miércoles, 14 de marzo de 2012

MORGANA Y LOS OJOS TRISTES

Hace tiempo que me escribo mails con una persona a la que valoro mucho. Es una chica que, a falta de un nombre mejor (el suyo propio), llamaré Morgana, por los diversos significados ocultos que puede tener este nombre.


El caso es que, Morgana, ha sabido conocerme como pocas personas lo han hecho. Posiblemente porque, de algún modo, ve el mundo de un modo parecido al mío, y a través de esa visión del mundo es capaz de penetrar en mi mente y mi modo de pensar. No me encuentro muy a menudo con gente así, o no con la que conecte tan a menudo de esta manera.

Hasta hace bien poco únicamente nos conocíamos por escribirnos regularmente, hablando de las cosas que, como seres humanos, nos preocupan. Ya sabéis, ese tipo de conversaciones que sólo suelen surgir cuando uno está reunido alrededor de una hoguera, contemplando la naturaleza o el cielo, o en ciertos momentos trascendentales de la vida, como cuando pierdes a alguien o bien hay algo que cambia tu concepto global del universo de algún modo. Así, hablamos de destino, naturaleza, amor, alma, libertad, imaginación, sensaciones, sentimientos, ciencia, letras, los detalles de las pequeñas cosas, lo eterno, la muerte, la vida... y, naturalmente, el papel que creemos que jugamos dentro de de todo esto. De nuestros sueños y esperanzas. Conociendo a una persona así, es difícil no crecer de algún modo.

Me gusta pensar que he hallado un espíritu afín...

Morgana... Nunca creí que pudiera llegar a conocerla en persona.

Pero finalmente lo hice.

Llegar a conocerla en persona, ha significado mucho para mí. No sólo por todo lo que ya significaba, sino porque Morgana tiene esa magia que te permite ver el mundo de otro modo. Hablar con ella es ampliar horizontes y te permite ver nuevas perspectivas de las cosas, pero, sobretodo, de uno mismo. Temí que al conocerla, todo eso se perdiera. Y sin embargo ha sido todo lo contrario. Es real, y la magia no ha desaparecido.

Yo la miré a los ojos y ella miró a los míos...

De lo que se habló y lo que se dijo entonces, no os contaré nada. El caso es que unos días después Morgana me escribió diciéndome que se había alegrado de conocerme, pero que tenía que decirme una cosa, y no quería herirme con ello, pero como amiga creía que debía decírmelo; me contó que le parecí una gran persona, con un corazón maravilloso (eso lo dijo ella, no yo, ¿eh?, ¡cuidado!) pero que vio que mis ojos estaban demasiado tristes, que por momentos brillaban, pero enseguida su brillo se extinguía. Que sentía que llevaba algo a cuestas que me hacía estar triste, y no era sólo lo de las rupturas con mis anteriores parejas. Que creía que era algo más hondo, otro tipo de tristeza o pena...

Como siempre sus palabras me tocaron en alguna parte de mi interior, pero no me dolieron. Supo ver lo que otros no vieron, o que vieron y callaron. Pero ella me lo dijo... Y con ello me obligó a pensar de nuevo.

Y no es algo sobre lo que no haya pensado, al contrario, lo he hecho a menudo.

Aún recuerdo cuando antes mis ojos siempre brillaban. Siempre río, pero antes mi risa brillaba eternamente en la mirada. Ahora río, pero ese brillo en la mirada podría decirse que desapareció. Que sólo surge a veces, pero como breves chispas... Sé que quién me conoce bien y de hace tiempo recordará aquellos ojos, y que cuando hoy me miran verán que estos ojos de ahora no son los mismos que antaño. No me han dicho nada, pero sé que es así porque de algún modo me lo han demostrado en algún momento. Sé que mis amigos se preocupan por mí, y no hace falta que digan nada.

Pero el hecho es que Morgana tiene el don de hacerme reflexionar... Y esas reflexiones a menudo las reflejo por escrito, ya que escribir siempre ha sido un modo de poner en orden mis ideas.

Morgana... El tipo de persona que siempre querría tener a mi lado.

La cuestión es que, a menudo, antes de que Morgana me mencionara nada sobre todo ello, al mirarme alguna vez al espejo y tropezarme con el reflejo de mi mirada, frente a frente, ya había pensado sobre ello. Me iba a peinar o lavar la cara y me veía a mí mismo, pero era como no verme a mí, sino a otra persona. Ya no era capaz de ver aquellos ojos sonrientes que antes me caracterizaban, y que de algún modo, con aquel brillo humorístico algo irónico, decían: "Éste soy yo". Contemplaba únicamente unos ojos tristes, vacíos. Era casi como contemplar el aire. No mostraban dolor siquiera. Más bien la sensación de que dentro mío ya no quedaba nada, ninguna ilusión o esperanza. Ni pena ni alegría. Sólo aire.

