"Mundos propios" es mi blog personal, donde escribo artículos varios, leyendas, cuentos y cualquier paranoia que se me ocurra, creándome mis propios mundos y universos paralelos en el proceso...
jueves, 30 de junio de 2016
ESTHER (Versión en castellano)
A mi amiga, compañera y amante soñadora.
Contigo me siento bien. No tan solo por todo aquello que en común compartimos, sino porque siempre me has permitido ser quién soy, aceptándome con aquellas pocas virtudes que tengo –que esto sería lo fácil-, pero sobretodo aceptando los defectos que me conforman –que es lo difícil-, sin pretender cambiarme nada en el proceso. En ningún momento me has forzado a cambiar, que es lo que creo yo que más veces ha hecho daño en cualquier relación. En definitiva, me has aceptado tal como soy.
Contigo he podido compartir buenos momentos, e incluso los malos han sido buenos porque siempre me has sabido apoyar. Juguetona como eres, tienes la paciencia como virtud y la capacidad de saber escuchar, incluso cuando hablo de algunas cosas que únicamente a mí me gustan, como pueden ser el mundo de los cómics o los juegos de rol. ¡Pero bien, no nos engañemos, son también muchos los gustos y aficiones que tenemos en común!
¿Qué hace a una pareja? ¿Qué es lo que hace que una pareja funcione? He tenido otras parejas, ya lo sabes, pero contigo, con diferencia, es con la que más he conectado simplemente porque siempre me has permitido ser quién soy, como ya te decía más arriba. Somos dos almas locas en un mundo donde la humanidad ya hace tiempo que ha perdido la razón, dos amantes que se aman intentando hacer de este mundo un lugar mejor.
Respeto. Creo que una pareja puede ser cómica y seria a la vez, pudiendo reír y llorar, pero el respeto de uno hacia el otro, aunque jamás paremos de bromear, es lo que nos hace querernos tanto.
Querría decirte más veces que te amo, pero a veces prefiero que más que las palabras, los actos hablen por mí. Gestos, caricias, miradas... Hoy y ahora es el momento.
Ya hace tiempo que sabes lo que pienso, ya sabes que para mí el amor puede durar ahora, siempre, un instante, nada o mucho más. El amor no se basa en promesas vacía, sino que se tiene que vivir cada instante, y lo que hoy está mañana puede no estar más. Imaginativo como soy, quizás la realidad de este hecho es lo que realmente me ha permitido quererte tanto, el hecho de no atreverme ya a decir que el amor es eterno.
El hecho de vivir el día a día, sin preocuparse nada del pasado ni demasiado por el futuro, me ha permitido vivir el amor como nunca, porque es el ahora, el presente, lo que realmente importa, hoy estamos, mañana podríamos no estar más. Contigo, así, cada momento se ha convertido en una pequeña joya, una pequeño joya de este gran dragón que es la vida.
¿Qué te puedo decir que no sepas ya? Apareciste cuando yo, por mí solo, después de un largo camino, sin tener a nadie a mi lado, era libre y feliz. Y fue precisamente entonces, cuando descubrí tu compañía; y desde entonces no me he arrepentido de nada de lo que he hecho. ¿Y quieres saber porqué? La respuesta es muy simple...
Por que contigo, Esther, soy libre.
Y contigo puedo mirar el horizonte...
ESTHER (Versió en català)
A la meva amiga, companya i amant somiadora.
Amb tu em sento bé. No tan sols per tot allò que de comú compartim, sinó per què sempre m’has permès ser qui sóc, acceptant-me amb aquelles poques virtuts que tinc –que això seria el fàcil-, però sobretot acceptant els defectes que em conformen –que és el difícil-, sense pretendre canviar-me res en el procés. En cap moment m’has forçat a canviar, que és el que crec jo que més vegades ha fet mal a qualsevol relació. En definitiva, m’has acceptat tal com sóc.
Amb tu he pogut compartir bon moments, i fins i tot els dolents han estat bons perquè sempre m’has sabut fer costat. Juganera com ets, tens la paciència com virtut i la capacitat de saber escoltar, fins i tot quan parlo d’algunes coses que només a mi m’agraden, com pot ser el món dels còmics o dels jocs de rol. Però bé, no ens enganyem, són també molts els gustos i aficions que tenim en comú!
Què fa a una parella? Què és el que fa que una parella funcioni? He tingut altres parelles, ja ho saps, però amb tu, amb diferència, és amb la que més he connectat simplement perquè sempre m’has permès ser qui sóc, com ja et deia més amunt. Som dos ànimes boges en un món on la humanitat ja fa temps que ha perdut la raó, dos amants que s’estimen intentant fer d’aquest món un lloc millor.
Respecte. Crec que una parella pot ser còmica i seriosa a l’hora, podent riure i plorar, però el respecte d’un cap a l’altre, tot i que mai parem de fer broma, és el que ens fa estimar-nos tant.
Voldria dir-te més vegades que t’estimo, però de vegades prefereixo que més que les paraules, els actes parlin per mi. Gestos, carícies, mirades... Avui i ara és el moment.
Ja fa temps que saps el que penso, ja saps que per mi l’amor pot durar ara, sempre, un instant, res o molt més. L’amor no es basa en promeses buides, sinó que s’ha de viure cada instant, i el que avui hi ha demà pot no ser més. Imaginatiu com sóc, potser la realitat d’aquest fet és el que realment m’ha permès estimar-te tant, el fet de no atrevir-me ja a dir que l’amor pot ser etern.
