Puede que ya mucha gente no lo recuerde –especialmente entre los más jóvenes– pero años atrás, antes de la llegada de Halloween de mano de la globalización, en nuestras tierras se celebraba la Noche de Difuntos. Puede ser que ésta no fuese tan colorida y animada como lo es la noche de Halloween –al contrario, solía ser una fiesta más dedicada al recogimiento-, pero que sí tenía un rasgo en común con ella: la tradición contar historias de miedo alrededor del fuego de una chimenea o una hoguera, o bien, cuando ésta ya no existía, recogidos en reunión en alguna alcoba donde pudieran resguardarse todos aquellos que celebrasen esta festividad juntos, con las luces tenues o apenas iluminados con unas pocas velas; y entre estas historias de miedo y leyendas de terror (sustituidas en la actualidad por películas de terror de todo género) las principales se centraban, especialmente, en lúgubres y siniestros cuentos de aparecidos y difuntos, espíritus y fantasmas, así como de muertos que regresaban con sus cuerpos a la vida, ya fuera buscando el perdón o la venganza... Sin embargo, los orígenes de esta fiesta se remontan a mucho años atrás...
SAMHAIN
Samhain era la festividad más importante entre la cultura celta hasta la conversión de esta cultura al cristianismo. En los idiomas gaélicos, Samhain es la palabra para que designa el mes de noviembre, y puede traducirse como “fin del verano”.
Antiguamente, en las fechas comprendidas entre el 5 y el 7 de noviembre (o sea, la mitad del equinoccio de otoño y el solsticio de invierno), los celtas celebraban el Samhain, una serie de festividades que marcaban el fin de la temporada de cosecha, que duraban una semana, y finalizaba con la fiesta de los espíritus, dando con ello por iniciado el año nuevo celta, que comenzaba con el primer mes de la estación oscura, Samonios.
El calendario celta, que era un calendario lunar, dividía el año en dos partes, la mitad oscura, que empezaba en el mes de Samonios (con la lunación de octubre-noviembre), y la mitad clara, que empezaba en el mes de Giamonios (la lunación de abril-mayo). Todos los meses celtas comenzaban con la luna llena y la celebración del año nuevo tomaba lugar durante las tres noches de Samonios, durante la luna llena más cercana entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno.
Así pues, Samhain se convertía en una fiesta de transición del paso de un año a otro, así como, a su vez, en la transición y apertura de paso de un mundo a otro. Este otro mundo celta era a la vez el mundo de los muertos como el mundo de los espíritus. Para ellos, el lugar de los espíritus era un lugar de felicidad perfecta en la que no había hambre ni dolor, considerando que los espíritus de los ancestros acudían en esa fecha a visitar sus antiguos hogares y a sus descendientes. Durante este tiempo los sacerdotes druidas entraban en comunión con los espíritus de los difuntos y antepasados, que en esta fecha tenían autorización para caminar entre los vivos, esperando ser guiados de esta vida hacia la otra vida inmortal. Para mantener a los espíritus contentos y a la vez alejar a los malos espíritus de sus hogares, los antiguos celtas dejaban comida fuera del su hogar: una tradición que iría evolucionado con el paso de los años, hasta convertirse en el famoso “Truco o trato” (“Trick o treat”, cuya traducción más literal sería algo así como “Travesura o regalo”) de la fiesta de Halloween actual, donde los niños van de una casa a otra disfrazados de monstruos y fantasmas buscando golosinas.
A pesar de ello, en la actualidad, el Samhain continúa celebrándose entre los seguidores de algunos movimientos neopaganos, como la wicca y el druidismo.
LA NOCHE DE DIFUNTOS
La Noche de Difuntos se celebraba durante la noche del 1-2 de noviembre, es decir, era la noche que transcurría entre el Día de todos los Santos (01 de noviembre), y la Conmemoración de los Fieles Difuntos o Día de Difuntos (02 de noviembre), aunque actualmente las actividades más seculares de esta noche parecen ir derivando a la noche anterior, que transcurre entre 31 de octubre y el 1 de noviembre, que es la festividad que en realidad corresponde a Halloween. El origen de la Noche de Difuntos está a medio camino de la antigua religión romana y el Samhain.
