Dedicado a Cristina Estrada y a Sabrina Tenas,
que me inspiraron este breve relato.
"Cuenta una vieja leyenda que antaño el mundo estuvo plagado de magia y lleno de criaturas de ensueño; algunas de estas criaturas eran inocentes e inofensivas, pero otras eran claramente inteligentes, malignas y buscaban de forma activa la destrucción del hombre. La magia, así como sus criaturas, se movían a través de un extraño velo, entre dimensiones, que no era percibido por todo el mundo como tal, sino como si formase parte de este mundo, aunque siguiendo caminos distintos a los habituales. Lugares dentro de lugares, así eran percibidos. El velo a veces se rompía en fechas y lugares señalados, y entonces ambos mundos, el del hombre y la magia, se cruzaban. Y en esos tiempos también había magia en el mundo de los hombres, pues muchos de los portales no estaban sellados. Pero el mundo de la magia no está formado por un único mundo, sino por varios, que están superpuestos como capas. Sin embargo el velo lo cubre todo, incluyendo el mundo del hombre. Así, muchas de estas criaturas mágicas estaban aquí, en nuestro mundo, pero no estaban del todo, sólo allí donde el velo era más fino o estaba más gastado. Bordeaban la realidad, pero únicamente podían entrar en ella en circunstancias especiales.
Unos pocos hombres, desde la antigüedad, se cruzaron con estas criaturas y tuvieron descendencia con algunas de ellas. De ahí nacieron héroes, semidioses y magos, pero también fueron engendrados muchos monstruos. Otros pocos hombres, por circunstancias más azarosas, relacionadas con fechas y lugares especiales, adquirieron la capacidad o el don de manipular la energía del velo y se convirtieron en videntes, sanadores o hechiceros. Otros pactaron con espíritus y demonios del otro lado y se convirtieron en brujos y brujas, que fueron fácilmente corrompidos por la oscuridad, la sombra y la ponzoña. Otros fueron capaces de conectar con el velo donde mora la conciencia de Gaya, la Madre Tierra, y se convirtieron en druidas o magos naturales. Y otros, simplemente, tuvieron el infortunio de ser contaminados por el toque oscuro de algunos de estos mundos que supieron romper el velo y penetrar en el corazón y el mundo de los hombres, dejando su mácula y su maldición sobre ellos. Fue un tiempo oscuro donde, junto a la peste negra, avanzaron otras plagas más preocupantes, aunque ahora consideradas una fantasía, como son el vampirismo y la licantropía.
Así, la rotura del velo es como una gran herida, y hay que saber que cuando el velo se rasga, sangra. Y cuando sangra de un mundo a otro, hay cosas que entran y penetran de un mundo a otro, y a menudo estas cosas son peligrosas, reptan y se arrastran, y la herida debe sanar o el universo mismo se debilitaría como lo hace un cuerpo cuando pierde mucha sangre. Cuando se produce una rotura puede que no llegue a suceder nada, pero a veces sucede que la herida se infecta trayendo un gran mal en la zona afectada, que poco a poco se expande como si fuera una gangrena. Una gangrena para la tierra, la naturaleza y el orden natural de las cosas.
No todo el mundo percibía esto, pero en la antigüedad, malignas criaturas amenazaban la existencia del hombre sobre la tierra: demonios, dragones, espíritus incorpóreos y necrófagos, sombras que habitaban en la noche, y algunas de ellas incluso en pleno día. Vampiros, licántropos, perros negros de brillantes ojos, arpías y sirenas...el bien y el mal se confundía, y con el poder de la Sombra, cualquier cosa imaginada por el hombre podía tomar forma.
Con la aparición de la fe del cristianismo, en Europa el velo se modificó. Unas puertas se cerraron, pero otras se abrieron con más fuerza. Los antiguos dioses fueron desapareciendo, y muchos de los magos de la antigüedad, pero las puertas infernales cobraron fuerza a medida que con el cristianismo también crecía el miedo y la ignorancia y el miedo al infierno. Y entonces, antiguas profecías paganas se mezclaron con otras profecías de aquel momento, y se vaticinó que con la llegada del año 1000 el mundo llegaría a su fin. Y, a medida que se acercaba la fecha señalada, el miedo crecía y el velo que conducía a las puertas infernales se iba debilitando más y más hasta que se abrió una fisura por donde escapó una enorme bestia formada de sombras.
