EL SUEÑO (20 de abril del 2016)
El sueño empezaba en una tierra desolada, vacía y gris - nuestro propio mundo en un hipotético futuro post-apocalíptico-, en un paisaje cubierto de restos de ceniza, piedra, chatarra y edificios caídos formando grandes masas de ruinas, con enormes máquinas semienterradas en un campo árido en el que apenas crecía algún matojo o la brizna de una hierba reseca. Era un mundo donde las nubes de polvo oscurecían casi permanentemente el sol y, entre los restos de enormes ciudades que mostraban sus entrañas de hierro y acero, se movían pequeños grupos de niños harapientos que, armados de burdas armas de hueso y metal, complementada con alguna que otra pieza metálica o algún extraño engranaje, buscaban objetos que aprovechar o reciclar, o bien algo que llevarse a sus ávidas bocas, y con los que llenar sus estómagos, ya fuese una rata, hongo, un bulbo o algún pequeño brote vegetal.
Y entre tanta ruina, esqueletos de viejas maquinarias obsoletas y amasijos metálico de hierros fundidos, los niños vivían en el continuo temor de ser capturados por los hombres-gusano, una extraña raza alienígena semejantes a seres humanos de pálida piel carentes de pelo y columna vertebral, que con sus cuerpos flácidos y abotargados reposando y tendidos sobre unas extrañas plataformas circulares metálicas individuales, surcaban lentamente los cielos de este mundo moribundo, saqueando los restos de la desaparecida civilización, y haciendo presa de los jóvenes que encontraban para convertirlos en sus esclavos, mero ganado con el que comerciar en otros mundos.
Para la mayoría de los niños, los seres humanos adultos prácticamente se habían convertido en una leyenda, un cuento fabuloso cuya realidad únicamente los más grandes recordaban...
Según los mayores, que por aquel entonces tendrían siete u ocho años de edad, los adultos eran como los niños, pero mucho más altos y delgados, y sus rostros estaban cubiertos de pelo o vello, aunque las mujeres a veces carecían de pelo, y sus rasgos eran mucho más severos y adustos, y al parecer conocían muchas palabras que ellos habían olvidado, y tenían recuerdos de tiempos remotos.
Los adultos, según creían, tenían el conocimiento necesario para hacer funcionar o comprender para que servían muchos de aquellos artilugios y máquinas que a veces ellos, en su incesante búsqueda, encontraban entre las ruinas, enterrados y abandonados, y eran tomados, pues, por gente sabia y poderosa.
El caso es que, en este sueño, un pequeño grupo nómada de niños salvajes acabó descubriendo a un adulto que vivía entre los huecos formados por los restos de un viejo edificio en ruinas que formaba un enorme montículo en medio de un páramo muerto e infértil.
Fue huyendo de los aéreos hombres-gusano como los jóvenes dieron con el extraño y alto ermitaño encapuchado cubierto de cuero y pieles que resultó ser un mítico adulto varón, su cara cubierta de un extraño vello que él llamaba barba. Y el hombre los acogió dándoles la oportunidad de escapar y guarecerse entre los túneles, cuevas y recovecos formados por las enormes columnas y vigas que antaño sostuvieran aquella enorme casa donde, al decir del adulto, vivieron y trabajaron cientos de hombres como él.
Pasaron los días, y el hombre les habló de la tierra del pasado, del verdor de los bosques y de los árboles –unos seres vivos que ellos jamás habían visto, semejante a arbustos pero mucho más grandes-, y de los cientos de especies de animales que habían existido y de los mares limpios... algo inimaginable para los niños.
Les habló de las mujeres, que eran como un versión adulta de las niñas, como los hombres lo eran de los niños, y de como éstas tenían una belleza que ningún hombre podía igualar, y su rostro carecía de barba; y les dijo que en su trato eran mucho más dulces que la mayoría de los hombres. Cuando hablaba de las mujeres, parecía que los ojos del adulto se iluminasen y cubriesen de lágrimas, aunque una extraña sonrisa escapaba entonces de su cara. Era algo que los niños no se podían explicar.
Y finalmente les contó como la codicia, la ignorancia –que es algo como el no-saber de los niños- y la irresponsabilidad de los antiguos hombres, que jamás respetaron la vida ni la propia tierra, acabó desembocando en un devastador cambio climático que ocasionó una serie de guerras, la hambruna y la muerte, para acabar desolando el mundo, que finalmente se tornó en esa tierra árida, fría y muerta que era ahora, en la que apenas unas pocos animales y plantas, y muchos menos hombres aún, sobrevivían.
Los adultos habían constreñido y ahogado a grandes animales con sus carreteras de asfalto hasta conducirlos a la extinción, y con ellas fueron cortando y fragmentando la tierra, del mismo modo que con sus edificios, sus vehículos y su metal fueron destruyendo todos los bosques, que antaño habían cubierto la tierra como océanos, reduciendo el creativo caos de la vida a el frío orden de la muerte.
Fue el hombre el que transformó el mundo en un desolado desierto de ruinas en el que ya sólo sobrevivían ya unos pocos seres vivos. Los hombres-gusanos jamás fueron los culpables de aquel desastre, sino que simplemente aparecieron después de que éste ocurriera, aprovechando el vacío que quedó tras la casi total extinción de la vida, para expoliar las pocas cosas útiles que aún quedaban en este planeta moribundo.
El hombre les habló de tiempos pasados y de la desolación que ahora quedaba, pero también les habló de la esperanza que nacía con cada brizna de hierba que surgía entre la corteza endurecida de aquella tierra muerta, y de la magia y la ciencia. Les habló de una magia que no era tal, sino una ciencia tan avanzada que podría decirse que a efectos prácticos era magia para todos aquellos que no la comprendían, del mismo modo que en la actualidad toda ciencia era magia. Los niños no entendían, pero notaban como cuando el adulto les hablaba de todo ello, sus corazones se iluminaban, lo mismo que brillaba el sol cuando el viento, ocasionalmente, apartaba y abría un hueco en las nubes...