El fet de viure el dia a dia, sense preocupar-se gens pel passat ni gaire pel futur, m’ha permès viure l’amor com mai, perquè és l’ara, el present, el que realment importa, avui hi som, demà podríem no ser-hi més. Amb tu, així, cada moment ha esdevingut una petita joia, una petita joia d’aquest gran drac que és la vida.
Què et puc dir que no sàpigues ja? Vas aparèixer quan jo, per mi sol, després d’un llarg camí, sense tenir a ningú al meu costat, era lliure i feliç. I va ser precisament llavors, quan vaig descobrir la teva companyia; i des de llavors res del que he fet me n’he penedit. I vols saber perquè? La resposta és molt simple...
Perquè amb tu, Esther, sóc lliure.
I amb tu puc mirar l’horitzó.
domingo, 26 de junio de 2016
ÁNGELA
Te fuiste ya. Nos dejaste de un modo tan inesperado y con tantas cosas que decir. Pero me alegra que hayas partido. Eras tan mayor; apenas unos meses para alcanzar el siglo y viviste todo lo que tu cuerpo aguantó. Me he despertado de la siesta y te extraño. Supongo que a lo largo de estos días el dolor saldrá y desaparecerá. Pero son tantos los recuerdos... ¡Qué extraño me parece todo! Justo el pasado día 22 te dediqué un escrito, y ayer, día 25, sin saber como, de pronto, la muerte te vino a buscar, cuando hasta hace poco aún te veíamos reír y tener algún arranque de mal genio, que también nos hacía reír a todos. Has muerto, te has ido, pero nos has dejado lo mejor de ti. Te lloraremos, pero pronto nos reiremos otra vez, en familia, recordando todos aquellos momentos buenos que nos dejaste y seguiremos hablando de ti.
Ahora sólo puedo dejarte las palabras que hoy escrito, para tu funeral, pensando en ti. No son sólo mis palabras, sino las de toda tu familia, que siempre estuvo a tu lado. Tus hijos, tus yernos, tus nietos y tus bisnietos, que en estos últimos años siempre han estado a tu lado.
Para mí siempre fuiste la yaya, pero sé que ante todo fuiste una mujer, una madre y lo más sencillo de todo, simplemente fuiste tú, Ángela.
Ayer se nos murió la madre... la abuela... la bisabuela... y, ante todo, murió un ser humano, con virtudes y defectos, pero sin duda una mujer que siempre fue amante de todos los suyos, porque en su corazón, la familia siempre fue lo primero.
Ángela fue una mujer, recordémoslo, que en su juventud vivió en un mundo dominado por los hombres, en tiempos de guerra, y la violencia y muerte que luego le siguieron. Fue una superviviente, y en cierto sentido eso la hace más digna de admiración, la convierte en una mujer mucho más fuerte de lo que a primera vista pudiese parecer.
Con su muerte han desaparecido multitud de recuerdos, de sueños, de ilusiones y de historias que sólo ella conoció... pero no desaparecerá del todo, porque parte de su esencia se guardará en el recuerdo y la memoria de aquellos que la conocimos y compartimos parte de nuestra vida con ella.
Hay muertes que se pueden lamentar, vidas cortas, vidas que se ven truncadas de modo inesperado. No ha sido éste el caso de Ángela, que vivió muchos más años de los que, posiblemente, la mayoría de nosotros lleguemos a alcanzar. Vivió muchos años, rozando el siglo, y finalmente murió en lo que ella, durante sus últimos años, consideró su casa, su hogar, viéndose constantemente rodeada de los suyos.
Posiblemente vio llegar su muerte, pero desde unos años atrás ya no la temía. Había vivido todo lo que le había tocado vivir y ya hacía algún tiempo que estaba preparada para partir. No sólo ya no tenía miedo a la muerte, sino que incluso diría que de alguna manera singular le había logrado robar incluso algunos años extras de vida y la esperaba apaciblemente sentada en su sillón.
Es bueno amar la vida, pero también es bueno no temer a la muerte porque, al fin y al cabo, la muerte es una etapa más de la vida. Y creo que al final, incluso a la muerte supiste abrazar y amar.
Y puede que un día, pronto, ¡porque esta es una historia con final feliz!, tus cenizas se reencuentren y se mezclen con las de aquel que fue tu compañero, tu esposo y amigo, Juan. Y allí, en aquellas tierras de Andalucía donde naciste, bajo la sombra de un olivo, en el seno de esta planeta que a todos nos ha dado la vida, con vuestras cenizas volváis a dar vida otra vez, igual que se la disteis a vuestros hijos, y con ellos a vuestros nietos, bisnietos y a todos aquellos que los seguirán.
¡Descansa en paz, porque te lo has ganado!
Ahora sólo puedo dejarte las palabras que hoy escrito, para tu funeral, pensando en ti. No son sólo mis palabras, sino las de toda tu familia, que siempre estuvo a tu lado. Tus hijos, tus yernos, tus nietos y tus bisnietos, que en estos últimos años siempre han estado a tu lado.
Para mí siempre fuiste la yaya, pero sé que ante todo fuiste una mujer, una madre y lo más sencillo de todo, simplemente fuiste tú, Ángela.
Me despido para siempre de ustedes. ¡A SU SALUD! |
ÁNGELA
Ayer se nos murió la madre... la abuela... la bisabuela... y, ante todo, murió un ser humano, con virtudes y defectos, pero sin duda una mujer que siempre fue amante de todos los suyos, porque en su corazón, la familia siempre fue lo primero.