Cuando llegó el año 1000, tal y como se había vaticinado, las puertas del Infierno finalmente se abrieron y de ellas surgió una gran sombra, un terrible dragón que amenazó con devastar Europa y cuyas alas oscurecían a la misma noche. Permanecía invisible a muchos ojos, pues sólo se desplazaba tras la caída del sol, y su sombra se confundía en la oscuridad nocturna, aunque era presentida por todos. Los animales se volvieron más salvajes, irascibles y peligrosos por allí donde pasaba y dejaba su rastro de miedo. La gente sentía más peso en su interior cuando caía la oscuridad y muchos enloquecían sintiendo el fin. El dragón volaba y allí donde se posaba su sombra se alzaban los muertos y surgían terribles criaturas que buscaban el mal del hombre, y la enfermedad, la peste y la muerte crecían.
Pero sabiendo de ello, un grupo de hombres, los últimos descendientes de los antaño poderosos magos que habían ido retrocediendo ante el avance poderoso del cristianismo, se habían preparado. Y con el tiempo habían unido a sus filas a caballeros y nobles desposeídos de su tierras por defender las antiguas creencias, y juntos crearon la Orden del Dragón, cuyo único fin era acabar con esta gran bestia que estaba trayendo la oscuridad y la desolación al mundo, y todos los espíritus y criaturas malignas que había despertado. Y durante años combatieron a todo tipo de criaturas de origen sobrenatural, pero la sombra del dragón siempre escapaba.
Entonces corrió el rumor de que existía una profecía que auguraba el fin de la Bestia y la llegada del ser que la habría de vencer, aún por nacer. La Bestia, temerosa de que dicha profecía pudiera terminar con su reinado de oscuridad, que crecía poco a poco, y su misma existencia, decidió acudir con todo su poder al conciliábulo que se organizó para reunir a todos los miembros de la Orden de Dragón, a fin de proteger a la criatura que estaba por venir, pues incluso entre las filas de sus enemigos tenía espías. Y valiéndose de su cohorte infernal, el gran dragón sombrío penetró en la antigua fortaleza, quebrando su magia protectora, y fue acabando con sus oponentes uno a uno, hasta que solo quedó uno en pie que se el enfrentase, hiriéndolo este caballero con una gran herida mortal provocada con la punta de una espada que reunía toda la energía de los magos que habían muerto. Tal había sido la trampa que le habían dispuesto, sacrificando todos ellos su vida para lograr este fin. Y el caballero asestó su mejor golpe en el corazón de la Bestia, y ésta, chillando, murió, borboteando un salvaje chorro de sangre negra de su mortal herida.
Y como digo, sólo este caballero sobrevivió a tan atroz noche, bebiendo la sangre que el dragón había perdido, esperando ser, así, tal y como decían las leyendas, inmortal.
Pero lo cierto es que el hombre no está hecho para ser inmortal, y finalmente, este hombre, aunque vivió durante muchos años, murió, pagando un grande precio.
Pero no lo hizo así la sangre del dragón."
Sumida en sus pensamientos, relajándose, dejándose llevar por el influjo hipnótico de aquel movimiento traqueteante, Chris Drakken viajaba sola en aquel vagón vacío del último tren que salía de Barcelona.
Iba acariciando con la yema de sus dedos el pequeño colgante con forma de dragón que reposaba sobre su pecho. Era marca de su legado, un símbolo de la herencia y maldición que arrastraba. Nunca creyó que la aparición de aquel viejo oriental en la puerta de su casa fuera a trastocar de aquel modo su vida…
Ya había visto otras veces al anciano en aquel barrio de mala muerte donde ella vivía. Sabía que trabajaba en el viejo restaurante chino que tenía frente a su casa, como cocinero, pero también había oído decir que tenía una destartalada escuela de artes marciales en un pequeño callejón sin nombre, donde a altas horas de la mañana o a altas horas de la noche entrenaba a sus pocos alumnos, por un exiguo precio. Era aquél, un callejón sucio donde los mendigos no querían dormir ni refugiarse, ni los gatos se atrevían a rondar.
