sábado, 30 de agosto de 2014

EL AMOR Y LA DIFERENCIA DE EDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA

La diferencia de edad en una relación, independientemente del género de quién es mayor o menor en esa relación, frecuentemente es analizada, criticada o etiquetada por la sociedad; mucho más en el caso en que es la mujer quién es la mayor o cuando se trata de una relación homosexual. Pero, ¿en que se basa una relación de pareja? Idealmente, en nuestra sociedad, se basa en el amor, aunque no siempre sea así. En ese primer caso, ¿en qué se basa el amor? El amor, más allá de la mera atracción sexual, se basa en la afinidad de emociones y sentimientos, en los intereses y actividades sociales en común, en la interacción y la colaboración en el hogar, en la familia, en los amigos. No se basa en la edad, ni el credo, ni la etnia, ni la posición social o económica, ni en la existencia de un estado de salud determinado... aunque evidentemente todo, como muchos más factores pueden puede influir sobre ello. En este artículo, pretendo dejar por escrito dos puntos de vista distintos, uno más objetivo, y uno más personal por lo que me atañe.


INTRODUCCIÓN

La diferencia de edad en las relaciones de pareja... Hacía tiempo que quería escribir un artículo sobre este tema, básicamente por las diversas percepciones –objetivas y subjetivas- que la gente tiene sobre este asunto, y porque es un tema sobre el que había pensado muchas veces debido a que, desde siempre, siempre he tenido afinidad con gente mucho más joven que yo debido a mi carácter, o en el caso de gente mi edad, con la gente de espíritu más jovial. Sin embargo, como muchas de tantas y tantas cosas como escribo, ésta era una tarea pendiente. Lo que actualmente me ha animado a escribir sobre este asunto es el hecho de poder enfocar el tema desde dos visiones, una más objetiva, y otra más personal.


Actualmente, después de haber pasado por tres relaciones de pareja donde la diferencia de edad no era excesiva (2, 4 y 6 años respectivamente), en la actualidad tengo una relación con una mujer mucho más joven que yo. Yo tengo 43 años, ella, 24. Si la gente me pregunta si creo que mi relación tiene futuro o no, sólo puedo responderles que no puedo decirlo, no soy adivino. Cualquier relación dura lo que tenga que durar, independientemente de la diferencia de edad que haya entre sus miembros. Creo que es una relación que tiene tanto futuro como cualquier otra relación, ya que una relación de pareja no se basa en la diferencia de edad, ni en lo que digan las estadísticas, ni tan solo en lo que diga u opine la gente… No, se basa sobretodo en la afinidad y la complicidad de los dos amantes, y creo que si alguna vez fui afín con alguien, es con ella. No ha sido una relación que se haya iniciado a la ligera ni sin pensarlo o meditar.

Al iniciar esta relación, oí muchas críticas por parte de amigos y conocidos, mucha gente me dijo que lo pensara bien, y mucha gente me dijo que esto no duraría… pero las voces se fueron callando a medida que el tiempo iba pasando y esta relación se veía que cada vez era algo más y más sólido. Creo que dentro de lo que hay, lo hemos tenido fácil, yo parezco mucho más joven de lo que soy en realidad, y ella mucho más madura, y me temo que en este caso, las apariencias si que han ayudado, así como nuestra similitud de carácter.

Así pues, contestando a la pregunta que he hecho hace unos instantes, si creo que mi relación tiene futuro o no, debo contestar: No, no continuaría esa relación si no creyese que tiene futuro. Pero debo dejar claro que tampoco me planteo este asunto desde ese punto de vista tan estrecho, ya que mi percepción actual de lo que es una pareja, de lo que es una relación, es que está durará lo que haya que durar prescindiendo de si uno se lleva más o menos edad de por medio, de la etnia o cultura, o de si un miembro de la pareja sufre de alguna discapacidad, por poner algunos ejemplos. Continuará por que hay afinidad, hay respeto, hay amor… y mientra este no desaparezca, ahí estaremos, intentando superar los baches que aparecen en cualquier relación, y los baches inesperados.

A día de hoy, siento que, de todas mis relaciones, ésta es precisamente la más madura, la más estable y donde más se ha respetado mi propio espacio y yo he intentado actuar consecuentemente y de igual manera. El éxito de una relación nunca está asegurado, y tal y como yo lo veo, si eres feliz y has analizado los pros y los contras, ¿por qué no arriesgarse? Puede que a mayor diferencia de edad, los riesgos de que esta no dure demasiado sean mayores, pero en cualquier relación hay riesgos de que sea así, la diferencia de edad sólo es un bache más en el camino. Pero mal que les pese a algunos, lo cierto es que siempre han existido, existen y existirán muchas parejas que pese a la diferencia de edad, se han amado toda la vida, hasta donde la vida lo ha permitido, y así es como han hallado la felicidad, una felicidad basada en el conocimiento mutuo, el compartir, la experiencia, la madurez personal y el respeto. Otros habrán dejado escapar esa oportunidad por los miedos o las dudas, el que dirán o las estadísticas. Sin embargo, cuando se trata de amor, uno debería olvidarse de los miedos, contestar a sus propias dudas usando la cabeza, evitar los prejuicios y, sobretodo, no hacer demasiado caso a las estadísticas, ya que las estadísticas, como la edad, son sólo números.

A veces, para amar, hay que arriesgar.

¿QUÉ ENTENDEMOS POR DIFERENCIA DE EDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA?

Al hablar sobre la diferencia de edad en las relaciones de pareja, la primera pregunta que deberíamos plantearnos es precisamente ésa: ¿Qué entendemos por diferencia de edad en una relación de pareja?

La respuesta, evidentemente, es muy subjetiva.


A nivel biológico, la diferencia de edad importa poco; un cuerpo, biológicamente hablando, será compatible con otro, dependiendo de si ha alcanzado la madurez sexual o no. El hecho de llevarse 5, 10 o 30 años importa poco si ya se ha alcanzado la madurez sexual y ambos son aptos para procrear, y nada tiene que ver con el ámbito social ni legal. Es así de simple.

A nivel psicológico, la diferencia de edad depende de la madurez mental de cada miembro de la pareja. No se trata sólo de una cuestión de mentalidad, ni de experiencia, sino de madurez, del modo de entender la vida y de ver las cosas de cada uno, y de ser consecuente con lo que se hace y se piensa. Cuando los médicos y psiquiatras elaboran una psicobiografía, haciendo referencia a las relaciones de pareja, sólo suelen hacer constar la edad como un dato relevante cuando existe una diferencia de edad mayor de 10 años entre los dos miembros de una pareja, utilizando esa edad como un baremo establecido, ya que es en este punto cuando surgen más desavenencias a causa de la edad.

La mayoría de matrimonios tienen éxito cuando la diferencia de edad entre las dos personas que se aman es de aproximadamente 10 años o menos. Cuando la diferencia es mayor a 10 años, la tasa de éxito empieza a declinar (lo que no significa que todas fracasen, claro). En cambio, cuando la diferencia es menor de 10 años, la tasa de éxito tiende a subir. En otras palabras, se podría decir que generalmente es cierto aquello de que a menor diferencia en edad, mayor es la posibilidad de que una relación tenga éxito, aunque evidentemente esto no siempre se cumple. Como en toda relación, si uno quiere seguir adelante, habrá que asumir riesgos según las propias circunstancias, sentimientos y razones.

Sin embargo, cuando se habla de una relación sentimental, evidentemente no se habla exclusivamente de la diferencia de edad, sino de una relación interpersonal por acuerdo mutuo entre dos personas, basada en los sentimientos y emociones, en las aficiones y gustos compartidos, en el pensamiento, la familia... Son estos, temas importantes de ser hablados en cualquier relación que se precie. En ese sentido, para algunas personas, una diferencia de edad superior a 4 o 6 años puede resultar considerable, mientras que para otros no significará nada. Para algunos, una diferencia de 8 a 12 años puede resultar abrumadora, mientras que hay personas para las cuales una diferencia de 30 años no significa impedimento alguno para iniciar y mantener una relación.

Así pues, según quién conteste esta pregunta, la relativizará o no, aunque evidentemente la diferencia de edad entre los miembros de una pareja existe y las diferencias resultantes entre ellos serán mayores según sea mayor la cantidad de años que separan un miembro de la pareja de otro. Ello puede incidir en muchos ámbitos: las vivencias, la experiencia personal, la madurez personal... Pero ¿es la diferencia de edad lo que puede separar a una pareja o es la mentalidad generacional? Sobre esto, contestaré mejor en el siguiente apartado.