Y Morgana me habló sobre ello y de nuevo me hizo pensar y reflexionar.

Sé de donde nace esa tristeza...

Y, a partir de aquí, transcribiré parte de lo que escribí luego, sobre ello, a Morgana:

"Buena parte de mi tristeza, viene de ahí, de la añoranza, no tanto de las personas, sino de los sentimientos de amor que tuve por ellas, y supongo que de un modo u otro deseo sentir eso, o algo parecido, de nuevo. Pero es algo más complejo que simplemente sentir eso. Se trata de compartir la vida, los momentos, con alguien. De reír o llorar, pero no hacerlo solo. De abrazar a alguien cuando te necesita, de escuchar la vida desde otros ojos y pensamientos... No sé. Y también se trata del paso del tiempo. Saber que el tiempo pasa y sólo hay una vida, y me gustaría aprovecharla tanto como pudiera, junto a alguien a quién amar.

Verás, si me supiera inmortal, creo que todo eso cambiaría mucho. No me preocuparía demasiado. Tarde o temprano aparecería alguien. No me preocuparía que tardase un año o un siglo, o más. A mí el tiempo siempre me ha parecido muy efímero, porque siempre hay cosas que hacer o aprender. Pero soy consciente de mi propia mortalidad. No creo ni en la reencarnación ni en otra vida, ni en otros mundos donde el alma permanece. Sólo hay una vida y hay que vivirla. Probablemente tú no opines igual, pero ahora te hablo de mi punto de vista. Y aquí es donde voy a empezar a contradecirme, pero te explico...

Si sólo existe esta vida, ¿porqué perder el tiempo estando triste? No tiene lógica. La autocompasión ya hace tiempo que quedó atrás, pero la tristeza viene a veces a mi corazón sabiendo que algo me falta. Es una tristeza contemplativa o reflexiva. Ya no me auto compadezco, cuando aparece simplemente la acepto, y si en ese momento está en mi mano, hago lo que sea para que desaparezca, aunque soy consciente que son soluciones transitorias: salgo a pasear por el campo, quedo con algún amigo, voy al cine o de compras, leo, lucho... Sé que eso hará desaparecer esa sensación extraña que siento a veces, pero sólo momentáneamente. No es algo que pueda controlar, aunque por supuesto busco soluciones. De momento ya tengo manera de frenar esa sensación, que ya es mucho, porque antes nada de eso que te he mencionado no servía para nada. En realidad, puede que lo que sienta ni siquiera pueda llamarse tristeza, sino más bien desengaño y desilusión, aunque realmente tampoco es eso. ¿Nunca has pensado que hay sensaciones o sentimientos que en realidad no tienen nombre, o que el significado del nombre no es lo suficientemente específico? Sería un poco eso.

Hay una vida, y tal y como yo percibo el tiempo, es muy corta. Siempre he dicho que creo que yo, si pudiera, viviría perfectamente 10.000 años sin aburrirme. No creo que en ese tiempo me aburriese ni desesperase. Creo que es una vida que la disfrutaría, siempre que no envejeciera, por supuesto. Y claro, viéndolo así, el tiempo de una simple vida humana se me antoja muy corto, aunque lo considero justo. La naturaleza nos dio la vida y la naturaleza nos la quita, para ser reemplazada por otra nueva vida. Veo equilibrio en todo eso. La muerte nunca me ha asustado, lo veo como algo absolutamente natural. Pero eso no quita de que me gustase vivir todos esos años.

Pero está claro que envejecemos. Unos lo llevan mejor, otros peor, pero todos envejecemos.

Y creo que yo ahora estoy en el mejor momento de mi vida. Pero me falta algo que ya tuve, y es alguien con quién compartirla. Porque lo cierto es que mis mejores momentos los pasé viviendo junto a alguien. El sexo, los proyectos de una vida común y de futuro, hablar de cosas que nos preocupaban o que nos gustaban, discutir sobre cosas en que no estábamos de acuerdo uno con el otro, pero que al acabar de hablar sobre ello te permitía tener nuevas perspectivas del tema o del problema, otra vida pululando por la casa. Todo eso me enriquecía, me hacía sentir mejor... y todo eso sólo lo he sentido viviendo en pareja.

Claro, hay otros modos de enriquecer la vida y de sentir parte de todo esto que te cuento, pero no son sustitutos. Y el caso es que todos esos otros modos también los tenía cuando viví en pareja: la naturaleza, los libros, los amigos, la familia, la creación... Los tenía entonces y los tengo ahora, y ahora los potencio más que antes. Pero siento que algo me falta.

