viernes, 23 de marzo de 2012

EN LA NOCHE...


La noche es mi momento, cuando cae la quietud y el silencio.

La noche es el momento en que me muevo por las habitaciones de casa buscando algo que hacer; cuando me coloco bajo la luz de la lámpara del comedor para leer alguna cosa que reviva mi alma; cuando intranquilo, me siento delante de la pantalla del ordenador para escribir lo que pienso, escupiendo el veneno y la tristeza que de día envenena mi alma.

La noche es el momento en que más vivo me noto. Me muevo, busco, escucho, respiro y percibo, con mis sentidos y mi mente despiertos. La vida se remueve dentro mi cuerpo. Metido en mi casa, o en la soledad de la naturaleza nocturna cuando llega el buen tiempo.

Añoro aquel cielo estrellado del pueblo donde crecí, contemplar el universo entero en las noches sin luna en el campo. Recuerdo los paseos, también, por los bosques, a oscuras, cuando la luna llena ilumina de tal modo el camino, una vez los ojos se han habituado a la ocuridad, que parece el sendero claro que me conducirá al lugar donde pueda hallar respuestas, y con ello, quizás, algo de felicidad, mientras escucho el canto de los grillos y el ulular de un búho solitario.

La noche es soledad, pero también momentos compartidos. La noche es miedo y es paz.

En mi vida cotidiana debo obligarme a acostarme, algo que va en contra de mi naturaleza, porque trabajo por las mañanas. Éste es el castigo que recibo por seguir las normas del hombre y la sociedad que ha construido, aunque sé que soy libre de escoger otro camino. Nadie atrapará jamás, definitivamente, al ser libre. No hay cadenas que nos retengan, cuando hablamos de nuestras almas, que se remueven inquietas.

La noche es el momento que compartimos al contemplar un mismo cielo. No puedo evitar mirar a las estrellas y pensar si en ese momento alguien piensa en mí o, dormido, sueña conmigo. No importa, por la noche nunca me siento solo. O puede que me sienta solo, pero no con esa soledad que nos desorienta y nos hace sentir perdidos y desamaparados. En la noche siempre me acompaña el silencio y el latido de mi corazón, y recuerdo que estoy vivo y aún hay esperanza.

Anoche soñé contigo, -tú también, una criatura de la oscuridad-, y recordé que una vez más no estaba solo, porque tú, como yo, andas perdida buscando a alguien que comparta contigo esta vida nocturna que parece escapar del poder de los designios y la determinación de los hombres, y de esa triste humanidad que pretende controlarlo todo. Se equivocan. Porque la noche es la hora de los soñadores; de los que duermen o de los que soñamos despiertos.

Mis sentimientos se los entrego a la noche, pues ella nunca me ha abandonado y los acepta cual tal son.

Y cuando no estoy preso de los horarios establecidos por una vida que me aparta de mi amada naturaleza, la noche es mi vida, y el día, con su sol rozando mi piel y calentando las sábanas, el momento en que descanso.

En la noche, te buscaré, alma inquieta.

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