¿ES LA DIFERENCIA DE EDAD UN IMPEDIMENTO PARA MANTENER UNA RELACIÓN?

La diferencia de edad en una relación no es un impedimento por sí mismo para establecer o iniciar una relación, pero sí supone o puede suponer una dificultad añadida a la relación. Para entender esto, hay que entender que cualquier relación de pareja pude sufrir alguna dificultad debido a diferentes factores que van más allá de lo que se tiene o no se tiene en común.


Más allá de los sentimientos, factores como la diferencia de edad (que es el caso que nos ocupa), las creencias religiosas, la distancia física que separa a los miembros de una pareja, las diferencias sociales o económicas, de dependencia-independencia, de etnia o culturales, o la existencia de alguna discapacidad o enfermedad física o mental, entre muchos otros factores, pueden influir profundamente en una relación de pareja, aunque eso no siempre deba ser así, o de serlo, pueda superarse también.

¿Impide cualquiera de estas diferencias tener una relación sana y saludable? No, ciertamente no, pero siempre serán un problema añadido a la relación, que pueden superarse o no, en la medida en que la pareja haya hablado de cualquiera de estos puntos, y por lo tanto, en todo ello, el diálogo es muy importante. Sin embargo, hay que entender que la compenetración entre dos personas no ha de estar basada necesariamente en ninguno de estos factores, aunque evidentemente influirán. Según el caso, y en gran medida, solventar cualquiera de estos problemas siempre irá ligado a la complicidad y el grado de entendimiento que haya entre ambos miembros de la pareja.

La edad, claro está, puede incidir en directamente en la sexualidad y por ende, en la actividad sexual, siempre importante en cualquier relación de pareja. La edad puede determinar que haya mayor o menor actividad sexual dentro de la pareja, y que esta suceda con mayor o menor frecuencia, aunque evidentemente en eso también juega un papel importante el deseo y la experiencia de cada uno. Como en toda pareja, la sexualidad será muy importante, pero su interpretación puede ser muy distinta, y en ello jugará un papel muy importante, también, la complicidad. En las parejas donde existe una diferencia de edad importante, suelen priorizarse otras cosas, como el diálogo, las personalidades en común, los gustos…

Es cierto, también, que cuando se habla de diferencia de edad, a menudo existe lo que se ha dado por llamar diferencia generacional, pero en algunos casos esta diferencia no existe por diversos motivos. Cuestiones como el modo de ver o entender la sexualidad, el trabajo, el modo de interpretar a la sociedad, las modas, los gustos, pueden ser muy distintos de una generación a otra, o bien, por ver el mundo de un modo muy personal o particular, pueden ser vistas y vividas de modo muy similar por dos personas de distinta edad. Hay gente que pese a tener una gran edad son de espíritu jovial, y gente joven que es muy madura para su edad; todo ello puede contribuir en gran medida a disminuir esa diferencia generacional. Por otro lado, cada persona, cada pareja siente y piensa de manera distinta y eso es justamente lo que atrae de una posible pareja.

Si la relación es sólida y hay un buen conocimiento mutuo, todos esos factores son poco relevantes, sobre todo si están claras las expectativas acerca  de los hijos o formar una familia, la vida en futuro, las cosas que se quieren lograr al vivir juntos, y las que no se desean. El éxito de este tipo de uniones está determinado por la adaptación de ambos mundos a las vivencias, necesidades y experiencias del otro, sin la obligación de perder sus propias libertades. En las relaciones que funcionan, el respeto mutuo suele ser uno de los pilares básicos.

LA MADUREZ

El grado de madurez de una persona, salvo cuando hablamos de madurez sexual, no viene determinado por la edad. La educación, la experiencia vital de la persona, el carácter, la personalidad, el modo de interpretar el mundo y entender cuestiones como el amor, las relaciones, la familia o el sexo, entre muchas otras cosas, conforman el modo de ser de cada uno, así como su madurez psicológica o emocional, y a menudo eso mismo es lo que nos atrae de una persona.


La madurez emocional sólo se alcanza cuando se es capaz de aceptar la realidad de las personas y las cosas tal cual son, sin intentar cambiarlas, ni pretender establecer la realidad del mundo, de las relaciones o de los sentimientos desde un punto de vista egocéntrico. Ello significa cierta objetividad y control emocional, y renunciar al egoísmo propio común a todo humano. Uno sólo alcanza la madurez psicológica en el momento en que adquiere buen juicio y prudencia, lo que implica autonomía, conductas apropiadas a las circunstancias, ponderación y equilibrio, estabilidad, responsabilidad, cercanía afectiva, claridad en objetivos y propósitos, y dominio de sí mismo.

En ese sentido, las relaciones de pareja donde hay una diferencia de edad marcada y que funcionan, suelen tener una relación basada en el respeto mutuo y un gran sentido de la igualdad, el diálogo y en los propios parámetros de creencias -no aquellos que la sociedad impone, sino los suyos propios-, por lo que también son más resistentes a las críticas u opiniones de los demás, ya que su relación viene más determinada por lo que ellos mismos sienten que no por lo que la sociedad les dice que deberían hacer.

MI OPINIÓN Y EXPERIENCIA PERSONAL

Yo me resistí a empezar una relación donde la diferencia de edad venía marcada por 19 años de diferencia. El simple hecho de una diferencia de edad superior a 8 años ya me generaba serias dudas, la verdad. Lo mismo le ocurrió a mi pareja, aunque para ella la edad no era tan determinante. Sin embargo, la confianza, el diálogo y el tiempo pusieron las cosas en su sitio. Que ella relativizará el aspecto de la edad bromeando constantemente sobre ello me ayudó. Continuamos adelante y nunca me he arrepentido sobre ello. Quiero pensar que al decir esto, también hablo por ella.


Tengo que decir que el hecho de trabajar en una clínica forense cuando la conocí también me ayudó mucho a relativizar este tema. A diario muere gente vieja y gente joven, y a menudo del modo más inesperado (una enfermedad, un accidente, un suicidio...). Ver el cuerpo de alguien joven en un depósito de cadáveres, alguien que apenas ha vivido, o bien, el cuerpo de alguien mayor, que ha muerto a causa de su avanzada edad por muerte natural y preguntarse si intentó siquiera vivir lo que podía ser su sueño, independientemente de que lo lograse o no… Bueno, la muerte también da que pensar y relativiza mucho ciertos temas, y entre ellos, la vida.  ¿Porqué negarse el derecho a ser feliz mientras vivimos? Que una relación puede ir bien o mal es innegable, pero no será  necesariamente a causa de la diferencia de edad. Deberíamos luchar por ser felices, por vivir nuestro sueño, nuestra felicidad… El salto de mis tres relaciones anteriores, a la actual ha sido abrumador, pero la experiencia, a nivel personal ha sido la mejor, ya que he llegado a entenderme con ella como nunca antes lo había hecho, a un nivel de igualdad entre nosotros como no había conocido, respetando nuestro espacio, sin intentar imponer ideas ni criterios, con una actividad sexual sana y saludable. ¿Desmerece eso a mis otras parejas? Para nada. Valoro a cada una de mis parejas anteriores por lo que fueron y significaron para mí en su momento, por lo que las amé y lo que aprendí, por formar parte de una parte de ese camino que es la vida. Ninguna pareja desmerece a la otra ni a las vivencias que compartí. Forman parte de mi historia, forman parte de mí, de lo que me ha convertido en lo que ahora soy. Que una persona entienda que alguien ha tenido un pasado y lo acepte, es importante. Pero es el ahora lo que importa, más allá del pasado o expectativas del futuro. El presente, vivir el momento de un modo seguro y consciente. Evidentemente, hay que pensar en el futuro, pero no hay que dejar que el futuro nos gobierne olvidando el presente a su costa, ni hay que vivir con los fantasmas del pasado.

Iniciar una relación, cualquier relación, no significa necesariamente que ésta finalice con éxito. Las relaciones sólidas necesitan de tiempo, de conocimiento mutuo, de compartir aficiones, objetivos o pensamientos comunes, de diálogo, confianza y respeto. En una relación sana hay que entender que, ante todo, cada miembro de esa relación es una persona, un ser individual con su propia historia, sus sueños, sus deseos, que pese a todo está decidida a compartir parte de su vida con otra persona, pero no una extensión de los deseos de uno mismo.

viernes, 29 de agosto de 2014

CAN BALDRIC DE DALT

Dedicado a todos aquellos con los llegué a compartir en algún momento en Baldric...


