Dedicado a Tatiana Batyreva, "la chica del tren".
¡Nunca me imaginé que al regalar aquella sonrisa en un tren, ésta volvería a mí para iluminarme en uno de mis momentos más oscuros! Hoy, después de más de dos años y medio, esa sonrisa ha regresado, me ha vuelto a iluminar el corazón y me ha hecho sonreír. Es curioso las vueltas que da la vida; precisamente el sábado pasado hablaba de esto en un bar con una amiga, y hoy, esa sonrisa a regresado... :-)
La verdad es que llevo días sin reír, aún estoy triste porque guardo muchos recuerdos de mi reciente ruptura, pero lucho por superar todo eso como puedo, con la ayuda de los amigos y la familia sobretodo. Estos días me cuesta escribir, y necesitaba escribir sobre algo que me alegrase especialmente. Aquel día, el del tren, recuerdo que te vi llorar y no quería verte así y por eso hice aquella tarjetita que te di como pude; el tren se movía mucho, traqueteaba demasiado para poder escribir bien -¡Jajajajaja!-, y tuve que hacerla entre parada de estación y parada. Bueno, el hecho era que una vez la hube acabado no me atrevía a dártela, ¡nunca había hecho nada así! Al ver que llegábamos a Girona, tuve que coger aire, valor, y te la di con un “Sorry! I don’t speak english very well!” o algo así. Te la entregué… Recuerdo que la cogiste y te la leíste entre extrañada o dudosa, pero luego, al leer aquello, la cara te cambió, me miraste y me devolviste una sonrisa que me iluminó el corazón. Yo tenía entre vergüenza y miedo, pero al ver esa sonrisa, me hiciste flotar. Justo entonces, el tren llegó a Girona y yo me tuve que bajar. Creí que ya nunca te vería, pero a causa de tu sonrisa, me llenaste de felicidad.
Pero me estoy perdiendo… me estoy comiendo muchos detalles de la historia… ¡Contémosla tal como fue! Con los recuerdos que yo guardo, y parte de lo que más tarde tú me contaste y escribiste.
No recuerdo exactamente que día fue, aunque recuerdo que fue en un mes de agosto…
Había salido del trabajo que tenía por aquel entonces y, como cada día, me subí al tren que salía de Figueres destino a Barcelona, para bajarme a medio trayecto, a Girona, mi ciudad.
Como tantas y tantas veces, aún faltaban unos minutos para que el tren saliera, así que saqué un cómic de mi mochila, y me dispuse a leer. Al cabo de un rato, te vi aparecer por la puerta del vagón cargada con una enorme maleta y te sentaste frente los asientos que tenía delante de mí, dándome la espalda.
No te veía, pero te podía percibir a través del cristal de la ventana del tren, viendo tu reflejo. Se me hacía difícil mantener la mirada en el cómic que leía, ya que iba de ti al cómic, y del cómic a ti una y otra vez. Algo, me decía que eras extranjera, que no eras de este país… Puede que fuera algo que vi en ti, o que lo dedujera por una breve charla que tuviste con el revisor del tren respecto a tu equipaje, aunque en realidad no te oyera hablar en ningún momento, pero deduje que no eras de este país. Tenías una mirada serena, pero algo triste y melancólica.
El tren arrancó…
Fue entonces, al cabo de un par de minutos de que el tren emprendiera su marcha, cuando vi que algo te sucedía. Vi que llorabas, a través del cristal del tren, mientras intentaba leer pero mi mirada escapaba para capturar tu reflejo, y de repente quise hacerte ver que no estabas sola. No sabía que te pasaba, pero sentí tu dolor: yo también lo había pasado muy mal en el pasado, dos años atrás, y quería hacerte saber que a veces, aunque sufras, no estás sola.
No sabía que te pasaba: quizás una muerte, quizás una ruptura con un amor, quizás la soledad… No lo sabía, pero quería hacerte saber que no estabas sola, que otra gente podía entender tu dolor. Pero, ¿qué podía hacer, qué te podía decir? Quizás te molestase… ¡Además, como ya he dicho, sospechaba que eras extranjera y tenía la impresión de que quizás no entenderías mi idioma! Pero quería decirte algo, dirigirme a ti, aliviar la carga de tu dolor…
El tren avanzaba… Intenté apartar la mirada de tu reflejo. Pero mi mirada te buscaba una y otra vez, y veía que a ratos te calmabas, para, al rato, volver a llorar en silencio.
Se me ocurrió entonces hacerte una tontería, hacerte un pequeño detalle: regalarte una sonrisa.
Ni corto ni perezoso, saqué mi cartera de mi mochila, y de allí saqué una pequeña tarjeta para tomar notas, y busqué un bolígrafo. Intenté escribir y dibujar, ¿pero era imposible en aquel condenado tren que tanto se movía y traqueteaba! No podía mantener el pulso firme con tanto movimiento, no tenía un buen punto de apoyo donde poner la tarjeta para poder hacer un trazo firme, hasta que di con el marco de la ventana. Me costó, y únicamente entre parada de estación y estación pude hacer algo medianamente leíble o dibujable, pero finalmente tuve a punto aquella tarjetita para ti: 1 FREE SMILE!
En ella poco pude hacer, salvo escribir esto, entre dibujo y dibujo: “1 FREE SMILE! DON’T CRY! THE WORLD IS FULL OF NEW AND AMAZING OPPORTUNITIES! I WANT TO SEE YOU HAPPY! A SMILE FOR YOU! OKEY?” Quise firmarlo con mi apodo, Santa (por lo de mi primer apellido), pero luego se me ocurrió meter mi dirección de correo electrónico. Podía haber hecho un trabajo mejor si el tren no hubiese ido dando tumbos y brincos todo el rato, pero lo que importaba no era tanto la apariencia, como el mensaje. ¡Tendría que valer!
