martes, 1 de marzo de 2011

VENDAVAL

Mi cuerpo resiste. Mi alma aguanta. Siento tu vendaval en mis entrañas.

Ha pasado tiempo. Estoy en una tierra yerma, estéril, en un universo gris y sin sol. Un mundo formado por arenas y cenizas, donde apenas nada florece. Matojos rodando por el desierto. Azotado por los vientos provinientes del Tártaro, hundido en la más tenebrosa oscuridad, rodeado por tres capas de noche sin estrellas.

¡Que vacío me parece el mundo! Yo, como aquel árbol solitario, apenas rodeado por los restos resecos de vegetación muerta. ¿Caerá una gota de lluvia? ¿Caerá una gota de esperanza? Tu recuerdo me marchita. Una serpiente se acerca, descansa, y huye sinuosamente. En mi sombra no hay solaz.

Como aquel árbol torcido que resiste el vendaval, así me siento frente la tormenta seca que a menudo parece azotar mi alma, siempre proveniente de la misma dirección por la que te fuiste. Un vendaval que me grita y me trae el espejismo de aquellos días tan lejanos. Y en las pocas hojas que me quedan, en lo más profundo de mis ramas, mi alma aún tiembla consumida en el recuerdo de tu mirada y olor y calor de tu piel.


Mis ramas se tuercen para minimizar el azote del viento, mi cuerpo se doblega para evitar la tempestad de aire. Mis raíces resiten y se agarran en el suelo infértil del pasado.

Quisiera que este vendaval unidireccional prosiguiera su camino o que cambiara su curso, que uno nuevo lo sustituyera. Caer en el olvido. Que por fin se quebrara mi tronco y partieran el ramaje de mi árbol, incapaz de resistir ese cambio súbito. Deseando tan sólo un momento de paz, como el que siento cuando el aire se vuelve calmo.

Un pájaro vuela en el horizonte, siento el brillo de su ojo sobre ese cielo muerto y sin nubes, que me contempla. Sólo el gris...

Eterno horizonte que nunca llega. Sintiendo el viento que sólo se calma a rachas y vuelve a ráfagas. El vendaval que azota constantemente mis sentimientos, en un mundo donde incluso la tristeza ya ha desaparecido y no tiene razón de estar.

Ya no queda ni una gota de lluvia. Ya no queda ni una gota de agua. Ya no me queda ni una lágrima que al escapar de mi corazón me aporte algo de paz o calma.

Es un vendaval en un desierto sin esperanza.

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