Dedicado a la única persona
con la que he compartido
la mayor parte de mis sueños.
A veces me imagino una isla, una isla desierta donde me retiro y puedo vivir en paz, donde vivo en soledad y completamente tranquilo, alejado de la sociedad claustrofóbica que los hombres han creado. Es una isla construida en mi mente, un pequeño santuario protegido en mi imaginación.
Sólo recientemente me he decido a compartir esta isla, este pequeño sueño, con la persona a la que quiero, sin duda porque ella, como yo, también ama la naturaleza y los beneficios de la soledad. Lo que antaño era una pequeña isla en la que me refugiaba –una pequeña fantasía rodeada de sueños de mar-, ahora se ha convertido en una isla, un pequeño archipiélago, incluso, que crece con nuestras mismas ilusiones.
Antaño, me imaginaba esta isla como una gran isla rocosa, surgida de los mares debido a la actividad volcánica, o simplemente debido al movimiento de las placas tectónicas, surgiendo como un titán de entre las aguas. Era una isla totalmente vacía, desprovista de vida, una isla joven que una vez había nacido, sin estar sometida aún a las fronteras que los hombres fabrican, quedaba totalmente desligada de ellos y sus sueños de territorialidad.
La vida, en ella, tenía que evolucionar desde cero. Poco a poco la isla se iría poblando de líquenes y musgos, con las lluvias se formarían pequeños riachuelos y charcas, y de los cielos irían llegando pequeños insectos y otros invertebrados, mientras sus costas irían poblándose de vida marina.
No sería, por tanto, ésta, una isla vieja, sino una isla nueva, abierta al gran número de posibilidades que ofrece la vida. Más que una isla, sería un refugio de la vida salvaje y un laboratorio natural para la evolución. Algunas especies se adaptarían y otras desaparecerían, pero irremediablemente la vida crecería en ella.
Como en todo sueño, en esta isla me permito una cierta fantasía, y en ella nunca tengo edad. Mientras permanezca en mi isla, nunca envejezco y puedo contemplar la evolución y el paso de los años, puedo introducir en ella nuevas especies, tomando nota de que muchas de ellas sean especies animales y vegetales en peligro de extinción. Sé muy bien que algunas especies se adaptarían a su nuevo entorno, mientras que otras no se adaptarían o simplemente serían sustituidas por otras pues así es como actúa la naturaleza. Me imagino que el mismo poder que creó la isla me concede la posibilidad de ver como esa misma vida que la va poblando va evolucionando. No hablo de la evolución de días, meses o años, sino de la misma evolución de siglos, de la aparición de nuevas especies únicas que formarían nuevos endemismos únicos de este lugar.
La isla estaría libre de toda presencia humana, exceptuando la mía (por algo forma parte de mi imaginación), y actualmente en ella también habría un lugar para la que hoy es mi pareja, pues no en vano ella misma ha colaborado en parte en este sueño que alimentamos juntos cada vez que vamos a pasear entre la naturaleza o exploramos montes, bosques o riachuelos.
Puede que ocasionalmente se permitiese la entrada a algunos otros humanos a este lugar donde se respetaría a la naturaleza. No sería un lugar abierto únicamente a científicos deseosos de explorar la naturaleza, sino que en ella podría entrar cualquier persona capaz de respetar la naturaleza por lo que es, en todos sus sentidos. No sería un lugar de visita exclusivo para eruditos o sabios, sino un lugar donde el hombre más simple y sencillo podría acudir buscando un pequeño remanso de paz, siempre que lo respetase. Pero como digo, serían visitas ocasionales, pues esta sería un lugar de paz, solitario, donde los únicos habitantes humanos fijos seríamos nosotros dos.
Una única edificación existiría en la isla, o un conjunto de edificaciones, todas ellas juntas en un mismo lugar. Allí es donde viviríamos. El lugar sería un faro, una pequeña mansión o un castillo con todo lo necesario para tener una vida cómoda, aunque no exenta de trabajo. Allí habría una pequeña planta de procesado de aguas o de tratamiento para la materia orgánica y material de reciclaje, y un pequeño terreno para plantar nuestros propios alimentos y criar nuestros propios animales. Deberíamos aprender muchas cosas, pero lo haríamos, como ya lo hicieron nuestros antepasados. Aprender a cultivar, a tejer, a cuidar a los animales, ordeñar, fabricar alimentos y conservas... Pero aprenderíamos a hacer las cosas y entenderíamos mucho mejor el respeto que le debemos a la vida, y que siempre que la naturaleza nos ofrece algo, nosotros, en compensación, deberíamos ofrecerle algo a cambio a ella.
Me imagino que nuestro hogar, eso sí, dispondría de ciertas comodidades y habría espacio para algunos de nuestros pequeños vicios: una pequeña biblioteca, agua caliente, electricidad -aunque a menudo nos iluminaríamos con la simple luz de las velas o las llamas de una hoguera en una chimenea caliente, para recordar los viejos tiempos en que estas comodidades no existían-, y por paradójico y contradictorio que suene en este sueño de soledad y naturaleza, también tendríamos conexión a internet suponiendo que la humanidad no se hubiera extinguido aún.
En esta isla los animales circularían libres, no habrían carreteras, únicamente senderos o pequeños caminos de tierra comprimida, y puede que, fuera de estos caminos, las únicas estructuras humanas que habrían serían aquellas de lo que nosotros llamaríamos nuestro “hogar” y sus edificios auxiliares -corrales, talleres, almacenes...-, algunos muros de piedra construidos para retener la tierra al modo antiguo, algún que otro puente de piedra estrecho para atravesar riachuelos o precipicios y alguna pequeña presa o canal para las aguas.
Sería ésta una isla de contrastes debido a su geografía, marcada principalmente por la altitud del terreno. Dotada de pequeños riachuelos o lagos, bosques, pequeños prados, y zonas rocosas casi desérticas ya fuera por la falta de sustrato, el calor o el frío, estaría marcada por una gran variedad de ecosistemas en un pequeño espacio de terreno... Lo cierto es que he imaginado esta isla miles de veces y de mil maneras distintas, situada en distintos climas y en distintas localizaciones, y variando de este modo su fisonomía, su fauna y su vegetación, pero alejada, ¡eso sí!, de todas las rutas marítimas habituales.
En esta isla, los horarios no serían importantes, sólo la vida. Simplemente seguir al ritmo que marca el corazón de cada uno, o según las pautas que marcase la naturaleza. Nada de despertadores, ni molestos teléfonos que interrumpieran la paz, ni trabajos que nos esclavizasen para provecho de otros. Sembrar nuestra propia comida, fabricar lo que necesitásemos, trabajar para nosotros mismos.
Hasta ahora he imaginado esta isla de muchos modos y de muchas formas, pero siempre solo... Ahora, en ella, estás tú, y ya formas parte de este mundo que hasta ahora había guardado en secreto y nunca había compartido. Juntos, seguiremos construyendo esta isla imaginaria, mientras un pequeño archipiélago nace alrededor suyo. Juntos, al lado de los linces, los castores, las marmotas y muchos otros animales a los que, en nuestro sueño conjunto, ya hemos dado cobijo.
TE QUIERO.
Nota final: Aunque la isla de la que hablo -pero sobretodo imagino- puede ser imaginaria, la creación de la misma me ha llevado a investigar una amplia cantidad de islas a lo largo de Google Maps y Wikipedia, ampliando mi modo de ver la vida y el mundo. Esta isla imaginaria, que ya existía desde muchos años atrás, cuando me dedicaba a dibujar mapas de mundos fantásticos, se ha ido transformando a través de esos retazos de visitas virtuales a islas existentes -como pueden ser la Isla de Gough, Tristan da Cunha, Socrota, Ascensión, Corvo y las Cíes, entre muchas otras-, así como, mayormente, mis excursiones reales a través de los campos, bosques y montañas que he ido visitando a lo largo y ancho de las comarcas de la tierra donde habito, en compañía de mi pareja. Esta isla es un homenaje a todos aquellos que aún se atreven a soñar en lugares vírgenes, y, sobretodo, en otra vida más natural y sostenible, alejada de nuestra superpoblada y consumista sociedad, pero sobretodo a aquellas especies animales que necesitan un santuario donde resguardarse, aunque en este caso sólo sea una fantasía o un sueño.
He llegado aquí gracias a una entrada tuya del 2011, 'Recuerdos que duelen aún' (y al señor Google, ;) )
ResponderEliminarDespués he visto que estás escribiendo tres años después todavía. Y al leer esta entrada me pregunto... ¿es a la misma a quien quieres ahora? ¿O la lograste olvidar al final? ...tu respuesta no sé si me dará ánimos o me hundirá finalmente, pues tu texto del 2011 podría haber sido perfectamente escrito por mí o por mi propio 'él'. Y yo espero poder algún día olvidarlo.
Saludos.
No es éste un consultorio sentimental, pero bueno contestaré a tu pregunta como buenamente pueda por si realmente te puede servir de ayuda. No, la persona de un texto y de otro no son ni de lejos la misma persona. El pasado quedó atrás, y en el camino que hubo entre "Recuerdos que duelen aún" y "La isla imaginaria", hubo otra relación de por medio que tampoco terminó bien. ¿Olvidar? No, no soy una persona que olvidé. Amé con pasión a una persona y a otra, pero al final lo que quedó fue sólo el recuerdo de cada una de ellas, y el dolor desapareció. Cada relación es distinta, sólo queda en nosotros el hecho de aprender de cada una de ellas, e intentar que la siguiente sea mejor. De todos modos, una cosa tengo clara: antes de empezar una nueva relación es preciso pasar un período de duelo y procurar vivir más el presente que no el pasado, e intentar concentrarse en uno mismo, en lo que realmente queremos y deseamos, más allá de lo que no podemos tener; trabajar con lo que tenemos, y a partir de ahí, irnos descubriendo poco a poco. Atarse demasiado al pasado no nos permite disfrutar del presente, y sin vivir el presente de una manera plena, que nos llene, díficilmente tendremos un futuro que nos agrade. ¿Olvidar? No, no hace falta que olvides, pero procura vivir el ahora, el momento. Y no hablo de un "carpe diem" ciego ni que te eches a la vida loca, no. Simplemente procura vivir el momento e intenta descubrir quién eres y lo que realmente quieres. Empieza a hacer cosas que realmente te gusten y explora tus aficiones o inquietudes. Para estar bien con alguien, tengo claro que antes uno debe estar bien consigo mismo. Lo demás, ya vendrá solo. ;)
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