Volví a Baldric... Nunca he sabido si su nombre hace referencia a la casa o al lugar donde esta se halla.

Baldric... Un lugar apartado, solitario, bello, misterioso... con su propia leyenda... con su propio fantasma... con sus propios recuerdos...

¿Qué puedo decir o explicar del lugar que ha dejado tantos recuerdos grabados en mi memoria?


Ya hacía tiempo que me picaba el deseo y la curiosidad de volver allí. Últimamente me había asaltado de nuevo el deseo de salir de noche por la montaña para poder contemplar las estrellas. Pero cuando las miraba siempre recordaba su visión desde los campos de Baldric. Baldric... Allí no hay el más mínimo destello de luz artificial que perturbe la claridad del cielo nocturno. Contemplar la noche desde este trozo de mundo es contemplar el firmamento en toda su plenitud. Ver un universo donde la claridad de millones de estrellas a veces te permiten dudar de si el cielo nocturno es negro o blanco. Donde se observa con todo detalle los rastros que deja la Vía Láctea, como si de un luminoso camino se tratase, De hecho, así se lo conoce popularmente en Cataluña, "el Camí de Sant Jaume" (el Camino de Santiago).


Ese día había llovido bastante en Girona, y al principio dudé si ir hasta esas tierras altas del Ripollès, pues allí el tiempo suele ser inclemente. Pero llegaba el final de mis vacaciones y si no subía en ese momento, dudaba que lo hiciera pronto. Así que decidí hacer mi mochila e ir a la aventura.

Emprendí el camino con mi coche. Girona, Castellfollit de la Roca (donde hice una breve parada), Sant Joan de les Abadesses, Ripoll, Ribes de Freser y, finalmente, Planoles. Cruce muchos otros pueblos, pero no recuerdo sus nombres. Una vez en Planoles, dejé la carretera general y empecé a internarme en las inhóspitas montañas, hasta llegar a Nevà, un pueblecito del municipio de Toses, que se encuentra a 1250 m de altura, en el lado sombrío del monte, que no deja de ser una localización extraña para un pueblecito de montaña. Un pueblecito tan pequeño que ni siquiera tiene una tienda donde comprar algo. Pero un lugar bello y agradable. Allí dejé mi coche, pues allí acaba el asfalto con el que el hombre cubre los caminos transitados.


¿Porqué quería volver a este sitio? ¿Era sólo mi deseo de volver a contemplar las estrellas? ¿Mi necesidad de sumergirme de nuevo en una naturaleza salvaje que parece ser la única capaz de traerme paz y serenidad de espíritu que tanto necesito sentir últimamente? ¿O era simple añoranza, tal vez?

Fuera como fuese, ahí estaba.

Era un día algo gris, con un cielo cubierto de nubes, pero al contrario que en mi ciudad, no parecía que hubiera descargado del cielo ninguna terrible tormenta, y el calor era sustituido por un aire fresco.

Emprendí el camino.


Baldric es un sitio apartado, en pleno corazón de la naturaleza. Un lugar prácticamente inaccesible, donde se puede llegar a través de un camino de tierra y piedras. Un camino apto sólo para ir a pie, a caballo, tractor o todoterreno. Puede intentarse circular por él con un turismo, pero eso es arriesgarse a quedar atrapado en mitad del camino, o a acabar teniendo algún tipo de accidente o avería. Lo sé por experiencia... en realidad, tres amargas experiencias. Pero eso forma parte del encanto de Baldric. Siempre que he ido, he vuelto con una serie de anécdotas que explicar. Aunque en el caso de las del coche, fueron historias que me pasaron su factura.


El primer tramo del camino es el más fácil. Tras coger una empinada y fuerte curva reforzada con hormigón, empieza el camino pedregoso que sube la montaña y se va dejando el pueblo atrás. Es un camino casi llano, que apenas asciende el terreno, hasta que se llega a un lugar que nosotros llamamos o conocemos como "el camp de les patateres" (el campo de las patateras). Nunca he sabido porque lo llamamos así. Jamás he visto patateras sembradas en este lugar. Sólo hierba, heno y vacas en algún momento casual. Nada más. Pero es un buen nombre de referencia.


Desde este lugar uno tiene una buena visión panorámica del valle, y puede contemplar perfectamente toda la montaña que aún le queda por subir. Es un sitio despejado, donde unas cercas de alambre delimitan los campos donde pacen las reses durante ciertos momentos del año. Un punto donde el camino se divide en dos: una curva que sube hacia la última granja de la zona, y un camino largo, recto y descendente que lleva hacia el interior del bosque, donde se halla el camino de subida hacia Baldric.

Después de contemplar durante unos instantes el lugar y detenerme a hacer unas fotografías, empecé a descender por el camino para internarme al interior de la montaña boscosa y sombría. Me pareció un buen momento para sacar una magdalena con manzana de Can Tuset, que había comprado en Castellfollit de la Roca, y merendar.


Hacia tiempo que quería volver a este lugar. Sentía añoranza, tal vez. Quería saber que era de la casa y en que estado se encontraba. Si aún se podía alquilar. Quería subir allí para pasar una noche al raso y poder contemplar desde allí aquel magnifico cielo nocturno. Oír el ulular del búho en la noche. Los misteriosos ruidos del bosque que a veces me tranquilizan, y otras me atemorizan.

Hacía poco que había hablado con mis amigos de Vilanova i la Geltrú de este sitio del que tan gratos recuerdos guardamos. Mi intención hubiera sido venir con alguno de ellos. Pero yo quería subir para ver las estrellas y no podía esperar. Había nubes en el cielo y supe que no podría ver el cielo, pero visité los alrededores de la casa de nuevo.


Aquel lugar donde pasé tan buenos momentos con mis amigos de Vilanova i la Geltrú i de Girona... Un sitio donde las horas pasan lentas, plácidamente. Donde incluso el aburrimiento es algo bienvenido, pues los ojos entonces se deslizan observando el cielo, las nubes, las montañas, los bosques y la hierba, que adoptan extrañas formas a medida que la luz solar se desplaza y va cayendo en el ocaso.

Un sitio donde los oídos se regalan escuchando el constante cantar de las cigarras, los saltamontes y los grillos, el zumbido de las abejas, el graznido de los arrendajos y el canto de diversos pájaros. Donde la visión del vuelo de un águila, un ratonero, un buitre o un cuervo es algo cotidiano. Un lugar apartado en medio de la naturaleza.


Es un lugar apartado, misterioso, en la cima de una montaña. Antaño Baldric fue un refugio al que se podía acceder alquilando una plaza en el centro excursionista "L´Atalaia", de Vilanova i la Geltrú, que a su vez tenía alquilada la casa al dueño del lugar. Pero hace tiempo que eso dejó de ser así. Subí con la esperanza de encontrar a alguien, para ver si la casa estaba en buen estado, y para preguntar si aún podía alquilarse.


El acceso a este sitio, si es en vehículo, no es fácil. Un estrecho sendero pedregoso surcado de canales dejados por las aguas desbordadas de la lluvia son la pauta. Sin acceder a demasiada velocidad, subiendo una empinada cuesta, la opción más fácil es subir a pie o en todoterreno. También un tractor o mediante caballo Puede intentarse llegar con un vehículo normal, pero se corre el riesgo de que el coche no llegue, llegue en mal estado o quede atrapado en el camino. ¡Y lo digo por experiencia! (¡Tres malas experiencias tuve, de hecho!; ya veis, soy de aquellos tipos que insisten... XD)


Recuerdo el interior de la casa, hecha de madera. Donde la única luz que se obtenía era mediante un generador eléctrico de gasolina, o mediante la luz de las linternas y las velas. El ambiente ideal para aquellas veladas en las que al caer la noche nos reuníamos alrededor de una mesa para jugar, o junto a la enorme chimenea de leña de la cocina, para explicar historias de miedo, cuando por el frío no podíamos hacerlo en el exterior.


El misterioso búnker escondido en el interior del bosque, a aproximadamente un kilómetro o kilómetro y medio de la casa. En aquel extraño lugar siempre húmedo y repleto de enormes setas... Aquel búnker sobre el que hicimos tantas apuestas de a ver quién se atrevía a ir solo de noche... Creo que yo fui el único que lo hizo una vez. Me refiero a ir solo, de noche hasta allí. Era muy distinto marchar en grupo bajo la luz de la linterna, oyendo la voz de tus compañeros, que ir solo, escuchando el ruido de tus propios pasos, oyendo el constante chasquido de las ramas y el solitario vuelo de algún pájaro...

