A veces, lo que me permite disfrutar verdaderamente de tener un pequeño huerto urbano en mi balcón, no es tanto aquello que siembro y que cosecho (que también), como aquello que observo que ocurre alrededor suyo. Una muestra de ello ya son un par de artículos que he escrito sobre el tema, como es el caso de Mi huerto urbano – Habitantes fijos, estacionales, ocasionales y accidentales, donde apenas me dedico a examinar una milésima parte de la fauna que visita o puebla mi huerto balconero, o Pájaros desde mi balcón... o una pequeña guía de las aves que puedo ver sin salir más allá de los límites de mi casa, donde examino parte de las aves que visitan mi balcón de cuando en cuando, y otra parte que, sin llegar a poner los pies en él, puedo observar desde las ventanas o balcones de mi casa.
Otros de los pequeños detalles que me permiten disfrutar de este huerto urbano es la aparición de diferentes plantas cuyas semillas llegan atraídas por el viento, vienen a través de la tierra que a veces empleo, o surgen de la materia orgánica que a veces arrojo en algunos tiestos. Algunas de estas plantas son comestibles, y otras, simplemente, malas hierbas, pero nada me impide disfrutar por ello de sus flores, sus hojas y sus formas. Me apena no reconocerlas todas, pero no soy experto en botánica, como tampoco lo soy en entomología (o el estudio de los insectos, para entendernos). En todo caso disfruto de todo ello.
Sea como sea, cuando contemplo mi huerto urbano en todo su esplendor, no puedo dejar de verlo como un pequeño oasis en medio de un edificio donde, hasta hace poco, ningún otro vecino tenía ninguna planta. En los platos que recogen el agua que pierden las macetas venían a beber las aves, entre las macetas corrían las salamanquesas y pequeñas lagartijas, y los insectos iban y venían, para instalarse entre las plantas, o simplemente para visitar sus flores en busca de néctar.
La evolución de este huerto a sido constante. He ido experimentando con distintos cultivos, he permitido que algunas malas hierbas crezcan simplemente porque me gustaban sus formas peculiares, han ido llegando nuevos inquilinos, tanto animales como vegetales, y he ido probando nuevos diseños utilizando troncos, rocas y agua, creando un microestanque, pequeños huertos verticales y zonas de compostaje. Todo ello evolucionando, apareciendo y despareciendo a medida que hacía nuevas pruebas.
Bien, una de las cosas que en la actualidad quiero trabajar dentro de mi huerto urbano, es la creación de microecosistemas basados en los musgos y los líquenes, que pretendo juntar, si puedo, con la creación de un pequeño nuevo estanque en mi balcón. La cosa ha venido motivada ha raíz del crecimiento de musgo en algunas de mis macetas, así como la perseverancia de algunos pequeños líquenes sobre algunas pequeñas ramas que había arrojado en una de mis macetas, que parecen proliferar especialmente bien en una de las zonas más cubiertas de sombra y protegidas de la luz solar directa.
También, este año persistiré en la instalación de dos o tres pequeños árboles frutales en él, no con la intención de obtener fruto alguno, sino simplemente de obtener una fresca sombra para el verano, así como un elegante verdor que cubra parte de las ventanas. Más allá de eso, y aún está por ver si lo construiré este año, tenemos pensado crear un comedero para aves silvestres, ya que vemos que algunos pájaros visitan frecuentemente mi balcón en busca de agua, brotes tiernos de lechuga y algunas semillas, e incluso puede que nos atrevamos a instalar alguna pequeña caja para pájaros para ver si algún pajarillo osado se atreve a instalar su nido en ella.
Todo ello se trata de experimentar, se trata de amar y se trata de descubrir. Crear pequeños microecosistemas que nos permitan descubrir toda una nueva miríada de pequeños detalles que en el ajetreo de la vida diaria se nos pasan de largo, aunque la naturaleza se instale en cualquier pequeña grieta de la gran ciudad y siempre la tengamos cerca nuestro. En todo caso, algunos de nosotros queremos potenciar esos pequeños detalles formados por la naturaleza y la vida.
Porque amar los pequeños detalles de la naturaleza siempre nos permitirá amar la naturaleza en todos sus grados y entender mejor parte de la complejidad de su equilibrio. Y entender esto, siempre nos impulsará a respetarla más. Ojalá en un futuro haya muchos otros balcones así, aunque sólo formen parte de un sueño.
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