jueves, 3 de diciembre de 2020

7 AÑOS JUNTO A TI

Quizás este año, más que otros, he sido capaz de descubrir que fácil es vivir y convivir junto a ti. Lo que en otras relaciones quizás se hubiera convertido en una pesadilla o la caída en lo cotidiano, contigo ha sido descubrir cada día un pequeño mundo de risas, complicidad, juegos, sueños compartidos, y la búsqueda conjunta de multitud de pequeños detalles observando los pájaros que vuelan el cielo o el micromundo escondido en nuestro propio balcón. Sí, cierto, este año está resultando ser un poco extraño -y el que viene, ya se verá-, pero junto a ti, este año no ha dejado de ser un año divertido. No el año que hubiésemos deseado ninguno de nosotros, cierto, pero nos hemos crecido en la adversidad.

A veces, cuando pienso en el tiempo que ha pasado desde que te conocí, ahora hace ya siete años, el tiempo se me antoja como algo lejano. Pero a lo poco que me paro a pensar un poco, ¡qué cercano se me antoja aún, aquel primer día en que, por primera vez, nos vimos la cara y charlamos en un bar y paseamos durante horas por la calle, antes de acompañarte y dejarte en la estación. Aunque me sentía muy ilusionado, por aquel entonces tampoco quería pensar demasiado en lo que podía ser, aunque me embargaba una extraña y agradable felicidad que hacía tiempo que no sentía. Carpe diem. Vive el momento. Ya se vería más adelante si volveríamos a quedar en otra ocasión, o éste sería nuestro único encuentro.

No voy hablar demasiado sobre aquel principio del que ya he hablado en otras ocasiones. Ahora mismo, creo que prefiero pensar en todo lo que hemos compartido y todo lo que aún nos queda por compartir: ese amor por la naturaleza y la búsqueda de sus pequeños detalles, esos juegos de mesa que nos traen quebraderos de cabeza, esas excursiones a pequeños pueblos olvidados, los paseos por el campo, nuestros pequeños diálogos con algunos de los animales que se han cruzado en nuestro camino (y a muchos de los cuáles les hemos acabado poniendo un nombre), ese refugio conjunto bajo una manta mirando series de televisión mientras yo te voy masajeando los pies, el descubrimiento de las delicias de hornos, panaderías o pastelerías desconocidas, las visitas a pequeñas tiendas de artesanía, antigüedades o libros olvidados, la observación de estrellas o los paseos junto al mar, aquel día tumbados sobre una manta en un prado del Serrat de les Pletes, en Béixec... y todo ello no es nada al lado de lo mucho que hemos compartido y aún nos queda por compartir.

Me gustaría poder explorar el universo contigo, no puedo decir más. T’estimo!

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