Con los hijos y los yernos... |
Ángela fue una mujer, recordémoslo, que en su juventud vivió en un mundo dominado por los hombres, en tiempos de guerra, y la violencia y muerte que luego le siguieron. Fue una superviviente, y en cierto sentido eso la hace más digna de admiración, la convierte en una mujer mucho más fuerte de lo que a primera vista pudiese parecer.
Con su muerte han desaparecido multitud de recuerdos, de sueños, de ilusiones y de historias que sólo ella conoció... pero no desaparecerá del todo, porque parte de su esencia se guardará en el recuerdo y la memoria de aquellos que la conocimos y compartimos parte de nuestra vida con ella.
Con los nietos... |
Hay muertes que se pueden lamentar, vidas cortas, vidas que se ven truncadas de modo inesperado. No ha sido éste el caso de Ángela, que vivió muchos más años de los que, posiblemente, la mayoría de nosotros lleguemos a alcanzar. Vivió muchos años, rozando el siglo, y finalmente murió en lo que ella, durante sus últimos años, consideró su casa, su hogar, viéndose constantemente rodeada de los suyos.
Posiblemente vio llegar su muerte, pero desde unos años atrás ya no la temía. Había vivido todo lo que le había tocado vivir y ya hacía algún tiempo que estaba preparada para partir. No sólo ya no tenía miedo a la muerte, sino que incluso diría que de alguna manera singular le había logrado robar incluso algunos años extras de vida y la esperaba apaciblemente sentada en su sillón.
Con los bisnietos... |
Es bueno amar la vida, pero también es bueno no temer a la muerte porque, al fin y al cabo, la muerte es una etapa más de la vida. Y creo que al final, incluso a la muerte supiste abrazar y amar.
Y puede que un día, pronto, ¡porque esta es una historia con final feliz!, tus cenizas se reencuentren y se mezclen con las de aquel que fue tu compañero, tu esposo y amigo, Juan. Y allí, en aquellas tierras de Andalucía donde naciste, bajo la sombra de un olivo, en el seno de esta planeta que a todos nos ha dado la vida, con vuestras cenizas volváis a dar vida otra vez, igual que se la disteis a vuestros hijos, y con ellos a vuestros nietos, bisnietos y a todos aquellos que los seguirán.
¡Descansa en paz, porque te lo has ganado!
Con la familia, aunque falta Josep, que nos sacó la foto... |
miércoles, 22 de junio de 2016
PHILÉMON: UN CANTO A LA IMAGINACIÓN
Recientemente, ECC Ediciones ha editado el primer volumen de los tres que recogerán la totalidad de las aventuras de Philémon (publicadas entre los años 1965 hasta el 2013), un auténtico clásico del cómic francés que personalmente me atrevería a comparar con obras maestras del cómic como pueden ser el Little Nemo de Winsor McCay o The Sandman de Neil Gaiman. Esta comparación no es nada exagerada, atendiendo a lo onírico y surrealista de la ambientación, el gran sentido de humor que desborda, y la atmósfera del mundo donde Philémon y su inseparable amigo, el burro Anatole, corren sus aventuras acompañados de un singular grupo de personajes, a cada cual más fantástico, y el particular imaginario único creado por su autor, Fred (1931-2013), nombre artístico con el que se conoce a Frédéric Othon Théodore Aristidès. Una obra indispensable que, hasta ahora, no había llegado a nuestro país, exceptuando algunas historietas sueltas de sus aventuras en la revista Gran Pulgarcito o Cavall Fort (esta última en catalán). Dadle una oportunidad si podéis, porque sin duda la merece.
Conocí el personaje de Philémon treinta o treinta y cinco años atrás, cuando en mi infancia leía la revista Cavall Fort, publicada en catalán, que ha menudo se nutría de personajes surgidos del cómic francés y belga. Les aventures de Filalici –así llamaron al personaje en la revista, que a día de hoy aún sigue viva- eran algo único, desbordante de imaginación, y me impactaron sobremanera, de tal modo que, aunque llegué a olvidar el nombre del personajes, jamás se borraron de mi memoria sus aventuras y algunas de las situaciones allí contadas, por lo particular de su imaginario fantástico, lo onírico de su mundo y lo surrealista de algunas de sus situaciones.
En sus historias, Fred nos muestra a los animales hablando, aunque éstos no sean entendidos por los humanos, y de algún modo no enseña su amor por la naturaleza mundana, que se ve reflejada tanto en esos animales como en los paisajes con los que ha menudo rodea a sus personajes, que siempre son sencillos, simples, incluso cuando se trata de villanos, pero que a su modo, cada uno de ellos, está cubierto de cierta humanidad, no siendo personajes infalibles.
Conocí el personaje de Philémon treinta o treinta y cinco años atrás, cuando en mi infancia leía la revista Cavall Fort, publicada en catalán, que ha menudo se nutría de personajes surgidos del cómic francés y belga. Les aventures de Filalici –así llamaron al personaje en la revista, que a día de hoy aún sigue viva- eran algo único, desbordante de imaginación, y me impactaron sobremanera, de tal modo que, aunque llegué a olvidar el nombre del personajes, jamás se borraron de mi memoria sus aventuras y algunas de las situaciones allí contadas, por lo particular de su imaginario fantástico, lo onírico de su mundo y lo surrealista de algunas de sus situaciones.
Pasaron los años, muchos años, de hecho. Curiosamente,
pese a que no recordaba el nombre del personaje, ni el título de sus aventuras,
lo había acabado incluyendo en una enorme lista que hice de mis cómics
favoritos, simplemente como el cómic anónimo donde un personaje viajaba hasta
las letras –o quizás debería decir islas-, que formaban el nombre del océano
Atlántico en los mapas. En diversas ocasiones me pregunté por él, y si sería
posible tener acceso, de nuevo, a algún tebeo donde apareciera.
