Sé que la gente lo considera un crimen atroz, un acto de incivilizados, pero tengo que hacerlo... El hambre obliga.
Empecé a tener ese pensamiento hoy, a media mañana. Hoy lo haría, ya no estaba dispuesto a esperar más; llevaba demasiado tiempo posponiéndolo. Pero cobraba un mísero sueldo por pasar más de 10 horas diarias metido en la cochambrosa oficina donde trabajo y ya llevaba demasiado tiempo con ese seductor pensamiento rondándome por la cabeza. Era mucho dinero, pero sentía miedo, nervios, remordimientos... ¡Mucho dinero!... Y la hipoteca siempre me obliga a estrecharme el cinturón cada vez más. Pero... ¡ya estoy harto de pasar penurias! Por un momento sólo quería disfrutar de la vida, y manejar el cuchillo una vez más... ¡Zis, zas!
O sea que a media mañana decidí que lo haría. No necesitaba planificarlo demasiado. Día tras día lo había hecho mentalmente mientras observaba el otro lado de la calle desde la ventana de mi oficina. Ahí, en frente, aquel era un lugar de lujo, donde iba la gente a la que le sobraba el dinero más que a mí. Mientras observaba, vi como Silvia entraba sonriente en su local... Seguro que no me esperaría. La sorprendería... ¡Zis, zas! Y el cuchillo cortaría su dulce y jugosa carne...
¡No! Debía pensar en el dinero... sólo eso... Nada de dejarse llevar por el placer...
Pensé en ello nuevamente. Cuando llegase la hora, saldría, atravesaría la calle y ensartaría su carne con un cuchillo, haciéndola sangrar. El dinero... sólo pensaba en el dinero... me sentía culpable... pero no... también debía disfrutar... ¡Oh, el placer! ¡Zas, zas! ¡El placer de notar como el cuchillo se hundiría en su tierna carne! Sólo de imaginármelo, ya me deleitaba...
Me reí débilmente -¡Jejejejejeje!...- Jaime, desde su mesa, tres metros más allá de la mía se giró y me miró extrañado por encima de la montura de sus gafas de pasta. No debía permitir que me viera en ese estado eufórico, no fuera a sospechar algo...
Sé que en nuestra sociedad no está bien visto. Sé que algunos lo ven como un acto salvaje, primitivo... ¡Zis, zas!... Cortar la carne rápidamente y ver como sangra... Como la sangre fluye, se derrama y se extiende... Estaba obsesionado con eso... Hoy no era domingo, y Silvia no me esperaría...
Pasaban las horas lentamente, mientras yo me imaginaba el gotear de la sangre en el cuchillo. ¡Zas, zas! -¡Jajajajajaja!- Solté una amplia carcajada...
- ¿Qué ocurre?- me preguntó Jaime mirándome interrogativamente
- ¡Nada, nada! Un recuerdo del pasado...- Debía contenerme, ¡por Dios!, no me quería delatar...
¡Zas, zas! Cortar y cortar... y ver la sangre fluir...
Llegó la hora y salí como si no ocurriera nada. No quería llamar la atención de Jaime y que viera a donde me dirigía...
Y ahora estoy aquí, por fin cortando y acabando con el trabajo... ¡Zas, zas!... Penetrando la carne tierna de Silvia con el filo de mi cuchillo, viendo como sangra... ¡Zis, zas! Pensando que vale mucho más el placer que obtengo cada vez que hago un corte, que no todo el dinero que me tenía preocupado... ¡Jajajajajaja! ¡Zas, zas!
Me siento enfebrecido... pero su carne es tan tierna... y Silvia se sorprendió al verme, efectivamente... Sólo me ve algunos domingos... ¡No me esperaba un día laborable como hoy!
Tengo los ojos desorbitados de placer... No es el cortar lo que me causa tanto placer, sino la sangre... Con cada corte, veo como la sangre recorre su carne, fluyendo libre... la carne de Silvia... ¡Zis, zas!... y me embarga el éxtasis...
Soy consciente que está muy mal visto, pero ya casi he terminado... Sé que hay gente que lo considerará un acto atroz, salvaje, primitivo, incivilizado, pero aún así lo hago... Es mi momento... ¡La carne de Silvia! ¡Es simplemente deliciosa! ¡Exquisita! Y acabo con ella y así he llegado a esta situación...
- ¡Oh, Silvia! Hoy te has superado... ¡Riquísima! ¡Estaba divina! Me veo obligado a untar y rebañar el pan por todo el plato hasta que lo deje limpio... ¡Dicen que no está muy bien visto, pero...!
- ¡Tranquilo, que para eso paga! ¡No se disculpe! ¡Me encanta ver que está disfrutado! – Silvia me sonríe. Es una excelente cocinera y anfitriona... Y la carne que Silvia prepara... Bueno, el precio de su entrecot se sale del menú diario que suelo permitirme, y con la hipoteca el dinero me preocupa, pero un hombre siempre puede permitirse un capricho extraordinario.
