martes, 26 de junio de 2012

EN EL CALOR DE LA NOCHE



En el calor de la noche... Ése es el título de una película del año 1967 que es un clásico de cine, donde se mezclan hábilmente el drama, suspense, la intriga policíaca y el tema del racismo en un pequeño pueblo sureño de los Estados Unidos. Muy recomendable...

En noches como hoy, en los que hace tanto calor, me viene ese título a la cabeza. Aquí estoy, escribiendo, porque aunque tengo cosas mejores que hacer, y ciertas obligaciones, ahora mismo siento que debo dar rienda libre a mis palabras. Es mi modo de vaciar inquietudes y anhelos...

El calor me golpea, y aquí estoy escribiendo a pecho descubierto, con la persiana alzada buscando que me llegue un soplo de brisa ligera y fresca que momentáneamente alivie mi cuerpo y espíritu agitado.

Ahí me espera uno de los muchos cómics que tengo acumulados desde hace meses para ser leído. Ahí me espera ese libro sobre las leyendas de l'Alt Camp. Ahí en la cocina están acumulados esos platos sucios que esperan ser limpiados. ¡Ah, que irresponsable soy a veces! En cuanto acabe este texto, quizás iré a limpiarlos.

En el calor de la noche el cuerpo se me hace pesado. Sé que son muchos los que, como yo, con este calorse despiertan, dando vueltas en la cama, con su sueño desvelado. A mí la noche, sin embargo, siempre me ha dado la vida. Son los momentos en los que siempre me he sentido más activo, más inspirado y con el ánimo más dispuesto para hacer cosas que durante el día dejo aparcadas.  Siempre he vivido para la noche, aunque unos horarios impuestyos por la sociedad me han impedido llevar lo que, para mí, sería una vida normal, en la noche.

Recuerdo cuando hice el Camino de Santiago. Siempre era el último en acostarme. Me gustaba contemplar las estrellas hasta bien entrada la madrugada, pensando o charlando con alguien cuando la ocasión lo permitía. Mucha gente ya estaba acostada a las diez de la noche, ya que nos teníamos que alzarnos a las cuatro y mdia de la madrugada, o a las cinco, para continuar el camino. Pero de todos modos yo no solía acostarme hasta pasadas las dos de la noche. Muchas veces me quedaba acompañado de alguien, charlando de temas que nos parecían profundos, contándonos historias y anécdotas, o pequeños detalles de nuestras vidas, o charlando de temas intrascendentes, pero que no dejaban de ser importantes en esos momentos. Otras veces me quedaba solo, sintiendo el aire, escuchando el viento, contemplando el cielo que me cubría, oyendo el canto de los grillos y el ulular de aves nocturnas, o analizando mis sentimientos. Porque recuerdo que esa fue una época de sentimientos encontrados...

Por la noche, en verano, pasadas las doce de la medianoche me gusta salir a pasear por las calles vacías o irme a dar una vuelta por la montaña. Este verano, en la fecha en que esto escribo, aún no he hecho nada de eso. Pero noto ya que la noche me llama. Como el año pasado, me vuelvo a sentir atraído por ese deseo irrefrenable de coger el coche a las tantas de la noche, tirar millas y parar en algún sitio solitario y apartado, para adentrarme por el bosque y la montaña hasta encontrar un punto donde contemplar el cielo y pensar u olvidar. Desconectar de todo. Encontrarme a mí mismo. Llenarme. Vaciarme. Sin que nadie me moleste ni nada me distraiga.

¿Sobre qué pienso, en esos momentos? No lo sé. Las cosas salen solas, las ideas vienen y van: sueños, recuerdos del pasado, deseos del futuro, el vacío que se remueve inquieto en mi corazón, pensamientos sobre gente que me importa, el amor perdido, el amor encontrado, la necesidad de tener un tiempo para mí… A veces inundado por delirios y ensoñaciones de una persona demasiado dada a la fantasía, alejada de la realidad de un mundo construido por el hombre que no comprende. En la naturaleza, de noche, me siento en mi sitio. En casa, escribiendo de noche, mis ideas salen más claras. Y en esos pensamientos me pierdo hasta que noto que me vacío de todo y únicamente contemplo, o sento que mis sentidos únicamente están puestos en la noche que me rodea. Siento entonces esa sensación de libertad que sólo puedo sentir cuando me alejo de todo eso... Más animal que humano… Salvaje, primitivo, primario, espiritual.... Uno con el cosmos, con la tierra que me rodea. Una conexión con el universo. Una mota de polvo en el todo.

Y ahora estoy en casa, rodeado de paredes, libros, papeles y dibujos, escribiendo esto frente a una pantalla de ordenador y me pregunto que hago aquí escribiendo. Quizás sólo pierdo el tiempo.

Y luego lo recuerdo... Es el calor, el calor de la noche que, como a muchos otros, me atosiga y me tiene inquieto.

Definitivamente, me voy a limpiar esos platos...

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