Y hete aquí que un día, de repente,
cuando me dirigí a mi librería habitual de cómics, la Cómics 22 de Girona, mientras
inspeccionaba algunas de las novedades que habían aparecido, me tropecé con el
primer volumen de este personaje que ofrece ECC Ediciones. Con un precio de
35,00 €, no dudé ni un solo momento en comprármelo, porque lo que compraba no
era sólo la nostalgia de un recuerdo, sino el recuerdo de lo que con el tiempo
llegué a considerar una obra maestra. ¡Y vaya si lo es!
Reconozco que temí que, con el tiempo,
hubiese magnificado la calidad de esta obra historietística, pero creo que fue
justo lo contrario, dentro del magnífico recuerdo que guardaba de ella, la
había minimizado.
Las aventuras de Philémon y su
inseparable burro Anatole son equiparables a las aventuras de Alicia en el País
de las Maravillas de Lewis Carroll y El Mago de Oz de L. Frank Baum, o más
remotamente con Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, y podría incluso
equipararlo con La Historia Interminable de Michael Ende.
La edición de este recopilatorio que
recoge todas las aventuras de Philémon, y que será editado en tres volúmenes,
es impecable. El primer volumen, que es el que he tenido la oportunidad de
hojear y leer de nuevo, tiene 302 páginas con una impresión digna de un
clásico.
En las páginas de esta monumental obra
dedicada a la imaginación, a la inocencia y la libertad, asistimos al gran
visionado de las aventuras y peripecias del protagonista, Philémon, que junto a
su fiel amigo, el burro Anatole, correrá todo tipo de peripecias singulares que
llegan a ir y romper incluso con la estructura de las propias viñetas que los
contienen, y en el que a veces es difícil discernir que es real y qué no, como
si de un sueño se tratase, y el poder de la magia de la imaginación lo
impregnase todo.
Otros personajes recurrentes a lo largo
de la obra son Félicien, el tío de Philémon, que es capaz de penetrar en ese
mismo mundo fantástico al que es capaz de acceder su sobrino, el señor Barthélemy,
un pocero convertido en una especie de Robinson Crusoe bastante peculiar que
conoce el secreto de las islas formadas por las letras del océano Atlántico, o
el compañero de éste, el centauro Viernes, o el propio padre de Philémon, Hector,
que sin creer las extravagantes vivencias de su hijo, siempre acaba formando
parte de ellas de un modo u otro.
Si las primeras historias de Philémon nos
pueden parecer simplemente divertidas, aunque eso sí, cargadas de imaginación,
éstas dan un paso de gigante cuando Philémon descubre que los mapas geográficos
de la Tierra reflejan de un modo tan literal la realidad, que incluso las
letras que forman el nombre de los océanos son reales, auténticas islas que
quizás se encuentran en un mundo paralelo, donde lo fantástico y onírico se
confunden. Es en estas islas dónde el personaje correrá sus mayores e
impensables aventuras.
En sus historias, Fred nos muestra a los animales hablando, aunque éstos no sean entendidos por los humanos, y de algún modo no enseña su amor por la naturaleza mundana, que se ve reflejada tanto en esos animales como en los paisajes con los que ha menudo rodea a sus personajes, que siempre son sencillos, simples, incluso cuando se trata de villanos, pero que a su modo, cada uno de ellos, está cubierto de cierta humanidad, no siendo personajes infalibles.
Payasos, centauros, castillos suspendidos en el cielo, unicornios, figuras de tiovivo que cobran vida, máquinas imposibles de diseño casi orgánico, personajes que crecen y decrecen por arte de magia, plantas de las que germinan edificios, y una ruptura de la realidad cuando los personajes mismos son capaces de escapar de las mismas viñetas que los retienen, y mucho, mucho más... Philémon es un canto a la locura, la
imaginación y la libertad, pero también un canto a la humanidad, a la
naturaleza y al propio yo del lector.
Sinceramente es una obra que recomiendo
por su sencillez, su modestia, pero también por su magnífica imaginación y su
capacidad de contagiarnos con ella y el buen humor que desprenden sus páginas.
Si no lo conocéis aún, dadle una oportunidad a Philémon.
YAYA (ABUELA)
A mi yaya, Ángela...
Eres muy mayor, casi un siglo; toda una vida vivida.
Cuando eres tan mayor, ves el tiempo de otro modo. La vida pasa junto a tu lado, y a menudo te ves obligada a verla como una mera espectadora, acurrucada en tu sillón. Y desde allí, puede parecerte también que la vida se te escapa, que tú tiempo pasó ya. Puede que pienses que ya has vivido tu tiempo, y que creas que ahora otros han tomado tu lugar.
Sí, puede que otros tomen tu lugar. Puede. Pero nadie más podrá vivir lo que tú has vivido, lo que has sentido, lo que has amado, lo que has sufrido, la felicidad que sentiste al tomar a tus hijos, por primera vez, entre tus brazos. Eres y has sido única. En un universo infinito, donde somos tan poca cosa, has sido única a tu modo. De hecho, todos los somos. Irrepetibles. No deja de ser algo maravilloso.
La vida...
Tu infancia, tus padres, tus hermanos, Puente Genil...
