Es curioso como a veces el universo parece conspirar contra ti, como hace que toda una serie de pequeñas coincidencias tengan algo en común y ocurran una detrás de otra, como si quisiera transmitirte un mensaje o advertirte sobre algo...
Todo empezó el pasado 14 de junio, cuando tuve que “rescatar” un par de pequeños murciélagos que se habían colado en un despacho del lugar donde trabajo, al parecer a través de un respiradero del aire; uno a media mañana y el otro al mediodía. El hecho de tener que rescatar a un murciélago, por si solo, ya era algo fuera de lo común. Que fueran dos el mismo día... Bueno, me dio que pensar...
A la semana siguiente, un compañero de trabajo me ofreció un polluelo de urraca que encontró a la salida del párquing del trabajo, por si quería hacerme cargo de él. ¡Era simpático, el pollo, y comía perfectamente de la mano, no lo negaré! Si no hubiese habido otro remedio me lo habría quedado, pero no me hacía mucha gracia tener un animal en casa; ¡demasiada responsabilidad! Finalmente, por suerte, encontró a un criador de pájaros que se hizo cargo de él.
Jueves, 20 de junio, dos de la noche. De regreso a casa me tropecé con un erizo que, al igual que yo, estaba atravesando el Pont de la Barca. ¡Una buena hora para pegarse un paseo nocturno! Lo recogí, porque ahí, en medio de aquella zona, corría el riesgo de ser atropellado. Aunque aquella sea una zona rodeada de naturaleza (el Parc de la Devesa, las orillas del río Ter y los campos de Fontajau), no deja de estar dentro de la zona urbana. Pues nada, ¡olvídate de la cama e ir a dormir!, me lo llevé a casa, cogí las llaves del coche, y de casa al campo para dejar al erizo en un ambiente más natural. La aventura me supuso acostarme hacia las tres y media de la madrugada.
Jueves, 27 de junio. Durante la media hora libre del desayuno, aproveché para ir a dar la vuelta de rigor alrededor de la Rambla y la calle Santa Clara, que hago a modo de ejercicio. En Santa Clara me encontré con dos polluelos de gorrión, que ante la imposibilidad de devolver a su nido, tuve que recoger y llevármelos para hacerme cargo de ellos, y a los que ahora estoy alimentando hasta que sean capaces de comer, volar y valerse por si solos. Una responsabilidad que no me apetecía, pero que acepto gustoso...
Y con todo esto, ¿qué me estás diciendo, Universo? ¡Me parece que no capto tu mensaje! Y sin embargo, cuando una serie de casualidades o hechos de estas características vienen tan seguidos, siempre tengo la sensación de que quieren transmitirme algo...
Bueno, no importa, de momento me conformaré con luchar para que esos pequeños gorriones sobrevivan. Quizás lo importante no es que el universo quiera decirme algo o no. Quizás, lo único importante era que esos pequeños animales sobrevivieran: los murciélagos, la urraca, el erizo... y ahora es el turno de los gorriones. Quizás, lo único importante es eso, quizás lo único que importa es saber que siempre queda esperanza... Quizás, universo, ese es el mensaje que me querías transmitir.
Anexo del 04 de julio del 2013: Finalmente uno de los gorriones, el más joven, ha muerto hoy, pero he podido dar libertad al mayor, que ha emprendido el vuelo lejos. Creo que ya estaba preparado para valerse por sí solo. ¡Uno muere, otro vive! Quizás ésta sea la lección que me ha dado el universo: no siempre se gana, pero no por ello uno debe dejar de intentarlo, uno no debe dejar de intentar que las cosas sean mejor. Un gorrión ha muerto, pero estoy orgulloso de haber podido salvar al otro. Sé que dos murciélagos, un erizo y un gorrión han salido adelante gracias a mí; antes de eso, su destino era más incierto. Siento en mi corazón que un gorrión haya muerto, pero en mi interior sé que hice lo que pude, y eso me ha de bastar. Uno muere, cuatro viven... Sé que ha valido la pena hacerlo, sé que valió la pena intentarlo.
Buen mensaje nos está enviando nuestro universo... ¿Cuál será?, ¿Depredación, convivencia, esperanza...?,
ResponderEliminar