martes, 22 de febrero de 2011

DE VERDADES Y MENTIRAS

No hace mucho vi la siguiente frase en el perfil de una persona que tengo agregada en el "féisbuc": "No hay ninguna mentira en este mundo que prefiera a la verdad.”. La cita está sacada de parte de un diálogo de Winona Ryder, en la película “Otoño en Nueva York”.

Bien, la frase en cuestión me ha hecho pensar...

No sabría que decir. “No hay ninguna mentira que prefiera a la verdad...” La vida misma que vivimos es una gran mentira, atrapados por las mismas cadenas que ha forjado la sociedad donde nos movemos. Un sociedad que nos engaña y nos dice como tenemos de comportarnos, que debemos hacer, comprar, vender, vestir, producir o consumir, y que nos indican cual en “nuestro lugar” o hasta donde podemos aspirar. Porque, no nos engañemos, vivimos en una sociedad hipócrita donde se nos dice que podemos aspirar a conseguirlo todo, pero nos marca claramente unos límites y unas reglas que benefician a unos, pero perjudican a otros. Ésa es la mayor de las mentiras. Leyes humanas que sólo se sustentan por la simple creencia de una sociedad que las obedece y acata ciegamente porque “las cosas son así”, por mansedumbre, miedo o, simplemente, por costumbre o conformismo.


Mentiras y verdades... ¿como discernirlas? Cadenas de conocimientos e ideas que pueden ser verdaderos o falsos, formados y grabados en nuestra mente por nuestros padres, profesores y amigos. Verdades y mentiras que nos llegan a través de la publicidad –poco importa que sea subliminal o no- y nos envuelven como un bombardeo. Falsas creencias, y eso ya es mucho más preocupante, como son el mundo de la moda y el consumismo, donde se nos enseña que aparentando estamos más cerca de lograr la satisfacción personal. ¡Ah, la satisfacción personal! ¡Claro! La verdad no es siempre placentera. Pero tampoco lo es la libertad. Porque la libertad no se basa en el placer, sino en afrontar el miedo a ser verdaderamente libre. Pero ése es otro tema del que ya hablaré en otra ocasión si me apetece.

Yo no soy lo que la sociedad me dice. Yo soy lo que yo mismo construyo de mí con lo que la sociedad me ofrece, la naturaleza me enseña y mi alma aprende. Creo que cada uno tiene su verdad, y que a menudo ésta es subjetiva, pero ciertamente también existen verdades indiscutibles, pero nunca debemos confundir la verdad con un dogma. La verdad no es sólo cosa de fe.

No voy a ponerme ahora a criticar a la sociedad, porque en realidad el hombre es un ser social, y, lo queramos o no, si hay suficiente gente, siempre existirá un tipo de sociedad u otro, con sus leyes, estén escritas o no. Ahí empiezan las cadenas que, a menudo, nos aprisionan. No en el hecho de que estas cadenas existan, sino en el hecho de aceptarlas, de no luchar contra ellas.

Un individuo puede ser libre si sabe discernir todas las mentiras en base a las cuales una sociedad se construye. La verdad no nos hará felices, pero nos enseñará a comprender el mundo y ver a través de los velos que nos tienden o los pañuelos con los que tapan nuestros ojos.

Puede que rompamos muchas de estas cadenas y apartemos muchos de estos velos, pero es difícil poder hacer lo mismo con todo, y mientras más libres creemos ser, a menudo somos más propensos a caer en el engaño de la autocomplacencia. Libres sin serlo en realidad. Estamos condenados a vivir una mentira porque la misma sociedad en que vivimos se basa en ellas o en falsas ideas, y nosotros, como seres individuales a menudo hacemos lo mismo. En fin, ya conoces el lema: "Conocerás la verdad y la verdad te hará libre". Pero, ¿como reconocer una verdad? La verdad no siempre brilla ni destaca entre tanta mentira de neón luminoso.

Algo de esto le comenté a la persona en cuestión al leer la frase que he comentado al principio... "No hay ninguna mentira en este mundo que prefiera a la verdad.” No dejó de sorprenderme su contestación, que aquí pongo en cursiva:

Estoy contigo en tu visión de la misma, y creo que de ahí esa frase de la película "Otoño en Nueva York". Es acertada justamente. ¿Como es tan complicado discernir entre lo que siempre es tan relativo, o confuso? Como bien dices tú "¿Como reconocer dicha verdad?" Sobre todo si en el país de los ciegos el tuerto es el rey... Y habitualmente te cosen parches en los ojos de una forma "políticamente correcta" y suave... La mentira se disfraza de sinceridad en muchas ocasiones, porque estoy cansada de escuchar la cantinela típica de: “Me gusta la gente sincera...”, pero luego no son capaces de encajar una verdad. Entonces, ¿si pides sinceridad y luego no la encajas, eso no es hipocresía? Hace poco una amiga escribió: "La sinceridad es síntoma de mala educación..." En ese caso, soy una tremenda mal educada. ;) El problema no es la VERDAD, sino usar dichas verdades o dichas mentiras para forjarse un auto-engaño en muchas ocasiones colectivo. ;)

Bueno, como veis, la conversación, generada en un muro, me resultó interesante y pensé en ella, y aún ando dándole vueltas a la cabeza al asunto. Mi respuesta fue la siguiente (también la pongo en cursiva, para no perder la costumbre):

