domingo, 26 de junio de 2016

ÁNGELA

Te fuiste ya. Nos dejaste de un modo tan inesperado y con tantas cosas que decir. Pero me alegra que hayas partido. Eras tan mayor; apenas unos meses para alcanzar el siglo y viviste todo lo que tu cuerpo aguantó. Me he despertado de la siesta y te extraño. Supongo que a lo largo de estos días el dolor saldrá y desaparecerá. Pero son tantos los recuerdos... ¡Qué extraño me parece todo! Justo el pasado día 22 te dediqué un escrito, y ayer, día 25, sin saber como, de pronto, la muerte te vino a buscar, cuando hasta hace poco aún te veíamos reír y tener algún arranque de mal genio, que también nos hacía reír a todos. Has muerto, te has ido, pero nos has dejado lo mejor de ti. Te lloraremos, pero pronto nos reiremos otra vez, en familia, recordando todos aquellos momentos buenos que nos dejaste y seguiremos hablando de ti.

Ahora sólo puedo dejarte las palabras que hoy escrito, para tu funeral, pensando en ti. No son sólo mis palabras, sino las de toda tu familia, que siempre estuvo a tu lado. Tus hijos, tus yernos, tus nietos y tus bisnietos, que en estos últimos años siempre han estado a tu lado.

Para mí siempre fuiste la yaya, pero sé que ante todo fuiste una mujer, una madre y lo más sencillo de todo, simplemente fuiste tú, Ángela.

Me despido para siempre de ustedes. ¡A SU SALUD!


ÁNGELA

Ayer se nos murió la madre... la abuela... la bisabuela... y, ante todo, murió un ser humano, con virtudes y defectos, pero sin duda una mujer que siempre fue amante de todos los suyos, porque en su corazón, la familia siempre fue lo primero.

Con los hijos y los yernos...

Ángela fue una mujer, recordémoslo, que en su juventud vivió en un mundo dominado por los hombres, en tiempos de guerra, y la violencia y muerte que luego le siguieron. Fue una superviviente, y en cierto sentido eso la hace más digna de admiración, la convierte en una mujer mucho más fuerte de lo que a primera vista pudiese parecer.

Con su muerte han desaparecido multitud de recuerdos, de sueños, de ilusiones y de historias que sólo ella conoció... pero no desaparecerá del todo, porque parte de su esencia se guardará en el recuerdo y la memoria de aquellos que la conocimos y compartimos parte de nuestra vida con ella.

Con los nietos...

Hay muertes que se pueden lamentar, vidas cortas, vidas que se ven truncadas de modo inesperado. No ha sido éste el caso de Ángela, que vivió muchos más años de los que, posiblemente, la mayoría de nosotros lleguemos a alcanzar. Vivió muchos años, rozando el siglo, y finalmente murió en lo que ella, durante sus últimos años, consideró su casa, su hogar, viéndose constantemente rodeada de los suyos.

Posiblemente vio llegar su muerte, pero desde unos años atrás ya no la temía. Había vivido todo lo que le había tocado vivir y ya hacía algún tiempo que estaba preparada para partir. No sólo ya no tenía miedo a la muerte, sino que incluso diría que de alguna manera singular le había logrado robar incluso algunos años extras de vida y la esperaba apaciblemente sentada en su sillón.

Con los bisnietos...

Es bueno amar la vida, pero también es bueno no temer a la muerte porque, al fin y al cabo, la muerte es una etapa más de la vida. Y creo que al final, incluso a la muerte supiste abrazar y amar.

Y puede que un día, pronto, ¡porque esta es una historia con final feliz!, tus cenizas se reencuentren y se mezclen con las de aquel que fue tu compañero, tu esposo y amigo, Juan. Y allí, en aquellas tierras de Andalucía donde naciste, bajo la sombra de un olivo, en el seno de esta planeta que a todos nos ha dado la vida, con vuestras cenizas volváis a dar vida otra vez, igual que se la disteis a vuestros hijos, y con ellos a vuestros nietos, bisnietos y a todos aquellos que los seguirán.

¡Descansa en paz, porque te lo has ganado!

Con la familia, aunque falta Josep, que nos sacó la foto...

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