martes, 30 de abril de 2013

ESTADO DE ÁNIMO: ¡DEJANDO QUE LAS COSAS FLUYAN A SU MODO!


Dedicado a todos aquellos que estuvieron ahí en un momento u otro.


Hace ya unos días, prácticamente una semana, el día de Sant Jordi, me escribió una amiga. De lo que se dijo en aquel mensaje, poco voy a contar, salvo el hecho de que es curioso que dos simples preguntas que me hizo -“¿Tú como estás? ¿Qué tal todo?”- me hayan hecho pensar tanto desde entonces y de un modo tan incesante en estos últimos días. “¿Tú como estás? ¿Qué tal todo?”- Ante tales preguntas, en aquel momento, no supe exactamente que contestar, que respuesta dar, aunque es un tema sobre el que puedo hablar perfectamente. Escribiendo, las ideas me salen más claras.

“¿Tú como estás? ¿Qué tal todo?”

Creía que ese par de preguntas venían a raíz de mi última ruptura sentimental, y de todo por lo que, a raíz de ésta, pasé en estos últimos meses. Más tarde supe que las preguntas iban por otros derroteros, pero de todos modos esas preguntas, en el sentido que yo les había dado, ya estaban ahí antes, dando vueltas en mi cabeza, dormidas, inquietas, pero esperando que alguien las despertase para que yo buscase una respuesta.

¿Cómo me van últimamente las cosas? ¿Bien o mal? La respuesta no es sencilla, pero tampoco complicada. Desde luego, sé que, después de lo que he pasado, no estoy mal, pero no sé hasta que punto decir que estoy bien. Me siento en paz conmigo mismo, bien en muchos aspectos, pero no feliz, ni exactamente indiferente. Siento cierto vacío, pero no es un vacío molesto, y en cierto modo, a momentos, me siento ilusionado por las nuevas oportunidades que se me ofrecen. Es casi como si tuviera la felicidad al alcance de la punta de mis dedos, pero aún me faltase dar un pequeño paso o un salto para alcanzarla. Pero ahí está, ¡al alcance de mis dedos!

Empezar de nuevo... es lo único que se me ocurre. Nacer, caer, doblegarse, tropezar, volver a levantarse... Todo ello forma parte de la vida, alegrías y tristezas, y si bien ahora no voy a presumir de sentirme feliz y pleno, tampoco me siento infeliz; estoy bien, voy tirando, y sé que las cosas están mejorando. En cierto modo no me siento completo, pero me siento realizado. Realizado no porque haya cumplido mis metas y objetivos, sino, simplemente, porque voy avanzando y mejorando.

Reconozco que en este proceso el deporte me ha ayudado mucho, así como el hecho de que algunas personas me hayan abierto sus puertas o corazones. En el camino he perdido la ilusión por algunas cosas que compartía y algunos sueños, pero por otro lado ha regresado la ilusión por otras cosas que tenía apartadas y relegadas al olvido. Y entre tanto caos, entre tanto gris, ahora existen notas de color y luces titilantes que me iluminan a momentos un camino que, hasta hace un par de meses, aún se me antojaba oscuro, triste y tenebroso...

No he olvidado, no olvido. Y reconozco que aún a día de hoy a veces pienso en ella o sus niñas, del mismo modo que aún, de vez en cuando, pienso en mis anteriores relaciones. Han formado parte de algunos de los momentos más felices de mi vida. Pero no es bueno vivir de los recuerdos. La vida es el ahora, y el pasado simplemente es aquello que nos ha ido conformando para llegar hasta este momento preciso. Si alguna vez han de volverse a cruzar nuestros caminos, simplemente sucederá.

De momento, las cosas van llegando solas, sin forzarlas. Me gusta que sea así. De todos modos, me digo, no es bueno hacerse ilusiones ante pequeñas esperanzas, no es bueno tener expectativas de nada. Intento limitarme a vivir el ahora, y dejar que las cosas simplemente sucedan solas, con naturalidad. Es la filosofía del fluir del agua. De momento no quiero embarcarme aún en ningún proyecto que no sea propio, ni quiero hacer promesas a ciegas. Y, sin embargo, creo que, después de todo, a veces las cosas suceden por algún motivo.