Y aquella noche, dos meses después de haber regresado del hospital donde había estado ingresada después de ser atacada, apaleada brutalmente y apuñalada, el anciano llamó a su puerta.
Ella miró por la mirilla y observó. Tenía miedo. Tenía miedo a que alguien la atacase de nuevo, a que alguien le hiciera daño. Miedo a salir de casa.
Era viejo, aunque era difícil precisar su edad. Bien podía haber tenido cincuenta años, o bien más de cien. Fuera como fuera tenía su cara surcada de arrugas, pero a la vez conservaba un rostro jovial, una mirada viva, pero serena, y todo su ser parecía transmitir calma y estar equilibrado en sus gestos y movimientos.
-¿Qué deseas anciano? –dijo Chris desde detrás de la puerta.
-Hablar… -contestó el anciano.
-Te conozco de vista, pero nunca antes te habías dirigido a mí… ¿De qué quieres hablar? –contestó la muchacha con un tono más elevado y agresivo de lo que pretendía.
-Hablar de lo que te sucedió. Hablar de algo que podías haber evitado. Hablar de aquel atraco y aquella paliza que sufriste, que bien podía haber acabado con tu vida… -contestó el viejo oriental.- Es cierto, joven muchacha, nunca lo había hecho. Nunca había hablado contigo, y esperaba que no hubiera tenido que dirigirme a ti jamás, puesto que confiaba en que nada te sucediese. Pero te he estado vigilando durante años. Ya lo hacía cuando vivías en aquel pueblecito junto a la costa. ¡Siempre he estado cerca de ti, desde que naciste! Lo hice porque tu padre me lo pidió antes de morir…
-¿Qué?- Chris se sacudió la cabeza sorprendida- ¿Qué? ¿Qué me estás diciendo?
La muchacha abrió la puerta y se puso delante del anciano, impidiéndole el paso
-¿Qué me has dicho? ¿Conociste a mi padre? ¿Me has estado vigilando?
-Digo que te he estado vigilando desde que naciste… porque me lo pidió tu padre. Tenía la esperanza que no te encontrasen, y tenía la esperanza de que si lo hacían, ya hubieras despertado… que supieras defenderte. Pero no fuiste capaz de acabar con el maleante que te dio una paliza…
-¿Qué no fui capaz de…? ¡Ese tipo medía casi dos metros y era una bestia! ¿Cómo iba a poder con él, loco de los cojones? ¡Acaso crees que una chica como yo podía haber acabado con ese… ese… ese hijo de puta! -espetó con furia Chris- Y tú…
-Yo he venido a enseñarte…
-¿Enseñarme qué, viejo chiflado? ¿Artes marciales? Aquel tipo estaba loco… no podría haber hecho nada contra él. ¡Me hubiese matado! Me pego la paliza y me apuñaló sólo porque me negué a entregarle mi bolso…
-Artes marciales, sí. Enseñarte artes marciales. Pero sobretodo enseñarte quién eres. No has despertado, joven Cristina. Y ellos van a encontrarte. Ayer la policía detuvo al tipo que te atracó y lesionó tan gravemente, y su foto ha aparecido en los periódicos. Y junto a su foto ha aparecido la tuya. Es cuestión de tiempo que la Sombra lo sepa… cuestión de tiempo… y entonces van a ir por ti. ¡Quieren encontrarte, chica! Y quieren tu sangre… ¡Tienes que despertar, despertar ya!
-¿Despertado? ¿Encontrarme? ¿De que me hablas viejo? –Chris parpadeó brevemente y el anciano había desaparecido.
-¡Te hablo de tu legado! –dijo el anciano, que repentinamente se hallaba tras su espalda, a pesar que ella estaba aún entre el marco de la puerta que separaba el pasillo exterior de la entrada a su piso- Te hablo de tu legado: la sangre del dragón.