Viviste los horrores de una guerra de la que muchos de nosotros ya nos hemos olvidado, que sólo conocemos por el recuerdo que guardamos por los libros que leímos, las películas que vimos, o las palabras que escuchamos. Pero tú viviste aquellos horrores, como muchos otros, en primera persona, y nos recordaste a menudo que en esa guerra nunca hubo vencedores.
Viviste y conociste también el amor, uno amor de ésos de antes, para toda la vida. Aquel que fue tu primer novio, que te cortejó, fue aquel que sería ya el marido que te acompañaría durante el resto del camino que emprendisteis juntos. Fuiste la eterna compañera y vigía de sus éxitos, sus logros y, naturalmente, también de sus pequeños fracasos. Viviste la experiencia de ser madre de dos hijos muy hermosos, y sin duda, de todos los logros que tuvisteis, éste fue el mejor de todos.
Las circunstancias te desplazaron de tu tierra andaluza, y te trajeron a la tierra que ahora es tu hogar, Cataluña, sin que por ello hayas olvidado jamás tus raíces. Es duro dejar a los tuyos detrás...
Tus hijos crecieron, y como tú, ellos vivieron también su propia vida. Se independizaron. Pero algo debisteis hacer bien, porque los lazos del cariño permanecieron, nunca se cortaron, y la familia constantemente se volvía reunir en cada mínima ocasión. Jamás se apartaron de vosotros, independientemente de donde viviera cada uno.
El tiempo pasa, y viviste innumerables momentos, millones de maravillas, infinitos recuerdos. La historia del mundo, de todo un siglo, pasó por tu lado, tú la viviste. Tantos momentos, tantas cosas fueron, que hoy, cuando eres mayor, muchos de ellos se te olvidan o quizás se escapan de tu cabeza porque ya no queda espacio para ellos, para tanta memoria, ya no queda espacio para que quepa nada más.
Luego vinieron tus nietos –Susana, Joan Ramon, Eva, María del Mar y Arantxa-. ¡Cuantos dolores de cabeza te debimos dar! ¡Cuánto te debimos hacer reír! La familia aumentó, y por entonces viste ya que tus hijos habían iniciado el ciclo que vosotros, Juan y tú, iniciasteis en su momento. Empezaba así una nueva etapa de la vida...
El tiempo pasa rápido, y más cuando te haces mayor. Pero en momentos así, también descubres que la familia lo es todo. No importan los países, los políticos, la sociedad misma. La fuerza primordial de todo está en la familia, y para ti la familia siempre fue lo primero, eso lo sé de sobras. Siempre nos viste a todos con buenos ojos. Y aquí me siento obligado a sonreír. Para ti, los tuyos siempre han sido lo mejor...
Viviste años de felicidad, y con la jubilación empezasteis una nueva vida...
La vida y sus giros. Te haces mayor, y surgen achaques, enfermedades, pero aún así, durante mucho tiempo puedes disfrutar de lo que la vida te ofrece. Un día el abuelo, Juan, tu marido, tu eterno compañero, murió.
Fue una gran perdida. Como pareja, como padre, como abuelo, y el bisabuelo que llegó a ser. Su muerte no iba a ser algo fácil de superar. Ley de vida, sí. Pero a los seres queridos se los echa de menos, y el tiempo no frena su recuerdo, sólo mitiga el dolor.
Tras la perdida de tu marido, demostraste ser más fuerte de lo que creo que ninguno de nosotros llegó a imaginar. Lo lloraste durante mucho tiempo, pero rehiciste tu vida, y se produjo un cambio en ti. Creo que a partir de ese punto te volviste más fuerte en muchos más sentidos de los que te pudieras imaginar. Nos hablabas a menudo del abuelo, a veces llorabas, pero nació también una “yaya” nueva, una mujer que demostró la fuerza de aquel dicho que dice que la vida continúa.
Llegaste a los noventa años, acompañada ya por una multitud de ruidosos bisnietos, y tu salud continuaba siendo una salud de hierro, dejando a todos los que te conocían admirados y perplejos. De hecho, entre nosotros, la familia, siempre bromeamos con eso, diciendo que nos acabarías sobreviviendo a todos. Pero nada dura eternamente...
La yaya, la abuela, Ángela... Hoy, eres mayor, mucho mayor que la mayoría de gente que te rodea en este mundo, pero aunque la edad y la vejez finalmente te han vencido, y te han dejado postrada la mayor parte del tiempo en un sillón, aún permaneces. Ya ni siquiera luchas por vivir, pero eres demasiado fuerte para que la muerte te venza. Lo hará en algún momento, sí, pero en cierto modo ésta es una batalla que ya has ganado, porque has vivido. Y eso es algo que nadie te podrá arrebatar.
Yo no soy creyente, ya lo sabes. No va conmigo, no es mi estilo. Pero siempre me ha gustado imaginar, supongo que ese es mi don. Y en mi imaginación, a lo lejos, en el cielo, uno de los muchos cielos que existen o pueden existir, creo ver al abuelo, tu esposo, tu compañero, que te espera. Tan joven como era entonces, cuando os conocisteis, tan hermoso como lo viste cuando supiste que te habías enamorado, que lo amabas de verdad. ¿Lo ves? Allí está, te espera. Yo no soy creyente, pero ¿quién soy yo para decir que eso no sea posible?
Eres muy mayor, casi un siglo; toda una vida vivida.
Cuando eres tan mayor, ves el tiempo de otro modo. La vida pasa junto a tu lado, y a menudo te ves obligada a verla como una mera espectadora, acurrucada en tu sillón. Y desde allí, puede parecerte también que la vida se te escapa, que tú tiempo pasó ya. Puede que pienses que ya has vivido tu tiempo, y que creas que ahora otros han tomado tu lugar.