Siento paz y cierta calma a mí alrededor. Es como si no estuviese esperando nada, pero supiera que algo está a punto de llegar, algo está a punto de suceder. Sé que habrá baches y obstáculos en el camino, esto es la vida, pero sin ilusión, ¿qué nos queda? Sólo un vacío. ¡Felicidad! Sé que llegarás, llegarás algún día y por el camino más inesperado. Puede que ya estés aquí y no me haya dado cuenta aún, pero ahora sé que, como mínimo, vuelvo a sonreír.

Cruzo palabras, pensamientos, ideas y busco mi propio yo. No me siento ni bien ni mal, pero me siento vivo y con eso me ha de bastar.


Nota final (dedicatoria): Aprovecho este escrito, ya que estoy en ello, para dar gracias a todas las personas que me han servido de apoyo o consuelo durante estos meses, aunque algunos de ellos ni siquiera lo hayan sabido: a los que me han escuchado y me han visto llorar; a los que me han escrito o yo he escribí en momentos en que necesité desahogarme; a los que me han ofrecido un pequeño lugar dentro de su vida; a los que me habéis hecho regresar la ilusión al invitarme a participar en vuestras vidas o vuestros proyectos; a aquellos con los que he compartido buenos momentos; a los que me habéis hecho salir de casa para charlar; a las personas que me han abierto una puerta dentro de sus vidas; a esas nuevas personas que han mostrado cierto interés en conocerme, y a muchos más. Aquí dejo los nombres de algunos de vosotros: a Alberto y David Ruiz (por pasarse por casa para obligarme a ver películas de humor con ellos cuando estaba en mis horas más bajas y sacarme a la calle para charlar); a Ana Maria (por ser la que persona que indirectamente provocó este escrito); a Andreu y Pilar (por aceptarme como su “hijo pródigo” y permitirme desconectar); a Sebas Tornero (por esos kebabs con salsa picante que nos comemos y esas charlas desfasadas que me regalaba diciéndome que la vida continúa); a Narcís y Sònia (por recordarme que hay amigos que nunca se pierden a pesar del tiempo y la distancia); a Sònia Chatlani (por ser la amiga que pude recuperar); a Carolina Gandia (por ser la primera persona que creo que me arrancó una sonrisa, aunque fuese a través de internet); a Mireia Blasco y Josep Sucarrats (por ser los que me permitieron regresar al mundo real aunque fuese a través de un mundo de fantasía); a Lily Kamui (por sus mails de ánimos siempre escritos con muy buen humor); a Sergio Marcos (simplemente por ser mi amigo); a Esther Dalmau (por ser la persona que es y poder filosofar con ella sobre la vida aún después de tantos años); a Jordi Pujades (por ser alguien que a pesar de ser sólo un conocido, me supo escuchar y aconsejar); a Espe (por escuchar mis rollos en el trabajo); a Félix Goggles, Duncan Trisquel, Nimue Arianhrod y la peña con la que coincidí en la Fira Medieval d’Hostalric (por abrirme las puertas a su mundo repleto de sueños y fantasía); a Susanna Riera (por el tiempo que me dedicó); a Eva Ruiz (por esos Cacaolats); a Marga Muñoz, Desirée Addams, Marta Lcm y Sheila Arcos (por sus mails); a la Hermandad del Acero (simplemente por ofrecerme la oportunidad de volver a un mundo que me gusta); a Silvia Torras (por aparecer, como quién dice, de la nada y hacerme mantener la ilusión de que se puede conocer a gente nueva); a Iván García (por sacarme a hacer deporte y obligarme a mantener una constancia) y sobretodo a Manel Sánchez, Virginia Lourés y Begoña (por ser los que menos dijeron, más supieron comprender, más me vieron llorar y supieron decirme que me entendían con un simple gesto)... y por supuesto, a mi familia, que siempre ha estado ahí, y a muchos otros que posiblemente olvido en este preciso momento en que escribo esto. Sin vosotros, todo este camino hasta aquí hubiese sido mucho más difícil.

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