Chris se giró asustada. ¿Cómo había llegado aquel hombrecillo a su espalda? Había cerrado los ojos un momento, un segundo y…
-Van a empezar a venir por ti, Chris… me creas o no, y no estás preparada. Que un maleante te pegará aquella tremenda paliza hace tres semanas y tú fueras incapaz de defenderte lo demuestra. Ahora mismo estás muerta y tú aún no lo sabes… Si no despiertas, estás muerta. Si no entrenas tu don, estás muerta. Si te escondes, estás muerta. Van a venir a por ti, tu foto apareció en el periódico local y es cosa de poco tiempo que la Sombra sepa donde estás…
-¿De que sombra me hablas? ¿Quién va a venir por mí? Ya te he dicho que el hombre que casi me mata era un tipo enorme. Una bestia…
-¿Una bestia? –preguntó el anciano- No, no era una bestia, sólo era un hombre. Grande, enorme y fuerte, pero sólo un hombre. Podías haber acabado con él fácilmente. Aún no sabes lo que es una verdadera bestia, pero lo sabrás. ¡Oh, sí, Cristina, lo sabrás! Pronto vendrán a cazarte… y debes elegir si quieres estar preparada o morir.
De repente Cris salió de los recuerdos en los que estaba ensimismada. De repente sintió un hormigueo recorriendo su cuerpo, su sangre alerta. La sentía, la notaba, la Sombra estaba aquí. O al menos un aspecto de ella. Se percató que en los vagones anteriores las luces se iban apagando, avanzando la oscuridad lentamente hacia ella. Y a través de la oscuridad unas figuras avanzaban. Era cuestión de tiempo que la encontrasen. Su sensei ya le había advertido.
De repente, en su propio vagón la luz de los fluorescentes empezó a temblar, apagándose intermitentemente, su vida eléctrica tocando a su fin.
Su mente volvió hacia atrás…
El anciano la había llevado a su escuela, donde entrenaba a otros jóvenes en el uso de artes marciales. Ella fue reticente, aunque intrigada porque el anciano le había dicho que había conocido a su padre. Su piso ya no era un sitio seguro, le dijo el viejo, así que ella cogería sus cosas y se trasladaría a la buhardilla del edificio donde el viejo vivía y tenía su escuela. La entrenaría después de acabar su trabajo en el restaurante chino y de dar las clases a sus alumnos. Le cobraría, como cualquier otro alumno, para que no se creyese que era nadie especial, pero ella debería aprender todas sus lecciones y hacerlo rápido. Pero ante todo debía despertar… despertar a la sangre del dragón.
-¿Qué es la sangre del dragón? –le preguntó un día Chris al anciano maestro que la entrenaba.
Y el Anciano le contó la leyenda…
Su vagón era ya el único que permanecía iluminado, con la luz intermitente bailando, formando grotescas sombras, y en la puerta del vagón aparecieron tres figuras. Parecían ser hombres normales, pero se intuía que algo anormal les sucedía. Sus sonrisas se antojaban malignas, y al alzar sus rostros solo se podía ver en ellos oscuridad, como si estuvieran recorridos por una sombra viva. Sonrieron, mostrando unos enormes colmillos, y alzando sus manos, estás parecieron secarse mientras de sus dedos surgían enormes uñas negras.
-¡Buenas noches, señorita Cristina, y las últimas, me temo! –Dijo la primera de las figuras en un tono gutural, primitivo, casi animal, como si el sonido proviniera de dentro de su pecho. La miró directamente a los ojos y, después, alzando la vista, miró fijamente los fluorescentes del tren, que repentinamente se apagaron, sumiéndolo todo en la oscuridad.
Chris se concentró en las enseñanzas del viejo sensei. Se concentró, tal como le había enseñado su maestro, y sintió su sangre fluyendo en su interior. Permitió ésta recorriera su cuerpo, y con un pensamiento concentró la energía de la sangre en sus ojos, sintiendo un leve hormigueo y picor cuando la golpeó. De repente la realidad cobró otro color, y era capaz de percibir las figuras en la oscuridad acercándose lentamente con ágiles movimientos, sonrientes. Hizo un gesto obsceno a su atacante.
