación de pronto ya se alimentaba sola, creando sus propios mundos, con continentes inexplorados, civilizaciones desconocidas, razas no humanas y misterios sin fin. Los escribí, los dibujé y los interpreté y describí.
En todo ello había un rastro de amor: el amor de mi familia, de mis amigos, de mis vecinos, de la tierra en que me crié. El amor que yo siento por los mundos que he creado y sus “habitantes”.
Y en el mundo real, también muchos de vosotros y vosotras alimentáis o habéis alimentado mis sueños. Fantasías de amistad, de camarería, de romanticismo, de amor, de ternura... Me habéis hecho creer que existe un mundo mejor y que, a veces, ocupo un lugar en vuestros corazones y en vuestra vida por un instante. He recorrido vuestras almas y vuestros espíritus y he visto que conformaban paisajes bellos, tristes, pintorescos, divertidos, tenebrosos, simpáticos, coloridos, torturados, tranquilos, equilibrados o en busca de equilibrio... pero todos ellos únicos. Me he perdido en esos momentos, compartiéndolos o guardándomelos, imaginado que os amaba. Libres y sin pecado, nuestras alas abiertas extendidas al cielo.
Volar, soñar y tal vez amar. Sueño y realidad se confunden.
En mi imaginación.
Hola!!! que maravilloso encontrar a alguien que siente y escribe con el alma.... Imaginacion..Me siento identificada, estaba organizando mis tareas laborales del dia 16/4 escribi en el buscador y alli aparecio tu pagina.. que bueno es encontrar a alguien con sentimientos, pensamientos, escritos en comun. Gracias... Ma.C.
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