El miedo, y la sensación de combatir constantemente ese miedo, cuando bajo la luz de la luna o la linterna te parece distinguir extrañas figuras por todos los sitios, ya sea en medio del camino, o detrás de los árboles.


Visité el búnker y al penetrar con mi linterna vi un extraño escrito en catalán en una de sus paredes. No recuerdo si aquello lo escribí yo o alguno de mis amigos en alguna de nuestras partidas de rol en vivo. No lo recuerdo en absoluto. Pero desde luego, el trazo y el tipo de letras parece mío: "Si heu arribat fins aquí és que esteu molt aprop de resoldre el misteriòs assassinat. Però el culpable no és cap dels vostres sospitosos. És un boig amb una destral. Aquest boig us està vigilant." (Traducido: "Si habéis llegado hasta aquí es que estáis muy cerca de resolver el misterioso asesinato. Pero el culpable no es ninguno de vuestros sospechosos. Es un loco con un hacha. Este loco os está vigilando.)"

¡Qué recuerdos, aquéllos!


Realmente es un sitio casi mágico, esta parte del bosque. Aquí, al contrario que en el resto de la montaña, los árboles están retorcidos, el suelo cubierto de ramas y troncos cubiertos de liquen y musgo. Las zarzas y arbustos apoderándose del bosque... Las telarañas casi siempre llenas de rocío. Las amanitas muscarias, el hongo alucinógeno por excelencia, creciendo en abundancia en otoño, como muchas de tantas y tantas setas de aspecto grandioso.


Y parece ser una de las partes más silenciosas de estos bosques, lo que siempre produce una sensación inquietante.

Así anduve por la zona, embelesado en aquella extraña paz que acaba produciendo intranquilidad. Aquella paz que alerta todos los sentidos.


Finalmente me volví a dirigir a la casa, atravesando aquel camino que se halla en la pendiente de la montaña, donde crecen enormes y delgados pinos que apuntan hacia el cielo y muchos árboles de hoja caduca, bajo su sombra, con retorcidas raíces que intentan agarrarse en ese rocoso suelo apenas cubierto por una fina capa de tierra y hojarasca.


Permanecí, finalmente, alrededor de la casa, y me acosté en duro suelo de cemento que hay en la parte trasera de la casa; y allí, acostado, me dormí escuchando el susurro del viento, el canto de los insectos y contemplando el movimiento de las nubes...

Me despertó el frío. El sol ya caía, aunque aún no había caído el crepúsculo. Los gorriones chillaban alrededor de la casa. Cogí mi mochila y volví a coger el camino hacia Nevà, con la sensación de dejar atrás parte de mi pasado.




miércoles, 27 de agosto de 2014

EL TREN ENTRE MUNDOS (UN SUEÑO)

Nota: Puede que este sueño haya surgido porque sí, sin ningún motivo, como sucede con muchos sueños, pero me inclino a creer que todo él ha venido inducido porque esa misma noche –hablo concretamente de la madrugada del 26 de agosto de 2014-, estuve actualizando en este mismo blog un artículo que gira entorno a mis propios sueños, “El onironauta - Experiencias oníricas en el Mundo de los Sueños”, en el que describo diversas criaturas y monstruos con los que alguna vez he soñado... Y puede que este sueño también se viera influenciado por las imágenes y fotografías de las esculturas fantásticas del Bosc de Can Ginebreda, que visité el día anterior, algunas de las cuales, ciertamente, tienen la apariencia de criaturas lovecraftianas. Sea como sea, ha sido un sueño alucinante, un viaje a través de mundos y dimensiones, cuyo hilo conductor era un enigmático túnel o portal del cual surgía una extraña locomotora de vapor que no parecía estar pilotada por nadie, salvo sí misma; un tren seguido de viejos vagones que dejaba a todos aquellos pasajeros que subían a él en lugares no imaginados. Éste ha sido el sueño...


Esta noche he soñado. He tenido un sueño como aquellos que hacía tiempo que no tenía: intenso, vivido, pura aventura, con dosis de misterio, terror y fantasía. Un sueño delirante pero sólido, que combinaba criaturas lovecraftianas y seres de pesadilla, búnkeres científicos abandonados, una misteriosa locomotora de vapor cuyo destino eran otras dimensiones, extraños híbridos animales, hombres bestia y semihumanos. Visitas a mundos vírgenes, a un salvaje oeste que combinaba una estética steampunk y cyberpunk, un planeta moribundo desde el que se divisaban misteriosas galaxias y que recibía la periódica visita de seres extraterrestres...

Era extraño. Éramos un grupo de científicos, soldados y qué sé yo. Ni siquiera sé que hacía yo metido en ese grupo. Había ido a parar allí atraído por una misteriosa oferta de trabajo, como tantos otros, y juntos teníamos que emprender nuestro camino desde la estación de una pequeña población de un país desconocido de América Central. Allí tomamos un tren, una antigua reliquia formada por una vieja locomotora de vapor y unos pocos vagones de madera deslustrada. Juntos emprendimos la marcha, atravesando montes, túneles y montañas, hasta que después de atravesar un largo túnel que se nos antojó interminable, como si hubiese caído la noche, el tren nos dejó en lo que parecía ser una estación abandonada, llena de óxido y cemento cuarteado.

Aquel lugar no parecía ser el cálido sitio que esperábamos encontrar en un país de América Central, sino más bien un lugar frío, inhóspito. Desconocido. El paisaje parecía estar atrapado entre montañas por el norte y el oeste, por una amplia llanura rocosa por el este, y en el sur, por un mar que se extendía sereno y calmo. Un mar que, según todos los pronósticos y mapas, no debería estar allí. Habíamos descendido del tren, y la locomotora ya se había alejado siguiendo las vías hacia un horizonte que se nos antojaba desértico e infinito.

No recuerdo que hacíamos exactamente en ese lugar, ni que se esperaba que hiciéramos, allí. Alguna especie de excavación arqueológica e investigación de campo. Pero nadie sabía que lugar era aquel, porque aquel no era el destino esperado. Finalmente, sin nada  mejor que hacer, decidimos investigar aquel lugar vacío y desolado, y fue así como hallamos una serie de búnkeres y edificios abandonados, y vestigios de una antigua jungla tropical que se hallaba resguardada en el interior de los edificios derruidos que se hundían varias plantas hacia el interior de la tierra. El resto, el exterior, se antojaba desértico pero frío, y sólo aquí y allí asomaba algún arbusto o árbol raquítico.


Al principio creímos que aquello era un viejo pueblo o una vieja colonia minera dejados a su suerte, devorados por los elementos, como ocurre a veces con algunas bases científicas, marinas o militares en zonas remotas. Algunos indicios nos hicieron sospechar que quizás nos hallábamos en la Antártida, aunque eso fuese materialmente imposible. De América Central a la Antártida en tren, y en apenas unas horas. ¡Imposible! Aunque se barajó alguna teoría de la tierra hueca, y bases antárticas secretas creadas por los nazis en la II Guerra Mundial. Pero habían algunos árboles dispersos entre las montañas vacías, y en el antártico no hay árboles, ni mucho menos restos de jungla.

Fuera como fuese, después de investigar el exterior de aquel pueblo, decidimos internarnos en los búnkeres vacíos, descendiendo a través de las plantas que se hundían en la tierra que daban acceso a su interior. Y allí descubrimos un complejo científico de grandes dimensiones, de varias plantas subterráneas construidas con hormigón armado, cuyas paredes parecían cubiertas de maquinaria y ordenadores obsoletos. Algunas hojas y libros aquí y allí hacían alusiones a extraños experimentos y criaturas. Los científicos del equipo decidieron investigar el asunto, pasando allí los días y noches enteros, mientras que el resto de la expedición, al caer el sol, iba a descansar en el pueblo o base abandonada, cerca de las vías de la vieja estación abandonada donde nos había dejado aquel tren.

Para entonces ya habían pasado muchos días, y nada indicaba que fuera a pasar el tren que nos había dejado abandonados a nuestra suerte jamás. Durante días esperamos el tren, y el tren no apareció. Empezamos a creer que estábamos en otro mundo, que aquella locomotora que se nos había antojado antigua, era algo más que sólo un tren. De hecho, en las veladas alrededor del campamento empezamos a atar cabos. No estábamos en el lugar en que creíamos que deberíamos estar, de eso no había duda, y ni mucho menos en la tierra en la creímos estar. Allí había un mar siempre en calma, un mar que no debería estar allí, y el viento jamás soplaba. Seguimos las vías del ferrocarril durante kilómetros, durante días, siempre recorriendo paralelos a la orilla del mar, hasta que en una curva de la costa, las vías continuaban su camino hacia una extensa planicie rocosa sin fin, semejante a los campos estériles de Marte, de piedra rojiza, y por el otro lado la costa continuaba su recorrido hacia el sur. Las aguas del mar parecían estar muertas, aceitosas, aunque en ocasiones nos pareció vislumbrar bajo las aguas enormes criaturas semejantes a serpientes y algún calamar gigante. Ni un pájaro en el cielo eternamente gris. La única vida de aquel erial parecía hallarse en las pequeñas junglas que se hundían en la tierra, allí donde el subsuelo de los viejos búnkeres se había hundido.

Para entonces, algunos de los miembros de la expedición, ya habían empezado a desaparecer misteriosamente en la oscuridad de aquel enorme complejo subterráneo. La inquietud se apoderó de nosotros. Empezamos a buscar armas y víveres en las ruinas del lugar, pues teníamos la sensación que algo se ocultaba en aquel lugar, acechando.


Efectivamente, pronto descubrimos los cuerpos muertos de criaturas repugnantes. Eran como enormes trozos de carne entumecida y putrefacta, como enormes gusanos que medían entre un metro y medio y dos metros y medio. Parecían muertos, pero pronto descubrimos que algunos de ellos estaban vivos, y cuando sus cuerpos infectos se abrían, de ellos surgían tentáculos y vísceras dispuestos a devorar a los desprevenidos. Disparos, muerte... ¡una carnicería! Sólo el exterior parecía seguro, pero allí no había alimentos y el frío amenazaba con congelarnos, a pesar de que alrededor nuestro habían pequeños bosques de apariencia tropical, como un pequeño oasis surgiendo de la tierra semiderruida.

Empezamos a temer la oscuridad. Los únicos alimentos procedían del pequeño oasis selvático que crecía en aquellos lugares en que las ruinas subterráneas que se habían derrumbado. Allí había vida, alimentos, pero para llegar a ella debíamos bajar por las plantas, pasillos y túneles oscuros, y allí el mal acechaba. Al caer la oscuridad algo parecía apoderarse de la atmósfera de ese mundo, no ya lugar, pues sospechábamos ya que esa no era nuestra Tierra. Otra Tierra, quizás, pero no nuestra Tierra.

De vuelta a la base, en el exterior, cerca del pueblo y la estación abandonados, nuestras miradas señalaban al extraño túnel a través de las montañas, del cual había surgido el tren, para dejarnos en ese lugar. Era un túnel rocoso, excavado en la roca viva, cuyo final en el interior de la tierra no se veía. A su alrededor, algunas hierbas y líquenes, y unos pocos árboles raquíticos y retorcidos, sin señales de vida animal alguna. Nos adentramos en él durante horas caminando, pero no parecía tener final, y temíamos que allí también acechasen criaturas subterráneas.

Los días pasaban, y en ocasiones, aquel misterioso tren hizo su aparición a gran velocidad, sin detener nunca su marcha, sin hacer ninguna parada, siguiendo su trayecto o su camino hacia un destino o destinos desconocidos... No pudimos hacer nada para detenerlo, pero finalmente decidimos poner una guardia a la salida del túnel, para que nos advirtiera de su llegada.

Comprendimos que aquel tren nunca paraba, que no podíamos detenerlo, sino que teníamos que subir a él a toda marcha si queríamos regresar a nuestro mundo. El túnel era un portal entre mundos, pero la locomotora y sus vagones eran el medio para cruzar el portal.

El tren pasó en dos ocasiones, pero tal era su velocidad, que era imposible subirse a él a su paso por la estación abandonada. Los científicos habían calculado que aquella vieja locomotora con sus vagones destartalados circulaba a una velocidad superior a los trescientos kilómetros por hora. Sólo ralentizaba su velocidad en el interior del túnel, así que finalmente decidimos apostar en la boca de salida un pequeño campamento, y esperar a que este apareciese de nuevo.

Los días pasaron, pero finalmente, un día, el tren apareció. Oímos su llegada, y avisamos tan rápido como pudimos a la gente del equipo que aún permanecía en la aldea. Ayudándonos de cuerdas pretendíamos frenar su entrada a aquel mundo, y subir de nuevo a él. Al menos subir aquellos que pudieran lograrlo, y una vez en ruta, ya buscaríamos un modo de volver a ese lugar con ayuda.

Las cuerdas no detuvieron al tren, pero si que lograron frenar su velocidad. A la carrera, ayudándonos unos a otros si teníamos la ocasión, la mayor parte del grupo superviviente conseguimos subirnos a la locomotora a la carrera, pero una chica quedó rezagada. El viejo tren la dejó atrás antes de tomar velocidad de nuevo. Quedó atrás abandonada. Aquel tren viejo, como surgido de otra época, se alejó y desapareció en la lejanía, dejando tras de sí una vía vacía que parecía infinita. Juramos que volveríamos.

Fue entonces cuando descubrimos que nadie dirigía aquel tren infernal, que iba sin piloto, y no había ningún modo humanamente posible de frenarlo. Sus calderas siempre ardiendo, quizás alimentadas por algún tipo de fuego infernal. Había algo de magia en ello. De ciencia y de magia. El concepto mismo de un tren que viajaba entre mundos se nos escapaba.


En los vagones, hallamos extraños pasajeros, humanos de ropajes extraños y desconocidos y criaturas que no eran de este mundo. Nadie conocía exactamente su destino, nadie sabía de donde provenía este tren, ni quién lo había fabricado. Algunos hablaban de una raza extraterrestre antiquísima, otros, del mismo Diablo, que con él capturaba y llevaba a lo desprevenidos hasta el infierno.

Era difícil decidir cuando saltar. En ocasiones los mundos que se entreveían fuera eran totalmente alienígenas, a veces muy semejantes a nuestro mundo, pero algunos detalles nos hacían dudar. En el interior de aquellos vagones, el tiempo no parecía pasar. Un día, sin embargo, el tren pareció pasar por la misma estación donde lo habíamos tomado una vez, y bajamos de regreso a nuestro mundo.

Aunque pronto descubriríamos que habían pequeños detalles que nos hacían sospechar que aquella no era realmente nuestra Tierra. Muy parecido a nuestro mundo, sí, pero no el mismo. Una Tierra paralela, quizás. O recuerdos alterados. Pero fuese como fuese, habían pequeños detalles que habían cambiado: el color de una habitación, amigos que ya no te conocían, y conocidos que nunca habíamos conocido… Uno de los supervivientes de esta experiencia no fue reconocido por sus padres, pues aseguraban que nunca habían tenido un hijo, como si realmente nunca hubiese existido.

Pronto descubrimos que los supervivientes de aquel mundo no encajábamos en éste. Y teníamos que emprender la búsqueda de la amiga que había quedado abandonada.

En el otro mundo, la chica que había quedado atrás pensó que en el próximo intento lo conseguiría. Quizás sus compañeros regresasen con ayuda, pero quizás no. Espero, pero, efectivamente, cuando el tren reapareció, logró subirse a aquel tren imposible. Allí, al contrario que sus compañeros, se encontró con los vagones vacíos, sin nadie que la informase de como funcionaba todo aquello, aquella locomotora infernal que atravesaba dimensiones y mundos.

Tras lo que se le antojó una infinidad de tiempo viajando, su parada la condujo a una tierra diferente a la que había dejado atrás, aunque extrañamente su geografía parecía ser la misma: al norte y oeste, una cordillera montañosa; al este, una llanura infinita, y en por el sur, corriendo en paralelo junto a las vías, el extenso mar, con sus playas.

El tren paró en medio de aquella llanura herbácea donde, aquí y allí, habían diseminados extraños árboles semejantes, aunque no iguales, a los baobabs africanos. El clima era cálido, pero agradable, casi templado se diría. Aquella región parecía estar poblada por una abundante fauna híbrida, animales extraños que inmediatamente hacían pensar inmediatamente en una aglomeración de dos especies distintas de animales terrestres. Todo ello indicaba que sin duda no estaba en la Tierra, o más concretamente en la Tierra de donde ella procedía. Desde el ventanal del tren observaba las playas donde extraños delfines pinnípedos salían de las aguas marinas para descansar en las playas. En la planicie, los gallifantes de cuerpo gris, con cabeza de gallo y piel coriácea, pacían entre la hierba, entre grupos de goristruces de cuerpo simiesco y  largos cuellos rematados con cabeza de avestruz que comían semillas, y manadas de avestruleones de corto cuello descansaban bajo la sombra de los árboles mientras acechaban a sus presas con la mirada...