Sí, puede que otros tomen tu lugar. Puede. Pero nadie más podrá vivir lo que tú has vivido, lo que has sentido, lo que has amado, lo que has sufrido, la felicidad que sentiste al tomar a tus hijos, por primera vez, entre tus brazos. Eres y has sido única. En un universo infinito, donde somos tan poca cosa, has sido única a tu modo. De hecho, todos los somos. Irrepetibles. No deja de ser algo maravilloso.
La vida...
Tu infancia, tus padres, tus hermanos, Puente Genil...
Viviste los horrores de una guerra de la que muchos de nosotros ya nos hemos olvidado, que sólo conocemos por el recuerdo que guardamos por los libros que leímos, las películas que vimos, o las palabras que escuchamos. Pero tú viviste aquellos horrores, como muchos otros, en primera persona, y nos recordaste a menudo que en esa guerra nunca hubo vencedores.
Viviste y conociste también el amor, uno amor de ésos de antes, para toda la vida. Aquel que fue tu primer novio, que te cortejó, fue aquel que sería ya el marido que te acompañaría durante el resto del camino que emprendisteis juntos. Fuiste la eterna compañera y vigía de sus éxitos, sus logros y, naturalmente, también de sus pequeños fracasos. Viviste la experiencia de ser madre de dos hijos muy hermosos, y sin duda, de todos los logros que tuvisteis, éste fue el mejor de todos.
Las circunstancias te desplazaron de tu tierra andaluza, y te trajeron a la tierra que ahora es tu hogar, Cataluña, sin que por ello hayas olvidado jamás tus raíces. Es duro dejar a los tuyos detrás...
Tus hijos crecieron, y como tú, ellos vivieron también su propia vida. Se independizaron. Pero algo debisteis hacer bien, porque los lazos del cariño permanecieron, nunca se cortaron, y la familia constantemente se volvía reunir en cada mínima ocasión. Jamás se apartaron de vosotros, independientemente de donde viviera cada uno.
El tiempo pasa, y viviste innumerables momentos, millones de maravillas, infinitos recuerdos. La historia del mundo, de todo un siglo, pasó por tu lado, tú la viviste. Tantos momentos, tantas cosas fueron, que hoy, cuando eres mayor, muchos de ellos se te olvidan o quizás se escapan de tu cabeza porque ya no queda espacio para ellos, para tanta memoria, ya no queda espacio para que quepa nada más.
Luego vinieron tus nietos –Susana, Joan Ramon, Eva, María del Mar y Arantxa-. ¡Cuantos dolores de cabeza te debimos dar! ¡Cuánto te debimos hacer reír! La familia aumentó, y por entonces viste ya que tus hijos habían iniciado el ciclo que vosotros, Juan y tú, iniciasteis en su momento. Empezaba así una nueva etapa de la vida...
El tiempo pasa rápido, y más cuando te haces mayor. Pero en momentos así, también descubres que la familia lo es todo. No importan los países, los políticos, la sociedad misma. La fuerza primordial de todo está en la familia, y para ti la familia siempre fue lo primero, eso lo sé de sobras. Siempre nos viste a todos con buenos ojos. Y aquí me siento obligado a sonreír. Para ti, los tuyos siempre han sido lo mejor...
Viviste años de felicidad, y con la jubilación empezasteis una nueva vida...
La vida y sus giros. Te haces mayor, y surgen achaques, enfermedades, pero aún así, durante mucho tiempo puedes disfrutar de lo que la vida te ofrece. Un día el abuelo, Juan, tu marido, tu eterno compañero, murió.
Fue una gran perdida. Como pareja, como padre, como abuelo, y el bisabuelo que llegó a ser. Su muerte no iba a ser algo fácil de superar. Ley de vida, sí. Pero a los seres queridos se los echa de menos, y el tiempo no frena su recuerdo, sólo mitiga el dolor.
Tras la perdida de tu marido, demostraste ser más fuerte de lo que creo que ninguno de nosotros llegó a imaginar. Lo lloraste durante mucho tiempo, pero rehiciste tu vida, y se produjo un cambio en ti. Creo que a partir de ese punto te volviste más fuerte en muchos más sentidos de los que te pudieras imaginar. Nos hablabas a menudo del abuelo, a veces llorabas, pero nació también una “yaya” nueva, una mujer que demostró la fuerza de aquel dicho que dice que la vida continúa.
Llegaste a los noventa años, acompañada ya por una multitud de ruidosos bisnietos, y tu salud continuaba siendo una salud de hierro, dejando a todos los que te conocían admirados y perplejos. De hecho, entre nosotros, la familia, siempre bromeamos con eso, diciendo que nos acabarías sobreviviendo a todos. Pero nada dura eternamente...
La yaya, la abuela, Ángela... Hoy, eres mayor, mucho mayor que la mayoría de gente que te rodea en este mundo, pero aunque la edad y la vejez finalmente te han vencido, y te han dejado postrada la mayor parte del tiempo en un sillón, aún permaneces. Ya ni siquiera luchas por vivir, pero eres demasiado fuerte para que la muerte te venza. Lo hará en algún momento, sí, pero en cierto modo ésta es una batalla que ya has ganado, porque has vivido. Y eso es algo que nadie te podrá arrebatar.
