martes, 2 de julio de 2013

SERES FANTÁSTICOS HONDUREÑOS - Algunos de los seres míticos de Honduras y sus leyendas.


El picudo, la chorca, la mula herrada, el comelenguas, el sisimite, la Sucia, la Siguanabua... Éstos, y muchos otros, son algunos de los seres fantásticos propios de Honduras, nacidos de la mezcolanza de las antiguas culturas indígenas y los viejos colonos españoles. En esta mitología propia abundan las almas condenadas, los fantasmas y los espíritus, pero también otros seres fantásticos. Como se suele decir, no son todos los que están, pero sí están todos de los que son...

CHANCHA DE LA QUEBRADITA DE SAN SEBASTIÁN

Entre las varias iglesias que hay en la ciudad de Comayagua, hay una llamada Iglesia de San Sebastián. Tiempo atrás, esta iglesia quedaba como a un kilómetro fuera de los límites de la ciudad. Para ir allí había que pasar por un monte alto y una quebrada que quedaba como dos cuadras fuera de la ciudad; a esta quebrada le llaman la Quebradita de San Sebastián. En este lugar de la iglesia de San Sebastián, se celebraba una feria desde el primero de febrero hasta el once del mismo, y era en esas fechas cuando, a medianoche se aparecía  una chancha que atacaba al que iba sólo y borracho por esos andurriales.


Cerca de ese lugar vivía una señora llamada a la que llamaban Gertrudis la Tuerta y de la que se sospechaba que era bruja. Desde luego, atributos no le faltaban: era más vieja que joven, alta y delgada, un poco jorobada, pelo lacio y entrecano, de vientre pronunciado, la cara larga y enjuta, de ojos saltones y con una nube en uno de ellos, nariz y barbilla curvas, un bocio bastante pronunciado, y un colmillo salido en la mandíbula superior, que cuando masticaba, daba la impresión que pegaba la nariz con la barba; por la falta de dientes, en fin, tenía todas las características de una bruja. Una viejita de esas que están haciendo horas extras en la vida, pero que todo lo saben, era muy allegada a la casa de Gertrudis, y le dijo “Gertrudis, se rumorea que esa chancha que sale en la quebradita de San Sebastián, eres tú, si es cierto, deja eso hija, porque es un gran pecado hacer brujerías, además, te puede pasar algo”. A lo que ella le contestaba: “¡Ah, ña Chon...! ¿Usted cree en esas cosas? Es que no me quieren y no hayan que mal hacerme”.

Una noche, cuando se terminó la feria mencionada, los músicos se fueron a la ciudad, quedándose uno de ellos, un tal Mónico, borracho. Sus compañeros hicieron todo lo posible por llevarlo, pero fue imposible, no pudieron. Alrededor de las doce de la noche, el músico se dirigió para la ciudad, y cuando iba pasando por la quebrada, le salió la chancha estropeándolo todo, y para el colmo, éste andaba vestido de blanco. Cuando a la siguiente noche hubo concierto otra vez, el tal Mónico vino ya preparado con una daga de crucero determinado a vengarse de la chancha. Efectivamente, llegado el momento, se hizo pasar por borracho, evitando que sus compañeros lo llevasen a la ciudad. Cuando eran como las doce de la noche, emprendió el músico el camino y allí le salió la chancha. Entonces Mónico sacó la espada de crucero y le dijo: “¡Ahora sí, las va a pagar chancha, maldita, hija de...!”, y le dio un gran punzón. Cuando el animal se sintió herido, salió corriendo mientras Mónico le decía: “¡Párate vieja bruja, ya se quién eres!”. Al día siguiente, amaneció la noticia que Gertrudis la Tuerta está grave de muerte y que ésta se negaba a recibir al sacerdote. Le cayó gangrena a Gertrudis y murió. La chancha ya no volvió a aparecer jamás.

