miércoles, 9 de marzo de 2016

URBEX: SOLDUGA-ESPLUGUES, EL PUEBLO SUSPENDIDO ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

Texto: Joan Ramon Santasusana Gallardo. Fotografías: Joan Ramon Santasusana Gallardo, Esther Ortega López.
Fecha: 12 de octubre de 2015. Lugar: En algún lugar de la comarca del Pallars Sobirà, provincia de Lleida, Cataluña, España.
Total fotografías tomadas: 78. Total fotografías publicadas: 51.
Si quieres saber qué es el urbex: Urbex: exploración urbana.
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Solduga-Esplugues es un pueblo abandonado que está a más de 16 kilómetros de ninguna parte, lejos de cualquier núcleo habitado. Suspendido entre los verticales acantilados del Cap de Roques de Solduga (1533,8 m) y los precipicios del Barranc de l’Infern (literalmente “Barranco del Infierno”), los habitantes de este pueblo actualmente deshabitado resistieron en estas tierras de duro clima y tierras apenas cultivables, quién sabe como.

Es un pueblo de difícil acceso, pues a través de un camino de tierra que quizás no es apto para todos los vehículos , y que asciende y asciende durante kilómetros, aparecen esporádicamente distintos senderos sin señalización alguna, y la roca suelta y los guijarros del camino, en algunas zonas, convierten este sendero boscoso en una dura prueba para los vehículos de motor, corriendo el riesgo de quedar atrapados.


Sin embargo, por otro lado, debo decir que el paisaje de este lugar es admirable, majestuoso. A la vista sólo se extienden enormes montañas casi verticales pobladas de frondosos bosques y un verdor húmedo, y en el cielo se puede admirar el constante planear de buitres y águilas, llegando a sorprender incluso, durante nuestro trayecto, algunos ciervos a apenas unos pocos metros de nosotros.

Por otro lado, debo decir que, aún estando como estoy habituado a conducir por caminos de montañas, en este lugar llegamos a vivir una de nuestras aventuras más angustiosas cuando súbitamente, apenas a un kilómetro de nuestro destino, nos vimos atrapados en una pendiente de gran desnivel conocida como el Pas del Llop, sin que fuese posible echar marcha atrás con nuestro vehículo debido a esa misma inclinación, y que el camino estaba formado de roca suelta. Así pues, únicamente nos quedó la posibilidad de descender, rogando a los cielos para no encontrarnos ningún canal abierto por la lluvia o ningún socavón infranqueable, hasta llegar a una curva muy cerrada tras la cual, y en pendiente casi vertical había la enorme caída casi vertical del Barranc de l’Infern.


Debido a que era otoño, ya pasadas las seis de la tarde, y a las siete ya oscurecía, y debido a la precariedad de nuestra situación, lejos de cualquier zona habitada, sin cobertura, y en la ignorancia de si, llegado el caso, seríamos capaces de subir esa enorme pendiente de roca suelta por la que bajamos, decidimos visitar el pueblo de Solduga-Esplugues en pocos minutos, prácticamente a la carrera, y en un estado deplorable de nervios, por lo que parecía ya un retorno imposible.

A pesar de todo, debo decir que el lugar ciertamente tiene un encanto especial, único, de una belleza sin igual, como pocas veces he podido contemplar, y sin duda sería un lugar que me hubiese inspirado calma, quietud y paz, de no habernos hallado en la situación que ya he mencionado. Es un lugar al que sin duda quiero volver, aunque de hacerlo, tengo claro que en esta ocasión dejaré el vehículo a unos kilómetros del pueblo, y recorreré el resto del camino a pie, pues aún a día de hoy me parece un milagro que pudiésemos retornar de una pieza logrando subir esa subida imposible de rocas a base de quemar las ruedas. Por si se os ocurre intentar visitar esta zona, quedáis avisados...


En todo caso, aquí dejo constancia de algunas de las fotos que hicimos de ese bello lugar suspendido entre el cielo y la tierra... y la anécdota de esta aventura. ¡Lo dicho! Si vais allí, cercioraros de dejar vuestros vehículos a buen recaudo...
















































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