jueves, 5 de mayo de 2011

GLIPTODONTE


Tal cual aquel mamífero primitivo, el gliptodonte, la vida me golpea e intenta que me arme de una coraza a mi alrededor que me proteja y me pese. No se da cuenta la vida, ni la gente, que yo ya me libré hace tiempo de mi armadura y pude emprender el vuelo en busca de la libertad que clamaba mi alma. Estoy aún preso de mis sentimientos, que son ya las únicas cadenas que me atan, pero mi sensibilidad no permanece dormida como la vuestra, cuya piel bajo tanta placa ya no siente nada.

Cuales gliptodontes pesados, mucha gente permanece en tierra, protegida, avanzando con su lento paso, convencidos, entre las placas óseas que les atrapan, que su vida está bien defendida, de que están libres del dolor, de que ya nada puede hacerle daño y no tienen enemigos lo bastante poderosos para aplastar su cuerpo y, cabe decir con ello, que su alma, salvo el tiempo.

Pero no olvidéis humanos, encerrados en la crosta de la armadura que vosotros mismo creásteis, que el gliptodonte se ha extingido, desaparecido de la faz de la tierra...

Gliptodonte, armadillo, tortuga, caracol... La coraza os proteje pero enlentece vuestro espíritu, vuestra auténtica llama, y sin ella ya no tenéis vida, habéis abandonado vuestro verdadero yo, que es aquel que anda libre de corazas.

Vuestra esencia enterrada bajo el enorme peso que os protege.

El precio de la verdadera libertad es el dolor.

En el amor no hay armaduras que valgan.

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