CHORCA

La leyenda de la chorca o la mujer lechuza envuelve a un ser mitológico sobrenatural o nahual vampírico que se alimenta de sangre humana. Cuenta la historia que en las aldeas que no estaban cristianizadas, aparecían por la mañana niños y recién nacidos muertos, y esta peste era atribuida a un ser demoníaco y vampírico que aparecía por las noches en los poblados no creyentes. La chorca o mujer lechuza era una persona normal de día, pero por las noches, sedienta de sangre humana, se transformaba gozando de los poderes de lo malvado, en un ser indescriptible y dotado de alas, para poder transportarse más ágil y veloz hacia los poblados, y poseía una nariz con la cual podía oler el líquido vital fresco de los recién nacidos. La chorca mataba a sus víctimas mediante un hilo o filamento que dejaba caer a través de las rendijas de los techos de las casas y chozas, y procedía extrayendo la sangre por el ombligo o por la cabeza de los bebés, que dejaba secos, fríos y muertos. Lo escabroso era que los bebés fallecían aún estando cercanos al regazo de su madre y no había forma de prevenir su muerte, a menos que esos recién nacidos fuesen bautizados y consagrados según la fe católica y la cristianización que se llevaba a cabo en los pueblos amerindios y mesoamericanos. Los pobladores sabían que la chorca o mujer lechuza se aproximaba a sus poblados debido al silbido que profiere al volar y a los ladridos de los perros, que detectan mediante sus sentidos a la chorca.


Un día, un leñador pasó frente a la cabaña de una hermosa mujer viuda, aunque algo pálida y delgada, que vivía sola a las faldas de las montañas; las mujeres del poblado decían que era bruja, ya que supuestamente no envejecía; y los hombres que pasaban por allí, decían que sentían atracción hacia ella. El hombre se acercó y le pidió agua para beber y la señora accedió trayéndole un vaso de agua fresca; el perro que acompañaba al leñador empezó a ladrar de forma violenta. El leñador golpeó a su perro y se despidió de la señora disculpándose y se marchó del lugar, dirigiéndose a la montaña. Esa misma tarde la esposa del leñador se puso de parto, dando a luz un varón con la ayuda de la comadrona. Ya próxima la noche, el leñador llegó a su casa con su cargamento y su fiel animal, y tiró su carga al suelo ya que había escuchado el llanto de su primogénito que estaba al lado de su madre sobre el lecho. Se aproximó corriendo y dio gracias a Dios por que todo hubiera ido bien, y se fue rápidamente a buscar al sacerdote.


Cuando llegó a la sacristía, el cuidador de la iglesia le dijo que el sacerdote no estaba en el pueblo, y el leñador, preocupado, regresó a su casa. Al entrar la noche la comadrona empezó a rezar junto a la madre del bebé, el cual yacía en los brazos de la madre. El leñador escuchó que su perro ladraba, y armado de un machete y una honda cargada con una piedra de caliche, procedió a salir fuera de su casa donde el perro labrada en la oscura noche. El silbido se acercaba y se escuchaba más fuerte, el perro ladraba aún más y se retorcía de ferocidad, y el leñador estiró la honda, apretó fuertemente la piedra que estaba en el pedazo de cuero, pidió a Dios no fallar y que alejara el peligro de su hijo y de su hogar, y acto seguido, después de que sintió un aire cruzando por su espalda, se dio vuelta y tiro de la honda lanzando la piedra a la penumbra. La piedra pegó directamente a la chorca entre sus ojos, quedando cegada de un ojo, y ésta se fue silbando.