Las horas pasaban, mientras el tren permanecía parado en aquella inmensa llanura, y el sol no parecía descender, como si allí los días fuesen más lentos. El hambre empezó a hacer mella en la muchacha, que registró los vagones vacíos buscando comida. Finalmente, se aventuró a bajar del tren sin alejarse demasiado, buscando algún tipo de alimento. Fue una mala idea, pues de repente, sin saber como, pronto se vio rodeada por una manada a avestruleones acechantes que le cortaban el paso, impidiéndole regresar al tren. Nunca habían visto a una presa así, una muchacha humana, por lo que se mostraban cautos y temerosos, pero poco a poco se acercaban a ella, acechándola, cerrando el cerco, preparándose para el ataque, volviéndose más osados. Entonces, el tren arrancó, pero en aquella situación, frente los avestruleones, esa se convirtió en la menor de las preocupaciones de la chica.

Los avestruleones, por su constitución, recordaban más a un lobo que no a un león, y su tamaño era un tamaño intermedio entre esas dos criaturas. Sus cuerpos semejaban los cuerpos de cánidos sin pelo –aunque en realidad estaban cubiertos de un corto y fino vello- armados de garras felinas, aunque con unas uñas mucho más largas que las de cualquier felino. Su corto cuello macizo estaba rematado por una cabeza semejante a la de un avestruz.

La muchacha penetró en la inmensa playa arenosa y se adentró dentro de las frescas aguas marinas, esperando que estas criaturas temieran el mar, pero no era el caso, y un avestruleón más temerario que el resto, temiendo que su presa fuera a escapar, se arrojó contra la chica con sus garras extendidas... sólo para ser detenido en seco en pleno aire por el fuerte puño de un enorme ser homínido de aspecto simiesco. Ante su aparición, todos los avestruleones huyeron temerosos.

Era éste un ser semejante a un enorme homínido que media alrededor de dos metros, aunque su cuerpo estaba cubierto de un espeso vello de aspecto anaranjado, y su rostro tenía algo de simiesco, pero a la vez felino. Sus brazos era fuertes, macizos, proporcionalmente algo más largos que un brazo humano. Pero algo le indicó a la chica que aquello era un hombre, de otra especie quizás, pero un hombre que había evolucionado en este mundo tan diferente a la Tierra y más salvaje.

Mientras, el resto del grupo, en su propia Tierra, si es que aquella era realmente su Tierra, ya que no parecían encajar del todo con ella pese a ser un duplicado casi perfecto, había decidido emprender el viaje para recuperar a la muchacha que había quedado perdida. Sin embargo, el viaje en aquel tren imposible era arriesgado, aleatorio. ¿Eran todos los mundos terroríficos e inhóspitos? ¿Podíamos llegar a un mundo de atmósfera irrespirable accidentalmente y morir? Todos esos mundos parecían ser algo ariscos con el hombre, pero a través de aquella locomotora entre mundos, podía hallarse quizás un auténtico paraíso. Sabíamos como encontrar de nuevo aquel tren, en que estación esperar, aunque desconociéramos cuando aparecería de nuevo.

(A partir de este punto, el sueño se vuelve mucho más confuso. Recuerdo viajar de nuevo en el interior del tren, entre mundos.)

El grupo pronto descubriría una nueva sorpresa. Tras salir de un túnel y realizar una parada, pronto descubrimos que el simple hecho de bajar de un vagón u otro del tren, cada vagón conducía a distintos mundos. Fue así como, accidentalmente, el grupo se separó de nuevo.

Yo llegué, así, a un mundo desértico con las mismas características geográficas que el anterior –montañas al norte y al oeste, llanura al este y un extenso mar al sur-. Allí había una ciudad que parecía surgida de un viejo western, pero era a la vez era una especie de salvaje oeste extraño y fantástico, de aspecto retrofuturista. Allí, en grandes herrerías, la tecnología de vapor, el estudio de los campos magnéticos y de la energía eléctrica Tesla se combinaba con la ciencia cibernética y ordenadores de aspecto obsoleto.


La ciudad estaba habitada por humanos, pero también por algunas razas fantásticas como elfos, enanos y orcos, que convivían entre ellas, algunos de ellos armados con sus pistolas, sus brazos cibernéticos o sus implantes oculares. Era un mundo anárquico, algo desolado, desértico, aunque en aquella ciudad todos parecían convivir más o menos en paz.

(Recuerdo vagamente la búsqueda infructuosa de la compañera perdida, y visitar parte de las llanuras del lugar, pero poco más.)

Por otro lado, habiendo bajado por otro vagón, algunos de mis viejos compañeros de viaje fueron a parar a un mundo de eterna noche y oscuridad, sin sol, que sin embargo estaba constantemente iluminado por las estrellas y la luz que desprendía el brazo de una enorme galaxia. Era un mundo vacío, conformado por montañas y montañas de basura, que tras siglos de estar expuesta a la intemperie había acabado limpia de toda suciedad, conformando el paisaje. Entre la humedad de esa basura, en pequeñas charcas, o las pequeñas corrientes de agua, se deslizaban pequeños anfibios urodelos albinos semejantes a pequeñas salamandras. Como en los otros mundos, se repetía la misma geografía de montañas, llanura y mar; un mar que centelleaba bajo la luz de esas mismas estrellas que iluminaban todo el firmamento, y la fluorescencia emitida por desconocidas criaturas marinas semejantes a anémonas y medusas.

Este lugar era visitado ocasionalmente por una raza extraterrestre de aspecto humanoide de pálida piel e inusitada altura, con enormes ojos oscuros, que sentían fascinación por aquella vieja locomotora que era capaz de atravesar dimensiones y viajar a lugares que esa raza jamás había alcanzado. En sus enormes naves oscuras de extrañas formas geométricas, rematadas con extrañas varas de metal, con sus tonos violetas y morados, y pequeñas luces brillantes que parecían estar vivas bajo lo que parecía ser una estructura casi orgánica, aquellos seres interestelares viajaban por la galaxia en busca de conocimiento.


(Aquí, de nuevo, el sueño permanece confuso en mi memoria, aunque recuerdo que hubo intenso dialogo con estas entidades extraterrestres que eran sólidas, pero a la vez vagamente etéreas. Tras esto, vislumbro distintos mundos y lugares visitados, y finalmente todos nos logramos reunir de nuevo, para irnos separándonos uno a uno, cada uno de nosotros buscando su mundo: no el mundo donde nacimos, sino el mundo al cual creemos pertenecer.)

Pronto descubrimos que el túnel por el que viajaba aquella locomotora permitía viajar a todo tipo de dimensiones, mundos, barreras, épocas y realidades paralelas o alternativas. Y quién buscaba bien, a través de aquel tren, podría hallar la felicidad y sus sueños más deseados en un mundo concreto: una familia, un mundo virgen que explorar, un mundo dedicado a la ciencia y al conocimiento... Pero había que correr el riesgo, puesto que buscando el paraíso, si uno se perdía, podía acabar condenado en un infierno.

(En este punto del sueño, en mi propia búsqueda desperté. Pero algo me dice que en mi propia búsqueda había hallado la felicidad y mis sueños, al dedicarme a descubrir nuevos mundos.)