Empecé a tener ese pensamiento hoy, a media mañana. Hoy lo haría, ya no estaba dispuesto a esperar más; llevaba demasiado tiempo posponiéndolo. Pero cobraba un mísero sueldo por pasar más de 10 horas diarias metido en la cochambrosa oficina donde trabajo y ya llevaba demasiado tiempo con ese seductor pensamiento rondándome por la cabeza. Era mucho dinero, pero sentía miedo, nervios, remordimientos... ¡Mucho dinero!... Y la hipoteca siempre me obliga a estrecharme el cinturón cada vez más. Pero... ¡ya estoy harto de pasar penurias! Por un momento sólo quería disfrutar de la vida, y manejar el cuchillo una vez más... ¡Zis, zas!
O sea que a media mañana decidí que lo haría. No necesitaba planificarlo demasiado. Día tras día lo había hecho mentalmente mientras observaba el otro lado de la calle desde la ventana de mi oficina. Ahí, en frente, aquel era un lugar de lujo, donde iba la gente a la que le sobraba el dinero más que a mí. Mientras observaba, vi como Silvia entraba sonriente en su local... Seguro que no me esperaría. La sorprendería... ¡Zis, zas! Y el cuchillo cortaría su dulce y jugosa carne...
¡No! Debía pensar en el dinero... sólo eso... Nada de dejarse llevar por el placer...
Pensé en ello nuevamente. Cuando llegase la hora, saldría, atravesaría la calle y ensartaría su carne con un cuchillo, haciéndola sangrar. El dinero... sólo pensaba en el dinero... me sentía culpable... pero no... también debía disfrutar... ¡Oh, el placer! ¡Zas, zas! ¡El placer de notar como el cuchillo se hundiría en su tierna carne! Sólo de imaginármelo, ya me deleitaba...
Me reí débilmente -¡Jejejejejeje!...- Jaime, desde su mesa, tres metros más allá de la mía se giró y me miró extrañado por encima de la montura de sus gafas de pasta. No debía permitir que me viera en ese estado eufórico, no fuera a sospechar algo...
Sé que en nuestra sociedad no está bien visto. Sé que algunos lo ven como un acto salvaje, primitivo... ¡Zis, zas!... Cortar la carne rápidamente y ver como sangra... Como la sangre fluye, se derrama y se extiende... Estaba obsesionado con eso... Hoy no era domingo, y Silvia no me esperaría...
Pasaban las horas lentamente, mientras yo me imaginaba el gotear de la sangre en el cuchillo. ¡Zas, zas! -¡Jajajajajaja!- Solté una amplia carcajada...
- ¿Qué ocurre?- me preguntó Jaime mirándome interrogativamente
- ¡Nada, nada! Un recuerdo del pasado...- Debía contenerme, ¡por Dios!, no me quería delatar...
¡Zas, zas! Cortar y cortar... y ver la sangre fluir...
Llegó la hora y salí como si no ocurriera nada. No quería llamar la atención de Jaime y que viera a donde me dirigía...
Y ahora estoy aquí, por fin cortando y acabando con el trabajo... ¡Zas, zas!... Penetrando la carne tierna de Silvia con el filo de mi cuchillo, viendo como sangra... ¡Zis, zas! Pensando que vale mucho más el placer que obtengo cada vez que hago un corte, que no todo el dinero que me tenía preocupado... ¡Jajajajajaja! ¡Zas, zas!
Me siento enfebrecido... pero su carne es tan tierna... y Silvia se sorprendió al verme, efectivamente... Sólo me ve algunos domingos... ¡No me esperaba un día laborable como hoy!
Tengo los ojos desorbitados de placer... No es el cortar lo que me causa tanto placer, sino la sangre... Con cada corte, veo como la sangre recorre su carne, fluyendo libre... la carne de Silvia... ¡Zis, zas!... y me embarga el éxtasis...
Soy consciente que está muy mal visto, pero ya casi he terminado... Sé que hay gente que lo considerará un acto atroz, salvaje, primitivo, incivilizado, pero aún así lo hago... Es mi momento... ¡La carne de Silvia! ¡Es simplemente deliciosa! ¡Exquisita! Y acabo con ella y así he llegado a esta situación...
- ¡Oh, Silvia! Hoy te has superado... ¡Riquísima! ¡Estaba divina! Me veo obligado a untar y rebañar el pan por todo el plato hasta que lo deje limpio... ¡Dicen que no está muy bien visto, pero...!
- ¡Tranquilo, que para eso paga! ¡No se disculpe! ¡Me encanta ver que está disfrutado! – Silvia me sonríe. Es una excelente cocinera y anfitriona... Y la carne que Silvia prepara... Bueno, el precio de su entrecot se sale del menú diario que suelo permitirme, y con la hipoteca el dinero me preocupa, pero un hombre siempre puede permitirse un capricho extraordinario.
Jajaja! genial el giro final. Ya estaba reviviendo el American Psyco... Saludos!
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