Al día siguiente, se levantó temprano y fue a la montaña a traer la otra carga de leña que dejó, y de regreso, con la carga a cuestas, pasó frente a la casa de la viuda, a la que quiso dejarle unos leños en agradecimiento del favor del día anterior. El perro se fue a arañar la puerta, mientras la señora le decía que se largara; y él le grito diciéndole que le dejaría unos leños. La señora le repitió que se marchara una vez más, pero el perro, de tanto forzar la puerta, la abrió y la señora se fue corriendo a la otra puerta de la cocina, saliendo al patio. El perro le seguía ladrando, y el leñador fue tras de ambos. El perro alcanzó a la señora y le mordió la pierna, y cuando el leñador se acercó, reprendiéndole, su sorpresa fue mayúscula cuando vio que la viuda estaba un poco más vieja y cegada de un ojo, notando un golpe de pedrada entre sus ojos y bajo la frente. El leñador dedujo “La señora estaba bien ayer, no estaba ciega, mi perro le ladra…”, y le dijo: “Tú eres la Chorca”. Al escuchar esto, la señora tirada en el suelo empezó a reír macabramente: “¡Tu hijo se salvó ayer por la noche, pero hoy no tendré piedad!”. Al oír esto, el leñador desenfundó su machete y le cortó la cabeza de un revés. Metió la cabeza en un saco y se la llevó al sacerdote, mientras el cuerpo fue inmediatamente comido por las aves de rapiña; una vez en la iglesia, el sacerdote al ver la cabeza se espantó, ya que no era humana, sino que se había convertido en un ser monstruoso. La roció un poco de agua bendita y se enterró en un lugar secreto. Al saberse de este hecho, todos los pobladores, hombres, fueron a incendiar la casa de la vieja, se hicieron de perros y procedieron a bautizar a todos los recién nacidos. Pero aún existen muchas chorcas o mujeres lechuzas, que se esconden y andan haciendo de las suyas.

CÍCLOPE

Los cíclopes capturaban prisioneros, los engordaban y después se los comían. La carne sobrante la conservaban con manteca en botellas. Entre los indígenas de la aún poco explorada selva Misquitia existe la creencia de un ser o poblado de seres que se asemejan a los cíclopes de un solo ojo. La antropóloga Anne Chapman recogió en los años 70, relatos que tenían por protagonista a esta criatura y los publicó en su libro “Los hijos de la muerte: el universo mítico de los Tolupanes-Jicaques de Honduras”. Una de estas historias se remonta a mediados del siglo pasado y habla de un indio, Julián Velázquez, que no quiso ser bautizado. Vivía cerca de la laguna Seca (Departamento de Santa Marta), pero viajó hacia la costa atlántica en compañía de un brujo. Allí encontró a una tribu de antropófagos que poseían un sólo ojo. Julián fue capturado y estuvo prisionero junto con tres ladinos (como se denomina a blancos y mestizos) para ser engordados. Los mataban con cuchillo, degollados, se comían su carne frita y la echaban con manteca en una botella. Julián Velázquez logró escapar de la infame tribu. Nunca más se ha oído hablar de tales cíclopes.


COMELENGUAS

El comelenguas es un ave gigantesca cuya cola, similar a una serpiente, envolvía a las reses hasta estrangularlas para después arrancarles la lengua. En los años 50, en Nacaome, al sur de Honduras, una misteriosa criatura causaba pavor a los lugareños. En “Literatura oral de la Zona Sur” (Tegucigalpa, 1996), Karen Ramos y Melissa Valenzuela describen cómo varios campesinos observaron un ave gigantesca sobrevolando las haciendas de dicha localidad. Según estos mismos testigos, al día siguiente de los avistamientos se encontraron algunas reses muertas en extrañas circunstancias. Un campesino asegura que vio cómo la criatura atacaba a un toro usando su cola, semejante a una gruesa serpiente, para estrangular al animal y, finalmente, arrancarle la lengua. Sin embargo, esta descripción no concuerda con otros relatos en los que se asegura que el misterioso animal, bautizado con el descriptivo nombre de comelenguas, no dejaba signos de violencia tras sus ataques. En aquella época, muchos hacendados se quejaban de la pérdida de ganado vacuno. Invariablemente, las reses aparecían muertas, con la lengua cortada de raíz y las quijadas dislocadas. También se recogió informaciones semejantes a miles de kilómetros de distancia en el estado de Goias (Brasil). Los casos ocurrieron en los años 40 y presentaban características similares a los que tuvieron lugar en Honduras. Un pariente cercano al comelenguas es el pájaro-león, que atemorizó a los habitantes de la región de Sabanagrande. Según la tradición, esta bestia, descrita como un ave de grandes dimensiones y pico enorme, devoraba o enloquecía a quienes tenían la desgracia de cruzarse en su camino.


