jueves, 16 de mayo de 2019

Microrrelato: EL CAZADOR


Se habló durante mucho tiempo de los Inquisidores, el Santo Oficio, los temidos cazadores de brujas que durante siglos azotaron Europa mediante el miedo, la tortura y la total impunidad de sus actos. Todo el mundo temía la Santa Inquisición. ¡La Santa Inquisición! Sus miembros se sentían prácticamente intocables, la Mano de Dios, los Elegidos. Intocables... ¡Qué error! Porque si bien ellos podían detener, humillar, torturar, y hacer confesar lo inconfesable mediante la aplicación del desgaste, el hambre y el dolor, para finalmente juzgar y condenar a la horca y la hoguera a los inocentes, ahora había llegado hasta ellos el rumor de una pesadilla que se acercaba, mucho peor que el propio Diablo al que pretendían erradicar.

Los Inquisidores oyeron los rumores y temblaron, pues existían ya pruebas evidentes de que algunos miembros de su orden habían desaparecido sin explicación alguna, y se había perdido el rastro de todos ellos.

Se decía que era un malnacido que venía dispuesto a cobrarse la muerte de todas aquellas mujeres inocentes que habían sido mutiladas o asesinadas en nombre de Dios, de aquellos indefensos que por sus deformidades habían sido considerados adoradores de demonios. Se comentaba entre susurros que empleaba sobre los Inquisidores los mismos métodos que éstos habían empleado con otros, y métodos mucho peores que nadie se atrevía a imaginar.

¡Los Inquisidores! Sus crímenes, realizados en nombre de Dios, ya eran demasiados, y debían aprender de una vez por todas que a veces incluso los cazadores son cazados. Así es como llegó él hasta estas tierras, surgido de la oscuridad: el Cazador de Inquisidores, el cazador de cazadores de brujas. Y no venía sólo para aplicar justicia, sino venganza.

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