-Tienes en ti la sangre del dragón. –Le había contado el anciano, mientras la entrenaba.- Es parte del legado que te dejó tu padre. Tu padre fue la persona que mató al dragón y vivió, muchos, muchos años… casi mil años de edad cumplió. Nunca tuvo hijos, pero cuando su tiempo llegaba a su fin, supo verlo, y conoció a tu madre, a la que amó y con la que engendró la semilla que te daría vida. Tuya es su sangre, y en t sangre hay poder, el poder que te dio el día en que murió. Si sabes usar tu sangre y la energía que recorre en ella, la sangre del dragón te servirá. Tus sentidos y tu percepción podrán ser aumentados a voluntad si te concentras, tu fuerza y tu agilidad serán superiores y podrás realizar proezas increíbles que un ser humano no podría realizar. Tu misma habilidad para recuperarte de las heridas fue lo que te delató, cuando te recuperaste de la paliza mortal que te dio aquel tipo que te atracó. Tendrás el don de percibir cosas que otros hombres no sienten, y hacer cosas que otros hombre son pueden. Ver a través de velo, e incluso moverte a través de él.
La primera de las figuras saltó repentinamente hacia ella como si fuera una rana, abriendo una descomunal boca, y Chris concentró su energía en el puño, sintiendo fluir la energía de su sangre rápidamente hacia aquella dirección. Para cuando el cazador de las sombras llego a la altura de su cuello, el puño ya le había destrozado la mandíbula inferior y cercenado parte del cuello.
La segunda figura saltó, y concentrando la energía en su otro brazo, de un golpe arrancó parte de uno de los asientos del tren y lo envió hacia su dirección, golpeándola y haciéndola caer.
-¡Tú…! –bramó la figura. Pero cuando se iba a alzar ella ya golpeaba en con su pierna la columna partiéndosela en dos, y dirigiéndose de un salto contra la tercera figura.
Ésta esquivó su golpe y con una de sus garras de afiladas uñas negras logró desgarrar su abrigo y llegar a su piel.
Ella cayó por detrás suyo, y entonces percibió que del vagón anterior surgían muchas otras figuras que se dirigían hacia ella.
-¡Oh, sí, chica! –dijo el cazador de las sombras superviviente mientras lamía la sangre de Chris de sus largas uñas.- Puedes matarme, pero como ves, nosotros tres sólo éramos los primeros. Me temo que podemos surgir de las sombras… y que los vagones están llenos de ellas…
Era ahora o nunca… Chris aceleró el paso contra el cazador y concentrando la fuerza del dragón alrededor de su cuerpo, embistió contra la ventana mas cercana, haciendo que estallara en mil pedazos. Concentró el pensamiento de su sangre fluyendo en sus piernas y saltó desafiando la velocidad del tren, arrastrando consigo al cazador de las sombras, todos sus sentidos despiertos. La inercia la arrastraba, pero supo caer al suelo de la forma precisa, y mientras lo hacía arrojó al desafortunado cazador contra la tierra, de forma que los huesos de sus brazos y piernas se quebraron. Ella dejó que su cuerpo rodara, absorbiendo el golpe y la velocidad, volteándose, en el último momento para caer de pie.
El tren continuó su recorrido, y mientras se alejaba pareció que las luces volvían a todos sus vagones. La Sombra se había retirado.
Lentamente y con pasos seguros, herida en un costado y su ropa destrozada por el rodamiento por el suelo, se acercó hacia el moribundo cazador de sombras, que pese a sus fracturas, se arrastraba intentando huir.
Chris lo observó, y cuando éste se giró para contemplarla, concentró la energía de su sangre en su mano, que había adoptado forma de garra y golpeo con toda su furia a la bestia, destripándola.
Sintió un cosquilleo ardiendo en su interior.
Saco el móvil de su bolso e hizo una llamada.
-¿Sí? – Contestaron desde el otro lado.
-¡Buenas, Sabrina! Soy Chris…
-¡Cristina!
-Sí, Cristina… ¿Sabes aquello de lo que hablamos? Pues prepara las armas. ¡Me las llevo todas! Ya ha empezado… Llegaré tarde, estoy en algún lugar entre Barcelona y ninguna parte, y me temo que me va a llevar algo de tiempo. Prepárame también algo de ropa.
Con ella no se jugaba.
Era la hija del dragón.
E iba a terminar la guerra que había empezado su padre…