Nota final: Este sueño tiene su significado, y en él vi rastros de distintas novelas y películas que han conformado mi mente, especialmente en lo relacionado con la atmósfera, combinándolas a su vez con algunas de mis aficiones. Algunos de los compañeros del grupo inicial de este sueño era gente conocida, y otra no, pero su aspecto era variable y sus papeles se intercambiaban, como a veces sucede en los sueños. Yo mismo, en un momento podía ser un personaje u otro dentro de esa historia. Sea como sea, fue un sueño que disfruté como hacía tiempo que no disfrutaba. Por cierto, y como nota curiosa, creo que el clima de cada mundo fue de acorde con cada momento de la noche, pues rcuerdo que esa noche pasé frío y calor paulatinamente, y ello influyó en la visión de cada uno de esos mundos.

martes, 26 de agosto de 2014

LA SOLITARIA Y EL BOLLYCAO

Este chiste, que poco tiene que ver con lo que escribo habitualmente, es una vieja chanza que oí hace años. El hecho de que haya querido dejar referencia sobre él, viene a razón de una breve charla que tuve un día con un grupo de personas, que giraba alrededor de insectos y caracoles zombis, controlados por parásitos, ya sean por insectos y sus larvas, o bien por hongos. Sea como fuere, aquella charla acabó derivando sobre uno de los parásitos humanos más conocidos: la tenia o solitaria. Me vino entonces a la memoria aquel viejo chiste -el chiste de la solitaria, el croissant y el Bollycao-, y quise entonces dejar referencia de él por escrito. El Bollycao, por cierto, para quién no lo conozca, es un delicioso bollo relleno de crema de cacao fabricado en España por el Grupo Panrico; para el caso, puede sustituirse el Bollycao por cualquier otro producto de bollería, o un café.


Dicen que un hombre fue preocupadísimo al médico:

- ¡Oiga, doctor, no sé que me pasa, pero cada día estoy más delgado, Como y como sin parar, y sin embargo cada vez estoy más delgado y tengo la sensación de que voy a morirme de hambre!

El médico se lo mira, le hace un par de pruebas y le dice al paciente:

- Mire, señor, no tiene que preocuparse. Tiene usted una tenia, una solitaria, y bastante grande, por cierto. Tan larga, que me temo que habrá que operar y abrirle todos los intestinos hasta sacarla.

- ¿Operar? ¡No, no! Tengo pánico a las operaciones. No me quiero operar. ¡De ninguna manera! ¿No hay otra manera de resolverlo? -Pregunta el paciente.

El doctor se queda pensativo un rato, y, al cabo, dice:

-  Mire, hay otro modo, pero no es muy ortodoxo que digamos. Pero si no quiere operar, y está dispuesto a hacer lo que sea, viene usted mañana a la misma hora a mi consulta, y me trae consigo un croissant y un Bollycao.

El paciente se queda un poco extrañado ante la petición del médico, pero no hace preguntas.

Total, que al día siguiente aparece el tipo en la consulta del doctor trayendo un croissant y un Bollycao consigo, se los entrega al médico, y éste, cogiéndolos y sacando un martillo de un cajón, le dice al paciente que se baje los pantalones.

- ¡Pero doctor!, ¿para qué quiere que me baje los pantalones? ¿Y ese martillo?

- ¡Los pantalones y los calzoncillos! ¿Quiere usted acabar con la solitaria o no quiere acabar con ella?

- Bueno, sí. Pero...

- ¡Pues nada! ¡Bájese los pantalones y los calzoncillos!

Total, que el paciente hace lo que el doctor le dice, y cuando está así, el médico lo pone en pompa, le mete el croissant por el culo, y, ¡pop!, martillazo y croissant para adentro. Y acto seguido hace lo mismo con el Bollycao, lo pone en el ano, lo apunta, martillazo, ¡pop!, y Bollycao para adentro. Al paciente, con lágrimas en los ojos, se queda alucinado pero no dice nada, viendo la seriedad conque el médico hace todo esto. Al cabo de un rato, viendo que no pasa nada, el hombre le pregunta al doctor:

- ¿Y ahora?

- Pues ahora ya puede usted subirse los calzoncillos y los pantalones, y vuelva mañana con un croissant y un Bollycao.

Total, que el hombre hace lo que le dice, y al día siguiente vuelve a presentarse a la consulta con un croissant y un Bollycao, y el doctor hace lo mismo. Le mete el croissant por el culo, ¡pop!, martillazo, y al instante le mete el Bollycao, ¡pop!, martillazo, y todo para adentro.

-¿Oiga, doctor, yo no sé a donde quiere llegar con esto, pero...!

- Usted calle y déjeme hacer. ¿Quiere acabar con esa solitaria enorme que tiene en sus intestinos o no?

- Bueno, sí, pero...

- Pero nada, preséntese aquí mañana a la misma hora con un croissant y un Bollycao. Si quiere que lo curemos, tenemos que hacer esto durante quince días.

Total, que el hombre hace lo que el médico le dice, y cada día se presenta a la consulta con un croissant y un Bollycao, el médico se los coge, le mete el croissant en el culo, martillazo, el Bollycao, martillazo, y todo para adentro. Y así durante quince días...

Croissant en el culo, martillazo, Bollycao en el culo, martillazo, y todo para adentro.

Croissant en el culo, martillazo, Bollycao en el culo, martillazo, y todo para adentro.

Croissant en el culo, martillazo, Bollycao en el culo, martillazo, y todo para adentro.

Etcétera.

Total, que al cabo de quince días, el cliente se presenta delante del doctor con el croissant y el Bollycao, viendo que para nada ha mejorado su estado, y se los entrega al doctor, pero diciéndole con algo de mala leche:

- ¡Oiga, doctor, ya han pasado quince días, y yo para nada he mejorado!

- Bueno, bueno, tranquilo, señor. Usted bájese los pantalones y los calzoncillos y ya verá...

Total, que el señor hace lo que le dice, y el médico, como todas las veces anteriores coge el croissant, se lo mete en el culo, ¡pop!, le da un martillazo, el croissant se va para adentro... y se queda quieto sin hacer nada más, con el martillo en una mano y el Bollycao en la otra... Y pasan los segundos...

En esto, que al cabo de un rato, sale la cabeza de la solitaria asomando por el culo y diciendo, gritando:

- ¿Y EL BOLLYCAO?

Y el médico que le arrea en la cabeza con el martillo, y, ¡ale!, se acabó la solitaria. XDDD

Nota: También existe una versión más “hard” del chiste donde el paciente -un hombre- es sustituido por una paciente -una mujer embarazada-, que quiere abortar. El procedimiento, en este chiste es similar, sólo que el croissant y el Bollycao no se los insertan por el culo, sino por la vagina, y el resto del chiste... bueno, ¡ya os lo imagináis! Más o menos va igual, salvo que al final el que asoma la cabeza por la vagina reclamando el Bollycao es el feto, que recibe el martillazo definitivo. La verdad es que esta última versión es mucho más cruda y salvaje, todo sea dicho.

jueves, 21 de agosto de 2014

URBEX: EL BÚNKER PERDIDO

Texto y fotografías: Joan Ramon Santasusana Gallardo.
Fecha: 15 de agosto de 2009. Lugar: En algún lugar del Ripollès, provincia de Girona, Cataluña, España.
Total fotografías tomadas: 44. Total fotografías publicadas: 23.
Si quieres saber qué es el urbex: Urbex: exploración urbana.
Si quieres ver otros archivos urbex: Archivos urbex.



En esta ocasión he querido recuperar unas viejas fotografías, hechas unos años atrás de un pequeño búnker que se halla situado en un lugar perdido de la comarca del Ripollès, a unos pocos kilómetros de la población de Nevà, cerca del refugio de Can Baldric de Dalt, escondido en el interior de una densa zona boscosa de pino rojo, cuyo acceso, aunque no es difícil, requiere de buena forma física, pues nos obligará a caminar un buen trayecto de pendiente a través de bosque y montaña. Partiendo del pueblecito de Nevà, subiendo a pie por un estrecho camino de aproximadamente 1,8 kilómetros, iremos dirección a Can Baldric de Dalt, un pequeño refugio de montaña actualmente cerrado. Este camino nos llevará aproximadamente un tiempo que oscilará entre 20-30 minutos.


El primer tramo del camino es el más fácil. Tras coger una empinada y fuerte curva, aún dentro del límite del pueblo, que ha sido reforzada con hormigón por lo empinada y difícil, empieza un camino pedregoso que sube a la montaña y va dejando el pueblo atrás. Es un camino que asciende suavemente el terreno, hasta llegar a unos pequeños prados desde cuyo lugar se tiene una buena visión panorámica del valle, y se puede contemplar perfectamente toda la montaña que aún queda por subir. Es un sitio despejado, donde unas cercas de alambre delimitan el terreno circundante. En este punto, el camino se divide en dos: una curva que sube hacia la última granja de la zona, y un camino largo y recto que desciende suavemente hasta el interior del bosque. Es éste el tramo de camino que deberemos seguir, pues una vez nos internemos en el bosque hallaremos el sendero que sube hasta Can Baldric de Dalt.