Y por primera vez en su vida los niños oyeron hablar de las “piedras”, una poderosa fuente de energía inagotable y limpia que podía cambiar de nuevo la faz del mundo y devolverle la gloria de la vida.
Como en muchos sueños, en este punto, las cosas se aceleraron y la historia dio un enorme salto temporal... Algunos niños se quedaron con el extraño adulto, dispuestos a vivir más seguros e ir regenerando poco a poco la tierra, pero otros emprendieron su camino como nómadas, para buscar otros niños, otros seres vivos –como perros y gatos-, y seguir la búsqueda de un nuevo rastro de esperanza.
Los años pasaron, y algunos niños de la tribu nómada desaparecieron, quizás capturados por los inquietantes hombres-gusano, y otros simplemente murieron por el hambre o la enfermedad, pero unos pocos continuaron su camino en busca de la salvación, y fueron creciendo, hasta alcanzar lo que calculo que serían los once o doce años de edad, empezando a plantearse, quizás por primera vez en su vida, a hacer frente a los hombres-gusano...
Un nuevo salto en el sueño, y en este punto descubro que, de repente, mi pareja y yo nos convertimos en personajes de la historia. Los años han pasado y somos dos jóvenes adultos, que para temas de contar este relato llamaré Yundramón e Isthar.
Isthar y Yundramón. |
Antaño fuimos dos de esos niños, y ahora, convertidos ya en adultos que vestíamos ropa recosida hechas de retazos de tela, cuero y piel, y portabamos extrañas piezas de metal construidas de restos de maquinaria, en parte como complementos útiles, protección y armadura, y en parte como simples elementos estéticos, e íbamos cargados de todo tipo de bolsos y bolsillos de cuero, piel y caucho o plástico requemado. Pero continuemos el relato...
Fue de esta guisa, cuando deambulando en una enorme ciudad en ruinas, que se encontraba en mucho mejor estado que otras que habían visitado, pues algunos de sus edificios aún se hallaban de pie, los dos jóvenes nómadas - Yundramon e Isthar- descubrieron los restos de dos extraños artilugios de un tamaño medio, uno de ellos semejante a una vieja lavadora y el otro a una cafetera express. Y en el interior de una de ellas, engarzada como si de una batería independiente se tratase, vieron una extraña piedra brillante de forma romboidal que parecía ser una batería o extraña fuente de energía que aún era capaz de hacer funcionar parte de aquellas viejos artefactos que prácticamente ya estaban desahuciados.
La piedra era pequeña, algo menor que el tamaño de un puño cerrado, y despedía una luz azulada, brillante, fría... casi hipnótica.
Con sus herramientas, que guardaban repartidas entre algunas de sus múltiples bolsas de cuero y piel y sus bolsillos, desmontaron la máquina que contenía la piedra, desguazándolas, y aprovechando sus piezas útiles, y finalmente sostuvieron ante ellos aquella diminuta pieza de una ciencia olvidada.
Agachados, tocaron la piedra, la exploraron, la miraron de todos y cada uno de sus lados, y cuando finalmente la sostuvieron frente a ellos alzando uno de sus brazos, la piedra empezó a emitir un pequeño haz de luz que parecía colear vivo, que fue creciendo poco a poco formando un pequeño torbellino lumínico, un vacío, un vacío luminoso y a la vez oscuro, un vacío que pareció crecer hasta formar un extraño agujero, una puerta, una especie de espejo en el que nada se reflejaba...
El miedo invadió entonces a los jóvenes, pero era un miedo mezclado con una curiosidad irrefrenable, y también cierta pizca de esperanza para su mundo. Acercaron sus manos frente a aquel espejo irreal sin imágenes, y fue Isthar la primera que se atrevió a presionar aquella capa de brillante irrealidad con sus manos, penetrando poco a poco en su interior, notando que una extraña sensación se apoderaba de su cuerpo, un gélido frío que no le resultó en absoluto molesto. Era como si entrase en otra realidad a través de una membrana que sentía recorrer sobre su piel, y a través de ella, por el otro lado de esta extraña puerta, no se mostraba otra cosa que una superficie plana y fluctuante como el mismo lado por el que ella misma había entrado hasta desaparecer completamente en su interior. No se veía nada de la vieja ciudad en ruinas donde estaban explorando, ni nubes, ni estrellas. No había nada, excepto lo que parecía ser una habitación hecha de aquella extraña materia, o no-materia de la que estaba hecha la superficie de aquella puerta por la que había penetrado.
Cuando Yundramon vio desaparecer a Isthar a través de aquella extraña pero brillante negrura, tuvo miedo, tuvo miedo de que hubiese desaparecida, desvanecido en la nada, muerto, pero ella, sacando parte de su brazo desde aquella capa de reflejos plata y obsidiana, de repente le hizo señas para que entrase...
Era difícil saber cuándo habían entrado en ese lugar sin luz, pero en el que la visión era posible, cuándo se habían metido en esa oscuridad, en esa no-luz sin tiempo ni espacio que sin embargo brillaba y mostraba reflejos. En su interior todas las cosas parecían pasar rápido y a la vez lentas, era difícil saber si ellos mismos se movían a una enorme velocidad, o por el contrario, si estaban quietos... Era como si todo fluctuase y estuviese en movimiento y a la vez parado, a lo largo de un túnel, en el interior de un cubo, de una esfera, de la piedra, del todo, de la nada... Y de repente... ¡la ciudad!
¿Cómo describir aquella ciudad cuando en toda su vida lo más semejante que habían visto a una ciudad eran simples ruinas de cemento, metal, ladrillos y columnas o paredes amontonadas?
Aquella ciudad parecía ser algo enorme, atestado, lúgubre, sombrío, pero a la vez repleto de cultura, historia y civilización viva. Era un lugar sorprendente, un lugar donde todos los edificios, de dos o tres plantas en aquel rincón de la ciudad, se mantenían en pie, pegados unos a otros de manera atestada, no arruinados ni derrumbados como en su mundo. Un lugar donde, al escuchar atentamente, se oía el lejano bullicio de gente parloteando y gritando, semejante a aquellas pequeñas reuniones anuales en que a veces dos grupos de nómadas se reunían y hacían trueques... Mercados, los había llamado en alguna ocasión el viejo superviviente que habían hallado en su infancia.
Parecía ser una ciudad antigua, de piedra gris adornado por la madera de sus puertas y ventanas, y si acaso alguna pieza de metal por ahí y allá para sujetar algún cartel, alguna lámpara de leña o alguna argolla de metal, y cristales cubriendo algunos de sus escaparates o ventanas. Era una especie de mezcolanza de arquitectura gótica, medieval, renacentista y victoriana, aunque de eso Yundramón e Isthar nada entendían.
Los dos jóvenes observaron a su alrededor, estaban en lo que parecía ser una pequeña y extraña plaza heptagonal adoquinada, de la que surgían o a la que iban a parar unos estrechos callejones oscuros, en cuya atmósfera emanaba el olor de antigüedad. Era una ciudad donde se respiraba a viejo, a ciencia olvidada, a magia...
Estaban observando atentamente los callejones que los rodeaban, prestando especial atención al más ancho e iluminado de ellos, que parecía conducir hacia la dirección del que procedía el lejano rumor de ajetreo humano, cuando de repente, de una de las esquinas más sombrías, sino la más oscura de todas, surgieron dos insospechadas figuras.
La primera de ellas era una mujer de edad madura y ojos extrañamente pálidos, lívidos como los de la muerte misma, en los que destacaban unas pupilas negras. Vestía un amplio vestido negro algo recargado, aunque elegante, y sobre el cuerpo del mismo llevaba todo tipo de adornos, encajes y algunas piezas de joyería, mientras que un pequeño sombrero negro cubierto de gasa adornaba su cabeza. Justo detrás de ella, apareció un hombre de aspecto gigantesco, amedrentador, que llevaba un enorme sombrero de ala ancha calado en la cabeza que sin embargo no cubría la larga trenza de sus cabellos entretejidos, sosteniendo hábilmente una larga pipa entre la comisura de sus labios. Al igual que ella, él vestía también ropajes algo recargados, aunque combinaba el negro de sus telas con el marrón del cuero trabajado. Se acercaron a ellos con pasos mefistofélicos, inquietantes, silenciosos, aunque no amenazantes, y apenas abriendo la rendija de su boca, la mujer se dirigió hacia ellos:
-¡Bienvenidos seáis, visitantes! No os conozco. ¿Qué os trae a la Plaza de las Siete Sombras? ¿De qué mundo provenís? Por vuestro sorpendido aspecto y el modo en que habéis aparecido, agazapados, se diría que es la primera vez que os dejáis caer por aquí.
-¿Aquí? –preguntó Yundramón anodadado, intentando comprender lo que había pasado.
-¡Sí, aquí! Ya sabéis... La Encrucijada, el nexo de mundos, la Ciudad de las Puertas, la ciudad de las muchas tierras, entre el todo y la nada...
-No sabemos... Estábamos tocando esta piedra que sujeta Isthar, mi compañera –dijo Yandramón señalando la brillante piedra azulada que aún sujetaba Isthar, sobre la que ahora parecían verse extraños signos y circuitos grabados-, cuando apareció esta cosa... este agujero, y entramos en su interior... y ahora estamos aquí. No sé dónde es aquí... Este lugar... No acabo de comprender... lo que ha sucedido.
-Esta cosa –dijo la mujer señalando aquel oscuro agujero que semejaba un espejo negro que parecía fluctuar arremolinadamente- es warp, una puerta entre mundos, un camino que sin duda has abierto con esa piedra que sujetas –dijo, dirijiéndose ahora a Isthar-, que diría que en realidad es una batería, una llave de poder...
-¿Llave? –repitió sorprendida Isthar.
-¡No entiendo nada! –exclamó Yundramón.
- ¡Llave, sí! Empecemos por el principio y ya irás entendiendo. ¿De dónde provenís? ¿De qué lugar? ¿De qué tierra? –preguntó seriamente la mujer de blancos ojos.
-Venimos de un lugar... no sé... ¿lejano? El sitio del que venimos es un lugar devastado donde todo es hierro y ruinas, y los hombres-gusano nos dan caza...
-¿Hombres-gusano? Nunca he oído hablar de tales criaturas... ¿Has oído tú hablar de ellas en algunas de tus correrías, Ernest? –preguntó la mujer, girando su rostro hacia atrás y dirigiéndose a su gigantesco compañero.
Éste contesto con un gutural gruñido, negando con la cabeza.
-¡Vaya, me temo que Ernest ha oído hablar de vampiros, fantasmas, gárgolas vivientes e incluso dragones, pero nunca ha oído hablar de hombres-gusano! Él mismo es un licántropo, pero no os preocupéis por él, ya que controla perfectamente su mutación. No dejéis que su feroz aspecto os engañe. Yo, por mi parte, soy humana, aunque como podéis observar por mis ojos, por este cuerpo circula cierta sangre demoníaca. Ambos provenimos de Góthika... ¡Ay, perdonad mis modales, soy Silvia! Podéis ahorraros las formalidades conmigo...
-¿Góthika? ¿Qué es eso?¿Una aldea de supervivientes? –preguntó un anodadado Yundramón- Nunca he oído ese nombre entre las tribus o los nómadas con los que hemos tropezamos....
-No. Góthika es un mundo –respondió Silvia-. Un mundo, ya sabes, un mundo completo. ¿Cuantas tierras conoces?
-Creo que se refiere qué territorios de los páramos conocemos, Yundra... –apuntó Isthar a la oreja de Yundramón.
-¡No, no! ¡Mundos! Ya sabéis, esferas, planos de la realidad, galaxias... Góthika es nuestro mundo. Nosotros lo llamanos Tierra, como tantos y tantos otros llaman Tierra a su propio mundo, pero aquí, en la Encrucijada, a nuestro mundo se lo conoce como Góthika, por ser algo más oscuro y tenebroso que otras tierras... Monstruos, niebla, castillos, cementerios y esas cosas...
Ernest gruñó levemente de nuevo asintiendo con su cabeza mientras daba una profunda inspiracón a su pipa y soltaba una bocanada de humo.
Ernest y Silvia. |
-¿Y entonces, vosotros, de qué mundo procedéis?
-No tiene ningún otro nombre que yo sepa. La Tierra se llamaba, pero ése era el nombre que le daban antes del desastre. Es un amplio mundo, frío, árido, desierto, cubierto con las ruinas de cientos de miles de ciudades que existieron en el pasado. Allí casi todo está muerto, los hombres del pasado quemaron la Tierra, y los hijos de los hijos de aquellos hombres sobrevivimos como podemos, saqueando los restos de las viejas máquinas de hierro y acero que dejaron tras de sí, y desenterrando los objetos de plástico deformado que no ardieron o los pocos objetos útiles que quedaron de la vieja civilización... Aprovechamos la chatarra y los desperdicios que sobrevivieron al gran cambio climático, el hambre y las guerras, y ahora nos escondemos como las ratas se esconden nosotros, cuando los hombres-gusano cuando vienen a cazarnos.
-Pero el nombre de vuestro mundo...
-¿Nuestro mundo? ¿Té refieres a nuestra tierra? No sé...
-Habrá que ponerle un nombre... ¿Chatarra por todas partes, has dicho? ¿Hierro? ¿Acero? Un mundo de chatarra, hierro y acero... ¡El Mundo de Chatarra de Acero! ¡Steeljunk! Llamaremos a vuestro mundo Steeljunk. Ése me parece un buen nombre, después de todo... ¡Oh, vaya, vuestra puerta se ha cerrado!
Efectivamente, con un leve fogonazo, el pequeño warp pareció implosionar, cerrándose sobre si mismo, como si fuera absorbido en la nada.
-¡Tenemos que volver a casa! –gritó Yundramón asustado, mientras Isthar movia la piedra azulada, que iba volviéndose grisácea, en su mano, mientras sus extraños símbolos y circuitos grabados parecían apagarse.
-No os preocupéis, se recargará, pero necesitará tiempo. Por otro lado, en la Encrucijada hay todo tipo de portales que os pueden conducir a uno u otro mundo, y aquí tenéis aún mucho que aprender y ofrecer. No creo que vuestra llegada haya sido del todo casual.
-¡Silvia, enseñémosles la ciudad! –dijo de repente con voz gutural Ernest. Eran las primeras palabras que había pronunciado hasta el momento.
La enorme ciudad de la Encrucijada se doblaba sobre sí misma, como si estuviese anclada en el interior de una enorme esfera o de un túnel, y al mirar a los cielos, si el día o la noche eran claros, uno podía ver, muy por encima de sus cabezas, las puntas al revés de algunos edificios y tejados apuntando hacia ellos, boca abajo. En el aire podían observarse algunas aves y otros animales voladores, y algunas capas de humo y niebla parecía deslizarse por aquí y por allí. No había sol alguno que iluminase el cielo, pero la atmósfera tenía la luz algo leve, apagada, como la de un día nebuloso o de tormenta. Por otro lado, Silvia les comentó que, allí, el día y la noche eran cíclicos, para así poder contentar a la mayoría de sus visitantes, doce horas de luz y doce de oscuridad, y en la noche era fácil confundir las luces de la zona superior a uno con las constelaciones y estrellas tan comunes en otros mundos.
Silvia y Ernest se adentraron a través de algunos estrechos callejones seguidos por Isthar y Yundramón, y finalmente se dirigieron hacía una salida iluminada que parecía ir a dar a una amplia galería atestada de gente. Y de repente, a lo largo de toda aquella galería descubierta, como si un mundo nuevo se abriera ante ellos, contemplaron como una amplia variedad de seres provenientes de los diferentes mundos y tierras que formaban parte del tejido de la Encrucijada avanzaban hacia uno y otro lado. Se diría que la mayoría de ellos eran humanos, o que en su mayoría tenían una apariencia vagamente humana, aunque muchas otras pertenecieran a otras especies difíciles de clasificar: hombres alados o de piel moteada, criaturas antropomórficas semifelinas que se podrían definir fácilmente como hombres-gato, seres gigantescos de aspecto rocoso, criaturas de piel azulada de enormes ojos y agallas en sus cuellos, y todo tipo de vestimentas y aparatos singulares.
-¡No os sorprendáis!–dijo Silvia, mientras avanzaban, dirigiéndose a unos maravillados Yundramón e Isthar, que ante tan grandioso cúmulo de vida y estímulos no sabían a dónde dirigir su mirada- La Encrucijada es un nexo de Tierras, de mundos, y no todas ellos están habitados por humanos o exclusivamente por humanos... En Góthika, nuestro mundo, las razas no-humanas, o no del todo humanas, abundan, aunque a menudo son consideradas razas monstruosas: demonios, vampiros, licántropos...
Llegaban ya a la entrada de la amplia galería, cuando de repente, en las esquina de aquel edificio, justo sobre lo que parecía ser un enorme de deshechos y basura apilada, sobre un enorme cajón de madera, una figura que se hallaba agazapada, confundiéndose entre aquella maraña de objetos olvidados, y que parecía estar observando atentamente a la multitud, giró de repente su rostro y les sonrío. Parecía ser una bella mujer de ojos algo almendrados, pícaros labios y traviesa mirada, de un tamaño probablemente por debajo de la media humana. Sin bajarse de la caja, alzó parte de su cuerpo, y de repente desplegó un par de alas transparentes algo rotas y deterioradas, que parecieron brillar y desprender cierta luz que cayó en forma de chispas luminosas que parecieron desaparecer. Parecía ir vestida con ropajes verdosos, semejantes, por su color, a una amplia variedad de musgos, de los cuales era difícil adivinar si sólo se trataba de andrajos o harapos, o bien era un tipo de vestido por sí mismo. Un simple vistazo a su figura algo impertinente, que si bien no denotaba malicia, estaba cargado de picardía y travesura, sugería que era proclive a meterse en líos y problemas. Era Andrómeda, la más traviesa de las hadas.
-¡Buenas serán! ¿Os conozco? –dijo, dirigiéndose a los jóvenes steeljunkianos- Nunca os había visto por aquí. ¿Queréis pedir un deseo? Hoy es un buen día para vivir aventuras o tener encuentros prodigiosos...
-¡Alto, quieta, pequeña Andrómeda! Estos jóvenes son unos recién llegados y están bajo nuestra protección, según las leyes que rigen en la Encrucijada, y también según bajo las normas de etiqueta que rigen nuestra educación –clamó de repente Silvia.
-Por tu sangre demoníaca te respeto, pero no respeto la educación ni la falsa etiqueta. ¿Qué es la vida sin novedad? ¿Qué es malo y qué es bondad? Mil aventuras huelo aquí, sea conmigo o sin mí... –espetó entre risas y siseos, Andrómeda, acercando una mano hacia el grupo.
-¡Quieta, hada, no me hagas sonreír! –contestó de repente Ernest, soltando un leve gruñido amenazador, mostrando lo que por un momento parecieron unos colmillos de lobo afilados.
-¡Oh, no os desafío! –el hada se apartó rápidamente, aunque sin mostrar temor alguno- ¿No veis que quizás sólo juego? Mi paso ya está marcado, y si ahora os he visto, puedo decir sin lugar a dudas que nuestros destinos se volverán a cruzar. Y no es cosa mía, sino cosa únicamente del azar.
-Puede que sí, ¡pero no hoy! –resopló Ernest.
-No, no hoy, pero puede que pronto.
-¿Es cosa mía, o tu presencia aquí indica que quizás Titania este deambulando por la ciudad? Quizás la reina quiera saber lo que haces... Puede que te busque –comentó Silvia de manera casual.
-¡Oh, la reina, la reina! Siempre sale su nombre a relucir, ¿qué más queréis, tonta de mí? –dijo dramáticamente Andrómeda, utilizando un gesto teatral.
-Un paso pues... ¡A un lado! –con su dedo, Silvia indicó a la hada que se retirase, para que pudiesen pasar tranquilamente.
Andrómeda se alzó sobre la caja, y pegándose a la pared donde estaba apoyada la misma, hizo una inclinación exagerada, y alargando el brazo en una doble pirueta, indicó que podían pasar.
-¡Gracias! –espetó secamente Ernest mientras el grupo avanzaba hacia la amplia calle iluminada.
Así, por fin llegaron a la amplia galería, dejando el oscuro y sombrío callejón atrás, y después de avanzar unos pocos metros, tanto Isthar como Yundramón giraron sus cabezas para ver como Andrómeda los saludaba con la palma de su mano abierta y sonreía pícaramente, sacándoles acto seguido la lengua a modo de burla, y, dando un salto al suelo, se escabullía rápidamente entre la multitud, desapareciendo de la vista.
-No la miréis, ¡algo trama, no lo dudo! Ignoradla, es lo mejor. Si algo quiere hacer, lo hará queramos o no, va con su carácter de hada, aunque carece de maldad. ¡Quizás, después de todo, simplemente nos olvide, se distrae con facilidad, y cualquier novedad le hará olvidar este fortuito encuentro! Pero os puede meter líos, así que cuidado, vigilad con ella. Alguna de sus travesuras son legendarias y para Andrómeda todo resulta un juego. Titania la tolera por su buen corazón. Si la reina está en la ciudad, no creo que intente nada.
-¿Toda esta gente? –dijo Isthar con la voz entrecortada, indicando la variopinta multitud.
-¡Ah, la gente! Bien, Andrómeda, como habéis visto ya, es una hada, un pueblo muy variable, ya que además de las hadas propiamente dichas engloba también elfos, duendes, leprechauns, ninfas, trasgos... Algunas de las criaturas que veis aquí pertenecen a este ancestral linaje de pueblos formado por multitud de diferentes razas. Por otro lado –dijo señalando de repente a la pareja de humanoides de piel azulada provistos de agallas que ya habían visto antes de salir del callejón-, ahí podéis ver a un par de habitantes de las profundidades marinas de Poseidonia, un lugar fantástico siempre que podáis conseguir un vehículo subacuático adecuado, claro. ¡Ah!, y aquélla de allí –señaló con su mirada a cierta dama de largos cabellos ondulados y castaños que remataba su cabeza con un pintoresco sombrero de copa adornado con motivos vegetales, lo mismo que su vestido de tonos verdes ribeteado con algunos complementos de cuero labrado- debe ser Alassie, Maestra de Árboles y Jardinera Mayor de Mundo-Jardín, un lugar maravilloso donde el hombre ha sabido encontrar tal equilibrio con la naturaleza, que nada le falta sin que la misma tierra donde viven se lo otorgue. ¡Un paraíso entre mundos del que la mayoría de nosotros deberíamos aprender!
Los nuevos venidos observaban atentamente a los personajes que deambulaban por aquellas atestadas calles admirados, mientras Silvia iban describiéndoles las maravillas de aquella enorme ciudad y algunos de los ciudadanos y visitantes más peculiares con los que se iban tropezando o cruzando en su camino. Mercaderes, sabios, profetas, obreros, artesanos, soldados, acróbatas, peregrinos, bufones, mendigos... De la puerta de una taberna que apestaba a humedad, humo y serrín, apareció Duncan, un bandido truhanesco surgido de las devastadas tierras desérticas de Arena, conocido por el trisquel mágico tatuado en su hombro que lo protegía de todo mal y que brillaba cuando éste le acechaba, mientras que en una esquina el Sr. Loba, ingeniero proveniente de Britannica, describía las maravillas de sus máquinas fotográficas de placas de objetivo extensible, capaces de captar las imágenes de fantasmas, espíritus y otras criaturas etéreas del más allá gracias a la fórmula química secreta con las que recubría las placas de sus cámaras de exposición.
De repente se oyó un rítmico paso regular, y vieron como las multitud iba abriendo el paso ante un grupo de seres de rasgos etéreos, altos y delgados, provistos de claros ojos almendrados y largos cabellos lechosos, que llevaban sus cuerpos recubiertos con hermosos ropajes ajustados hechos con un tipo de tela desconocida, y cubrían ciertas partes de su cuerpo con piezas de armadura.
Titania. |
-¡Como yo intuía! Ahí vienen un grupo de hadas, que sin duda deben formar parte del séquito de Titania, la Reina de las Hadas, gobernante de la Tierra del Crepúsculo, que como me ha hecho sospechar la inesperada aparición de la pequeña Andrómeda, posiblemente esté visitando en la ciudad. ¡Unos seres muy variables, tanto en físico como en temperamento, estas hadas!... ¡Sí, mirad, detrás de esa media docena de elfos varones, la bella y regia mujer que les sigue, que va vistiendo amplios ropajes enjoyados, es Titania, la Reina de las Hadas! Abridle paso, tal es su rango y derecho en esta ciudad.
El grupo pasó, seis elfos precediendo a la reina, y seis más guardando su retaguardia, armados todos ellos con plateadas espadas de un solo filo. Titania era un hada regia, de aspecto altivo y aristocrático. No era la más bella de las hadas, pero pocas eran las hadas capaces de igualar su porte, y desde luego ninguna era capaz de igualar su poder. Los jóvenes se percataron del hecho de que Titania y Silvia intercambiaron sus miradas y se saludaron levemente con un gesto de su rostro.
-¿La conocéis?
-¡Oh, sí! Digamos que Ernest y yo, en alguna ocasión les hemos prestado nuestros servicios, y se siente agradecida, honrándonos con su amistad. Pero no hablemos de eso, hay mucho que ver, y todo lo que os cuento ahora lo tenéis que aprender rápido y con premura. -Silvia continúo exponiendo sus conocimientos sobre la ciudad mientras Ernest, precediéndolos, les iba abriendo paso entre el gentío.
-Esa dama de ahí, que va vistiendo una larga chaqueta de pana negra y franela, su corsé de cuero con un puñal cruzado y unos ajustados pantalones rallados de blanco y negro, con aspecto de espadachina singular, como podéis ver el florete que lleva envainado al lado de su cadera, es Clara, la famosa Corsario Negro proveniente de los de los Ducados Estelares. Con su bergantín navega a través del espacio profundo que separa los diferentes mundos de su región, acompañada por los Compañeros Libres, una banda de bribones y ladrones que luchan por la libertad. Por su rostro de negros cabellos, como el ala de un cuervo, y el parche que cubre su ojo derecho, posiblemente ya habréis adivinado que su oficio es la piratería. Muchos son los que han probado el filo de la punta de su fino estoque, y pocos son los privilegiados que han sobrevivido para contarlo... Una prófuga y fugitiva eterna en su mundo, pero aquí anda tranquilamente, altiva y orgullosa, pues en esta ciudad, los Duques y sus sirvientes no la pueden tocar ni amenazar abiertamente, ya que las luchas, batallas y guerras están prohibidas dentro de sus límites, bajo pena de muerte para todos aquellos que no respeten este sencillo pacto. Los ángeles guardianes velan por que se cumplan las leyes de la Ciudad de las Puertas, y pocos son los que se atreven a desafiarlos, y menos aún los que se atreven a desafiar al Gran Artífice.
Clara, el Corsario Negro pasó de largo, rodeada por un grupo de sus hombres, y ellos prosiguieron su camino rodeados de los olores de perfumes, sudor, flores, suciedad y comidas especiadas variadas. En ese momento, un extraño hombre mecánico de tonos dorados se cruzó en su camino, mostrando a su paso parte de su interior cubierto de muelles y engranajes, mientras de sus junturas se escapaban pequeñas nubes de vapor.
