miércoles, 20 de marzo de 2013

EL DUELO


"Lo llevo mal, no lo voy a negar. Sé que muchos antes que yo han pasado por esto, y que muchos otros lo pasarán... El duelo es un proceso natural que hay que aceptar, pero no es un proceso sencillo cuando uno transita en él; es un proceso que sigue unos pasos y éstos, aunque comunes en la mayoría de casos, son distintos para cada persona, y necesitan su tiempo. Actualmente estoy atravesando un duelo debido a una ruptura sentimental, a los lazos emocionales que me unían no sólo a una mujer, sino a sus dos hijas a las que aún echo mucho de menos; estoy sufriendo un triple duelo, diría yo, una por ella y dos por las niñas... El dolor, la pérdida, los recuerdos... Ahora estoy atravesando un período de duelo y debo asumir que esto es así, mientras poco a poco voy saliendo de este trance e intento conocer a gente nueva. Pero, ¿qué es el duelo?"


A lo largo de la vida, prácticamente todo ser humano tiene que superar un momento de duelo en un momento u otro: la pérdida de un padre o un hijo, la ruptura de un vínculo afectivo, la separación de algo que nos es querido... El duelo es un proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida de un ser querido, ya sea por su  muerte, separación o desengaño, entendiendo como ser querido no simplemente otro ser humano, sino también un animal, un objeto, un lugar o un empleo, por ejemplo. Aunque convencionalmente se ha enfocado el duelo como la respuesta emocional de la pérdida, éste tiene una dimensión mucho más amplia, que puede ser física, fisiológica, cognitiva, cultural, filosófica y conductual, que es vital en el comportamiento del ser humano y como tal ha sido muy estudiado a lo largo de la historia. El duelo supone un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva situación. Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío dejado por la pérdida, valorando su importancia y soportando el sufrimiento y la frustración que comporta.

El duelo sigue una serie de procesos cuya intensidad y duración serán proporcionales a la dimensión y al significado de la pérdida que se ha sufrido. Estos procesos son comunes a todos los tipos de duelos y deben ser resueltos de un modo u otro, ya que sino pueden quedar secuelas y llegar a derivar, incluso, en lo que se ha denominado como duelo patológico.


LAS ETAPAS DEL DUELO

A lo largo de la historia se han distinguido distintas etapas del duelo, aunque los procesos son los mismos, ya se hable de tres, cuatro etapas o cinco etapas. Las etapas principales del duelo son las que se indicarán a continuación, y aunque no necesariamente tienen que seguir el orden indicado (de hecho, a menudo se superponen o se repiten), reflejan los pasos comentados. Hay que tener en cuenta que los especialistas reconocen que para una buena elaboración y superación del duelo no es aconsejable querer huir de esas sensaciones de dolor, pues no se pueden enfrentar si no se sienten. Lo contrario es la negación de la pérdida, lo que llevaría a comportamientos desadaptativos.

Etapa de negación. En esta primera etapa el individuo se llega a negarse a sí mismo o a su entorno más próximo que la pérdida haya ocurrido. Es similar a un período de “shock” en el que mediante la negación se evita el dolor (o buena parte de él) de la pérdida. En esta etapa el individuo a menudo se aísla del resto del mundo intentando procesar este hecho.

Etapa de enojo o de ira. Suelen aparecer actitudes de ira, enojo, resentimiento, orgullo, dolor, llanto, ataques violentos, culpa o vergüenza contra la situación que ha provocado la ruptura o separación o contra uno mismo; todas estas actitudes pueden ser consideradas “normales” en esos momentos.. La rabia emerge y suscita angustia. En este punto suelen aparecer las preguntas y los por qué, y estos sentimientos se proyectan o exteriorizan en todas direcciones, aún injustamente.

Etapa de negociación. En esta etapa uno intenta negociar consigo mismo o con el entorno, entendiendo los pros y contras de la pérdida. En esta fase, en caso de separación, también es muy típico intentar un acercamiento con la pareja con la que se ha cortado, en un intento de arreglar o llegar a comprender la ruptura de la relación. Es una fase donde se intenta llegar a un acuerdo con el entorno o uno mismo para intentar superar la traumática vivencia. Shock e incredulidad, incluso negación, que dura horas, semanas o, incluso, meses.