Después de que los romanos conquistaran gran parte de los territorios celtas, estos influenciaron el mundo céltico con sus festivales a la diosa romana de la cosecha, Pomona, así como con sus propios rituales de culto a los antepasados, que involucraban a espíritus tales como los lares (las almas benevolentes de los antepasados que protegían a la familia), los manes (almas de los muertos que suponía que erraban de un lugar a otro a manera de sombras) y los lémures (las almas inquietas y horribles de los hombres malvados, que se dedicaban a hacer el mal), o bien a los genios (espíritus protectores, análogos a los ángeles guardianes cristianos) y los penates (espíritus protectores de los almacenes de la casa).
Más tarde, con la cristianización del Imperio Romano, y más tarde con la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476, los cristianos calificarían las celebraciones celtas como prácticas heréticas y paganas, destruyendo bajo este pretexto gran parte de su cultura, monumentos y tradiciones, para afianzar de este modo su dominio político y social sobre las tierras convertidas a la nueva religión. De este modo, se demonizarían buena parte de sus creencias, al tiempo que algunos de sus ritos serían adaptados a su religión, convirtiéndolos al cristianismo. Así, la festividad del Samhain se convirtió en el día de Todos los Santos, de donde deriva el nombre inglés de Halloween.
Según la tradición, en la Noche de Difuntos no era seguro deambular por zonas despobladas, cementerios ruinas ni descampados, ya que durante la noche hacían aparición las almas de los muertos y difuntos, especialmente, las almas en pena, ya fueran provenientes del Purgatorio, o bien del mismo Infierno. Por esta razón, era mejor permanecer en casa o bajo techo, rezando y velando por las almas de los difuntos de la familia.
Era tradición, esa noche, contar historias y leyendas sobre apariciones, fantasmas, comitivas de muertos, espíritus y almas condenadas, y no era raro que en algunas de esas historias se narrasen horribles crímenes, pactos con el Demonio y todo tipo de lúgubres cuentos relacionados con la muerte.
HALLOWEEN
En las Islas Británicas, la Víspera de Todos los Santos –que se celebraba en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre-, sería conocida como “All Hallows' Eve” cuya pronunciación iría cambiando con el tiempo, pasando primero por “All Hallowed Eve”, para cambiar posteriormente a “All Hallow Een”, que terminaría por convertirse en la palabra que hoy conocemos como Halloween.
Halloween es una fiesta de tradicional de origen celta, que se celebraba principalmente en Irlanda y Reino Unido, aunque se extendería y popularizaría enormemente en Estados Unidos a través de los inmigrantes irlandeses que transmitieron versiones de su tradición a América del Norte durante la gran hambruna irlandesa de 1840. A partir de ahí, la fiesta se extendería a Canadá y algunos países no anglosajones como México y Colombia, pasando, en fechas mucho más recientes, y principalmente a causa de la globalización, a muchos otros países, como Australia, Nueva Zelanda o España, donde poco a poco va desplazando a la Noche de Difuntos tradicional, que se celebra durante la noche del 1-2 de noviembre. A pesar de, en sus inicios, ser una fiesta religiosa, con el paso del tiempo Halloween ha pasado a convertirse en una fiesta totalmente secular, al contrario que el Samhain o la Noche de Difuntos.
Entre las actividades más típicas de Halloween , tenemos el famoso vaciado de calabazas (que originalmente, en las antiguas tradiciones, se hacía con nabos, en cuyo interior se introducían velas) para darles el siniestro aspecto de Jack-o’-Lantern, las fiestas de disfraces –que, por tradición, en esta época se circunscriben principalmente a fantasmas, brujas, monstruos, espíritus y todo tipo de criaturas siniestras-, la famosa actividad de “Truco o trato”, así como, cuando la ley lo permite, la construcción de hogueras, visitas a casas encantadas, las bromas, la lectura de historias de miedo y el visionado de películas de terror.
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