domingo, 17 de abril de 2011

EL REGRESADO

Éste es uno de esos cuentos que se me ocurrió por culpa de uno de mis disfraces...


No debistes haberme matado, mi voluntad es fuerte.

Ahora, aquí, hundido bajo la turba de este bosque en el que me enterraste, mi odio y mi voluntad se entrelazan dando fuerza a a estos músculos putrefactos y solidez a estos tendones maltratados. Ahora que la sed de venganza me embarga, mis pensamientos, ubicados en un lugar donde ya sólo quedan sesos desecados, se mueven como una fuerza con vida propia dando una nueva forma de vida a mi cuerpo dañado.

No debiste haberme matado, pues era mucho menos peligroso para ti en vida de lo que soy ahora en la muerte. He cobrado una nueva conciencia que se alimenta de la propia esencia de las cosas putrefactas que se hallan en esta tierra donde descansaba. He vuelto.

Cometimos demasiado mal en este mundo. Yo me arrepentí de mis pecados, pero tú no me dejaste escapar de esta vida de crimen que nos habías forjado. Yo ya estaba condenado, de todos modos, por los delitos que había cometido. Quería cambiar, arreglar todo el mal que había hecho, encontrar la redención pot todas las vidas inocentes que habíamos arrebatado. Escapar del infierno para encontrar un camino hacia el cielo... Pero temiendo por tu vida y libertad, me heristes con seis balas y me enterrastes en vida.

Y aquí poco a poco me fui desangrando, alimentando con mi sangre las raíces de los árboles que me rodean en este bosque oscuro. Y muriendo supe que mi voluntad era fuerte, y decidí que si había cometido el mal en vida, sería en la muerte que purgaría mis pecados, escapando del inferno al que ya me habías condenado en vida. Y así, por mi propia fuerza de voluntad, he vuelto. Poco a poco escarbo en la tierra en la que me enterraste vivo, para mostrar al mundo una nueva forma de vida que se alimenta de la ira de los que murieron de la mano de sus propios hermanos. Ya no soy humano. Soy la mano de la muerte que busca resarcimiento por todos aquellos inocentes que caen sin una causa justificada, salvo el egoísmo de otros hombres. La mano que empuña las garras negras forjadas con el acero demoníaco que habían en aquel lugar en que me dejaste, en aquel hoyo húmedo en el que, con seis balas em mi cuerpo, lentamente desangrándome, morí.

Y ahora aparto ya el último vestigio de tierra que quedaba encima mío y, empujando con mis brazos, alzo mi pálido cuerpo muerto de esta oscura turba, de este bosque largo tiempo maldito. Porque maldito estoy, y condenado a vagar eternamente entre el infierno y el cielo, como el resto de los hombres, y esta vez mi misón es clara:

Voy a por ti. ¡Ya me he alzado!

Vengo vestido de negro y con mi sombrero de vaquero, entrecruzando mis garras.

Porque hoy empezarás a pagar por tus pecados.

Soy el Regresado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario