No sé exactamente cuanto tiempo hace ya de eso, ha pasado ya mucho, pero ciertamente ya hace como mínimo más de cuarto de siglo de eso, más de veinticinco años han pasado ya, como mínimo. Puede que más. En aquella época yo aún era un adolescente que iba a un instituto, sin saber demasiado de la vida, más o menos como ahora.
A día de hoy, no sé cuanto tiempo de existencia tiene ese pequeño universo de bolsillo que me regaló mi hermana, pero antes que ese universo ya existía ese paraguas, y yo tenía el paraguas en mi poder. Era un buen paraguas, un paraguas negro, serio, formal, resistente, vacío de todo adorno, excepto el de su mango de madera, e iba a ser, aunque por entonces aún no lo supiera, el paraguas que me protegería de innumerables tormentas durante años, y que continúa cumpliendo ese cometido. Sí, aún conservo ese paraguas, aún resiste. ¿Cómo no iba a hacerlo, si ha podido guardar toda una galaxia en su interior durante todos estos años?
Hay regalos que no tienen precio. Este paraguas es uno de ellos. El precio de ese regalo que recibí es incalculable, no tanto por el valor del paraguas en sí, como por las horas de trabajo que dedicó mi hermana en buscar esas estrellas, ese mapa astronómico, sus nombres y sus líneas astronómicas, así como el tiempo que dedicó en pintar todas esas estrellas y constelaciones en su interior. Un tiempo en que toda esa información aún no se encontraba en internet, porque internet todavía no había llegado a ningún hogar, allá en los años ochenta del siglo pasado, y sólo se encontraba en el mundo secreto de las bibliotecas, sección astronomía.
Y ese día mi hermana me devolvió el paraguas que había tomado prestado y me lo devolvió con buena parte de las constelaciones y las estrellas del hemisferio norte en su interior: Draco, Corona Borealis, Hercules, Canis Major, Sirius, Aquarius, Cignus, Ursa Minor, Pegasus, Aries, Pleiades, Andromeda, Geminis, Phoenix, Piscis Austrinus… En menor o mayor medida todas esas estrellas, todas esas constelaciones, todos esos mundos estaban ahí, en mi paraguas.
Fue un gran regalo, un regalo muy especial, muy “espacial”, de hecho, debido a su temática astronómica. Algo único. ¡El universo en un paraguas! A día de hoy, como ya he dicho, aún lo conservo y forma parte de mi historia.
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