-¡Vaya, he ahí uno de los ciudadanos artificiales de Mecánika! ¿A dónde se dirigirá con tal premura? ¡Oh, ya veo! Se dirige hacia Sir Félix Goggles, comerciante de varitas, anteojos y artefactos antiguos proveniente de Utopía, y hábil espía de Argentina, la Reina Regente Plateada. Sir Goggles es conocido en diversos mundos debido a sus artes y habilidades diplomáticas, aunque es difícil ser un espía cuando todo el mundo te conoce por ser el protagonista de diversas novelas de folletín. Por su atuendo negro, típico de los nómadas del desierto, supongo que recientemente debe haber hecho alguna incursión en algún lugar cálido, exótico y arenoso. –Los recién llegados de mundo de Steeljunk observaron como el tal Félix se inclinaba y saludaba al hombre metálico dorado mientras delicadamente, con la punta de los dedos de su mano derecha, daba forma al rizo de las puntas de su bigote, y el hombre mecánico le devolvía el saludo amablemente, mientras el espía le ofrecía un misterioso paquete envuelto en piel y tela con su mano izquierda.
Sir Félix Goggles. |
-¡Bueno, dejemos que Sir Félix y el hombre dorado continúen sus negocios tranquilamente! ¡Es de mala educación mirar fijamente, caballeros! Sigamos nuestro camino... ¡No, esperad! ¡Arrimaos a un lado, con cuidado! Por ahí vienen un par de Marqueses Infernales, provenientes de Infernus, y no querréis disgustarlos...
Dos seres enormes, de piel rojiza, un rostro que recordaba el cráneo de un caballo despellejado y enormes cuernos rematando su testa, avanzaban, y la multitud, que aparentemente los ignoraba, les iba abriendo paso. Eran enormes, y tenían el aspecto de ser bestias creadas para luchar, pues su piel parecía formada por una armadura de tensa y salvaje musculatura, y su espaldas estaban rematadas con un par de alas coriáceas replegadas. Un temor súbito se apoderó de los corazones de Yundramón e Isthar, que se sintieron medio paralizados ante la aparición de esas enormes criaturas humanoides que parecían alzarse cuatro o cinco palmos por encima de las demás cabezas que los rodeaban.
Tras su paso, todo el mundo volvió a sus quehaceres, que eran múltiples y variados.
Ante ellos, entonces, se abrió una amplia plaza, en lo que parecía ser un enorme mercado donde se ofrecía todo tipo víveres, manjares y viandas, obras de alfarería, orfebrería y ebanistería, piezas de engranajes, anteojos, globos terráqueos maravillosos de distintos mundos, exóticas aves, y corazones mecánicos...
Una figura de aire excéntrico y aspecto desordenado los observó atentamente mientras alzaba su mano saludando con una taza de té entre sus dedos. Era una mujer joven de rostro alegre y alocado, cabellera pajiza algo desordenada, y que vestía con colores chillones y excéntricos, aunque si por algo destacaba era por el alto sombrero de copa de ala ancha que iba adornado con tres flores de colores llamativos.
-¡Ah, ésa es Laura, la exploradora de los Mundos Irracionales! Tantos viajes los Mundos de la Imaginación la trastornado definitivamente, aunque paradójicamente eso la ha vuelto prácticamente invulnerable al influjo de hechizos y encantos que atacan la mente, pues su mente siempre está un paso más allá. Sus palabras suelen ser un puro galimatías de locura, pero es una oráculo de la verdad, siempre que uno sepa leer entre líneas, claro está.
-¿Hacia dónde nos dirigimos ahora, Silvia? ¿A dónde vamos? –preguntó Yundramón, medio colapsado por todas las maravillas que estaba observando, que le costaba asimilar.
-¿Hacia dónde nos dirigimos? Hacia la aventura, muchacho, hacia la aventura.
EL ANÁLISIS
Ante todo, debo decir que los hechos que he narrado arriba forman parte de un sueño que tuve durante la noche del 20 de abril de 2016, aunque naturalmente he añadido y omitido algunas cosas. Añadido, porque por la coherencia de algunos hechos, necesitaba emplear diálogos, cuando en el sueño eran cosas que ya se daban por sabidas, y porque necesitaba dar nombres a algunos personajes o mundos –algunos de ellos ya los tenían y otros, no-. Omitido, simplemente porque, aunque al despertar tomé algunas notas de lo que había soñado, mucho de lo soñado simplemente se me olvidó a las pocas horas o se desdibujó en la memoria, como muchas veces ocurre con los sueños.
Me sería muy difícil describir todas las maravillas o razas que vi en la Encrucijada, así como de toda la arquitectura de esa ciudad fantástica, que parecía ser una mezcla de diseños antiguos, que iba desde lo medieval, a lo gótico y victoriano, y por otro lado, recuerdo que en el sueño aparecía mucha más gente conocida, pero de los cuales algunos de ellos no recuerdo que papel jugaban, en él, aunque efectivamente recuerdo que aparecían en algún momento, y a otras personas simplemente las olvidé a los pocos minutos de haber despertado.
En el sueño, los diálogos entre Yundramón, Isthar, Silvia, Ernest y Andrómeda en menor medida, más que diálogos hablados, parecían ser diálogos transmitidos a través del pensamiento, no de los personajes, sino de mi propia conciencia. Eran diálogos de los personajes, sí, pero los vivía de un modo intermedio a un diálogo entre diferentes personas y mis propios pensamientos. Por mi propia cordura, en el relato que aquí he explicado, lo he transcrito todo simplemente como un diálogo entre los distintos personajes.
Por otro lado, durante esta aventura onírica, la realidad del mundo de Steeljunk y la Encrucijada se mezclaba, en algunos momentos, con lo que parecía ser nuestro propio mundo, como si realidad y fantasía se mezclasen por momentos. Para entendernos, en algunos momentos me movía en la verdadero mundo de Steeljunk y la ciudad de la Encrucijada, pero a otros momentos parecía, simplemente, que me encontrase en medio del día a día, en la ciudad de Girona, encontrando material para construirme atrezzo, en el caso del mundo de Steeljunk, o en medio de una multitudinaria convención steampunk, con la gente muy bien atrezzada y caracterizada, incluyendo poseidonios, hadas y demonios, en el caso de la Encrucijada.