¡Jajajajaja! Me encanta esa frase de "la sinceridad es síntoma de mala educación", porque no lo había pensado nunca así, pero me parece que es cierta. Yo, con los años, he aprendido a ser menos sincero, lo que no significa que mienta, sino más bien que he aprendido a callar y guardar silencio cuando no me preguntan y sé que lo que puedo decir no va a gustar. Y si me preguntan y sé que lo que diga no va a caer muy bien, empiezo mi frase con un "Si me preguntas, la respuesta no te va a gustar. ¿Estás seguro que quieres que te responda?". Con ello me ahorro mayores males, aunque habitualmente la gente quiere conocer la respuesta (aunque hay algunas personas, pocas, pero las hay, que sabiendo que no le va a gustar prefiere no conocerla). Aún así, como dices, hay gente que aunque les adviertas sobre ello, se enfadan cuando no oyen lo que quieren oír. Así, a menudo me meto en líos por decir la verdad o dar mi opinión, porque siempre lo hago directamente, sin darle vueltas y sin la diplomacia. ¡Diplomacia! Otra palabra que detesto. Para mí la diplomacia es otra manera de mentir, porque para decir algo diplomáticamente a menudo se le da demasiadas vueltas al asunto antes decir lo que se quiere decir, y aún así, a veces, la persona no se entera o puede decir que no se ha enterado de lo que se le ha dicho, precisamente porque no se le ha dicho directamente. Yo prefiero la vía directa aunque duela. Sobre tu pregunta, si la persona que pide sinceridad pero luego no encaja lo que se le dice no es hipócrita, te diré que creo que no, sino susceptible, que es distinto. Hipócrita es el que habla de ser sincero o que quiere que sean sincero con él, pero él no lo es con los demás. ¡Un placer!

Si a nivel individual me preguntaran que es la verdad, diría que es el aire que respiro, todas las sensaciones que siento cuando estoy alejado del mundo del hombre ruidoso y destructivo, ya sea un sonido llevado por el viento, el calor de los rayos del sol, el olor de las flores arrastrado por la brisa, el sabor de una comida disolviéndose lentamente en la boca, alejado de otras sensaciones más mundanas o el tacto de la piel cuando haces el amor con alguien a quién quieres. La verdad son los sentimientos que siento hacia los míos, sean familia, amigos o, cuando las tuve, mis amantes (en mi caso entiéndase por amantes mis parejas estables, que para mí aglutinaban todo ese tópico de amiga, compañera y amante). A veces, la verdad para mí también engloba a la humanidad, pero sólo cuando percibo alguna luz en ella, ya sea a través de su arte, su música, sus ideas, su riqueza y cultura, o simplemente por disfrutar de la compañía y el dialogo breve con un desconocido. Yo aún escucho la “verdad” en la experiencia de los ancianos...

Para mí la verdad subyace no sólo en el conocimiento de la verdad misma, sino también de la mentira y el engaño creados, a veces, alrededor de ella. Así, sucede que a menudo nos es más fácil descubrir la verdad cuando antes descubrimos la mentira que otros nos habían puesto ante nuestros ojos, y descubrir ese engaño nos hace plantear las cosas de nuevo, buscando por nosotros mismos nuevos caminos. Y no siempre es fácil, pues estos caminos a menudos son dolorosos.

Pero claro, ésa es mi verdad. Porque al final la verdad es algo muy subjetivo...

Y sobre la sinceridad... ¡Bueno, eso ya requiere otra historia!

Sólo quiero acabar con un cuento que me envió otra amiga, por otro asunto que ahora no viene al caso, pero que implica las cadenas y el peso del pasado, pero del que también viene a pelo al hablar de todo este asunto de ahora:

EL ELEFANTE ENCADENADO, de Jorge Bucay


Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante, que, como mas tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando tenia cinco o seis años, yo todavía confiaba el la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.

Imagine que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.

Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…


Y aquí termina el relato. Sólo que yo creo que, quién es rebelde o inquieto por naturaleza, nunca deja de tirar de la estaca ni de mover la cadena de un lado para otro desgastando los eslabones. Quizás escape, quizás no, pero sea como sea sabrá que lo habrá hecho intentando encontrar su mundo, no el mundo que otros han construido para él, o para ellos. Porque no olvidemos que la mentira pocas veces se construye para dar un beneficio a los demás, sino para dar un beneficio al que la dice y la genera sabiendo conscientemente que lo hace. Otra cosa es la mentira por simple ignorancia, que a veces es la más peligrosa, todo sea dicho. Porque cuando uno se cree sus propias mentiras o las de los demás, lucha por ellas de forma tan salvaje como uno puede luchar para la verdad.

Porque la peor mentira es la que se fabrica uno mismo.

"Conocerás la verdad, y la verdad te hará libre." Me encanta esta frase. ¡Pero recordad!, la verdadera libertad no es agradable, porque significa dejar la seguridad que todos queremos, atrás. Correr riesgos, abandonar aquello en lo que confiamos, para encontrarnos con que debemos enfrentarnos a lo desconocido. Esto es lo que más a menudo nos retiene. Libertad significa arriesgarlo todo para ser uno mismo. Y no hay mayor riesgo que ése.

Como yo siempre digo: ¡Hay que luchar contra el dragón! Porque por grande que sea éste, si luchamos nos quedará la dignidad de saber que, caigamos o venzamos, fue el hecho de dar un paso para luchar lo que significó un verdadero cambio. Sin ese paso, no hubiera sucedido nada. Puede que haya muchos que se conformen con que las cosas continúen como están, pero yo nunca he sido de ésos.

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