lunes, 30 de septiembre de 2019

EL SIGNIFICADO DE LOS PENDIENTES ENTRE LOS ANTIGUOS MARINEROS Y PIRATAS

Uno podría creer que, durante la edad de oro de la piratería, los piratas llevaban pendientes en sus orejas simplemente como adornos o abalorios, pero lo cierto es que, el hecho de llevar un pendiente, o varios, según el caso, solía tener un significado profundo, ya que en cierto modo marcaba su capacidad y veteranía.

Captura del pirata Barbanegra, de Jean Leon Gerome Ferris

Durante el apogeo de las grandes aventuras por mar, entre los siglos XVI y XIX, los navegantes, animados por el comercio con países exóticos y remotos, alcanzaron casi todos los lugares del mundo en sus distintas embarcaciones de vela. Muchos de estos viajes entrañaban serias dificultades y peligros, especialmente las rutas que pasaban obligatoriamente por el Cabo de Hornos, conocida en aquella época como el Cabo de las Tormentas, situado en el extremo meridional de América del Sur, en la isla de Hornos.

Escollos, bajíos, vientos huracanados, lluvias y nieves durante casi todo el año, y una espesa bruma cuando las temperaturas se calmaban, convertían el Cabo de Hornos en un lugar impracticable, incluso para los más experimentados navegantes. Los naufragios estaban a la orden del día. De esta forma se convirtió en signo de suerte y valor entre la marinería el haber logrado cruzar con vida aquel infierno. Orgullosos de ello, y para que la hazaña quedara reflejada de por vida, los marineros comerciantes, los piratas y los corsarios se colgaban en una de sus orejas un pendiente en forma de aro, preferiblemente de oro.

A este distintivo se le podían unir otros dos, que simbolizaban el paso por el Cabo de Buena Esperanza, al sur de África, y el de York, en Oceanía. Sin embargo, ninguno de estos dos pendientes se podía igualar con el de Cabo de Hornos, el más temido de todos ellos y el más respetado. La costumbre, que se extendió con rapidez, como símbolo de valor y temeridad, fue también adoptada por los piratas que asolaron las costas del Caribe. Estos sólo tenían que enseñar la oreja para acobardar a sus víctimas.

Francis Drake, el famoso corsario inglés.

Así, según cuentan algunos cronistas, el corsario inglés Francis Drake, fue el primero en colocarse un aro de oro en su oreja tras cruzar el Cabo de Hornos el año 1578. Después de él, muchos fueron los piratas y navegantes que siguieron esa moda de distinguirse con un pendiente como forma de demostrar que habían cruzado con éxito cualquiera de estos los cabos mencionados.

Hay quién dice, sin embargo, que el origen de llevar un colgante de oro en la oreja era un mero acto de superstición, y se colocaban pendientes de oro al existir la creencia de que éste era un metal protector, que les salvaguardaría de cualquier infortunio, actuando, de este modo, como simples amuletos.

También se cuenta que portar un pendiente valioso servía para ayudar a pagar el entierro del marino o pirata en cuestión en caso de morir en tierra firme o ser sus cuerpos arrastrados hasta la orilla. Pero esta última teoría ha sido puesta en duda, ya que la mayoría de marinos y piratas de la época fallecían a causa de las enfermedades y las luchas que ocurrían en alta mar, y sus cuerpos no solían recibir ningún tipo de sepultura, sino que eran lanzados directamente al mar, ya que en aquellos tiempos no se disponía de los medios necesarios para preservar un cadáver en óptimas condiciones en el barco o buque en cuestión durante tanto tiempo.

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