DUENDE

Los duendes son los personajes fantásticos más recurrentes en las zonas rurales de Honduras. Para los campesinos no se trata de ninguna leyenda, sino de seres de carne y hueso que han podido ser vistos en raras ocasiones. Se cree que esta especie de enanitos encantados vive, junto a sus bellas esposas, en palacios subterráneos repletos de tesoros. Travieso como la mayoría de los duendes europeos, el hondureño se enamora con facilidad de las campesinas jóvenes y suele acariciar descaradamente los senos de las púberes. Estos personajes guardan muchas similitudes con sus parientes europeos. Ensucian las comidas, tiran piedrecillas y huesecillos de animales en las sartenes puestas al fuego y, de cuando en cuando, lanzan puñados de tierra y otros objetos desde el tejado de la casa; cuando alguien va al río les meten inmundicias en los cántaros de agua y, en fin, no dejarán en paz a los familiares de la niña objeto de sus amores. Por la noche, si hay hombres que lo desafíen, pueden estar seguros de que recibirán una ejemplar y tremenda paliza. Es raro encontrar un pueblo de Honduras donde no haya habido un caso de una niña o adolescente raptada por un duende: muchas han desaparecido para siempre y otras, aunque con dificultades, han sido recuperadas.


Otro insigne folclorista hondureño, Rafael Manzanares Aguilar, describía al duende como un personaje encantado, poderoso y rico, que habita en las montañas. Su aspecto es el de un hombre pequeño que usa sombrero alado, de copa alta y picuda y que, normalmente, sólo puede ser visto por algunas niñas y adolescentes. Le gusta llevarse a las pequeñas a su cueva encantada para jugar con ellas. Este ser suele manifestarse, siempre a escondidas, en quebradas, ríos o riachuelos, arrojando piedrecitas o trocitos de plantas sobre las personas, así como lanzando silbidos.

GRITÓN

En Honduras habita el gritón, al igual que en Brasil, una criatura que jamás ha sido vista pero cuyos espeluznantes aullidos rompen el silencio nocturno en las selvas y montañas del país. En la región de Trujillo y en el valle de Sula varios campesinos afirmaron haber oído los gritos desgarradores de este ser. “Yo conozco todos los animales de estos montes y nunca he oído nada semejante”, era lo que casi todos contaban. Algunos decían que eran espíritus de hombres errantes asesinados en los senderos y quebradas y que gritaban su desesperación.

JINETE SIN CABEZA

Se dice que en un pueblo muy aislado de toda civilización se contaba la historia de un jinete que acostumbraba a hacer su recorrido por las noches en un caballo muy hermoso, la gente muy extrañada se preguntaba qué hombre tan raro hacía eso, ya que no era muy usual que alguien saliera y menos por las noches, a hacer esos recorridos.


En una noche muy oscura y con fuertes relámpagos desapareció del lugar, sin dar señas de su desaparición. Pasaron los años y la gente ya se había olvidado de esa persona, y fue en una noche igual a la que desapareció, que se escuchó nuevamente la cabalgata de aquel caballo. Por la curiosidad muchas personas se asomaron, y vieron un jinete cabalgar por las calles; fue cuando un relámpago cayó e iluminó al jinete y lo que vieron fue que ese jinete no tenía cabeza. La gente horrorizada se metió a sus casas y no se explicaban lo que habían visto.

