Hoy, después de tres días, aún estoy de duelo; anteayer aconteció un pequeño desastre en mi casa. Poco después de despertar, la mañana del martes pasado, descubrí con consternación que varios de los peces del acuario tropical que tenemos en casa habían muerto durante la noche.
¿Cuál podía haber sido la causa de todas esas muertes? Lo cierto es que, si bien los peces pueden no ser lo mismo que un perro o un gato, les habíamos cogido cariño a todos ellos, y, por sus propias características, algunos se habían ido ganando un nombre o apodo aún sin quererlo: la Velitos, la Torteta, Bigotes, el Botia Gran, el Botia Petit, la Femelleta, la Tuertita, la Balena... Y repentinamente, de la noche a la mañana, la mayoría de ellos habían desaparecido. Se me parte el corazón...
Unos días antes había sustituido el viejo filtro interno de ese acuario por un nuevo filtro externo más potente y seguro, había realizado un nuevo cambio agua, removido parte del sustrato del fondo y hecho una nueva poda de algunas de las plantas acuáticas que tenemos... Aunque tomé las medidas habituales en estos casos –esto es, añadir agua libre de cloro madurada durante un par de días y echar cierta cantidad de bacterias en el acuario y el nuevo filtro-, sospeché que la muerte masiva de los peces podía ser debida a un aumento masivo de los nitratos por todas las operaciones realizadas, añadiendo a todo ello la última ola de calor, que había hecho que la temperatura del agua hubiese subido lentamente hasta los 31ºC, cuando habitualmente esta oscila entre los 23-27ºC. Es posible que todos estos factores se unieran para desembocar en esta hecatombe acuática que nos dejó desolados en casa, o puede ser que tan solo uno de ellos fuera el determinante; es difícil saberlo.
El arte de la acuariofilia no consiste sólo en tener unos peces exóticos dentro de un acuario, sino que va mucho más allá. La acuariofilia es el arte de crear un pequeño ecosistema donde cada cosa tiene su lugar: bacterias, plantas, pequeños animales invertebrados y peces, y para que todo ello funcione correctamente hay que entender también la química del agua y el proceso de ciclado de la misma. En cierto modo, la acuariofilia es entender como funciona parte de la naturaleza de las cosas, y entender el equilibrio que hay entre todas ellas.
Siempre he presumido de tener un acuario relativamente equilibrado. He buscado que las plantas, troncos y piedras formen un conjunto donde los peces puedan jugar y esconderse, y los animales más pequeños puedan encontrar también cierto refugio. Un lugar donde las plantas colaboren en la oxigenación del agua y la eliminación de nitratos, y donde los propios peces y otros pequeños animales, con sus propios excrementos, nutran a las plantas de alimento. Aunque la muerte de algún pececillo siempre es inevitable, ya sea porque no se adapte adecuadamente al acuario, a los cambios de agua o bien porque le ha llegado su hora (no olvidemos que la mayoría de peces exóticos no suelen vivir más de uno o dos años), éstas eran mínimas. En todos estos años, únicamente tuve un accidente en una ocasión en que el acuario sufrió perdidas de agua a causa de una fuga entre las junturas de silicona, lo que me obligó a vaciar el acuario rápidamente y regalar todos los peces que por aquel entonces tenía para evitar su muerte y poder arreglar las fugas del acuario y empezar de nuevo todo el largo proceso de creación de un nuevo ecosistema, la maduración y creación de un ambiente estable para los peces: desarrollar bacterias, plantar plantas, introducir algunos pequeños invertebrados y, finalmente, los propios peces.
Evidentemente, como digo, a lo largo de estos años ha habido varias muertes de peces en mi acuario, pero todas habían sido espaciadas en el tiempo, y podría considerarse que, en su mayoría, habían sido naturales. Algunas de estas muertes podían haber sucedido al realizar la limpieza del filtro, o quizás por algún empacho (no es bueno que los peces coman demasiado), pero a lo sumo, en estos casos, morían uno o dos pececitos en el peor de los casos. El martes fatídico del que hablo, sin embargo, en el paso de pocas horas, murieron más de veinte peces (no sé determinar el número exacto), y exceptuando las coridoras, todos ellos nadaban en el límite de la superficie boqueando, intentando coger aire, lo que me hizo sospechar que el agua podía estar saturada de nitritos o nitratos.