Luego, vino lo peor… ¡dártela! Yo, un desconocido, ¿darte aquello? ¿Qué sentido tenía? ¡Todo el sentido del mundo! No te quería ver llorar por algo que hubieses perdido, porque creía en lo que allí te escribí, en aquella tarjeta: ¡el mundo siempre está lleno de nuevas y sorprendentes oportunidades!
Pero lo cierto es que nunca había hecho nada como eso, dirigirme así a una desconocida. ¡Ni siquiera sabía si podías comprender el inglés! Quizás, después de todo, fueses catalana o española… aunque lo dudaba.
El tren ya llegaba a Girona, a mi estación, así que me tuve que levantar y dirigirme hacia ti, ¡era ahora o nunca!
Y entonces te la di con un “Sorry! I don’t speak english very well!” o algo por el estilo. Tú te quedaste mirándome, como perpleja, y no recuerdo si con la mirada o alguna palabra, te empujé a que leyeras aquello que te había dado. Bajaste la cabeza y leíste, y entonces una expresión cruzo tu cara, y una sonrisa atrapó tu rostro. 1 FREE SMILE! Me miraste, y en tu cara, entre la sorpresa y la alegría, me devolviste la mirada y me regalaste tu sonrisa. El tren había llegado a mi estación, yo me tuve que ir, no pudimos ni hablar. Antes de bajar, te busqué con la mirada…
El tren su fue, siguiendo su camino hacia Barcelona, y tú te fuiste con él, rumbo a un destino desconocido. Ya no te volvería a ver… pero había logrado regalarte una sonrisa. Con eso habría de bastar.
Pasaron los días…
Y un día, en mi cuenta de Facebook, cuando estaba a punto de desechar una invitación de amistad, vi tu nombre. No teníamos ningún amigo en común, lo mejor era borrarte… pero… entonces, junto a la solicitud de amistad vi un pequeño mensaje: 1 FREE SMILE! :-)
¿Podías ser tú? ¿Podías ser la chica del tren? Acepté la solicitud de amistad y, efectivamente, eras tú. No me lo podía creer.
Más tarde me escribiste, tú mensaje me llegó al corazón, dándome las gracias por aquel día: tu último día de vacaciones en Cataluña, la despedida de tus amigos en Cadaqués, tu vuelta a Rusia. Me hablaste de tu tristeza y sensibilidad, de ese pequeño vacío que te había quedado. Y me volviste a dar las gracias por mi mensaje, diciéndome que te animó mucho, y que después de leerlo pensaste que después de todo aquello no estaba tan mal. Me contaste que sabías inglés, algo de español, “i una mica de català”. Me gustó, esa última parte. ¡Jajajajaja!
A partir de aquí, ya fuimos hablando…
Un tiempo más tarde nos conocimos en Barcelona. Nunca olvidaré ese día:
el día en que me hiciste ver que no había nada imposible; que me
demostraste que no era imposible conocer a una desconocida en un tren,
que no era imposible hallar a un desconocido que te ha regalado una
sonrisa cuando la necesitabas, que no era imposible salvar una gran distancia para llegar a conocernos. ¡Qué no era imposible volver a reír!
Desde entonces, me regalaste muchas más sonrisas, hasta llegar a la de
hoy, en un momento en que yo, como tú entonces, más la necesitaba. Ahora
lloró, cuando escribo esto, pero es de tristeza unida a alegría.
¡Gracias, Tatiana! Ya te lo dije una vez: “La sensibilidad es un don
que yo siempre digo que tiene dos caras: por un lado te permite
disfrutar más de las pequeñas cosas de la vida, de los pequeños
detalles, pero por otro lado los sentimientos te afectan más, sean
positivos o negativos. Así, cuando ríes, si eres muy sensible, te
sientes más feliz, pero cuando te sientes triste, sientes más dolor. Sin
embargo me parece maravilloso que seas una persona sensible, y además
seas capaz de reconocerlo. Nunca te guardes el dolor, si es lo que
sientes, y exprésalo. Mucha gente no llora si se siente triste o mal,
pero entonces endurece el corazón, y algo muere dentro suyo. No te
conozco, lo sé, pero intuyo que dentro tuyo hay una pequeña niña que no
quiere morir. Una niña que tienes sueños y fantasías y debes ser una
persona muy especial. Sé tu misma, y no permitas que el dolor del mundo
te cambie. […] Espero que ahora ya estés mucho mejor. La vida da muchas
vueltas, y nunca sabemos que puede suceder. Es normal que a veces te
sientas perdida o desorientada, pero ya verás que el tiempo pone cada
cosa en su lugar, ya sea en tu vida o en tu corazón. Nunca dejes de
reír.”
Hoy me has demostrado que no es imposible recuperar aquella sonrisa que una vez di. ¡Gracias, Tatiana, gracias por todo! ¡Hoy me has hecho recuperar la alegría!
"Cada uno da lo que recibe/luego recibe lo que da./Nada es más simple/no hay otra norma./Nada se pierde/todo se transforma." -Jorge Drexler (Susi)
ResponderEliminar¡Jó, qué historia con más ternura! Como dice Susi entre líneas: hoy regalas una sonrisa, mañana tienes una amiga. Gracias por compartir esta vivencia. Saludos.
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