LAGARTO DE ORO

Se cuenta que en el enclave de Piedra Blanca, cerca de Trujillo (Costa Atlántica), había una cueva habitada por un lagarto de oro que perseguía al ganado vacuno. En la gruta, que posee pinturas rupestres, se oían extraños ruidos que amedrentaban a los lugareños. Quizá la historia más antigua respecto a este lagarto, que más bien parece una especie de cocodrilo dorado, es la que se remonta a los primeros años de la conquista, cuando soldados españoles llegaron hasta el actual municipio de El Corpus y encontraron bajo la tierra enormes cantidades de oro. Para facilitar la explotación del preciado mineral excavaron un túnel con una longitud aproximada de 3 kilómetros. Reza la leyenda que un Jueves Santo, los taladros llegaron al punto exacto donde hoy se encuentra el altar mayor de la iglesia, descubriendo una gran laguna de aguas verdes. En su fondo se movía un descomunal lagarto de oro que mostraba amenazante sus poderosas mandíbulas a los intrusos.

LLORONA

Uno de los cuentos y leyendas de Honduras más famosos es sin lugar a dudas la leyenda de la Llorona. Son varias versiones de ésta historia las que se conocen en el país, aunque muchas veces la leyenda de la Llorona es confundida con la leyenda de la Sucia (ver: Sucia), cuando en realidad son dos seres totalmente diferentes. Se cuentan muchas versiones de su historia. Generalmente, se la sitúa junto a los ríos, a medianoche, vestida de blanco, gritando: “¡Aaaaaay, mis hijos!” La tradición oral de esta aparición es muy popular; en las áreas rurales las personas están convencidas de su existencia. La Llorona mató a sus tres hijos ahogándolos en el río y por eso mata a la gente que está en el río pensando que son sus hijos.


La Llorona tiene la apariencia escalofriante de una mujer vestida de blanco, alta, delgada, de rostro cadavérico y larga cabellera negra que suele asustar a las personas en los ríos, quebradas y caminos solitarios, a los que casi vuelve locos con sus grandes carcajadas que en poco tiempo cambia por llanto desconsolado y gritos aterradores que repite por todo el camino “¿Donde están mis hijos?”. Algunos cuentan que la Llorona era una mujer común y corriente que vivía sola con sus tres hijos, porque su marido que era un borracho que los golpeaba los había abandonado. Pero un día que ellos no lo esperan el hombre decidió regresar a la casa. Muy molesto porque nadie salió a recibirlo comenzó a gritar y a tirar todo lo que tuvo al alcance de sus manos causando un inmenso pánico en los niños quienes corrieron a esconderse. Ella, que no quería seguir siendo maltratada y para proteger a sus hijos se enfrentó a su marido, quién en un arrebato de cólera la empujó y ella cayó al suelo inconsciente. Cuando despertó en la casa no estaban ni su marido ni sus hijos. Buscó desesperada por todos los rincones pero no los encontró y así pasó buscándolos por días, semanas, meses, y años, siempre se le veía correr bajo la lluvia, buscando a sus hijos llorando y gritando sus nombres por todos lados. Toda su vida los buscó pero nunca los encontró hasta que un día murió de tristeza y aún después de su muerte nunca se supo nada de los niños ni del padre que se los llevó. Es por eso que se dice que el espíritu de ésa mujer es el que vaga por todos los rincones y no descansa en paz porque todavía anda buscando sus hijos. Por eso se le llama la Llorona porque en las noches se le escucha reír, llorar y gritar desesperadamente “¿Dónde están mis hijos?”.


Otras personas creen que la Llorona era una linda joven que siendo soltera quedó embarazada y por su condición decidió no tener a su hijo y abortó. Pero al poco tiempo de haber abortado la mujer como si fuera un castigo de Dios comenzó a escuchar permanentemente el llanto de su hijo, el llanto de aquel niño que ella siempre escuchaba la volvió loca y comenzó a vagar por las calles queriendo encontrar paz pero nunca pudo dejar de escuchar a su hijo llorar por eso ahora ella vaga llorando y gritando por su hijo.