El mundo de Steeljunk, más que un mundo steampunk, era un mundo de ambiente claramente post-apocalíptico, y muy posiblemente nuestra propia Tierra en un futuro indeterminado, aunque no demasiado lejano. Sin embargo, entre las ruinas, era frecuente ver enormes máquinas y engranajes oxidados de propósito desconocido, pero aparte de estos engranajes, nada más hacía referencia alguna a la temática steampunk.
Por el contrario, una vez situado dentro de la ciudad de la Encrucijada, el steampunk hacía su aparición de forma clara, aunque mezclándose con diversos elementos fantásticos. La atmósfera de la ciudad era claramente steampunk, entre lo medieval y lo victoriano, pero las razas que contemplamos en la ciudad parecían surgir de muchas y diferentes ambientaciones, desde las estrechas callejuelas del barrio gótico de Barcelona, hasta el callejón Diagón que aparece en las películas de Harry Potter.
En muchos sentidos, aunque no igual, la Encrucijada me recordó a la ciudad de Sigil, que aparece en una ambientación de Dungeons & Dragons, Planescape, que era el centro del multiverso, un punto, una ciudad, donde convergían los diferentes planos de la realidad. Curiosamente, por otro lado, el nombre de la Encrucijada evoca a uno de los muchos que creé en mi juventud, en el que combiné toda un conjunto de realidades, a donde iban a parar las cosas perdidas y olvidadas; un mundo plano donde caballeros medievales iban montados sobre motocicletas, y había trolls pistoleros, espadachines mecanizados, inventores locos, y todo tipo de rarezas... combinando atmósferas que iban desde lo prehistórico, hasta el western o la ciencia-ficción.
Y así, poco más me queda por decir, salvo mencionar que algunos de los personajes con los que soñé es gente real que conozco o he conocido en algún momento, queriendo dejar aquí constancia de ello, por orden de aparición en el sueño relatado que os he ofrecido:
- Joan Ramon, o sea, yo mismo, como Yundramón, salvaje nómada de Steeljunk.
- Esther Ortega, como Isthar, salvaje nómada de Steeljunk.
- Silvia Phoenix, como Silvia de Góthika, dama cazadora de monstruos provista de sangre demoníaca.
- Ernest Love Feroz, como Ernest de Góthika, cazador de monstruos, con características claramente licantrópicas.
- Alexandra Martín García, como Andrómeda, hada pícara proveniente de Titania, que parecía ser una versión del Puck que aparece en "El Sueño de una noche de verano" de William Shaekespeare.
- Ángeles Guisado, como Alassie, Maestra de Árboles y Jardinera Mayor de Mundo-Jardín, de clara ambientación greenpunk.
- Duncan Trisquel, como Duncan, proveniente de un mundo arenoso post-apocalíptico de nombre desconocido, al que llaman Arena.
- Javier Loba, como el Sr. Loba, fotógrafo de Britanicca.
- Marta Arévalo, como Titania, hada regia del mundo del mismo nombre, Titania, la Tierra del Crepúsculo, el reino de las hadas.
- Clara Arévalo, como Clara, pirata y corsaria aérea de una estética parecida a la de los piratas del siglo XVII, proveniente de los Ducados Estelares.
- Félix Goggles, como Sir Félix Goggles, espía del Imperio de Mecánika y comerciante velado de varitas y anteojos, una especie de James Bond victoriano versado en ciancia y magia, por decirlo de algún modo.
- Laura Miró, como Laura, la Exploradora de los Mundos Irracionales, como sombrerera loca, con una estética muy similar a la que lleva Johnny Deep en la película de "Alicia en el País de las Maravillas" de Tim Burton.
AGRADECIMIENTOS
A Esther Ortega, por el amor que me ha dado, el apoyo que me ha brindado en todo momento, la compañía que ha compartido desde que nos conocimos, y por posar conmigo en la fotografía que caracteriza a Isthar y Yundramón, hecha por una transeúnte anónima que pillamos en alguna de las ferias medievales a las que a menudo asistimos. No es exactamente la imagen que teníamos en el sueño en cuestión, pero es la fotografía más aproximada que he encontrado.
A Silvia Phoenix y Ernest Love Feroz por prestarme la foto que los caracteriza en este relato, que aunque no clava exactamente la descripción que de ellos he hecho en mi sueño, es bastante fiel y aproximada a la misma.
A Marta Arévalo (como modelo) por la foto de Titania, de David Riscos.
A Félix Goggles (como modelo) y Pedro Justicia Celdrán (como fotógrafo), por la fotografía de Sir Félix Goggles.
Y finalmente, a todos aquellos que de un modo u otro aparecían en mi sueño, ya que si lo hicieron no fue por simple azar, sino por el hecho de haber coincidido en algún momento, ya sea como amigos o simples conocidos, y a los que inexplicablemente me puedo haber sentido unido por su afición a la creatividad, el steampunk y el hecho de vivir parte de sus sueños. ¡Gracias a todos por haber formado parte de mi vida hasta el punto de modificar mi subsconsciente y hacer que, a mi vez, yo haya soñado con vosotros para formar parte las aventuras oníricas en las que a veces me sumerjo!
Gracias por el privilegio poder formar parte de éste maravilloso sueño
ResponderEliminarSolo puedo usar una palabra para definir este post: MAGISTRAL! Así, con mayúsculas.
ResponderEliminarMe alegra mucho aparecer en tu subconsciente. Y me encanta el personaje que ha generado tu mente. Un relato muy bien escrito, muy bien detallado y creo que has clavado a Andrómeda. Jamás nadie (ni Titania) conseguirá domarla. No guarda maldad alguna en su corazón y como hada que es (y como Puck), hace que toda trama se mueva y se remueva. Un abrazo enorme Creador de Mundos.
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