Evidentemente quise saber que había pasado, cual había sido la causa de este lamentable accidente y, lo más urgente, como detener la muerte de todos esos peces que aún vivían. Hice rápidamente la prueba de los nitritos (NO2), pero el resultado fue negativo. Lo mismo hice con los valores de los otros parámetros del agua (pH, gH y kH), pero también se hallaban dentro de sus valores habituales. ¡No entendía nada! Finalmente, pues, todo nos hacía sospechar que la causa de estas muerte sólo podía ser debido a la ola de calor de estos últimos días, pero me extrañaba, teniendo en cuenta que el acuario había pasado otros veranos y nunca había sucedido nada de este estilo; aunque ciertamente los otros veranos habían sido mucho más frescos.
Así pues, ante las dudas y la imposibilidad de hacer nada más, llamé a mi centro habitual, y allí me informaron que si bien no podían asegurarme cual era el verdadero motivo de la muerte de mis peces, ya que cada acuario es un mundo por sí mismo, tanto ellos como muchos de sus clientes estaban padeciendo una muerte masiva de peces y todo ello apuntaba que era debido a la ola de calor de estos últimos días, que se había alargado más de lo habitual.
Efectivamente, durante los últimos días el agua, aún sin el calentador funcionando, ya que lo apagué a principios de verano, la temperatura del agua había ido subiendo poco a poco llegando a estar por encima de los 30ºC, cuando por lo general, en mi caso particular, procuro no tener el agua por encima de los 24ºC, aunque las temperaturas suelen oscilar entre los 23-27ºC.
Sin calefactor, ya sea en verano o en invierno, el agua puede aguantar una temperatura más o menos estable durante dos o tres días, pero cuando el verano resulta ser tan caluroso como éste, y durante la noche las temperaturas apenas descienden unos pocos grados, estando muy por encima de los 20ºC, el calor se va acumulando poco a poco en el acuario, pese a la circulación del agua, y la temperatura va aumentando. El calor provoca que el oxígeno se enrarezca en el agua, ya que éste entonces se disuelve más fácilmente y se evapora más rápido. Ello es la causa, en estos casos, de que los peces naden rozando la superficie del agua pegando bocanadas, buscando aire desesperadamente, ya que les falta oxígeno.
La solución, entonces, era evidente, enfriar el agua. ¿Pero cómo? ¿Echando hielo directamente? Los cubitos de hielo que tenía en la nevera podían contener trazas de cloro, ya que para hacerlos utilizo agua sacada directamente del grifo. Así pues, optamos por meter en el acuario los cuatro contenedores refrigerantes de las neveras portátiles que tenemos, y algunos globos con agua congelada en su interior y con todo ello, hora tras hora, con incesantes cambios, apenas logramos hacer bajar un grado la temperatura, mientras los peces supervivientes continuaban luchando por sobrevivir. Hay que tener en cuenta que hablamos de un acuario de 100 litros.
Finalmente se me ocurrió algo desesperado. Vacié una botella de Coca-Cola de 2,2 litros, y llenándola de agua hasta el 90% de su capacidad (teniendo en cuenta que el hielo dilata el volumen del agua) la puse en el congelador durante toda la noche y parte de la mañana siguiente, y al mediodía la metí en el agua, descendiendo la temperatura, en menos de media hora, tres grados más. Finalmente los peces supervivientes han empezado a mostrarse tan activos como siempre y han empezado a nadar de nuevo en los límites habituales del acuario.
Lamento mucho no haber podido prevenir este desastre. Como digo, siempre presumí de tener un acuario equilibrado y jamás haber sufrido la muerte masiva de peces (hasta ahora), pues siempre he puesto especial cuidado en el agua. Jamás se me ocurrió que el acuario, aún estando en un lugar protegido de la luz solar directa, y en una zona relativamente fresca de la casa, pudiese sufrir ese golpe de calor. Aunque soy ateo, me gusta imaginar que existe otro mundo, un mundo espiritual, donde un día nadaré en un río junto a mi pareja, y allí nos encontraremos a todos los peces que nos han dejado nadando a nuestro alrededor, juguetones como siempre, y libres...
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