Texto y fotografías: Joan Ramon Santasusana Gallardo.
Fecha: 26 de octubre de 2014. Lugar: En algún lugar del departamento de Aude, Francia.
Total fotografías tomadas: 108. Total fotografías publicadas: 68.
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Visitando cierta ciudad del sur de Francia, descubrí un viejo barco flotante.
Era aquel lugar maravilloso. Al borde de un gran lago, y amarrado en la orilla de un pequeño canal que discurría junto a una pequeña isla de ese lago que era refugio de innumerables aves, estaba aquel barco solitario, abandonado, y prácticamente ignorado por todos los que paseaban por aquella zona.
Aquella nave, como digo, estaba a la vista de todos, pero parecía que la gente apenas le echaba una mirada, quizás porque ese tipo de barcos son habituales en el lugar. Fue, acaso, en el momento en que me subí a aquel singular navío cuando la gente empezó a parecer percatarse en él, quizás porque mis investigaciones y mis fotografías atrajeron la atención de la gente. Por norma general nunca practico este tipo de exploraciones a la vista de todos, pero la ocasión era demasiado buena para desaprovecharla, y un barco abandonado de esas características no es un lugar que suela visitar.
Pese a estar a la vista de todos y ser totalmente accesible, me sorprendió descubrir que el barco estaba en muchas mejores condiciones de las que me hubiese imaginado encontrar de entrada. Algo sucio tal vez, pero con mucha menos basura de la que estoy habituado a hallar en lugares abandonados donde el tránsito de personas es algo frecuente. Lo que vi allí es algo fácil de apreciar en las fotografías que tomé y que ilustran este artículo que espero que algunas personas puedan disfrutar.
Por cierto, me sorprendió la gran cantidad de aves y fauna que había en aquel lugar. Debido a la proximidad de aquella pequeña isla que conformaba aquel pequeño canal donde estaba amarrado el barco, y sin duda debido también a aquel paseo que formaba una dehesa natural, pude observar una gran cantidad de aves terrestres y acuáticas: ánades reales, cisnes vulgares, gansos del Nilo, gaviotas argénteas, cormoranes grandes, las habituales palomas bravías, mirlos y gorriones comunes, lavanderas blancas y otra infinidad de pájaros. Pero de entre todos aquellos inquilinos, sin duda los que más me sorprendieron fueron un grupo de coipús o ratas-nutrias –una especie de roedor invasor sudamericano introducido en Europa accidentalmente debido a la explotación que se hace de sus pieles-, de los que llegué a tomar varias fotografías.