Al internarnos en el interior de la montaña boscosa y sombría, nos encontramos con una suave curva, donde el camino empezará un ascenso suave que poco irá volviéndose más empinado. Es un bosque fresco, tranquilo, que transmite paz y belleza; atravesado por algún ocasional arroyo de aguas cristalinas.


Es en este punto del camino donde un cartel nos indica que este es un espacio de interés natural, y no es difícil adivinar el porqué, ante las vistas que uno va encontrándose en el camino, donde la espesura del bosque tan sólo se ve interrumpido por el ocasional espacio abierto de algún pequeño campo agrícola. El acceso a partir de este punto del camino es posible en un vehículo, no es fácil. Un estrecho sendero pedregoso surcado de canales dejados por las aguas desbordadas de la lluvia son la pauta. Sin ir a demasiada velocidad, subiendo una empinada cuesta, la opción más fácil es subir a pie o en un todoterreno. Puede intentar subirse empleando un vehículo normal, siempre que no sea demasiado bajo, pero se corre el riesgo de que el coche quede fácilmente atrapado en algún lugar del camino.


Armándonos de paciencia, ascenderemos a través de diversos tramos y curvas del camino de distinto grado de ascenso, viendo como paulatinamente la vegetación cambia de una especie a otra. Podría decirse que el pequeño pueblo de Nevà cada vez queda más lejano a medida que vamos adentrándonos en la espesura.


Es después de un largo ascenso cuando, tras tomar cierta curva del camino muy cerrada, la última curva, de hecho, podremos por fin vislumbrar, saliendo de un recodo del camino desprovisto de árboles, Can Baldric de Dalt.


Can Baldric de Dalt es una vieja casa construida con piedra y madera (ésta última en su interior) que tiempo atrás estuvo disponible para algún centro excursionista y fue refugio y punto de encuentro de muchas personas. Pasé aquí muchas temporadas de verano e invierno, desconectando del mundo, en pleno corazón de la naturaleza. Aquí, la única luz eléctrica disponible era la que podía ser generada mediante un generador eléctrico de gasolina, y la única agua caliente disponible era la que podía calentarse con una bombona de butano. Era el lugar ideal para aquellas veladas en las que, al caer la noche, nos reuníamos alrededor de una mesa para jugar a cartas o algún juego de mesa, o nos disponíamos delante de la enorme chimenea de leña de la cocina para explicar historias de miedo, cuando por el frío no podíamos hacerlo en el exterior.


El punto en que este edificio está no tiene perdida, ya que sobre el dintel de la puerta de entrada principal hay un pequeño tablón de madera nos indica claramente el lugar donde estamos: "Can Baldric de Dalt".


Es precisamente desde este punto, en la parte delantera de la casa, donde hay una pequeña zona llana, donde puede verse una visión panóramica del lugar. Las montañas enormes, verdes, boscosas, y a lo lejos el pueblecito de Nevà o, tal vez, Planoles.


Sin embargo, no se detiene aquí nuestra ruta. Una vez llegados a la casa, deberemos continuar hacia adelante. Se abren ante nosotros algunos caminos y senderos, pero el que hemos de seguir pasa justo por delante de la entrada principal de la casa, y cuando avancemos, veremos que la casa va quedando atrás, enfilándonos de nuevo en el bosque.


Una vez dentro del bosque, seguiremos el camino de arriba, caminando aproximadamente durante un cuarto de hora. Veremos que en el bosque va cambiando lentamente, y los árboles de hoja caduca van dejando paso a las coníferas, siendo sustituidos por altos pinos rojos a ambos lados del camino


Finalmente el camino se acaba y desemboca en medio de un campo abierto rodeado de bosque.


Ésta es la zona que nos interesa. Una vez salgamos del bosque y dejemos el camino atrás, nos adentraremos a la pequeña pradera que hay en este lugar, fijándonos especialmente el lador derecho según salgamos del sendero.


Si se examina bien entre las hierbas que crecen en este campo, encontraremos unos pequeños mojones de piedra que marcan la zona. Debemos lograr dar con el mojón K 9, y en este punto, bajando campo a través, partiendo en linea recta, debemos internarnos en el bosque de pinos rojos, muchos de ellos retorcidos, que crecieron en la zona después de la construcción de este búnker.


Nos daremos cuenta que en esta parte del bosque, los árboles no son tan altos como los que hemos encontrado por el camino, sino más bajos y encorvados. El lugar parece más fresco y húmedo, la vegetación, fresca. Realmente es un sitio casi mágico, esta parte del bosque. Aquí, al contrario que en el resto de la montaña, los árboles están retorcidos, el suelo cubierto de ramas y troncos cubiertos de liquen y musgo, las zarzas y arbustos apoderándose del bosque... Las telarañas casi siempre llenas de rocío. En algunas zonas puede hacerse difícil caminar a causa de arbustos y algunos árboles caídos, pero en lo posible avanzaremos hacia el interior del bosque entre unos 50 o 100 metros.


En esta zona abundan enormes setas, lo que le da un toque más mágico y misterioso si cabe. No es extraño encontrarse hongos que miden más de un palmo de altura, aún en pleno verano. Ésta es una de las partes más silenciosas de la zona, lo que siempre produce una sensación inquietante.



Es en este punto donde, si vamos mirando a nuestro alrededor, encontraremos la entrada del búnker, que se hunde en pleno suelo. Si estamos cerca, no es difícil localizarla. Hay que examinar el terreno detenidamente, y desandar lo andado si no la encontramos. Si la hemos dejado atrás de largo, puede que al girarnos veamos la larga rendija o ventanal del búnker semienterrado, desde donde se vigilaba y se dispararían las armas en caso necesario. Pero es mucho más probable que antes de ver el búnker desde el exterior, antes nos encontremos con su entrada.


El búnker, que es de tipo fortín, al igual que todos los que hay por esta zona, se construyó en la época franquista, hacia los años 40, a mediados del siglo XX, para poder defenderse en caso de un contraaque de los maquis, que se supone que podían venir desde Francia. Abandonados a su suerte, finalmente quedaron convertidos en un eventual refugio para pastores, contrabandistas o algún ocasional excursionista. Descendiendo las escaleras, hoy en día cubierta de hojas y materia vegetal en descomposición, es aconsejable que llevemos una linterna o algún otro tipo de luz con nosotros, de otro modo no podremos ver claramente por donde pisamos, las telarañas que pueden haber en nuestro camino, y ni mucho menos parte del fortín enterrado.



Ante nosotros se extiende un corto pasillo construido a base de hormigón, lleno de cascotes, pierras y tierra por su suelo, en cuyo lado izquierdo podremos distinguir dos entradas.


En el primero de los compartimentos, una pequeña cámara para el descanso, hay dos bancales hechos directamente con el mismo hormigón armado que cubre toda al aquitectura. Aquí se podía descansar, dormir o cocinar llegado el caso, y en la pared que hay enfrente de la entrada podemos observar una pequeña oquedad cuadrada forrada de madera que podía ser utilizada para dejar algunas pequeñas pertenencias u objetos. Escrito en tiza, sobre el muro, un críptico mensaje en catalán: "Si heu arribat fins aquí és que esteu molt aprop de resoldre el misteriòs assassinat. Però el culpable no és cap dels vostres sospitosos. És un boig amb una destral. Aquest boig us està vigilant." (Tradución al castellano: "Si habéis llegado hasta aquí es que estáis muy cerca de resolver el misterioso asesinato. Pero el culpable no es ninguno de vuestros sospechosos. Es un loco con un hacha. Este loco os está vigilando.")


La siguiente zona, la zona de guardia, desde donde se podía vigilar y disparar las armas en caso necesario, no es muy distinta a la primera, salvo porque en ella hay la ranura de vigilancia desde la cual los hipotéticos soldados o guardias civiles podían disparar sus armas llegado el caso. Aquí también hay una pequeña oquedad forrada en madera que posiblemente sirviera para poner en ella lo que se necesitase tener más a mano.


Si nos acercamos a la rendija del ventanal, observaremos desde ella el bosque que cubre la zona, que en su tiempo estaba libre de árboles para poder tener una visión mucho más amplia del terreno.


Al salir del búnker de nuevo, ya sólo nos queda avanzar un poco sobre el terreno para poder verlo desde el exterior. Enterrado por el musgo, las hierbas y camuflado entre los troncos de los árboles, únicamente observamos el oscuro ventanal que conduce a su oscuro interior.


Y así, este pequeño fortín, ha quedado olvidado, enterrado por la propia naturaleza, un recuerdo obsoleto de tiempos pasados, relegado de los recuerdos.