Yo no soy creyente, ya lo sabes. No va conmigo, no es mi estilo. Pero siempre me ha gustado imaginar, supongo que ese es mi don. Y en mi imaginación, a lo lejos, en el cielo, uno de los muchos cielos que existen o pueden existir, creo ver al abuelo, tu esposo, tu compañero, que te espera. Tan joven como era entonces, cuando os conocisteis, tan hermoso como lo viste cuando supiste que te habías enamorado, que lo amabas de verdad. ¿Lo ves? Allí está, te espera. Yo no soy creyente, pero ¿quién soy yo para decir que eso no sea posible?
lunes, 20 de junio de 2016
AMISTAD - Una historia de amistad interespecies en la ciudad de Girona
Allí dónde el hombre decepciona, la naturaleza a veces nos sorprende.
Girona...
Hace tiempo -algo más de un año, ya- que los observo cuando voy a pasear y los veo juntos en el río. Siempre rodeados de ánades reales y alguna que otra gaviota patiamarilla o gallineta de agua, pero siempre inseparables, siempre juntos. Son una pareja peculiar, un enorme pato doméstico blanco asilvestrado (Anas platyrhynchos domesticus) y un hermoso ganso egipcio (Alopochen aegyptiacus)...
Inseparables. Por lo general, ambos deambulan a pocos metros del punto exacto donde el río Onyar confluye con el río Ter; un lugar situado entre la Ronda de Pedret, el Pont de Pedret y el aparcamiento público de la Copa, justo al lado de la carretera de França. Allí se los puede ver generalmente, descansando en una isla central del río, o bien mojando sus pies o nadando en sus aguas más cercanas. No son difíciles de observar, porque la verdad es que destacan entre el resto de anátidas de la zona...
Cuando los observo, siento en mi interior una calidez entrañable, pero también una enorme curiosidad. ¿Cómo se llegaron a conocer? ¿Por qué siempre van juntos a uno y otro lado? ¿Serán macho y hembra? Que pertenecen a especies distintas es evidente, y aunque el hermoso pato blanco sin duda pertenece a la misma especie que los ánades reales que viven en esas aguas, siendo tan solo una subespecie, como variedad doméstica que es, tiene una marcada diferencia respecto a sus congéneres que no sólo pasa por el color de su plumaje, sino también por su mayor volumen.
La verdad, aunque me pica la curiosidad por ello, no me importa demasiado si serán macho y hembra y entre ellos habrá un amor interespecie, o si ambos pertenecerán al mismo sexo. Cuando los observo, sólo veo una bella amistad entre dos seres de especies diferentes...
¡Y algunos dirán que términos como amor o amistad, entre los animales, son proyecciones que, como humano, yo proyecto! ¡Puede ser, puede ser! O puede que no... puede que los equivocados sean ellos. ¿Qué más da? Lo único que importa es que entre ese ganso egipcio y ese hermoso pato doméstico asilvestrado se ha creado un peculiar lazo que sólo ellos comprenden, y lo que opinemos los humanos está de más.
Yo simplemente disfruto viéndolos cada vez que voy de paso o me paseo por aquella zona, porque sé que lo que veo es algo único, peculiar, hermoso... y no intento juzgarlo ni entenderlo.
Y por ello, he acabado queriéndolos...
Girona...
Hace tiempo -algo más de un año, ya- que los observo cuando voy a pasear y los veo juntos en el río. Siempre rodeados de ánades reales y alguna que otra gaviota patiamarilla o gallineta de agua, pero siempre inseparables, siempre juntos. Son una pareja peculiar, un enorme pato doméstico blanco asilvestrado (Anas platyrhynchos domesticus) y un hermoso ganso egipcio (Alopochen aegyptiacus)...
Inseparables. Por lo general, ambos deambulan a pocos metros del punto exacto donde el río Onyar confluye con el río Ter; un lugar situado entre la Ronda de Pedret, el Pont de Pedret y el aparcamiento público de la Copa, justo al lado de la carretera de França. Allí se los puede ver generalmente, descansando en una isla central del río, o bien mojando sus pies o nadando en sus aguas más cercanas. No son difíciles de observar, porque la verdad es que destacan entre el resto de anátidas de la zona...
Cuando los observo, siento en mi interior una calidez entrañable, pero también una enorme curiosidad. ¿Cómo se llegaron a conocer? ¿Por qué siempre van juntos a uno y otro lado? ¿Serán macho y hembra? Que pertenecen a especies distintas es evidente, y aunque el hermoso pato blanco sin duda pertenece a la misma especie que los ánades reales que viven en esas aguas, siendo tan solo una subespecie, como variedad doméstica que es, tiene una marcada diferencia respecto a sus congéneres que no sólo pasa por el color de su plumaje, sino también por su mayor volumen.
La verdad, aunque me pica la curiosidad por ello, no me importa demasiado si serán macho y hembra y entre ellos habrá un amor interespecie, o si ambos pertenecerán al mismo sexo. Cuando los observo, sólo veo una bella amistad entre dos seres de especies diferentes...
¡Y algunos dirán que términos como amor o amistad, entre los animales, son proyecciones que, como humano, yo proyecto! ¡Puede ser, puede ser! O puede que no... puede que los equivocados sean ellos. ¿Qué más da? Lo único que importa es que entre ese ganso egipcio y ese hermoso pato doméstico asilvestrado se ha creado un peculiar lazo que sólo ellos comprenden, y lo que opinemos los humanos está de más.
Yo simplemente disfruto viéndolos cada vez que voy de paso o me paseo por aquella zona, porque sé que lo que veo es algo único, peculiar, hermoso... y no intento juzgarlo ni entenderlo.
Y por ello, he acabado queriéndolos...
domingo, 19 de junio de 2016
URBEX: ¡BÚNKERES EN LA COSTA!
