sábado, 2 de noviembre de 2019

SEIS AÑOS DESDE QUE TE CONOCÍ...


No deja de ser curioso como te sorprende la vida cuando menos te lo esperas… o cuando ya poco o nada esperas de ella.

Hace seis años, un día como hoy, te conocí.

Entonces no comprendí que ese pequeño acontecimiento -una simple solicitud de amistad recibida en mi perfil de Facebook- iba a dar un vuelco de 180 grados a mi vida. Pero algunas buenas historias empiezan así: como algo pequeño e intrascendente.

Por aquel entonces, como aún hago hoy en día, cuando no conozco personalmente a una persona que me pide amistad a través de Facebook, no dudé en agregarte a mi lista de amigos, siempre y cuando me contestases a una simple pregunta: “¿A razón de qué motivo me has enviado una solicitud de amistad?”. Es una pregunta que aún hago hoy en día cuando un desconocido me pide que lo añada como “amigo”, que motivo tiene para hacer esa petición: si es por tener algo en común, gustos o aficiones similares, etc. Y me contestaste; habías visto un pequeño artículo mío en una página de Facebook de una amistad en común, y después de leer aquel artículo y echar un vistazo a mi blog (¡Bendito sea “Mundos propios” por ello!), decidiste enviarme tu solicitud de amistad. Dicho esto, te acepté sin problemas como a cualquier otra persona y, por supuesto, después de eso yo también curioseé en tu perfil.  Y, ¿para qué negarlo?, inmediatamente me llamaste la atención, especialmente por tus fotografías. Porque allí, además de ver tu físico, las imágenes que captabas me trasmitían ciertos sentimientos: un gusto por los pequeños detalles, por la naturaleza y cierta paz. Pero fue especialmente esa sensación de que te gustaban los pequeños detalles que nos muestra el mundo, lo que definitivamente me llamó la atención sobre ti, y me hizo preguntar que tipo de persona eras.

En este punto, debo hacer un par de incisos…

Inciso uno: En el pasado, por recomendaciones de amigos y amigas a los que les había funcionado, había probado suerte con páginas de contactos de pago para encontrar pareja (Meetic, Match y alguna otra), pero mi experiencia en ese tema fue nefasta, por lo que después de unos pocos meses ya me había retirado. Personalmente buscaba pareja, pero antes de comenzar una relación antes siempre he preferido conocer un poco a las personas. Y en esas páginas, por la poca gente con la que hablé o conocí, parecía que ahí la gente únicamente entraba por dos cosas: follar (dicho llanamente) o encontrar pareja de forma desesperada y a cualquier precio, sin plantearse seriamente siquiera cuánto había de común entre los dos. ¡Llegó a darme miedo! Curiosamente, a través de Facebook, una red social que nada tiene que ver con la búsqueda de pareja, sí que llegué a conocer a gente de todo tipo que valía la pena, porque en Facebook básicamente podía encontrar a gente que verdaderamente tenía gustos afines a los míos: temas medievales, el steampunk, la escritura, el cine, el frikismo en general, la naturaleza y el poder hablar de cualquier tema, sin necesidad de plantearte si de ahí tendría que salir, o no, un rollo o una relación. Facebook era un sitio dónde realmente podía llegar a intuir o conocer como eran en realidad algunas de esas personas con las que hablaba.

Inciso dos: ¡Me pillaste en un buen momento de mi vida! Después de varios meses tras la ruptura de mi última relación (la tercera, en esos momentos), había emprendido un viaje personal buscando la felicidad, e inesperadamente la encontré a través del urbex o la exploración urbana. Visitando lugares en ruinas o abandonados, me vi reflejado en ellos. Detrás de cualquier ruina podían encontrarse pequeños trazos de historia y belleza, más allá de unos muros derruidos podía contemplarse un hermoso bosque… Había aprendido a vivir solo de nuevo, y me sentía feliz. Hice un pequeño listado de las cosas que me gustaban y me hacían sentir bien, y me volqué en ello, a la par que iba quedando con los viejos amigos y conociendo gente nueva. Después de muchos años, y tres relaciones de pareja fallidas, de pasar mucho tiempo viviendo en pareja sin ser plenamente feliz (aunque también tuve mis momentos, y siempre valoraré a mi exparejas por lo que fueron en su momento, y los momentos de felicidad que compartimos), de repente aprendí a ser feliz de nuevo. No tenía claro que era lo que quería, salvo ser feliz, pero sí lo que no quería, y con ello me saqué de encima un enorme peso, dejando de vivir de los recuerdos del pasado, centrándome en el presente, y sin comerme demasiado la cabeza con lo que tendría que venir.


Dicho todo esto, vuelvo a lo mío. Desde el momento en que acepté tu solicitud de amistad, empezamos a hablar a través del Messenger de Facebook cada vez más a menudo. Compartimos nuestros pensamientos, nuestro modo de ver el mundo, descubriendo las cosas que teníamos en común… Y con ello, llegó la necesidad de conocerte en persona, de descubrir quién y cómo eras realmente, sin construir una falsa imagen idealizada de ti.

Aún recuerdo ese día. Dos meses y un día pasaron desde aquella solicitud de amistad que me mandaste y el día en que íbamos a conocernos en persona. Al ligero nerviosismo que había empezado a sentir la noche anterior, se añadió el nudo que se formó alrededor de mi estómago un par de horas antes de salir del trabajo para ir allí donde habíamos quedado, delante del edificio de Correos, y sentía esa extraña sensación de mezcla de alegría y nerviosismo por igual. Hoy te conocería, y no sabía si eso llevaría a algún sitio o no. Quizás en ese momento tampoco importase demasiado, simplemente se trataba de dar ese paso…

Y sí, nos saludamos, como esas personas que creen que ya se conocen pero nunca se han visto, fuimos a tomar algo para hablar, dimos un largo paseo que duró horas, y finalmente nos despedimos en la estación de tren.