Etapa de depresión. Etapa en que se experimenta la tristeza y dolor por la pérdida, cuando no se puede seguir negando la muerte o la separación. La persona se debilita, adelgaza, sufre una perdida de hambre, así como otros síntomas, y se ve invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporal y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al doliente sugiriéndole que mire las cosas por el lado positivo, ya que esto es, a menudo, una expresión más propia de las necesidades del que intenta animar al doliente, que no del doliente mismo. Si al doliente se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que el doliente necesita mucha comunicación verbal, en la que tiene mucho que compartir. Tal vez se le transmita más consuelo acariciándole la mano, abrazándole o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Trabajo penoso de deshacer los lazos que continúan el vínculo con el ser amado y reconocer la ambivalencia de toda relación; todas las actividades del doliente pierden significado en esta fase. Esta fase disminuye con el tiempo, pero pueden repetirse en algunas ocasiones, reavivándose el proceso, con fechas o eventos significativos como aniversarios, navidades, reuniones familiares...

Etapa de aceptación. En esta etapa se asume la pérdida; a partir de este punto la persona va encontrando de nuevo su lugar en el mundo. Quien haya pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira y la depresión- contemplará el futuro con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor... La vida se va imponiendo, pero lo hace poco a poco, lentamente. Sin embargo es el momento en que surge de nuevo una esperanza que se sostiene y que da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y que todo este dolor tiene o ha tenido algún sentido. Un sentimiento que permite poder sentir que en la vida aún espera algo importante y trascendente para cada uno. Es una reconexión con la vida diaria, una estabilización de altibajos de las etapas anteriores. Los recuerdos del ser desaparecido traen sentimientos cariñosos, mezclados con tristeza, en lugar del dolor agudo y la nostalgia.

Se describen cuatro tareas para completar el duelo: aceptar la realidad de la pérdida, experimentar la realidad de la pérdida, sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan, y, finalmente, adaptarse a un ambiente en el cual falta el la persona o el motivo del duelo, aprendiendo a vivir en su ausencia, tomando decisiones en soledad, retirando y canalizando la energía emocional, reinvirtiéndola en nuevas situaciones o relaciones.

Tras estas etapas, podemos decir que hemos resuelto un duelo cuando somos capaces de recordar la causa del duelo sin sentir dolor (aunque puede que se mantenga cierto sentimiento), cuando hemos aprendido a vivir sin él o ella, dejando de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en el presente o el futuro. Integrar el duelo es todo un proceso que tiene como intención reconocer el dolor que nos produce la pérdida, aceptar que nos duele, aceptar las ausencia de la persona o aquello que hemos perdido, manifestar el dolor e iniciar el camino de regreso a la realidad y a nuestro propio orden de las cosas.


¿CUÁNTO DURA UN DUELO?

Un período de duelo suele durar de 2 a 12 semanas y hasta 6 meses en caso de la muerte de la pareja o de los hijos, pero puede durar entre 1 y 3 años. Si se excede este tiempo, se recomienda buscar ayuda de un psicólogo u otro profesional. No siempre se cumplen todas las etapas, ni necesariamente ocurren en el orden señalado.

Por elaboración del duelo se entiende el transcurso del proceso desde que la pérdida se produce hasta que se supera. Esta elaboración puede comenzar antes de la pérdida, en el caso de que ésta se pueda prever con cierta antelación. En relación con la elaboración previa o duelo anticipatorio, existe el preduelo, si bien duelo y preduelo son conceptos diferentes.

El período de duelo es variable y depende de las circunstancias o el motivo del duelo. No es lo mismo una muerte de un familiar que una ruptura sentimental o la pérdida de un trabajo. Así, la intensidad y duración del duelo dependerá de muchos factores: el tipo de muerte o separación (esperada, repentina, apacible, violenta...); la intensidad de la unión o relación afectiva con la persona fallecida o de la que el sujeto se ha separado o del grado de parentesco con ésta; las características de la relación con la persona perdida (dependencia, conflictos, ambivalencia...); el sexo, la edad, las ideas religiosas, filosóficas o espirituales del doliente; el soporte social y las redes sociales y de la presencia o no de otras experiencias de duelo (así como que éstas hayan sido resueltas correctamente o no), etc. En el caso de muerte, en caso de existir, la duración de la enfermedad mortal y la agonía consiguiente a ésta, así como el aspecto del cadáver, también pueden ser causas determinantes.

A todo esto habría que añadir un factor cultural y social, que puede hacer que la elaboración del duelo difiera mucho, si bien no deja de ser fundamental el tipo de vínculo y el apego que el deudo tenía con el ser fallecido. Otro factor a considerar es la presencia de terceros a los que la pérdida les afecte, con lo que se puede dar un duelo solidario.


AYUDA PROFESIONAL

En los casos en los que cueste superar la elaboración del duelo, éste puede convertirse en un problema que nos impide reiniciar la vida normalmente y puede hablarse de lo que se llama un duelo patológico. Si esto sucede, o antes de que suceda si se puede preveer el caso, conviene acudir a un profesional de la salud emocional (psicólogo, psiquiatra o tanatólogo en el caso de una muerte), para que dé las indicaciones que guíen el duelo.

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