MUJER DE CASAMATA

Hace muchos años, cuando se fundó el Cuartel General de la Policía en el barrio Casamata, los fines de semana las celdas se llenaban de alcohólicos y ladrones. En cierta ocasión llevaron a la prisión a un hombre llamado Emeterio, famoso por sus pleitos callejeros, a causa de una pelea en que dejó a un muchacho gravemente herido por un golpe; si el muchacho moría, se lo llevarían a la Penitenciaria Central; si vivía, la cosa no iría a más. Al saber la noticia, Emeterio bajó la cabeza y de sus ojos comenzaron a salir lágrimas; por primera vez en su vida sintió miedo. Los compañeros de celda de Emeterio estaban asustados, jamás lo habían visto afligido y mucho menos llorando. Nadie le dijo nada por miedo a una golpiza, sabían cómo era de agresivo. En las celdas no había camas, ni siquiera un petate, así que los presos se acostaron pegados el uno al otro para darse calor y sólo Emeterio dormía apartado, temblando de pies a cabeza. Llegada la madrugada, había niebla en las celdas, niebla que bajaba del cerro el Picacho. Fue entonces cuando dos de los detenidos vieron a una mujer de largos cabellos, de vestido azul, que estaba acariciando los cabellos de Emeterio. De pronto se levantó y salió de la celda. La puerta se cerró de golpe, y de inmediato aquellos hombres comenzaron a gritar: “¡Aquí anda una mujer! ¡Aquí anda una mujer!”. Los policías llegaron de inmediato. Se armó un tremendo escándalo, los presos aseguraban haber visto a una mujer sentada a la par de Emeterio. El muchacho se asustó cuando le dijeron lo de la mujer. Ante la seguridad de lo que los hombres decían, los policías se movilizaron por el cuartel, el jefe bajó a las celdas para interrogar a los hombres y se quedó extrañado con su relato –“¡No es posible que todos estén mintiendo, aquí hay algo raro!”–. Durante dos días los reos estuvieron en vigilia, nadie podía dormir en la celda, y mucho menos Emeterio. El muchacho herido por Emeterio mejoró, los doctores estaban maravillados porque no presentaba la señal ni un solo golpe, como si no le hubiera sucedido nada, así que quedó en libertad. Poco a poco todos los que habían estado detenidos con Emeterio recobraron la libertad sin olvidar la presencia de aquella mujer que vieron en el cuartel general de Casamata. No habían pasado ni cinco días cuando de nuevo Emeterio regresó a la cárcel, esta vez por insultar a un diputado que casi lo atropella con su vehículo. El diputado pidió que lo tuvieran diez días en la cárcel por malcriado. Cuando llegó la noche, dos policías que hacían la ronda en el cuartel en la parte alta vieron a una mujer que entró por la puerta que llevaba a las celdas, y de inmediato dieron la voz de alerta. Sigilosamente varios hombres rodearon el lugar y cuatro elementos penetraron por el portón, iluminando hasta el último rincón con sus lámparas de mano. Por uno de los pasillos vieron a la mujer de cabellos largos y de vestido azul... “¡Allá va, no dejen que salga de aquí!”. Todos corrieron donde vieron a la mujer y a pesar de haber rodeado el edificio ésta había desaparecido atravesando las paredes. Los cuatro hombres que la vieron quedaron petrificados, no podían hablar, tenían los ojos fuera de sus órbitas y temblaban de pies a cabeza, el suceso fue tomado como si se tratara de un secreto militar; cuando amaneció, Emeterio encontró en el suelo un rosario de perlas blancas, era el mismo con el que habían enterrado a su madre cuando él era un niño. Aquello sigue siendo un misterio para la Policía, pero no para Emeterio, que fue quien contó la historia de la mujer de Casamata.

