El sentido del humor recíproco dentro de una relación de pareja no garantiza que una relación sea duradera, pero sí que ayuda, especialmente si este se mantiene a lo largo del tiempo. Es evidente que para que una relación funcione, además de un buen sentido del humor -que debe ser mutuo-, deben existir muchos otros factores que incidan sobre las relaciones: la comunicación y diálogo recíproco, el respeto mutuo (hacia la persona y hacia su intimidad y libertad), unas ideas similares respecto al distinto modo de ver el mundo, la capacidad de compartir y disfrutar de unas mismas cosas, y mucho más. No voy a dar aquí ninguna clase sobre eso…
Sin embargo, es evidente que muchas parejas que funcionan tienen en común el sentido del humor, que pueden mostrar abiertamente en público o bien en privado. No se trata únicamente de que ambos tengan sentido del humor, sino de que este sentido del humor sea compartido en ambos sentidos. No se trata sólo de bromear y de reír, o hacerlo a costa de uno de los miembros de la pareja, sino de que ambos puedan reírse sinceramente uno del otro, sin sentirse atacados por ello, y la capacidad de poderse reír de todo lo compartido. Este tipo de humor a menudo comporta una manera diferente de ver las cosas, una compenetración y un sentido de juego donde se permite incluso la autocrítica, y por lo tanto el autoanálisis, y la perdida del miedo hacia lo ridículo, porque en confianza lo ridículo puede resultarnos gracioso.
A día de hoy, no es ningún secreto que los distintos estados de ánimo influyen directamente sobre la salud de las personas -y esto no es exclusivo únicamente de los seres humanos, sino que es compartido con muchos otros seres vivos-, mejorando la calidad de vida hasta puntos insospechados. Las emociones positivas, y entre ellas la risa y el sentido del humor, aportan varios beneficios sobre la salud, incluso en personas en estado terminal, llevando a cambiar la propia percepción de la vida e, incluso, del paso del tiempo.
Pero no se trata sólo de bromear y de reír, el sentido del humor a menudo también comporta una manera diferente de ver las cosas, una cierta compenetración entre los que comparten una broma e, incluso, un sentido de juego que puede abarcar desde las palabras, los gestos, las miradas o la complicidad.
El sentido del humor puede ser sutil, fino, irónico, grosero o incluso escatológico. No hace falta que todo el humor sea inteligente y agudo; soltar un enorme cuesco sonoro o un eructo en un momento dado puede resultar molesto e inapropiado para algunas parejas, pero para otras será un motivo más para echarse unas risas y celebrarlo. Eso, por supuesto, dependerá de la pareja, el momento, la espontaneidad y muchos otros factores, pero las risas estarán servidas.
La risa y el buen humor provocan una importante liberación endorfinas, conocidas popularmente como las hormonas de la felicidad, además de serotonina, oxitocina, dopamina y adrenalina. ¡Un subidón de energía, vamos! Las carcajadas provocan algo muy parecido al éxtasis sexual, aportando vitalidad, energía y un incremento de la actividad cerebral. Son, por lo tanto, un estímulo que resulta benéfico tanto a nivel físico como intelectual, resultando muy eficaz contra el estrés, la depresión y la tristeza. Cuando nos reímos, muchos de los músculos del cuerpo que permanecen inactivos se ponen en funcionamiento, y a más risa, más músculos trabajan, desde el rostro, hasta el estómago, el corazón o las mismas extremidades, llegando, en ocasiones, a la hiperventilación debido a la falta de aire.
Al reírnos parece que por un instante dejamos los problemas detrás, olvidados por un momento. No desaparecen, cierto, pero por un momento es como si lo hicieran, y si conseguimos que el buen humor poco a poco invada nuestras vidas empezamos a afrontar los problemas de otro modo, de manera más positiva o enérgica.
Todo ello ha llevado a varios científicos a estudiar los efectos de la risa sobre el organismo humano, teniendo como premisa que algo tan placentero como la risa y el buen humor pueden acarrear diversos beneficios a nivel corporal y mental. Así, se ha comprobado que los pensamientos agradables provocan un mejor ánimo y, en consecuencia, aumentan las defensas tanto de nuestro cuerpo a nivel inmunológico, como mentales, ya que el buen humor puede incidir directamente sobre la autoestima. En definitiva, el sentido del humor y las risas pueden convertir nuestra vida en un modo de vivir mucho más saludable y, además, con ganas de repetir.
Es cierto que con el paso del tiempo, en la pareja, el sentido del humor a veces desaparece, ya sea porque se vuelve repetitivo hasta el punto en que muchas bromas ya no nos resultan graciosas, ya sea porque lo común y cotidiano hace mella en la relación, pero eso no siempre es necesariamente así. Una de las características del humor es su capacidad de innovar o renovarse, de improvisar, y sí, efectivamente, en la pareja esto es así, es difícil que uno se canse de reír. Como ya hemos comentados, uno puede reírse perfectamente de una chiste irónico y sutil del mismo modo que puede hacerlo de una parodia dada, una puede reírse de una sonora ventosidad soltada por su pareja en un momento dado o reírse incluso de una pequeña desgracia antes de ponerle remedio, o justo después de hacerlo; uno puede reírse en medio de una reunión de amigos o en la intimidad de una alcoba; otra puede reírse charlando sobre la vida en pareja, tanto de sus virtudes y defectos, mientras el otro asiente dando la razón, y ambos son capaces de tomárselo todo a broma o con sentido del humor.
Aquí cobran importancia un par de factores que deben tenerse en cuenta: la confianza entre cada miembro de la pareja y la naturalidad en que se toman las cosas. En realidad no se trata tanto de la capacidad de que uno se ría, sino de la capacidad de reírse juntos y de cosas parecidas.
Un simple dibujo, yo desnudo vestido con un tutú y un sostén rosa, calzando unos calcetines verdes de montaña, unas chirucas y, sobre mi cabeza un sombrero de copa con orejas de Mickey Mouse. ¡Como veis, el sentido del humor en la pareja no es cosa de broma!
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