Que los sueños nunca mueran con el tiempo...
Y hoy acabo el año escribiendo este artículo, el único que he publicado este mes de diciembre. No, en conjunto este año no me he prodigado demasiado en ningún aspecto: ni escribiendo, ni viajando cazando leyendas, ni participando en eventos sociales. Mis motivos he tenido.
No ha sido éste un buen año para mí, ni para mucha de la gente que me rodea. No voy ha decir que ha sido el peor año de mi vida, porque mentiría, pero tampoco ha sido uno de los mejores.
La muerte ha tenido mucho que ver con ello, aunque debo decir que tengo claro que la muerte forma parte de la vida. Aún así, cuatro personas se ha llevado este año que formaban o formaron parte de mi vida.
El trabajo también ha ayudado mucho en este aspecto negativo, y tantas y tantas horas perdidas en la carretera para ir y venir de él; en cierto modo, esos viajes son tiempo perdido. Y el nivel de estrés debido a los últimos meses de trabajo excesivo se han cobrado su precio mediante malestar físico general, cierta ansiedad, ira y, estas últimas semanas perdida de cabello, aunque puede ser que esto último sea cosa de la edad, pero lo dudo.
A esta lista, quizás debería añadir la baja médica de dos meses y medio en que básicamente estuve encerrado en casa saliendo para realizar breves paseos para irme recuperando de una operación quirúrgica. Aunque en este caso, debo decir que en parte, recuperé el tiempo perdido descansando, leyendo y viendo varias series de televisión que tenía pendientes, y cuando empecé a salir de casa para realizar breves paseos, lo aproveché para fotografiar la naturaleza que rodea mi hogar. Si no fuera por el dolor que sufría esos días, me lo hubiera tomado como unas muy bien merecidas vacaciones.
Por otro lado, ahí está también todo lo bueno de un año que se va: aunque no hemos viajado tanto como otros años, si que hicimos algunas escapadas muy bien aprovechadas; aunque no me he prodigado demasiado socialmente, ahí he disfrutado con los amigos y compañeros de Leyendas Medievales, y hemos compartido esas cervezas que quincenalmente nos tomamos en nuestras sonadas reuniones; y, ¡cómo no!, he compartidos muy buenos y felices momentos con mi pareja, tanto fuera como dentro de casa. Y siempre queda la familia, que me otorgan ese margen de insociabilidad que tengo, pero no me dejan rebasarlo, para compartir mis momentos con ellos.
Como he dicho más arriba, la muerte ha ayudado mucho a teñir este año de gris, pero también me ha hecho recordar que así es la vida, y que hemos de aprovechar cada momento del que disponemos, con nosotros mismos y con los nuestros. No hay mucho más que decir, salvo que la vida continúa: tenemos que proponernos nuevos propósitos y objetivos, disfrutando de cada minuto que podamos, y potenciar aquellos aspectos que nuestra vida que nos aportan más felicidad. Por ende, debemos minimizar o alejar de nosotros aquellas cosas que, por lo contrario, nos enojan o entristecen. Y no se trata de que esto lo hagamos hoy, por ser el último día del año y acercarse el año nuevo, sino de cada momento del que disponemos, del ahora.
Así, pues, no voy ha desearos feliz año nuevo, sino únicamente recordaros que la vida continúa. ¡Un abrazo, campeones!