MULA HERRADA

Éste es un relato fantástico de la tradición oral hondureña, ocurrido durante la época de la colonización española. En tiempos de la colonia y dominación española, no se sabe exactamente en que lugar de la Provincia de Honduras, la fecha ni el año, vivía en una casucha una joven muchacha de singular sencillez y agraciada belleza, junto a su padre, un campesino moreno del trabajo de sol a sol, y su madre, que se dedicaba a los quehaceres domésticos. Aquella joven era la envidia de las demás debido a sus atributos físicos, de los que cualquier hombre se enamoraba al verla. Pero la suerte fue de un aristócrata español, hijo de un adelantado que fundó su hacienda en estas tierras de la Nueva España. Después de un tiempo, el joven y apuesto español se casó con aquella muchacha, llevándosela a su hacienda, más no fue en vano que la vida de ella cambiara de tal forma, que su vanidad y orgullo crecieron en abundancia de acuerdo a su nueva posición social, frente a su humilde origen, de tal forma que despreció a sus progenitores y les prohibió el llegar a visitarla a su nuevo como lujoso hogar.


Un día la madre de ésta, enferma y achacada por la vejez, pasaba cercano a allí. Venía del pueblo, de vender sus hortalizas, era muy tarde y se avecinaba una tormenta. No tuvo más remedio que ir al portal de aquella hacienda a solicitar a su hija que le diera posada. Una de las sirvientas avisó a la muchacha y ésta sin querer ver a su madre, ordenó a la sirvienta de que la llevase no a una habitación de las tantas vacías que existían en su casa, sino a la caballeriza y que en el sitio desocupado de algún semoviente, la preparasen. Aquella señora no mencionó nada, se encaminó detrás de la sirvienta y se aprestó a dormir sobre aquel frío suelo del corral, colocando su cesta cercana a ella; la noche llegó y la tormenta aprestó con furia; los vientos soplaban inmisericordes, grandes estruendos y rayos alumbraban el cielo, asustando a una mula chúcara que estaba suelta en el corral, se dispuso a patear con sus pezuñas contra la señora ya dormida en el suelo. A la mañana siguiente uno de los mayordomos llegó asustado a buscar a su patrona, la joven muchacha para contarle la dantesca escena que había descubierto, la muchacha fue en carrera a la caballeriza, presenció el horrendo espectáculo del cual su madre había sido víctima, de presto su conciencia tuvo un súbito despertar y echo a llorar desconsoladamente, todo aquello le ocasionó un trauma y falleció instantáneamente, sin haber tenido tiempo de arrepentirse de sus pecados y de tal injusto actuar con su propia madre.


Como castigo a tal maldad, cuando había pasado tres días de su entierro, por la noche de luna llena despertó de su ataúd, resucitando en una forma hechizada, en una mula negra y herrada, mitad mujer mitad animal. Este ente se aparece a medianoche, cabalgando y rascando con sus cascos las aceras y piedras frente a las casas de personas de quien especialmente viven en pecado grave, con el fin de que cambien su actuar.

PICUDO

Las criaturas de hábitos sanguinarios han sido una presencia constante en las zonas rurales de Honduras. En el antiguo cuartel de Texiguat se aparecía a los soldados el picudo (o más de uno, en algún caso), animal parecido a un perro aunque de cabeza semejante a la de un cerdo. Todavía hoy, muchos habitantes de la ciudad recuerdan los relatos que describían las andanzas de esta criatura que succionaba el fluido vital de los soldados dormidos. Se cuenta que les chupaba la sangre a través de la boca sin que los infortunados llegaran a despertarse. Después enfermaban y morían a los pocos días. Según explican Karen Ramos y Melissa Valenzuela, la última vez que apareció el picudo fue en 1937, en vísperas de Semana Santa. Siempre le disparaban pero nunca le daban, hasta que unos soldados bendijeron las balas. En este caso le dispararon y le dieron, y entonces vieron que la huella de sangre del animal iba derecho a la poza de Barraituca y de ahí se tiro.


SIGUANABA

Llamada comúnmente la Siguanaba, a leyenda de la Sihuanaba dice que una mujer, originalmente llamada Sihuehuet (Mujer Hermosa), tenía un romance con el hijo del dios Tlaloc, del cual resulto embarazada. Ella fue una mala madre, dejaba solo a su hijo para satisfacer a su amante. Cuando Tlaloc descubrió lo que estaba ocurriendo él maldijo a Sihuehuet. Ahora se llamará Sihuanaba (Mujer Horrible), ella sería hermosa a primera vista, pero cuando los hombres se le acercaran, ella daría vuelta y se convertiría en un aborrecimiento horrible. La forzaron a vagar por el campo, apareciéndosele a los hombres que viajan solos por la noche.


Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los donjuanes que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece en cualquier tanque de agua en altas horas de la noche. La ven bañándose con guacal de oro y peinándose con un peine del mismo metal, su bello cuerpo se trasluce a través del camisón. El hombre que la mira se vuelve loco por ella. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta embarrancarlo. Enseña la cara cuando ya se lo ha ganando. Para no perder su alma, el hombre debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios. Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consiste en hacer un esfuerzo supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y luego tirárselo hacía sí mismo. Así la Siguanaba se asusta y se tira al barranco. Otras versiones dicen que debe agarrarse de una mata de escobilla, y así, cuando ella tira de uno, al agarrase la víctima de la escobilla, ella siente que le halan el pelo. Esta última práctica es más efectiva, ya que es el antídoto propio que contrarresta el poder maléfico de esta mujer mágica.

SISIMITE

Según narra la leyenda, el sisimite, también conocido como itacayo, es un monstruo muy parecido a los famosos hombres salvajes tanto en apariencia como en sus misteriosos avistamientos. El sisimite es una especie de mono o monstruo humanoide de largo pelaje, gran altura y mucha fuerza que habita en las cuevas que están en lo profundo e inaccesible del bosque, se alimenta de frutas y vaga libremente por las montañas más altas. Se dice que los sisimites bajaban de las montañas a lugares mas transitados del bosque en busca de mujeres, a las que secuestraban y se las llevaban a sus cuevas, naciendo de esta unión una especie de hombres mono. Aún se comenta en los pueblos de las montañas la historia de una mujer que logró huir del escondite donde vivía con un sisimite. Según cuentan, la criatura la persiguió cargando con los tres hijos que habían tenido en común y enseñándoselos a la madre. Ésta logró cruzar un río mientras la bestia, desde la otra orilla, le mostraba a los pequeños para lograr atraerla. Al parecer, los intentos del sisimite no surtieron efecto, de tal modo que, enfurecido, arrojó a los niños al agua y perecieron ahogados. El fraile italiano Federico Lunardi, uno de los más importantes estudiosos de la cultura hondureña, asociaba esta criatura al dios Chac de los mayas, “el que sostiene el cielo, el dios del agua”. Según Lunardi, la creencia popular sostiene que en el interior de una de estas cuevas, en una pared, están grabadas “la mano con sus dedos” y varias huellas que habían dejado los sisimites que acudían a medianoche a la caverna para afilar sus uñas en la roca.

SUCIA

En la región de Texiguat se aparecía una mujer espectral, la Sucia. Se trataba de una joven con el cuerpo desnudo, muy esbelta y sensual. Quienes afirman haberla visto aseguran que los cabellos le llegan hasta más abajo de las caderas, pero nadie ha podido ver su rostro. Aquéllos que la contemplan suelen padecer fiebre durante varios días. En Sabanagrande, las gentes del pueblo creen que la Sucia es una creación del demonio, pues siempre anda desnuda y tentando a los hombres. Ramos y Valenzuela la describen como un ser con capacidad de trasladarse a saltos invisibles de un sitio a otro y con poder de transmutación: la joven sin rostro se transformaba en una vieja con largas greñas y senos grandísimos que ofrecía voluptuosamente a los asustados paseantes nocturnos.


TIMBO

El timbo, es criatura profanadora de tumbas también conocida como sacamuertos o comemuertos, que se alimenta de cadáveres, similar a un perro de hocico pronunciado; un molesto visitante que merodea por los cementerios de la región de Sabanagrande y Texiguat. Caminaba sobre dos patas, poseía un vientre abultado y pelaje rojizo; a esta inquietante descripción se le añadían unos brazos extremadamente largos y unas enormes garras que le servían para arrancar raíces y cavar sepulturas.


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