viernes, 4 de marzo de 2011

EL MIEDO

Tengo miedo.

Miedo de no poder borrar jamás tu recuerdo. Miedo a no hallar la felicidad. No me sirve la paz, eso ya lo tengo comprobado.

Hallar la paz me resulta fácil, basta con salir al campo, observar un árbol, contemplar un pájaro o dejar que la naturaleza penetre en mí, con sus sonidos, olores y colores... pero eso no me da la felicidad, solo paz y conexión con un mundo al que pertenezco, pero del que cada vez me siento más desconectado. Siento que la paz sólo me aporta cierto bienestar, calma y algo de sosiego. Pero la felicidad no es eso, la felicidad no es calma, la felicidad es una exaltación del alma.

La risa, tampoco me sirve. Sonrío, río y bromeo sin cesar; quién me conoce lo sabe bien. Y la risa me hace sentir alegría, sí, y eso me hace sentir bien... pero eso no me da la felicidad que anhelo recuperar. La risa es para mi cuerpo lo que la felicidad sería para mi alma vacía, que es lo que necesito llenar.

No quiero recordar lo que era la felicidad a tu lado. Aquel éxtasis continúo acompañado al poco tiempo por infiernos desatados ante los cuales no sabía como actuar. Felicidad donde moría la alegría, donde llenabas mi alma, pero mi cuerpo languidecía, marchitándose en la tristeza de una felicidad que se antojaba enfermiza, donde al final viví pendiente de cada cosa que hacía o decía...

Tengo miedo de los recuerdos que me dejaste, porque dejaste un listón demasiado elevado.

Cada persona es una estrella, y cada estrella, un deseo. Pero al final se me antoja que todas esas estrellas que veo son estrellas fugaces que pronto desaparecerán.

Al final, cuando caiga la última estrella, sólo quedará la más absoluta oscuridad.

Y descubriré que aún estoy abrazado al fantasma de tu recuerdo.

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