Texto y fotografías:
Joan Ramon Santasusana Gallardo.
Fecha: 13 de marzo de 2016. Lugar: En algún lugar de la comarca del Alt Empordà, provincia de Girona, Cataluña, España.
Total fotografías tomadas: 59. Total fotografías publicadas: 41.
Si quieres saber qué es el urbex: Urbex: exploración urbana.
Si quieres ver otros archivos urbex: Archivos urbex.
Visitando cierto parque natural que atraviesa el Camí de Ronda de la Costa Brava, descubrimos los tres búnkeres que muestro en este pequeño artículo urbex por casualidad. Bien, descubrir es, quizás una palabra un poco fuerte, ya que entiendo que por lo visibles que son, los búnkeres en cuestión deben ser archiconocidísimos por lo visibles que son si una va a pie siguiendo ese camino.
El Camí de Ronda es el nombre por el que era conocido el antiguo trayecto que discurría a lo largo de la abrupta Costa Brava, uniendo las distintas poblaciones de la misma. Sus orígenes se sitúan en el siglo XIX, cuando se habilitó un pequeño sendero a través de los acantilados y costas de esa zona catalana para controlar mejor las poblaciones costeras, pero se volvería especialmente popular en el siglo XX, especialmente durante la postguerra, cuando era utilizado por la Guardia Civil para controlar la frontera marítima española para evitar el estraperlo y contrabando.
Los dos primeros búnkeres, justo frente a la costa, mirando hacia el mar, son conocidos como los búnkeres o baterías de la Clota, eran totalmente accesibles, ya que sus puertas estaban abiertas, razón por la cual, posiblemente, habían sido graffiteados y estaban llenos de basura (especialmente las zonas subterráneas), aunque era evidente que los mismos habían sido reformados recientemente.
Por otro lado, el otro búnker, se hallaba escondido en el interior del parque, algo más alejado de la costa. Este búnker es conocido como la Casa del Capità (la Casa del Capitán), ya que efectivamente era donde vivía el capitán de comandaba los búnkeres de la zona, y servía a su vez como central grafométrica y de comunicaciones. Con un recorrido de unos 80 metros, contiene algunas habitaciones, aunque lamentablemente me fue imposible acceder a su interior, al hallarse su entrada cerrada por una puerta de reja metálica, aunque para el caso, tampoco llevaba una linterna encima, por lo que no sé si podría haber llegado demasiado lejos.
Me consta que hay otros búnkeres por la zona, pero bueno, esa visita fue lo que fue, una simple excursión dominical frente al mar, por lo que simplemente os ofrezco lo que vi ese día mientras paseamos tranquilamente, ya que ese día tampoco se trataba de hacer ninguna visita urbex. No sé, puede que otro día vuelva para explorar la zona más tranquilamente, y descubrir el resto de búnkeres que se hallan en el lugar.
Fecha: 13 de marzo de 2016. Lugar: En algún lugar de la comarca del Alt Empordà, provincia de Girona, Cataluña, España.
Total fotografías tomadas: 59. Total fotografías publicadas: 41.
Si quieres saber qué es el urbex: Urbex: exploración urbana.
Si quieres ver otros archivos urbex: Archivos urbex.
Visitando cierto parque natural que atraviesa el Camí de Ronda de la Costa Brava, descubrimos los tres búnkeres que muestro en este pequeño artículo urbex por casualidad. Bien, descubrir es, quizás una palabra un poco fuerte, ya que entiendo que por lo visibles que son, los búnkeres en cuestión deben ser archiconocidísimos por lo visibles que son si una va a pie siguiendo ese camino.
El Camí de Ronda es el nombre por el que era conocido el antiguo trayecto que discurría a lo largo de la abrupta Costa Brava, uniendo las distintas poblaciones de la misma. Sus orígenes se sitúan en el siglo XIX, cuando se habilitó un pequeño sendero a través de los acantilados y costas de esa zona catalana para controlar mejor las poblaciones costeras, pero se volvería especialmente popular en el siglo XX, especialmente durante la postguerra, cuando era utilizado por la Guardia Civil para controlar la frontera marítima española para evitar el estraperlo y contrabando.
Los dos primeros búnkeres, justo frente a la costa, mirando hacia el mar, son conocidos como los búnkeres o baterías de la Clota, eran totalmente accesibles, ya que sus puertas estaban abiertas, razón por la cual, posiblemente, habían sido graffiteados y estaban llenos de basura (especialmente las zonas subterráneas), aunque era evidente que los mismos habían sido reformados recientemente.
Por otro lado, el otro búnker, se hallaba escondido en el interior del parque, algo más alejado de la costa. Este búnker es conocido como la Casa del Capità (la Casa del Capitán), ya que efectivamente era donde vivía el capitán de comandaba los búnkeres de la zona, y servía a su vez como central grafométrica y de comunicaciones. Con un recorrido de unos 80 metros, contiene algunas habitaciones, aunque lamentablemente me fue imposible acceder a su interior, al hallarse su entrada cerrada por una puerta de reja metálica, aunque para el caso, tampoco llevaba una linterna encima, por lo que no sé si podría haber llegado demasiado lejos.
Me consta que hay otros búnkeres por la zona, pero bueno, esa visita fue lo que fue, una simple excursión dominical frente al mar, por lo que simplemente os ofrezco lo que vi ese día mientras paseamos tranquilamente, ya que ese día tampoco se trataba de hacer ninguna visita urbex. No sé, puede que otro día vuelva para explorar la zona más tranquilamente, y descubrir el resto de búnkeres que se hallan en el lugar.
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