Puede que tú a todo eso lo llames dependencia hacia otra persona, o incluso dependencia al amor, pero no creo que en realidad la cosa vaya por ahí. Me he informado bastante sobre eso, también, sobre la dependencia al amor. No sé si conoces ese tipo de dependencia. Pero en realidad lo mío creo que es mucho más complejo, pero también más sencillo. El sexo, la sexualidad y las relaciones afectivas me apasionan, porque para mí todo va junto, espíritu y materia. Y en parte, supongo, hice de ello mi vida. Quizás alguna vez te explique como percibo yo todo esto, porque en realidad junto varias cosas en ese concepto...

Pero hablaba sobre la dependencia hacia otra persona... y eso viene en base a preguntas que haces para que me las haga yo mismo. Siempre he sido bastante independiente, con pareja o sin ella. Vivo bastante en mi mundo, aunque reconozco que cuando he vivido en pareja me he volcado más en la realidad, en la vida en común. Lo que creo que debería ser lo normal, cuando compartes la vida con alguien, ¿no? Pero siempre me he sentido un ser independiente. ¿Qué decía yo, cuando mis parejas mencionaban que me iban a domesticar o enseñar? Se me puede amansar, pero no domesticar. Siempre he tenido el espíritu salvaje e independiente. Creo que es un estado mental permanente en mí. Pero no confundamos independiente con individualista. No es exactamente lo mismo.

Pero como decía antes, de ser inmortal, todo esto no me preocuparía. Tarde o temprano encontraría a alguien de nuevo. Pero no es así, el tiempo pasa y no viviré para siempre. Ahora estoy en uno de mis mejores momentos, y es cuando más capacitado me siento de disfrutar de la vida, y de una vida plena en pareja, y es precisamente ahora cuando todo esto me falta. Pero las cosas surgen solas o no surgen, tampoco se les puede meter prisa ni se puede obligar a que ocurran. Hablo de los sentimientos, por supuesto. Otras cosas quizás sí, pero no los sentimientos. Y bueno, supongo... no supongo, sé... que ahí el sexo también juega una parte importante. Disfruté mucho de él cuando viví en pareja –no sólo del sexo, sino de la sexualidad, las caricias, los masajes, los abrazos y besos...- y lo hecho mucho de menos. De eso ya te hablé algo cuando nos vimos. Y supongo que me preocupa que el tiempo pase y no poder disfrutar de todo lo que se puede disfrutar. Sobre eso te podría hablar largo y tendido. No de lo que he hecho, por supuesto... ¡jajajajaja!... sino de lo que supone, o como lo percibo.

Y otras cosas. En fin, ¿crees que no me gustaría tener hijos, por ejemplo? Sobre todo eso habíamos hecho planes con mis ex. No sólo hablar, sino decidir tenerlos, antes de que las cosas se torcieran. De hecho, el coche que compré nuevo es un coche familiar por ese motivo, y a veces cuando me subo en él ahí está el recuerdo. Ahora desconfío tanto, que de tener a alguien, dudo que yo quisiera tener hijos, por dos motivos: uno, para disfrutar de la vida en común con esa persona por un tiempo, y conocernos mejor, y otra, por la desconfianza. Aunque sé que esa es una opinión que cambiaría fácilmente si me encontrase a alguien a quien amo. Porque cuando yo quiero, confío en esa persona a la que quiero ciegamente. Pero está por ver que eso suceda de nuevo.

¡Buf, vaya rollo te he largado! Tendremos que volver a nuestras charlas sobre el universo y el sentido de la vida, ¿eh? ¡Jajajajajaja! Porque realmente creo que al final parece que haya hecho una sesión de psicoterapia. Bueno, tampoco lo veo así, pero ya me entiendes.

Bueno, a lo que iba... Entendí perfectamente tu mensaje y que te referías a que tengo algo pendiente que explorar en mi interior. Que no se trata tanto de explorar, como de enfrentarme a eso, la muerte de un montón de ilusiones, esperanzas y sueños, y la sensación de haber perdido el tiempo, los años. Pero sé que parte de la vida consiste en eso: en no tener lo que uno quiere; eso siempre lo he sabido. Se trata de adaptarse a la situación, o cambiarla. El tiempo no se pierde, ya lo sé. Tú me dirás que todo en la vida es una experiencia. Y es cierto. Pero eso no quita esa estúpida sensación de encima.

En fin, supongo que todo se reduce al tiempo."

Y aquí estoy ahora. Yo soy esos ojos tristes que una vez despidieron luz y vida propia. Aquellos ojos que contempló Morgana el día en que nos conocimos. Éramos sólo nosotros dos: Morgana y los ojos tristes. Pero recuerdo que, cuando la contemplaba, a ratos sentía mis ojos brillar de nuevo.

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