Algo había pasado. Después de tanto tiempo, notaba que algo, de nuevo, había dado una buena sacudida a mi vida.  ¿Era amor? No, aún no, pero era evidente que era algo mucho más fuerte de lo que había sentido en mucho tiempo. Algo tan fuerte como para, después de pensarlo un par de días, decidirme a hablar con un par de amigas con las que llevaba quedando y saliendo desde hacía un tiempo, y explicarles que había conocido a alguien más. No sabía si lo comprenderían, aunque ese era un tema sobre el que anteriormente ya había hablado con ellas, cada una por su lado: el hecho de irse conociendo, pero a la vez ir conociendo a otras personas por otro lado, por aquello de no verlo todo demasiado claro. Me caían bien, podía hablar de todo con ellas, pero algo, sin saber decir qué, fallaba, y con ellas nunca me decidí a dar el paso de comenzar algo formal.

Como suele pasar en estos casos, algunos amigos me aconsejaron que no lo hiciera, que no les dijera nada, que me equivocaba, que si algo salía mal, no sólo te perdería a ti, sino también la oportunidad de continuar con las demás. Pero personalmente no me importaba. ¿Qué más daba si las perdía? Era evidente que si no había ido más lejos con ellas era porque realmente, aunque las apreciaba, algo fallaba. Y nunca he sido persona que juega a varias bandas; prefiero la sinceridad.

Como dijo uno de esos amigos, que no apoyaba del todo mi decisión, pero la llegaba a comprender, posiblemente mi modo de actuar se trataba de algo muy simple: no quería repartir mi energía entre otras personas que realmente no me interesaban, cuando podía concentrar toda ese energía en la única persona que me interesaba: ¡tú! Y realmente, pensándolo en frío, creo que tenía toda la razón. Porque únicamente necesité quedar contigo un par de veces, para llegar a un pensamiento bien sencillo: “Ella es la persona que quiero”.

¿Enamorado, entonces? Probablemente. ¿Te amaba ya? Bueno, a eso aún tenía que llegar.

Fue un mes de dudas, de alegrías, de penas, de locura. El hecho de nuestra diferencia de edad me hacía dudar, aunque éste fue un tema que te dejé claro desde el principio, tampoco te quería engañar. Tenía miedo, también. Después de tres relaciones que no habían funcionado, y varios desengaños en otras relaciones que ni siquiera llegué a empezar, tenía miedo, la verdad. Pero el miedo no es algo que me echase a atrás, sino otro obstáculo más, si acaso, que tenía que vencer si realmente te amaba.

¡Y tú también estabas hecha un lío! Más tarde descubriría que, sin yo saberlo, si te decidiste a seguir adelante, en parte fue gracias a una amiga en común que ambos teníamos en el mundo real, y ante las dudas te dejó claro que yo era un “bon tiu” -un buen tío-. Después de averiguar eso, creo que ya se lo he llegado a agradecer en más de una ocasión.

Pero bueno, ante las muchas dudas que teníamos, era evidente que de algo nunca llegamos a dudar, nos sentíamos atraídos el uno por el otro, y finalmente ambos dar ese paso adelante y arriesgarnos. Averiguar a dónde podíamos llegar… Y ya ves, seis años después, aquí estamos, compartiendo una vida en común desde hace cinco años y medio, sin parar de reír y encontrar constantemente pequeñas cosas que celebrar. Apoyándonos el uno en el otro, pero dándonos libertad, porque si algo he sentido siempre contigo, y siempre te he agradecido, es que nunca me hayas robado la libertad, ni recriminado de ser la persona que soy, ni siquiera en mis muchos defectos.

Juntos hemos sido guerreros, brujos y piratas en mundos imaginarios. Hemos ido a cazar leyendas en el mundo real, que nos han llevado a descubrir castillos, lagos, montes y ermitas, y lugares de extrema belleza. Nos hemos deleitando contemplando pájaros y otros animales. Disfrutado del buen comer, de bailes en la cocina con música tarareada por nuestros propios labios, y celebrado fiestas en la oscuridad, mientras contemplamos la luna y las estrellas. ¡Y nos queda tanto por descubrir aún!

No hace mucho me preguntaste “¿Soy el amor de tu vida?, y yo te contesté “No, el amor de mi vida siempre sería mi primera pareja, por lo mucho que aprendí y compartí con ella. Pero tú eres el amor que va más allá, la persona que me ha hecho verdaderamente feliz, con la que quiero compartir el resto de mis días, y querría compartir todas aquellas vidas que hubiesen de venir. Eres la persona que, de existir ese paraíso, esa isla verde que imaginamos y de la que a veces hablamos, esperaré pacientemente, junto a todos los perros, cabras, burritos, cerdos, gansos, gallinas, wombats y otros animales con los que la hemos ido poblando. Y entonces nos cogeremos de la mano, iremos hacia esa cabaña rústica con la que tantas veces hemos soñados, y seguiremos felices, allí, para siempre jamás”. Sí, supongo que después de todo sí eres el amor de mi vida. Aunque eso ya debías haberlo imaginado. :)


No hay comentarios:

Publicar un comentario