martes, 27 de agosto de 2019

SI MUERO, QUISIERA QUE ME DEVORARAN LOS BUITRES…


Si muero, quisiera que me devoraran los buitres; los buitres… y otros animales carroñeros. Personalmente no deseo ni el embalsamamiento, ni el entierro, ni la incineración.

Sé que en nuestra sociedad, donde la muerte se ha convertido en un negocio, esta opción no es posible ni está considerada legalmente y, probablemente, de existir, ni siquiera estaría bien vista. Pero si fuera decisión mía, quisiera que la carne de mi cuerpo fuera alimento de los distintos animales carroñeros: buitres, alimoches, cuervos y urracas; que quizás incluso un zorro o un lobo oportunista se llevase una parte del bocado, y con los huesos prácticamente pelados, finalmente el majestuoso quebrantahuesos también disfrutara de su parte del festín. Y que los insectos y otros invertebrados acabasen con los restos de mi cuerpo, y finalmente, que lo poco que quedase se convirtiera en abono para plantas y pasto libre para las bacterias que alimentan el suelo.

Formo parte de la vida, y mi deseo sería que cuando mi cuerpo fuera ya tan solo un cascarón vacío, volviera a formar parte del ciclo de la vida de algún modo. Que del mismo modo que en su momento yo me alimenté de otros seres vivos, otros seres vivos se alimentasen de mi cuerpo desnudo.

Algunos podrán decir que esto es una barbaridad, una extravagancia, pero a mi modo de ver no es ni lo uno ni lo otro. Mucho más extraño me resulta que embalsamemos los cadáveres y los maquillemos para darles un falso aspecto de vida, como pretendiendo esconder la realidad de la muerte y la descomposición. Que enterremos un cuerpo en una caja cerrada para que se pudra y descomponga lentamente me parece aberrante, y que se incinere un cuerpo para guardar sus cenizas dentro de una urna, sin que estas cenizas pasen a formar parte de la tierra que nos dio la vida, me parece incoherente. Habiéndole quitado tanto a la tierra, ¿no sería lo más decente devolverle al menos una parte de lo que le hemos quitado entregándole nuestro cuerpo en nuestra muerte?

En antiguas culturas, los muertos eran entregados a los buitres u otros animales, o bien se entregaban a los elementos: el sol, la tierra, la lluvia y el viento. Sin ir más lejos, los celtíberos y los vacceos, pueblos prerromanos de la Península Ibérica, disponían de los cadáveres de sus guerreros en determinados lugares para que fueran devorados por los buitres, auténticos psicopompos que conducían a las almas al más allá. Aún hoy en día, en algunas zonas de la India, el Tíbet y Mongolia, donde la leña escasea y la capa de la tierra es demasiado dura o delgada como para enterrar los cuerpos de los fallecidos, los muertos son entregados a los buitres, que ascienden su alma a los cielos. De acuerdo con la creencia budista, el cuerpo es un mero vehículo para transportar la vida; una vez que el individuo muere, su cuerpo debe servir de alimento a los buitres sagrados como última muestra de caridad. No en vano se considera que esta ave personifica en  sí misma la filosofía budista: no mata a otros seres y acepta lo que le viene, el curso natural de las cosas.

No, definitivamente una vez muerto antes quisiera ser un montón de carroña que sirviera de alimento para los animales, las plantas y los elementos, que no un cuerpo vacío con el que el negocio funerario comercia y se alimenta. Evidentemente, soy consciente de que si esta modalidad existiera, probablemente también sería el negocio funerario quién se haría cargo del cuerpo y dispondría de los pasos legales para realizar la despedida del difunto. Pero sin duda las cosas irían de otro modo…

Algunos podrían presuponer que dejar un cuerpo en medio de un llano para ser pasto de los animales podría ser considerado un delito contra la salud pública, pero no lo sería si todo estuviera bien organizado y estructurado, en una zona natural donde los diversos animales carroñeros pudieran acudir fácilmente y de modo habitual.

A veces me imagino que en un futuro los cementerios serán enormes espacios naturales protegidos no dedicados a la muerte, sino a la vida, un lugar donde los restos de los hombres podrán ser enterrados directamente bajo la tierra para ser alimento de las raíces de los árboles, o ser incinerados para esparcir sus cenizas y los restos de sus huesos en el suelo, a modo de fertilizante, y tendrán un lugar donde ofrecer los cuerpos desnudos como alimento para los animales carroñeros. Un cementerio ecológico, por decirlo de algún modo, donde cada uno (ya sea el futuro difunto o sus familiares) podrá escoger el árbol que desearía que creciera sobre sus restos, la roca que lo cubra, o que su cuerpo sea entregado a los animales y los elementos… Un lugar donde se sustituya a los vigilantes y cuidadores de cementerios por guardabosques y en algunas zonas, quizás, jardineros, y las lápidas y tumbas de aspecto artificial sean sustituidos por elementos naturales… No me parece nada descabellado: un lugar donde la muerte sea una celebración de vida y biodiversidad.

Creo que un sitio así sería un buen lugar donde pasear. Un lugar de tranquilidad y reposo donde contemplar la belleza que nos ofrece la naturaleza. Una zona salvaje, pero cuidada, donde a través de caminos y senderos de tierra, piedra o madera pudiésemos visitar los árboles (u otras plantas) y rocas bajo los que reposan los restos de nuestros muertos, o contemplar la vida que discurre por ese espacio natural donde ofrecimos sus cuerpos. En cada lugar del mundo, un santuario distinto, según las plantas, los animales y el clima de cada región.

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